Nació en Castiglione (Italia - 1568). Hijo del marqués de Gonzaga; de pequeño aprendió las artes militares y el más exquisito trato social. San Luis estuvo como edecán en palacios de altos gobernantes, pero nunca fijó sus ojos en el rostro de las mujeres. Y así se libró de muchas tentaciones.
Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el cual le aconsejó tres medios para llegar a ser santo:
- Frecuente confesión y comunión.
- Mucha devoción a la Santísima Virgen.
- Leer vidas de santos.
Ante una imagen de la Santísima Virgen en Florencia hizo juramento de permanecer siempre puro; eso se llama "Voto de Castidad".
Cuando iba a hacer o decir algo importante se preguntaba:
"¿De qué sirve esto para la eternidad?"
Y si no le servía para la eternidad, ni lo hacía ni lo decía.
Una vez arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le parecía que la Santísima Virgen le decía:
"¡Debes entrar en la compañía de mi Hijo!"
Con esto entendió que su vocación era entrar en la "Comunidad Compañía de Jesús", o sea hacerse Jesuita. Le pidió permiso al papá para hacerse religioso, pero él no lo dejó. Y lo llevó a grandes fiestas y a palacios y juegos para que se le olvidara su deseo de ser sacerdote. Después de varios meses le preguntó:
"¿Todavía sigue deseando ser sacerdote?"
Y el joven le respondió:
"En eso pienso noche y día".
Entonces el papá le permitió entrar de jesuita. (En un desfile de orgullosos jinetes en caballos elegantes, Luis desfiló montado en un burro y mirando hacia atrás. Lo silbaron pero con eso dominó su orgullo).
San Luis Gonzaga tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse siempre puro, y por eso la Santa Iglesia Católica lo ha nombrado Patrono de los Jóvenes que quieren conservar la santa pureza. Él repetía la frase de San Pablo:
"Domino mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseñando a otros a salvarse, me condene yo mismo".
En 1581 el joven Luis Gonzaga, que era seminarista y se preparaba para ser sacerdote, se dedicó a cuidar a los enfermos de la peste de tifo negro. Se encontró en la calle a un enfermo gravísimo. Se lo echó al hombro y lo llevó al hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis murió el 21 de junio de 1591, a la edad de sólo 23 años. Murió mirando el crucifijo y diciendo:
"Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor".
Su confesor San Roberto, que lo acompañó en la hora de la muerte, dice que Luis Gonzaga murió sin haber cometido ni un sólo pecado mortal en su vida.
Santa Magdalena de Pazzi vio en éxtasis o visión a San Luis en el cielo, y decía:
"Yo nunca me había imaginado que Luis Gonzaga tuviera un grado tan alto de gloria en el paraíso".
La mamá logró asistir en 1621 a la beatificación de su hijo.
Apenas el hijo se hizo religioso, su padre empezó a volverse mucho más piadoso de lo que era antes y murió después santamente. Luis renunció a todas las grandes herencias que le correspondían con tal de poder hacerse religioso y santo.
Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, y lo curó y le recomendó que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Texto tomado de EWTN: