Por Redaccioninfovaticana | 3 de Junio de 2023
(The Imaginative Conservative) - Creemos en una Europa de las naciones. El único remedio es fortalecer las naciones, no solo Hungría, sino las naciones en general. Esta es la base de la cultura occidental, esta es la base de la ventaja competitiva occidental, esto -las naciones- es lo que ha hecho grande a Occidente.
El 5 de mayo, el primer ministro Viktor Orbán fue entrevistado por Zsolt Törőcsik en el programa de Radio Kossuth «Buenos días, Hungría».
– El principal mensaje durante el viaje apostólico de tres días del papa Francisco a Hungría fue la paz, y a su regreso a Roma el jefe de la Iglesia católica está poniendo sus miras en una misión de paz. El tiempo que tardará en conseguirlo sigue siendo incierto, ya que ayer partió hacia Ucrania otro cargamento de armas estadounidenses, y una posible señal de la escalada bélica es que unos desconocidos han intentado matar al presidente ruso atacando con drones el Kremlin. El primer ministro Viktor Orbán es nuestro invitado en el estudio. Buenos días.
Buenos días a usted y a sus oyentes.
– Todos los días, los líderes occidentales dicen que Ucrania debe ganar esta guerra. Viendo la magnitud de la destrucción y las imágenes de la misma, ¿qué significa siquiera una victoria ucraniana? ¿Qué opina?
Incluso al estallar la guerra, la posición húngara era que apenas había posibilidades de que hubiera un vencedor en esta guerra. Habrá perdedores, pero no habrá vencedores. Por un lado, Rusia se está topando con un muro de ladrillos, y como la OTAN está suministrando armas y dinero a Ucrania, simplemente depende de Occidente y de Estados Unidos decidir cuánto están dispuestos a gastar y durante cuánto tiempo. Es muy difícil derrotar a los modernos sistemas de armamento occidentales y a un presupuesto estadounidense dispuesto a gastar fondos casi ilimitados en ellos. Y por otro lado tenemos a Rusia: un país de 140 millones de habitantes, mucho más grande que Ucrania, con mucha más gente, muchos más soldados, armas convencionales mucho más potentes y armas nucleares: el mayor arsenal nuclear del mundo. Mi imaginación no es lo suficientemente vívida como para imaginar que alguien pueda derrotar a una potencia nuclear. Así que cualquiera que piense que los rusos van a sentarse a esperar su derrota -aceptar una derrota militar, el colapso de su sistema político, el asesinato de su presidente, un ataque con drones sobre la Plaza Roja- aún no ha superado su infancia. Son cosas que existen en los cuentos de hadas, pero no en la realidad. Por eso estaba claro desde el principio que, a pesar de todas las grandes esperanzas, esta iba a ser una guerra en la que solo habría perdedores: una destrucción terrible, una gran parte de Ucrania arrasada, huérfanos, viudas, cientos de miles de muertos y personas que sufren heridas que cambian la vida, incapacitantes e irreversibles. Y su número aumenta cada día. Los cementerios están cada vez más llenos, vemos los informes; seguimos a las víctimas húngaras en particular, llevando la cuenta de los húngaros que viven en Transcarpatia que han sido reclutados y han muerto en la guerra. También vemos cómo el conflicto se extiende e intensifica. Así que no habrá vencedores. Quien afirme que los habrá no conoce la historia europea ni las leyes fundamentales de las operaciones militares. Solo nos queda una opción. En primer lugar, alegrémonos de que aquí no haya guerra, sino paz. Alegrémonos de que no dejemos que ocurra, de que seamos lo suficientemente fuertes como para evitar que nos presionen para entrar en esta guerra. Eso es lo que quieren los estadounidenses. Si sales a la calle ves que Estados Unidos está haciendo una campaña [de carteles] de guerra en el territorio de Hungría. Por cierto, esto merece un debate en sí mismo: aquí en nuestro país, otro país puede llevar a cabo una campaña de propaganda para un conflicto armado, y está permitido en la legislación húngara. Fin de la historia. Tendremos que pensar en esto también. No tomaremos parte en esta guerra: no es nuestra guerra, y haremos todo lo que esté en nuestra mano para conseguir un alto el fuego y negociaciones de paz lo antes posible, porque si no lo hacemos, no se podrán salvar las vidas de muchas decenas o cientos de miles de personas. Además, ahora todo el mundo espera que el conflicto se intensifique, porque todo el mundo habla de algún tipo de acción militar ucraniana. Así que nos adentramos en unas semanas difíciles.
Sí, pero entonces surge esta pregunta: si nadie puede ganar, ¿a quién le interesa seguir luchando? Como ha dicho usted, los combates son más intensos que antes.
La naturaleza de la guerra es que siempre hay una razón para que estalle. Por lo general, las partes beligerantes interpretan esa razón de manera diferente. Este es el caso que nos ocupa. Los rusos dicen que la guerra estalló porque Ucrania quería entrar en la OTAN. Y los ucranianos dicen que ocurrió porque los rusos querían ocupar su tierra, su territorio, y ellos solo defienden su patria. Pero en una guerra siempre hay diferentes intereses. Se pueden vender armas. En esos momentos, la industria armamentística prospera. Si se miran las cotizaciones bursátiles de las empresas armamentísticas, se puede observar que ha habido un enorme aumento. Así que solo por el hecho de que haya una guerra, alguien ya ha obtenido enormes beneficios. Este tipo de cosas es una mina de oro para los especuladores. La guerra es una mina de oro para los contrabandistas. Así que hay muchos intereses comerciales implicados, y no olvidemos que hay grandes intereses económicos occidentales. Tal vez George Soros encabece la lista de los que siempre han soñado con hacerse un hueco de alguna manera en Ucrania. Lo han conseguido, y ahora sueñan con acceder a los recursos naturales de Rusia. Recuerdo claramente la década de 1990, cuando Occidente estaba muy interesado en invertir en Rusia y adquirir sus recursos naturales con fines comerciales. En la época de Yeltsin, los estadounidenses en particular aprovecharon esta oportunidad. Esto llegó a su fin con el presidente Putin, que sustituyó a Yeltsin: les obligó a salir del país y retomó el control de los recursos económicos del país. Desde entonces, esto ha causado resentimiento en la política económica mundial y hay muchos que claman por una vuelta a los días en que tenían acceso al potencial económico de una Rusia derrotada. Es un país grande y rico.
Así que la posición del gobierno húngaro es clara: debe haber un alto el fuego y paz. Es una postura compartida con el papa Francisco. Y quizás una de las preguntas más importantes de su visita apostólica fue dónde se pueden encontrar las fuerzas creativas para la paz. Así formuló la pregunta. ¿Dónde cree usted que están esas fuerzas y, lo que es más importante, puede encontrarse una vía para que haya una solución? A este respecto, ¿qué importancia ha tenido la visita papal?
Eso no fue quizá lo más importante de la visita papal, aunque fue relevante, como usted ha dicho. Llevo mucho tiempo ocupándome de los asuntos políticos del país, pero en los últimos treinta años no recuerdo tres días tan alegres. Independientemente de su confesión religiosa, todo el mundo dijo que el papa vino aquí, y todo lo que pasó fue bueno. No ocurrió ni una sola cosa mala, y casi nunca he visto a alguien que, con su sola presencia, pudiera contenernos, pudiera contener a las fuerzas políticas que luchan entre sí, para que pudiéramos olvidarnos de ellas durante unos días. Así que los debates húngaros a favor y en contra del gobierno, de izquierdas y derechas, los ataques y la mala voluntad quedaron todos al margen, perdieron en cierto modo su importancia y fueron sustituidos por otra cosa: algo que el Santo Padre trajo aquí. Así que no hace falta ser creyente para sentir que el país cambió durante esos tres días. Y por eso estamos agradecidos al Santo Padre por venir aquí, por escucharnos y por interesarse por lo que ocurre aquí. Y para responder a su pregunta, además de haber recibido esta gran gracia, él cuenta con nosotros. Tengo la sensación de que el Vaticano está decidido -y movilizará su fuerza, sus conexiones y su influencia- a intentar poner fin al derramamiento de sangre. El propio papa lo ha dicho, que está dispuesto a una misión de paz. Y obviamente debe reunir a aquellos actores -y Hungría es uno de ellos- para los que la voz de la paz es más fuerte: aquellos países, líderes, fuerzas sociales y políticas que quieren la paz y están dispuestos a representar esta postura en la escena internacional. Porque hay mucha gente en Europa que quiere la paz; pero hoy el clima político es tal que la influencia estadounidense, que se ejerce a través de diversos canales, sencillamente no deja espacio para la voz de la paz. Así pues, que nadie piense que la gente de Europa Occidental acoge con satisfacción las noticias sobre la guerra. Puede que lo hicieran al principio, pero a medida que pasa el tiempo y queda claro que no habrá vencedor, que las pérdidas serán mayores y la carga financiera será mayor, los europeos no está de acuerdo con la propaganda de guerra. Esto no es evidente en este momento, porque hay una ofensiva diplomática muy fuerte por parte de Estados Unidos; como he dicho, está incluso en las calles húngaras. Imagínese cómo será la situación en otras partes de Europa, donde los medios de comunicación liberales dominantes está unánimemente a favor de la guerra, de una manera casi orquestada. Por eso no oímos las voces del pueblo. Pero el papa es muy consciente de que este no es el estado de ánimo en Europa. No hay líderes -aparte de los húngaros, casi nadie- que estén dispuestos a asumir los riesgos de disputa que conlleva defender abiertamente la paz. Hungría es uno de esos países: somos un país cristiano, y además decimos lo que pensamos, somos un país que habla claro. Esto a menudo nos causa problemas, especialmente en política internacional, por lo que tenemos que ser sensatos. Pero estamos clara e inequívocamente a favor de la paz. Y creo firmemente que cuando veamos la finalización de esta nueva ofensiva militar ucraniana, contraofensiva, o como quieran llamarla, entonces surgirá una imagen completamente diferente: la situación se aclarará, y para mucha gente -incluidos nosotros- quedará claro qué opciones militares quedan en esta guerra. En estos momentos nadie sabe exactamente qué ocurrirá, pero si esta es la última gran oportunidad -porque creo que es la última- para que los ucranianos logren algún tipo de éxito militar, si se dispara esta bala, si esto ocurre, entonces veremos cuál es realmente el equilibrio de poder entre las fuerzas enfrentadas. Y en una situación más clara y transparente habrá más oportunidades para la acción diplomática en pro de la paz.
¿Qué papel puede desempeñar Hungría en esto, incluso en una misión de paz del Vaticano? Porque, por un lado, como usted ha dicho, la posición del gobierno húngaro es clara; y, por el otro, aquí en Hungría somos quizá los más cercanos a este conflicto.
Se puede decir que la paz es lo que más nos interesa. En primer lugar, porque Ucrania es nuestro vecino; y todo el que tiene una propiedad sabe que su valor se ve afectado por el estado de la casa, el jardín y el patio de su vecino. Así que, para nosotros, una Ucrania próspera y exitosa nos interesa, ya que aumentaría el valor de Hungría. Y una Ucrania en apuros -en guerra, devastada, un factor de riesgo, habiendo perdido cientos de miles de vidas- también disminuiría el atractivo de Hungría. Podría dar todo tipo de cifras estadísticas al respecto, pero quizá no sean necesarias ahora. Cada vida humana perdida es una pérdida irremplazable y, por tanto, las pérdidas de los ucranianos son nuestras pérdidas. Pero más allá de esta posición cristiana y humana, si consideramos nuestro propio interés también vemos que deberíamos tener una Ucrania próspera como vecina. Así que esto nos afecta. En segundo lugar, hay húngaros viviendo allí. Parte de Ucrania es antigua tierra húngara, que ahora pertenece a Ucrania. Los húngaros viven allí como una comunidad indígena: no emigraron, no se los llevó el viento, siempre han vivido allí, es su patria y su tierra. Y también están muriendo en la guerra. El sufrimiento de Ucrania es también el sufrimiento de los húngaros que viven allí. Así que los húngaros estamos al menos el doble de motivados -más que cualquier otro pueblo de Europa- para llevar la paz a Ucrania. Por eso siempre buscamos oportunidades para contribuir a la paz, y no nos distanciaremos de ninguna misión de paz, igual que intentamos buscar la paz antes de la guerra.
Tratemos una consecuencia práctica de la guerra. Además de los suministros de armas, Bruselas ha intentado ayudar a Ucrania haciendo que las importaciones de grano procedentes de allí estén libres de aranceles y cuotas, pero esto ha causado graves trastornos en el mercado de muchos países, entre ellos Hungría. Los Estados miembros afectados prohibieron las importaciones de forma individual, y finalmente Bruselas tomó medidas. ¿Cree que el acuerdo alcanzado protegerá a los agricultores húngaros?
Una situación instructiva. En primer lugar, para los húngaros esto siempre es un problema. Somos un pueblo bienintencionado, ¿no? Nos han engañado cinco veces, y de alguna manera hemos permitido que nos engañen por sexta vez. Deberíamos haber sabido -yo debería haber sabido- que este sería el resultado. Pero como queremos la paz, y los ucranianos tienen problemas, y queríamos ayudar, y la Comisión nos lo pidió, dijimos: «Bien, suprimamos los derechos de aduana y permitamos que se exporte grano desde Ucrania a través de Hungría». A pesar de que sabíamos que esto podría causar trastornos en Hungría si se quedaba atrapado aquí; pero, «Vale, bien, hagámoslo», porque el transporte por mar no es posible debido a la guerra, la línea del frente del Mar Negro. Pero la Comisión nos ha engañado tantas veces y ha abusado tantas veces de su poder que realmente deberíamos haber sabido que acabaría así otra vez. Pero, bueno, nos conocemos, y de su historia familiar todo el mundo puede contar situaciones tan inexplicablemente positivas que se basaban en la confianza. Y creímos a la Comisión. «En ese caso», dijimos, «llevemos el grano para los hambrientos de África a través de Hungría, porque no puede cruzar el mar». ¿Y qué pasó? No fue a África. No fue a los hambrientos. Los especuladores lo cogieron, lo trajeron a Europa Central, lo vendieron aquí, bajaron los precios y arruinaron las perspectivas de los agricultores polacos, húngaros, rumanos y búlgaros. Mientras tanto, continuaron los negocios y los tejemanejes. Y la Comisión era perfectamente consciente de ello, pero no hizo nada. No dijo ni una palabra. Si los polacos no hubieran dado la voz de alarma y no hubieran lanzado este levantamiento centroeuropeo, si no hubieran movilizado a cinco países, entre ellos nosotros, todavía estaríamos asistiendo a la ruina de los agricultores de toda Europa Central, incluida Hungría. Pero afortunadamente los polacos son un país de 40 millones de habitantes, y en un momento como este es su trabajo liderar Europa Central; es nuestro trabajo unirnos, y esta coalición se ha unido y hemos luchado en Bruselas para poner fin a esto inmediatamente. Y si Bruselas se niega a actuar, y se negó, entonces nosotros -en nuestra capacidad nacional, desafiando a Bruselas y las decisiones tomadas por Bruselas- impediremos físicamente que estas mercancías entren en Hungría. Estamos hablando de trigo, maíz, semillas de girasol y colza, y del aceite que se obtiene de ellos. Y lo único que ha podido hacer la Comisión es llegar a un acuerdo con nosotros. Esto demuestra que si los centroeuropeos nos unimos, como antes de la guerra, también podemos conseguir nuestros objetivos en Bruselas. Bruselas también ha dicho que dará 100 millones de euros en ayudas excepcionales a los agricultores. No nos lo creemos, claro, porque cuando se trata de dinero no dicen la verdad: lo prometen y luego no lo dan. No creo que veamos nada de este dinero; así es como funciona Bruselas. Pero al menos hemos protegido a nuestros agricultores, y la lección de esto es que tienes que defender tus propios intereses. Por mucho que te guste creerlo, no debes creer que en algún lugar del mundo -por ejemplo, en Bruselas- alguien velará por tus intereses y te ayudará. No, solo puedes contar contigo mismo, y tienes que defender tus propios intereses.
Lo que hemos estado hablando hasta ahora también fueron temas clave en la CPAC [Conservative Political Action Conference], donde en su presentación usted ha dicho que la receta para el éxito conservador es «no a la migración, no al género y no a la guerra». En uno de nuestros debates de marzo, usted destacó estas tres cuestiones, en las que, como dijo, hay una diferencia de opiniones aparentemente irreconciliable entre Hungría y los burócratas de Bruselas. ¿Son estas las principales líneas de fractura entre los conservadores y la corriente dominante de Occidente?
Para concretarlo, hoy o mañana [recordamos al lector que la entrevista es del 5 de mayo, ndt] se hará pública una iniciativa de nueve países, con Alemania a la cabeza, por supuesto; ¡así que no se trata de cualquier grupo de países! Van a proponer que en el futuro nos apartemos del orden establecido en el Tratado de la Unión Europea y que no se permita a los Estados miembros llevar a cabo una política exterior independiente. Así, si la Unión Europea decidiera por mayoría de dos tercios tomar una determinada decisión en materia de política exterior, ningún Estado miembro podría sustraerse. Esto significaría la abolición de la política exterior independiente de Hungría. La legislación europea actual garantiza que cada país tiene derecho a seguir su propia política exterior, y que una medida de política exterior común solo puede promulgarse si hay unanimidad total sobre el asunto en cuestión. Esto es lo que quieren abolir. Este caso concreto muestra lo que está en juego. En todo el mundo occidental -tanto con la administración demócrata de Estados Unidos como con los burócratas de Bruselas- se está intentando limitar la autonomía, los poderes y la soberanía de las naciones y arrebatarles el mayor número posible de asuntos para que los traten en otra parte, de manera supranacional. Hoy se están llevando asuntos de derecho penal con la Fiscalía europea. Y luego quieren una regulación europea de los medios de comunicación. Y he aquí este caso particular: en lugar de un acuerdo unánime sobre política exterior, una gran mayoría podría determinar la política exterior de los países desafiantes y disidentes. Esta es la diferencia fundamental. Creemos en una Europa de las naciones. El único remedio es fortalecer las naciones, no solo Hungría, sino las naciones en general. Esta es la base de la cultura occidental, esta es la base de la ventaja competitiva occidental, esto -las naciones- es lo que hizo grande a Occidente. Y ahora esto es lo que las fuerzas globalistas -que son en parte los líderes y burócratas de las instituciones políticas internacionales y en parte las fuerzas económicas globales- quieren eliminar. Los Estados débiles e incapaces de hacer valer sus propios intereses son buenos para los financieros y empresarios que trabajan a escala mundial, que pueden subordinar la legislación, la elaboración de normas y la aplicación de la ley de los países a sus intereses financieros personales. Las naciones deben estar alerta, especialmente las del tamaño de Hungría. Si no queremos que nos pisoteen, debemos defender el concepto de una Europa de las naciones. Esto es lo que hemos hecho, por eso estaban aquí nuestros amigos conservadores, por eso se reunieron en Pest quienes están unidos por esta idea, y por eso están dispuestos a librar la batalla política contra el mundo de las élites globales y los especuladores.
Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:
Favor leer estos artículos relacionados: