Nació en Italia en 1474. Su padre, Juan de Mérici, y su madre, Biancosi, vivían en la granja de los Grezze, de la cual eran propietarios. Ángela era la última de cinco hijos: tres niños y dos niñas. La casa paterna era un verdadero santuario; se vivía y trabajaba continuamente con el pensamiento de "Dios me ve"; se rezaba en común; por la tarde, la lectura de un libro de piedad o la Vida de los Santos daba fin a los trabajos del día. Ángela seguía con extremado esmero e íntima satisfacción estas piadosas prácticas. Con tan santas ideas y elevados pensamientos, se trazó un género de vida que tenía mucho de retiro y soledad. Con la ayuda de su hermana, que tenía aspiraciones muy semejantes, transformó en oratorio una habitación reducida, donde se retiraban cada tarde a horas determinadas para orar y cantar las divinas alabanzas. A estos ejercicios juntaba Ángela los rigores de la penitencia.
A los nueve años consagró a Dios su virginidad, haciendo voto de guardarla, y persuadió a su hermana para que hiciera lo mismo. Desde entonces renunció a todos los adornos mundanos, y su única preocupación era complacer en todo a Nuestro Señor Jesucristo.
Hacia el año 1487, Juan de Mérici, que contaba con sólo unos 40 años, fue atacado por una fiebre maligna que en contados días le quitó la vida. Dos años más tarde su virtuosa mujer le seguía a la tumba. Hacía ya unos seis años que Ángela y su hermana vivían en casa de su tío, cuando esta hermana tan querida fue arrebatada a su cariño por una muerte repentina, sin que el sacerdote tuviese tiempo de administrarle los últimos sacramentos. Ángela quedó muy apenada por esta nueva desgracia.
Una angustia dolorosa la apesadumbraba; temblaba por la suerte de esta alma, llamada de improviso al tribunal de Dios. Algún tiempo después, cuando llevaba la comida a los segadores, vio sobre su cabeza, en una revuelta del camino, una nube luminosa, y en ella a la Santísima Virgen, que le presentaba a su hermana llena de gloria y rodeada de un cortejo de ángeles.
"¡Oh Ángela! -dijo la feliz predestinada-, persevera como has empezado, y gozarás conmigo de la misma alegría y felicidad"
Este acontecimiento tuvo grandísima influencia sobre nuestra Santa, y fue causa de que cada día se desprendiese más de las cosas de la tierra. Por esta época determinó entrar en la Orden Tercera de San Francisco, cuyo espíritu y Regla abrazó en toda su plenitud y eficacia. Desde aquel momento se llamó "Hermana Ángela". Revestida del hábito franciscano, que llevó hasta la muerte y con el cual quiso ser enterrada, nuestra Santa pudo, aún permaneciendo en el mundo, vivir como perfecta religiosa. Sus penitencias fueron cada día más rigurosas: una tabla o una estera sobre el suelo formaban su cama, y unos sarmientos o una piedra le servían de almohada. Salía de casa raras veces; el cilicio, las flagelaciones y los ayunos continuos, mortificaban sin compasión su cuerpo. La Sagrada Eucaristía, que recibía todos los días con el asentimiento de su director, la alimentaba y sostenía milagrosamente.
Entre las almas que en esta época trabaron amistad con nuestra Santa, se contaba una joven cuyo nombre no nos es conocido, y que durante largo tiempo fue su compañera. Juntas rezaban, trabajaban y visitaban a los pobres. Este cariño entre ambas amigas, fue también roto por la muerte hacia el año 1506. Un mes, poco más o menos, después de este acontecimiento, Ángela va al campo en compañía de algunas amigas. Mientras éstas meriendan, ella se retira para orar a la sombra de un emparrado, en un lugar llamado Brudazzo. De pronto, las nubes se separan, rodéala una luz resplandeciente y surge una escala semejante a la de Jacob, que llega hasta el cielo. Muchedumbre innumerable de vírgenes suben y bajan por ella, vestidas con túnicas resplandecientes y llevan diadema real. Van de dos en dos dándose la mano, y un cortejo celestial de ángeles músicos las acompañan con arrebatadoras melodías. Separándose del grupo, una de las vírgenes -en la que Ángela reconoce a la amiga que acaba de perder- se acerca a nuestra Santa y le dice:
"Ángela, has de saber que Dios te ha enviado esta visión para indicarte que, antes de morir, fundarás en Brescia una Sociedad de vírgenes muy semejantes a éstas"
En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó con un grupo de 28 muchachas muy piadosas la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Úrsula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas "Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).
Se sabe de cierto, que un día el demonio se le presentó en forma de ángel de luz y le dirigió palabras de alabanza. Ángela advirtió el engaño; un ángel que adula, no puede ser más que un demonio.
"Retírate -le dijo-, tú eres el espíritu de la mentira. No soy más que una pecadora indigna de ser visitada por los ángeles del cielo"
Un hombre le preguntó un día en plena calle:
"¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente?"
Y ella le respondió:
"Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios"
La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Ángela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.
Fuente - Texto tomado de FRANCISCANOS.ORG:
Fuente - Texto tomado de EWTN: