S.S. San Pío X
anhelaba la paz mundial,
y sabía que sólo en Cristo
ésta podía ser verdadera
y duradera
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Breve biografía
Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa. Giusseppe Melchiorre Sarto vino al mundo el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. Desde pequeño se mostró muy afanoso para los estudios, siendo esa inquietud la que le llevaría a aprovechar muy bien la enseñanza del catecismo. Por entonces, y desde que ayudaba al párroco como monaguillo, el travieso "Beppi" ya les decía a sus padres una frase que reiteraría con frecuencia:
Ya desde el inicio de su sacerdocio Giusseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios. El fuerte deseo de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos bajo su cuidado pastoral, le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él cuando la caridad así se lo requería.
Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como Obispo se distinguiría también -y de modo ejemplar- por la práctica de la caridad. En 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. Al igual que en Tómbolo-Salzano, en Treviso y en Mantua luego, el ahora Patriarca de Venecia daría muestras de ser un celoso pastor y laborioso "jornalero" en la viña del Señor. En ningún momento cambió su modo de ser: siempre sencillo, siempre muy humilde, siempre ejemplar en cuanto a la caridad. Es más, a mayor "dignidad" dentro de la Iglesia (primero como obispo, luego como cardenal), mayor era el celo con el que se esmeraba en la práctica de las virtudes cristianas, especialmente en el humilde servicio para con quienes necesitasen -de una o de otra forma- de su pastoral caridad.
Al tránsito de S.S. León XIII, acaecido el 20 de julio de 1903, el Cardenal Giusseppe Sarto sería el nuevo elegido por el Espíritu Santo para guiar la barca de Pedro.
La fuerte preocupación del Papa por la santidad de todos los miembros de la Iglesia es lo que le llevaría a impulsar algunas reformas al interior de la misma.
Tenía una honda preocupación por la santidad de los sacerdotes. Él mismo, con el ejemplo, se esforzó porque los clérigos cumpliesen cuidadosamente con las obligaciones propias de su estado, respondiendo de la mejor manera posible al don recibido de lo Alto, por la imposición de manos del Obispo. El sentido del deber y el ardiente amor al Señor debían llevarles a asumir con radical amor y fidelidad sus responsabilidades, y ése precisamente era el testimonio que él mismo daba a los clérigos. A esta preocupación se debió la reforma de los seminarios, así como la institución de numerosas bibliotecas eclesiásticas.
Es conocido el gran amor por la música sagrada que desde niño acompañaba al Santo Padre, cosa que se manifestó también inmediatamente en su pontificado: famoso es el Motu Proprio que firmaba ya a los tres meses de su elección. En él daba a conocer algunas normas que renovaban la música eclesiástica. Su Santidad Pío X promovió, así mismo, la reforma de la liturgia de las horas.
Su gran amor a la Eucaristía y la conciencia del valor de la Presencia Real del Señor Jesús en el Santísimo Sacramento le llevaron a permitir la comunión diaria a todos los fieles, así como a cambiar la costumbre de la primera comunión: en adelante los niños podrían recibir el Santísimo Sacramento cuando tuviesen ya uso de razón, a partir de los siete años. En 1905 la Sagrada Congregación del Concilio abría las puertas a la Comunión frecuente. La razón de esta disposición, promovida por el Santo Padre, la encontramos en estas palabras:
Cuando niño Giusseppe había experimentado el gran beneficio de nutrir la fe (por medio de una buena enseñanza del Catecismo) con las verdades reveladas y confiadas a la Iglesia para su custodia e interpretación. Sólo de este modo la persona, encendido el corazón en la Verdad divina, podría vivir de acuerdo a ella en su vida cotidiana. Así, pues, como sacerdote, como obispo y luego como Papa, hizo todo lo posible por impulsar la enseñanza del Catecismo y por mantener la pureza de la doctrina. Bien sabía el Santo Padre que apartar la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo incluso.
Siempre apacentando la grey del Señor y velando por la pureza de la doctrina cristiana, S.S. San Pío X debió actuar con firmeza ante el modernismo. Importante en este sentido es la publicación del Decreto Lamentabili (julio de 1907), por el que condenaba numerosas tesis exegéticas y dogmáticas influenciadas por aquella herejía de moda), y su Encíclica Pascendi (septiembre de 1907) por la que condenaba otras tesis modernistas.
Cuando era obispo en Mantua, Mons. Sarto ya se había manifestado como un jurista de peso. Por entonces publicó diversos artículos sobre la materia. En Venecia, como Patriarca, fundó en aquella diócesis una Facultad de Derecho. Elegido Papa, vio la necesidad y conveniencia de elaborar una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuada a las circunstancias concretas que por entonces se vivían. Esta labor monumental, a la que daría impulso a pocos meses de iniciado su pontificado, hallaría su culminación recién el año 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.
Su gran celo por difundir el Evangelio de Jesucristo a los que aún no lo conocían le llevó a dar un gran impulso a la actividad misionera de la Iglesia. En esta misma línea, incentivó la formación de seminarios regionales.
Entre otras iniciativas el Papa Pío X impulsó una reforma de la Curia Romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que trae los documentos pontificios.
S.S. San Pío X anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera. Fue su más ardiente deseo el ayudar a evitar la primera gran guerra europea, que él veía venir con tanta claridad: mucho tiempo atrás, había predicho que estallaría en 1914:
Humilde, muy humilde era aquel Papa que en su "Testamento Espiritual" dejaría escrito a sus hijos e hijas:
A no pocos edificó su admirable testimonio de caridad y de amor al prójimo. Cuando a su puerta tocaba alguien que necesitaba de su ayuda, renunciaba incluso a lo que él necesitaba para alimentarse: su magnanimidad no tenía límites. Sobrio y frugal en las comidas; amante de la limpieza y del orden; sencillo en sus vestidos; para nada amigo de recibir aplausos: así se mostró siempre Giusseppe, primero como presbítero, luego como Obispo y Cardenal, y también como Sucesor del Apóstol Pedro.
Santa María estaba muy presente en el corazón de este Santo Papa: le gustaba llevar entre manos el Santo Rosario. Diariamente visitaba la gruta de Lourdes, en los jardines Vaticanos. Interrumpía cualquier conversación para invitar a sus interlocutores al rezo del Ángelus. Como preparación inmediata para el acontecimiento del 50 aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción publicó su encíclica Ad diem illum.
"Quiero ser sacerdote"Con el tiempo este deseo que experimentó desde niño no haría más que afianzarse y madurar en un ardiente anhelo de responder al prístino llamado del Señor. Así pues, en 1850 ingresaba al Seminario de Padua, para ser ordenado sacerdote del Señor el 18 de septiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose (además de su gran caridad para con los necesitados) por sus ardorosas prédicas. Por ellas el padre Giusseppe atraía a muchas "ovejas descarriadas" hacia el rebaño del Señor. Sus oyentes percibían el especial ardor de su corazón cuando hablaba de la Eucaristía, o la delicadeza y ternura cuando hablaba de la Virgen Madre, o recibían también sus paternales correcciones cuando se veía en la obligación de reprender con firmeza ciertas faltas o errores que deformaban la vida de caridad que debían llevar entre sí.
Ya desde el inicio de su sacerdocio Giusseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios. El fuerte deseo de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos bajo su cuidado pastoral, le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él cuando la caridad así se lo requería.
Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como Obispo se distinguiría también -y de modo ejemplar- por la práctica de la caridad. En 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. Al igual que en Tómbolo-Salzano, en Treviso y en Mantua luego, el ahora Patriarca de Venecia daría muestras de ser un celoso pastor y laborioso "jornalero" en la viña del Señor. En ningún momento cambió su modo de ser: siempre sencillo, siempre muy humilde, siempre ejemplar en cuanto a la caridad. Es más, a mayor "dignidad" dentro de la Iglesia (primero como obispo, luego como cardenal), mayor era el celo con el que se esmeraba en la práctica de las virtudes cristianas, especialmente en el humilde servicio para con quienes necesitasen -de una o de otra forma- de su pastoral caridad.
Al tránsito de S.S. León XIII, acaecido el 20 de julio de 1903, el Cardenal Giusseppe Sarto sería el nuevo elegido por el Espíritu Santo para guiar la barca de Pedro.
Un impulso renovador
La fuerte preocupación del Papa por la santidad de todos los miembros de la Iglesia es lo que le llevaría a impulsar algunas reformas al interior de la misma.
El clero
Tenía una honda preocupación por la santidad de los sacerdotes. Él mismo, con el ejemplo, se esforzó porque los clérigos cumpliesen cuidadosamente con las obligaciones propias de su estado, respondiendo de la mejor manera posible al don recibido de lo Alto, por la imposición de manos del Obispo. El sentido del deber y el ardiente amor al Señor debían llevarles a asumir con radical amor y fidelidad sus responsabilidades, y ése precisamente era el testimonio que él mismo daba a los clérigos. A esta preocupación se debió la reforma de los seminarios, así como la institución de numerosas bibliotecas eclesiásticas.
Música sagrada y liturgia
Es conocido el gran amor por la música sagrada que desde niño acompañaba al Santo Padre, cosa que se manifestó también inmediatamente en su pontificado: famoso es el Motu Proprio que firmaba ya a los tres meses de su elección. En él daba a conocer algunas normas que renovaban la música eclesiástica. Su Santidad Pío X promovió, así mismo, la reforma de la liturgia de las horas.
El "Papa de la Eucaristía"
Su gran amor a la Eucaristía y la conciencia del valor de la Presencia Real del Señor Jesús en el Santísimo Sacramento le llevaron a permitir la comunión diaria a todos los fieles, así como a cambiar la costumbre de la primera comunión: en adelante los niños podrían recibir el Santísimo Sacramento cuando tuviesen ya uso de razón, a partir de los siete años. En 1905 la Sagrada Congregación del Concilio abría las puertas a la Comunión frecuente. La razón de esta disposición, promovida por el Santo Padre, la encontramos en estas palabras:
"La finalidad primera de la Santa Eucaristía no es garantizar el honor y la relevancia debidos al Señor, ni que el Sacramento sea premio a la virtud, sino que los fieles, unidos a Dios por la Comunión, puedan encontrar en ella fuerza para vencer las pasiones carnales, para purificarse de los pecados cotidianos y para evitar tantas caídas a que está sujeta la fragilidad humana"
El Catecismo de San Pío X
Cuando niño Giusseppe había experimentado el gran beneficio de nutrir la fe (por medio de una buena enseñanza del Catecismo) con las verdades reveladas y confiadas a la Iglesia para su custodia e interpretación. Sólo de este modo la persona, encendido el corazón en la Verdad divina, podría vivir de acuerdo a ella en su vida cotidiana. Así, pues, como sacerdote, como obispo y luego como Papa, hizo todo lo posible por impulsar la enseñanza del Catecismo y por mantener la pureza de la doctrina. Bien sabía el Santo Padre que apartar la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo incluso.
Siempre apacentando la grey del Señor y velando por la pureza de la doctrina cristiana, S.S. San Pío X debió actuar con firmeza ante el modernismo. Importante en este sentido es la publicación del Decreto Lamentabili (julio de 1907), por el que condenaba numerosas tesis exegéticas y dogmáticas influenciadas por aquella herejía de moda), y su Encíclica Pascendi (septiembre de 1907) por la que condenaba otras tesis modernistas.
Un nuevo Código de Derecho Canónico
Cuando era obispo en Mantua, Mons. Sarto ya se había manifestado como un jurista de peso. Por entonces publicó diversos artículos sobre la materia. En Venecia, como Patriarca, fundó en aquella diócesis una Facultad de Derecho. Elegido Papa, vio la necesidad y conveniencia de elaborar una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuada a las circunstancias concretas que por entonces se vivían. Esta labor monumental, a la que daría impulso a pocos meses de iniciado su pontificado, hallaría su culminación recién el año 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.
Empuje misionero
Otras iniciativas
Entre otras iniciativas el Papa Pío X impulsó una reforma de la Curia Romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que trae los documentos pontificios.
Propulsor de la paz ante los sucesos mundiales
S.S. San Pío X anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera. Fue su más ardiente deseo el ayudar a evitar la primera gran guerra europea, que él veía venir con tanta claridad: mucho tiempo atrás, había predicho que estallaría en 1914:
"Gustoso daría mi vida, si con ello pudiera conseguir la paz en Europa"Había manifestado en una oportunidad. El 2 de agosto de 1914, ante el inminente estallido de la guerra, el Santo Padre instaba -en un escrito dirigido a los católicos de todo el mundo, y como un último y denodado esfuerzo por obtener el don de la paz- a poner los ojos en Cristo el Señor, Príncipe de la Paz, y a suplicarle insistentemente por la paz mundial.
Ejemplo de virtudes
Humilde, muy humilde era aquel Papa que en su "Testamento Espiritual" dejaría escrito a sus hijos e hijas:
"Nací pobre, he vivido pobre, muero pobre"Se trataba, ciertamente, de una pobreza que iba más allá de lo puramente material: Giusseppe Sarto, dentro de los designios Divinos elegido sucesor de Pedro para gobernar la Iglesia del Señor, jamás se aferró a seguridad humana alguna, viviendo el desprendimiento en grado heroico, apoyado siempre en una total confianza en la Providencia Divina.
A no pocos edificó su admirable testimonio de caridad y de amor al prójimo. Cuando a su puerta tocaba alguien que necesitaba de su ayuda, renunciaba incluso a lo que él necesitaba para alimentarse: su magnanimidad no tenía límites. Sobrio y frugal en las comidas; amante de la limpieza y del orden; sencillo en sus vestidos; para nada amigo de recibir aplausos: así se mostró siempre Giusseppe, primero como presbítero, luego como Obispo y Cardenal, y también como Sucesor del Apóstol Pedro.
Su amor a la Madre del Señor
Santa María estaba muy presente en el corazón de este Santo Papa: le gustaba llevar entre manos el Santo Rosario. Diariamente visitaba la gruta de Lourdes, en los jardines Vaticanos. Interrumpía cualquier conversación para invitar a sus interlocutores al rezo del Ángelus. Como preparación inmediata para el acontecimiento del 50 aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción publicó su encíclica Ad diem illum.
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/sacerdotes/237/650/articulo.php?id=8193
Fuente - Video tomado de YOUTUBE: