Desde el siglo VI se celebra el día 3 de julio el traslado de su cuerpo a Edesa. Santo Tomás era judío, y probablemente galileo, humilde pescador de oficio. Tuvo la felicidad de seguir a Cristo que lo hizo apóstol en el año 31. Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su incredulidad, que se desvaneció en presencia de Cristo resucitado; él proclamó la fe pascual de la Iglesia con estas palabras:
La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio. De este apóstol narra el Santo Evangelio tres episodios:
Primer episodio: Sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalén, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús:
"Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?"
Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (el gemelo) (Jn. 11,16): "Tomás, llamado Dídimo dijo a los demás:
"Vayamos también nosotros y muramos con Él"
Aquí el Apóstol demuestra su admirable valor. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores, y sin embargo, arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. Nadie tiene por qué sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente, es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.
Segundo episodio: Sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los Apóstoles:
"A donde Yo voy, ya sabéis el camino"
Y Tomás le respondió:
"Señor: no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14,15)
Los Apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los Apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que en su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo. Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Le dijo Jesús:
"Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí"
En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: El Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes. En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida. No sólo nos dijo cuál era el camino para llegar a la Eternidad Feliz, sino que afirma solemnemente:
"Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad"
Y añade:
"Nadie viene al Padre sino por Mí"
O sea, que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ése será nuestro camino, y la verdad nos conseguirá la Vida Eterna.
Tercer episodio: El hecho más famoso de Tomás:
Los creyentes recordamos siempre al Apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso. Dice San Juan (Jn. 20,24):
"En la primera aparición de Jesús resucitado a sus Apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían:
"Hemos visto al Señor"
Él les contestó:
"Si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros de sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su costado, no creeré"
Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presentó Jesús y dijo a Tomás:
"Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente"
Tomás le contestó:
"Señor mío y Dios mío"
Jesús le dijo:
"Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver"
Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su Pasión y Muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás Apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta. Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está peor informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe.
Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo esa bellísima profesión de fe: "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el Evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia:
"Dichosos serán
los que crean sin ver"
Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG:
Fuente - Texto tomado de EWTN: