Jacinta era una niña cuando Nuestra Señora apareció. Entra en la Historia a los siete años, precisamente en la edad en que habitualmente se acostumbra indicar como la del comienzo de la vida consciente y de la razón.
Desapego en cuanto a las alabanzas de los hombres
Jacinta Marto, con apenas siete años de edad, está dotada de una seriedad marcante. La frente fruncida indica profunda preocupación. Los ojos, que aún reflejan maravillosamente el brillo de lo que habían contemplado, están contraídos pero calmados, indicando un alma inclinada al recogimiento.
El camino de la santidad
En el espacio de tiempo que va desde los siete a los diez años, en que soportó heroicamente el fardo de la enfermedad que la llevaría a la muerte, Jacinta forjó el camino de la santidad. Ya en esa tan precoz edad conoció profundamente la realidad de la vida. Su existencia fue corta, aunque repleta de acontecimientos extraordinarios e incluso fascinantes.
El camino de la santidad: Esta pequeña lo recorrió de tal manera que sus padres y parientes llegaron a exclamar respecto a ella y a los otros dos videntes:
"Es un misterio que no se logra comprender. Son niños como otros cualquiera. Sin embargo, se percibe en ellos un algo extraordinario"Jacinta Marto, última de una gran prole, nació el 11 de marzo de 1910. De naturaleza alegre, era una chica como las otras. Jugaba, cantaba, tenía sus defectos mayores o menores, su temperamento y, naturalmente, sus preferencias... hasta el 13 de mayo de 1917.
Oración y sacrificios rescatan a los pecadores
Después de ese día, Jacinta emprendió un profundo cambio interior, una conversión de vida como Nuestra Señora había pedido. Las palabras de María Santísima impregnaron de modo indeleble su alma y pasaron a ser el contenido, el ideal de su vida. Más aún, colocó ese ideal en práctica.
"¡Haced penitencia por los pecadores! Muchos van al infierno porque nadie reza y se sacrifica por ellos"Tales palabras encontraron profunda resonancia en Jacinta. ¡Y con qué inquebrantable voluntad ella hacía penitencia! Ella no vacilaba en ayunar, frecuentemente, un día entero sin comer o beber nada, dando alegremente su pan a los chicos pobres. Otros días, comía solamente aquello que más detestaba. Traía como penitencia una gruesa cuerda en torno a la cintura. ¡Nada, ningún sacrificio le parecía demasiado grande, tratándose de la salvación de las almas!
El pecado y el Cielo en su espiritualidad
La espiritualidad de Jacinta se funda en los pedidos formulados por Nuestra Señora:
- Claro concepto del pecado.
- Noción muy definida de la belleza sobrenatural del Cielo.
Exactamente dos puntos en relación a los cuales nuestra época está inmensamente distante.
- No se habla más de pecado. Esta palabra está siendo omitida en la catequesis y desvanecida del pensamiento de las personas. Juntamente con eso, ¡va siendo también eliminada necesariamente la idea del propio Dios! Pues, ¿de qué otra cosa se trata sino de la honra divina que es ofendida por el pecado?
- La noción clara de la belleza sobrenatural del Cielo. Cuanto más intensamente un alma tiene esa noción de lo sobrenatural celeste, tanto más fácil será su correspondencia a los llamados de la Madre de Dios. Jacinta es un ejemplo concreto arrebatador de tal correspondencia.
Enormes penitencias salvarán muchas almas
Profundamente impresionada por la visión del infierno y por el misterio de la eternidad, Jacinta no descartó ningún sacrificio mirando la conversión de los pecadores. En su enfermedad (una tuberculosis que la llevó a la muerte), ofrecía principalmente sus dolores:
"Si, yo sufro, por eso ofrezco todo por los pecadores, para desagraviar el Inmaculado Corazón de María. Oh Jesús, ahora podéis salvar muchos pecadores porque este sacrificio es muy grande"
Todos los que conocían a Jacinta sentían cierto respeto por ella. Lucía, su prima, escribe:
"Jacinta era también aquella a quien, me parece, la Santísima Virgen dio la mayor plenitud de las gracias, conocimiento de Dios y de la virtud. Ella parecía reflejar en todo la presencia de Dios"
Incluso en su dolorosa molestia se mostraba siempre paciente, sin reclamos, enteramente desprendida. Conducta que no correspondía a su carácter natural. ¿Qué posibilitaba a esa niña la práctica de tal fortaleza y manifestar semejante comportamiento? La propia Jacinta da la respuesta a esa pregunta en su exclamación:
"Gusto tanto de Nuestro Señor y de Nuestra Señora que nunca me canso de decir que los amo. Cuando digo eso muchas veces, ¡me parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema! el Amor ardiente a Jesús y María"
Este fue el amor que transformó a Jacinta y que hizo de ella una copia fiel de las virtudes de la Virgen Santísima.
Último sacrificio: en la muerte (aislamiento)
Tan heroica fue la muerte cuanto la vida de Jacinto, en un hospital de Lisboa, completamente abandonada. Este fue objeto de una de las últimas predicciones recibidas por Jacinta, directamente de Nuestra Señora. ¡Con qué coraje conservó la niña este pensamiento! Jacinta narra esta profecía, confiada por ella a Lucía:
"Nuestra Señora me dice que voy a Lisboa, para otro hospital; que no te vuelvo a ver, ni a mis padres; que después de sufrir mucho, muero solita; pero que no tenga miedo, que allá Ella me va a buscar para llevarme al Cielo"
Nuestra Señora anunció también el día y la hora en que debería morir. Cuatro días antes, la Santísima Virgen le retiró todos los dolores. Como nadie estuvo presente en ese grandioso momento, podemos apenas imaginar la escena. ¿Cómo habrá sido la recepción de este pequeño lirio en el Cielo? Delante de Nuestra Señora, aquel rostro virginal no estará más contraído por el sufrimiento, sino resplandeciente en presencia de Aquel que fue el Fundamento de su vida:
"Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la hoguera que tengo aquí dentro del pecho y así hacerla gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María"
De qué manera el conocimiento de la vida de Jacinta actúa sobre las almas, puede deducirse de las palabras del postulador de las Causas de Beatificación de ella y de su hermano Francisco:
"Nunca en la Historia de la Iglesia dos pequeños fueron tan conocidos y estimados cuanto Francisco y Jacinta. Ellos han traído innumerables almas para el camino de la perfección"
"Su entrega a la voluntad de Dios fue total"
Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM: