Los éxtasis son un carisma muy especial que consisten en perder por unos minutos la noción del tiempo y del sitio donde uno está, y trasladarse mentalmente hacia el reino sobrenatural y a la vida divina del cielo. En estos éxtasis se presentan frecuentemente visiones de seres celestiales, como Jesucristo, la Virgen y los santos. El Padre Pío le contaba a su director espiritual que a él le permitió Dios tener éxtasis desde los cinco años. Pero también desde esa edad el diablo se le aparecía en forma de bestias horribles.
Las apariciones
Los resultados: Después de estas visiones quedaba el Padre Pío más y más convencido de su propia nada y de su indignidad y con un desprendimiento total de las cosas terrenas. Sentía un hondo pesar al constatar que sean tan poquitas las personas que buscan a Dios, y un consuelo inmenso al darse cuenta de la infinita bondad de Nuestro Señor, y en su alma brotaba un anhelo incontenible de dar gracias al Creador por sus grandes bondades para con nosotros.
Su trato con el Ángel de la Guarda
Mensajes por los aires. Cuando le prohibieron comunicarse por carta con sus penitentes, varias personas le preguntaban: "¿Y ahora qué hacemos para hacerle llegar nuestros mensajes?" Y él respondía: "Mándenlos por medio del Ángel de la Guarda". Una devota tomó a la letra esta recomendación y un día al ver que no podría llegar a tiempo a la Santa Misa del Padre (que era muy temprano), le dijo al Ángel: "Por favor, dígale al Padre Pío que me espere unos minutos, y en señal de que sí me hizo este favor, escóndale el solideo o gorro que se pone en la cabeza para el frío". Aquella madrugada el padrecito demoró más que de costumbre para salir a celebrar y no salió mientras no hubo llegado la señora del mensaje. Después de la misa buscaba algo que se le había perdido. "¿Qué busca Padre?", le dijo la señora aquella. "Busco mi solideo y no lo encuentro". Al fin halló que estaba metido dentro de su hábito.
Mensajes puntuales. Varias personas le preguntaban: "Padre, ¿ha recibido el mensaje que le enviamos por medio de su Ángel?". Y él respondió: "¡Claro que sí! ¿O es que se imaginan que el Ángel es tan perezoso y olvidadizo como ustedes?"
Buen traductor. Le llegaban cartas en francés, en griego y en alemán, y él sin saber estos idiomas los entendía. Alguien le preguntó cómo hacía, y el santo fraile le respondió con la mayor naturalidad: "El Ángel de la Guarda me las traduce".
Se le aparecían las almas del purgatorio. En 1926, estando el Padre Pío en su celda, a medianoche vio que llegaba su gran amigo el Padre José Antonio, del cual había oído que estaba muy grave. Le preguntó: "Pero Padre José, ¿no me habían dicho que estaba muy enfermo?". El otro le respondió: "Vengo a decirle que mis males y mis penas ya se acabaron". Y desapareció. Poco después le llegó la noticia de que el Padre José Antonio había muerto esa noche.
Pidiendo socorro. Una noche de invierno de 1917 estaba el Padre Pío junto al fuego calentándose un poco, cuando de pronto vio que llegaba un anciano y se sentaba a su lado. Le preguntó qué se le ofrecía y el otro respondió: "Yo soy fulano de tal (y le dijo su nombre). Morí una noche en un incendio en este convento. Estoy en el purgatorio por mis pecados". El padrecito le prometió que ofrecería por su alma la santa misa y el otro desapareció. Por varios días quedó el Padre Pío sumamente nervioso, y al verlo tan afanado le preguntó el superior las causas de este nerviosismo y él le contó la aparición que había tenido. El superior se fue a la alcaldía y allá encontró un dato: que unos años antes había llegado una noche un pordiosero a pedir hospedaje en el convento, y que se quedó a dormir en un corredor donde había fuego encendido y aquella noche hubo un incendio en el convento y el pordiosero murió asfixiado por el humo.
Fuente - Texto tomado del Libro San Pío de Pietrelcina - El Padre Pío - P. Eliécer Sálesman.