
Transcripción de YOUTUBE
Cuando millones de personas celebran lo mismo, cuando el ambiente lo festeja activamente en sus decoraciones y en sus productos, se genera una energía colectiva alrededor de eso.
Eso es un hecho psicológico, cultural y espiritual.
Y la pregunta es qué signo tiene y a quién se le ofrece esa energía.
Aquí queremos hablar sobre la energía negativa que las celebraciones de Halloween producen, aunque no participes activamente.
Cómo afecta a las personas, y cómo ese aumento de energía negativa es utilizado por el mal.
Quédate para ver esto, porque vas a entender muchas cosas que pasan alrededor de Halloween.
Cada año, más de 800 millones de personas participan activamente en Halloween.
Y si contamos quienes lo ven en televisión, redes o en los comercios, más de la mitad del planeta queda expuesta a su estética y sus símbolos.
¿Y qué ocurre espiritualmente cuando millones de personas, al mismo tiempo, celebran la oscuridad como diversión?
Porque Halloween no es solo una fiesta comercial: es un fenómeno cultural que canaliza una enorme energía emocional colectiva.
Y según los exorcistas, en la vida espiritual no existe el vacío.
Cuando una cultura deja de invocar la gracia, deja un espacio libre.
Y ese espacio siempre es ocupado por algo.
Y mientras la oración crea comunión con Dios; la celebración del miedo y de la burla de lo sagrado, crea un ambiente donde la presencia de Dios se retira.
Y es ahí donde los demonios pueden actuar con más facilidad y no porque se los invoque, sino porque no se los resiste.
La raíz del Halloween actual está en el Samhain, el festival celta que se celebraba entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre.
Marcaba el fin del verano, y la supuesta apertura entre el mundo de los vivos y los muertos.
En realidad, era un rito agrícola y sacrificial.
Se ofrecían los últimos frutos de la cosecha, se sacrificaban animales —y, según algunos cronistas romanos, personas—, para asegurar fertilidad y protección durante el invierno.
Los druidas creían, que los dioses de la muerte caminaban entre los hombres esa noche, y que solo los sacrificios aplacaban su furia.
Esa lógica de ofrecer energía vital a cambio de protección, es la misma que adoptan los rituales satánicos modernos, donde la vida humana o animal se transforma en moneda espiritual.
Y en el siglo VIII el Papa Gregorio III adelantó la celebración de los santos al 1 de noviembre, dejando implícita su víspera del 31 de octubre, como vigilia cristiana.
Pero con la reforma protestante, las solemnidades católicas fueron minimizadas, y la vigilia perdió su sentido espiritual.
Y en el siglo XIX nació el Halloween moderno, cuando los inmigrantes irlandeses llevaron sus tradiciones a Estados Unidos.
Allí se mezcló con el consumismo y la cultura del espectáculo.
En 1920, los grandes almacenes comenzaron a vender disfraces; y en 1950, los programas de televisión lo consolidaron como fiesta nacional.
Y el resultado fue una fiesta de masas desprovista de fe, que se comenzó a llenar de símbolos espirituales invertidos.
En 1966, Anton LaVey, fundador de la Iglesia de Satán y autor de La Biblia Satánica, declaró:
“Estoy feliz de ver a los padres cristianos dejar que sus hijos adoren al diablo al menos una noche al año”.
No era ironía. Porque Halloween se convirtió en una de las tres fechas sagradas para los satanistas.
El ex satanista John Ramírez, contó que para los adoradores del diablo, el 31 de octubre es lo que el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección son para un cristiano.
Durante semanas se preparaban con ayunos invertidos, maldiciones y consagraciones.
Zachary King, ex “sumo mago”, declaró que los abortos ofrecidos como sacrificio en esa fecha eran “la misa negra perfecta”.
Algunos grupos hacen una cuarentena previa —como una Cuaresma inversa—, para llegar espiritualmente “afinados” a esa noche.
Hay mujeres que son embarazadas nueve meses antes, con la intención de ofrecer el niño el 31 de octubre.
Y mientras eso sucede en lo oculto, millones celebran el miedo, decoran con esqueletos y visten de muertos.
Esa masa emocional global amplifica el mismo evento que los satanistas llaman su “año nuevo”.
En términos espirituales, Halloween es una misa invertida global, donde la cultura hace de coro sin darse cuenta.
Durante octubre, las redes sociales promueven filtros que convierten a las personas en demonios, muertos o figuras poseídas.
Las plataformas lanzan maratones de terror, videojuegos de brujería, y desafíos virales que enseñan a invocar espíritus.
Y el resultado: millones participando simbólicamente en una liturgia del miedo.
Y si el mal logra que la sociedad celebre su lenguaje, ya no requiere esconderse.
Disfraces de demonios, sangre, brujas y zombis, son presentados como juego.
Y en la vida espiritual, lo que se celebra se fortalece.
Cuando una cultura celebra lo santo, se vuelve más sensible a la luz.
Pero cuando una cultura celebra lo grotesco, lo oscuro o la burla de lo sagrado, se vuelve menos capaz de reconocer el bien.
No hace falta creer en el demonio para abrirle espacio: basta con acostumbrarse a su lenguaje.
Y la normalización comienza en la infancia.
Cada año, millones de niños celebran Halloween en jardines y escuelas, disfrazados de personajes macabros.
Para ellos es un juego, pero para el demonio, una educación.
Los expertos en psicología infantil señalan, que exponer repetidamente a los niños a lo grotesco, reduce su sensibilidad y facilita que el mal se vuelva tolerable.
Y presta atención, Halloween funciona como una usina de energía espiritual negativa, que contamina el ambiente.
Los que practican rituales de magia negra y brujería, sostienen que su fuerza aumenta, cuando millones de personas reproducen el mismo ambiente de miedo, oscuridad y confusión.
Por eso, durante la semana de Halloween, muchos grupos ocultistas realizan ceremonias paralelas.
Y usan la energía colectiva del mundo —la música, el terror, los símbolos—, como ofrenda.
El mal no necesita tu consentimiento consciente, solo tu colaboración simbólica.
El padre José Antonio Fortea lo explica diciendo que:
“Las puertas del alma no se abren solo por la intención, sino por la costumbre del mal”.
Y aumenta la presencia opresiva: la pérdida de la paz interior, la ansiedad sin causa, el sueño agitado, la irritabilidad, ansiedad, pesadillas.
Síntomas que aparecen cuando el corazón se acostumbra a lo oscuro, y se vuelve menos receptivo a la gracia.
Muchos sacerdotes coinciden en que estos signos aumentan en octubre, cuando la cultura entera celebra el miedo y la muerte como entretenimiento.
Algunos piensan: “si no creo en eso, no pasa nada”.
Pero el problema no es creer o no creer, sino repetir los gestos que alimentan la influencia del mal en el ambiente.
Halloween refuerza en el espacio público, símbolos que la Iglesia ha tratado de purificar durante el año: la muerte, la brujería, la sangre.
Y al aceptarlos como “folklore”, se les devuelve poder simbólico.
Por eso los expertos en liberación dicen, que después del Halloween reciben más confesiones y peticiones de ayuda.
Gente que experimenta miedo persistente, sueños violentos o sensaciones extrañas.
Y no por haber invocado nada, sino sólo por haber aceptado una atmósfera espiritual contraria.
Un local decorado con esqueletos o demonios se convierte, en “territorio ambiguo”: un espacio donde se pierde la diferencia entre lo santo y lo profano.
Y el exceso de imágenes violentas y grotescas reduce la sensibilidad moral, sobre todo en los niños.
Ese cambio de umbral emocional, es lo que permite que el mal se normalice culturalmente.
Halloween exalta la muerte, pero el 1 de noviembre la Iglesia celebra la victoria sobre ella.
El Día de Todos los Santos recuerda que la verdadera comunión es con los que viven en Dios, no con los muertos que buscan contacto.
Por eso los exorcistas insisten: la mejor manera de “cerrar puertas” es llenar ese espacio con luz.
En México, familias colocan imágenes de santos, y encienden velas en las ventanas, para contrarrestar la oscuridad exterior.
En Polonia, grupos juveniles organizan procesiones con antorchas y música cristiana, transformando el 31 de octubre en una jornada de testimonio público.
Éstas son respuestas al campo espiritual negativo que Halloween libera.
Bueno el problema no es disfrazarse ni jugar, sino a quién sirve la energía colectiva que se genera en torno a la muerte, el miedo y lo grotesco, y como te puede afectar.
¡Que Dios te bendiga y te guarde en la luz!
Video tomado de YOUTUBE:

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