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El narcotráfico es una estructura del mal que ha crecido de manera explosiva.
Y donde el narco avanza, se destruye la vida moral y familiar, y el pecado se normaliza.
Por eso es tan importante para los cristianos enfrentarse a ese flagelo.
Y tras la acusación de Venezuela como un estado narco, ahora surgió la acusación, de que el presidente Petro es el líder del narcotráfico colombiano.
¿Qué hay detrás de esta acusación?
¿Puede ser cierto eso de lo que se le acusa?
Aquí queremos ver esta señal de los tiempos: el crecimiento del poder del narcotráfico, en la política de los países latinoamericano, especialmente Colombia.
El narcotráfico es un negocio que mueve 500 mil millones de dólares al año, conectado con el tráfico de armas, la minería ilegal, la trata de personas y el lavado financiero.
Y ya no son carteles aislados, sino una red multinacional del crimen, con nutridas alianzas políticas.
Y América Latina está en el centro de ese mapa.
Allí se cultiva, se procesa, y se exporta la mayor parte de la cocaína del mundo.
En Colombia, Perú y Bolivia está el origen.
En Venezuela, Ecuador y Centroamérica están las rutas.
Y en Estados Unidos, esa droga ya mata a más gente que todas las guerras del siglo XX.
Por eso, Washington no lo ve como un delito más, sino como una amenaza directa a su seguridad nacional.
Pero además hay un ingrediente geopolítico.
El narco ahora busca reconfigurar el poder central en los países.
Lo que hasta hace poco era lograr el control de zonas de un país,
ahora se dirige al control de todo el país.
Porque está siendo apalancado, por la reconfiguración mundial del poder, que se está produciendo.
China y Rusia están ganando poder en el mundo.
Y creciendo en influencia en una América Latina, que siempre fue una zona controlada por EE.UU.
En Venezuela, Cuba, Nicaragua… y ahora Colombia, los gobiernos de izquierda hacen alianzas con Rusia, Irán y China.
Y el narcotráfico aprovecha para acceder a más poder.
Pero cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca, su mensaje fue que Estados Unidos no tolerará narcoestados, ni gobiernos aliados de potencias rivales.
Por eso, su enfrentamiento actual con Gustavo Petro en Colombia, es parte tanto de una estrategia geopolítica, como del combate del narcotráfico en sí.
El conflicto actual entre EE.UU. y Colombia, comenzó apenas días después de la segunda asunción de Trump, en enero de 2025.
Empezó con un gesto que pareció menor: dos aviones estadounidenses, cargados con colombianos deportados, se dirigían a Bogotá.
Pero Petro ordenó negarles el aterrizaje. Y los aviones tuvieron que desviarse y volver a Panamá.
Y Trump respondió de inmediato: anunció aranceles altísimos a las exportaciones colombianas, y suspensión de visas para todos los funcionarios del gobierno.
Con aranceles altos, el golpe era inmediato en las exportaciones y el empleo.
Y el expresidente Uribe salió a pedir calma y el presidente Petro aceptó las condiciones.
Pero esa fue la chispa que encendió la crisis.
A partir de ahí, Trump puso foco en informes de inteligencia, sobre el aumento de la producción de coca en Colombia.
Y el 19 de octubre de 2025 lanzó un mensaje que hizo temblar a Colombia y a la región.
Trump dijo:
“El presidente Gustavo Petro es el líder del narcotráfico colombiano. Fomenta la producción masiva de drogas y no hace nada para detenerla, a pesar de recibir millones de dólares de ayuda estadounidense. A partir de hoy, toda subvención a Colombia queda cancelada”.
Y cerró con una frase que se volvió viral:
“O cierras esos campos de droga o Estados Unidos los cerrará por ti”.
Con eso, anunció el fin de la cooperación bilateral, y el bloqueo de unos 700 millones de dólares en cooperación y equipos.
Además, restricciones de visa que alcanzaban a miembros del gobierno y a simpatizantes clave.
Y quedó bloqueado el ingreso de Petro a EE.UU. y en la práctica su aislamiento diplomático.
Y quedaron planteadas, posibles intervenciones directas en zonas específicas de cultivo, con el argumento de proteger la seguridad de Estados Unidos.
Y además Trump dejó otra línea roja:
"Si un presidente es “líder del narcotráfico”, el siguiente paso es tratar su estructura como organización terrorista".
Mientras Petro respondió acusándolo de “ignorante y grosero”, y defendiendo su política como una “revolución humana y ecológica”.
Y después de su discurso en la ONU, Petro llamó a “soldados y policía” en EE.UU., a desobedecer al comandante en jefe por su apoyo a Israel.
Ese gesto rompió puentes y alimentó la idea de una provocación deliberada de Petro.
Trump había seguido el mismo guion que usó con Nicolás Maduro en 2020.
En aquel entonces, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a Maduro, a Diosdado Cabello y al general Padrino López, de dirigir el cartel de los Soles; una red que enviaba toneladas de cocaína a Norteamérica.
Y el gobierno estadounidense ofreció recompensas millonarias por su captura, congeló activos, impuso sanciones, y desplegó barcos en el Caribe para cortar las rutas del narcotráfico.
Y ahora repite esa estrategia con Petro.
Pero con una diferencia enorme: Colombia era un socio estratégico.
Pasar de aliado a sospechoso es un golpe político y simbólico sin precedentes.
A los ojos de Washington, Colombia se transformó en una nueva Venezuela.
Un país donde la izquierda llegó al poder con un discurso de paz, pero terminó rodeada de guerrillas, carteles, y alianzas con regímenes autoritarios.
¿Y quién es Petro y por qué lo relacionan con los narcos?
Gustavo Petro nació en el movimiento guerrillero M-19, un grupo armado que en los años 70 y 80 secuestró, robó, y protagonizó la toma del Palacio de Justicia en 1985.
Y después de la desmovilización, el M-19 entró en la política, y Petro se convirtió en congresista.
El exlugarteniente del famoso narco Pablo Escobar, John Jairo Velásquez, alias “Popeye”, asegura que el M-19 tenía acuerdos con el cartel de Medellín.
Según su testimonio, el grupo de Petro secuestró a Marta Nieves Ochoa, hermana de los fundadores del cartel de Medellín.
Y eso llevó a Escobar a crear el grupo MAS —Muerte a Secuestradores—, y luego a negociar directamente con el M-19 para liberar a la rehén.
Y de ahí nació una alianza.
Porque el M-19 recibía dinero y armas del cartel, y a cambio, protegía los intereses del cartel, y apoyaba a Escobar en su lucha contra la extradición a Estados Unidos.
“Popeye” asegura que Escobar financió la toma del Palacio de Justicia, por parte del M-19, con el objetivo de quemar los expedientes de extradición que lo comprometían.
Y afirma que el cartel de Medellín y el M-19 compartieron rutas de tráfico, y entrenamiento en Panamá y Nicaragua, con la protección de Manuel Noriega y Daniel Ortega.
Además, como hecho adicional, Petro ha mantenido una relación tensa con sectores católicos y evangélicos, especialmente por sus posturas sobre el aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de drogas.
¿Y qué indicadores objetivos incriminan a Petro?
Cuando Petro asumió la presidencia, Colombia erradicaba más de 100.000 hectáreas de coca por año.
Hoy, esa cifra cayó a menos de 10.000.
En cambio, los cultivos aumentaron de 253.000 a más de 350.000 hectáreas.
Y la producción pasó de 1.600 a más de 2.600 toneladas métricas de cocaína. Cifras récord.
El 70% de esa droga sale por Venezuela, donde operan las pistas del cartel de los soles.
Y en muchas regiones, el ejército colombiano fue retirado por orden del gobierno, dejando el territorio en manos de guerrilleros y nuevos grupos narcos.
Petro justifica todo esto bajo su política de “paz total”.
Dice que busca la reconciliación y la sustitución voluntaria de cultivos.
Pero en la práctica no hay sustitución real ni control efectivo, sino expansión del negocio.
Por eso Trump habla de complicidad.
Y a partir de ahí, la lista de acusaciones contra Petro se multiplicó.
Se le imputa haber desmantelado la cooperación con Estados Unidos, haber liberado zonas donde operan grupos ilegales, y haber permitido la expansión de cultivos bajo el argumento de la soberanía.
También se lo acusa de negociar políticamente con los narcos a cambio de apoyo, y de utilizar el discurso ambiental para frenar las fumigaciones aéreas.
En el plano internacional, lo acusan de provocar deliberadamente a Washington. Rechazó vuelos con deportados, insultó a Trump en la ONU, y llamó a los militares estadounidenses a desobedecer a su propio presidente.
Pero esta campaña también le sirve a Petro.
Para los analistas, todo esto forma parte de un plan: crear un enemigo externo para justificar el fracaso interno.
Así, Petro puede presentarse como víctima de una conspiración extranjera, mientras el país enfrenta inflación, desempleo y crisis de seguridad.
En los hechos, la narrativa del “ataque imperialista” le funciona políticamente, pero ha dejado a Colombia en una posición internacional muy frágil.
Porque a partir de aquí, Estados Unidos podría intervenir directamente, con operaciones puntuales, con fuerzas especiales o drones, como con Venezuela.
Y pondría a Colombia en una situación límite: entre un gobierno que no controla su territorio, y una potencia externa que podría hacerlo por la fuerza.
Hasta aquí los nexos denunciados de Petro con el narcotráfico y cómo esto muestra el ascenso en la región, de esta estructura del mal que corrompe todo lo que toca.
Y me gustaría preguntarte:
¿Si en tu país ves un aumento de la influencia del narcotráfico o no?
¡Que Dios te bendiga… y te dé ojos para ver lo que está pasando!


























