Nació en Londres (Inglaterra en 1118) y murió en Canterbury (Inglaterra en 1170); fue canonizado en 1173. Tomás nació en una familia trabajadora. Era un hombre puro y le gustaban las cosas de Dios. Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. Después tuvo que trabajar como empleado de un comerciante, al cual acompañaba los días de descanso a hacer largas correrías dedicados a la cacería. Desde entonces, adquirió su gran afición por los viajes aunque fueran por caminos muy difíciles. Un día persiguiendo una presa de cacería, corrió con tan gran imprudencia que cayó a un canal que llevaba el agua para mover un molino. La corriente lo arrastró y ya iba a morir triturado por las ruedas, cuando, sin saber cómo ni por qué, el molino se detuvo instantáneamente. El joven consideró aquello como un aviso para tomar la vida más en serio.
A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury), el cual se dio cuenta de que este joven tenía cualidades excepcionales para el trabajo, y le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. En esta posición fue negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia, y así Tomás llegó a ser el personaje más importante, después del arzobispo, en aquella iglesia de Londres. Monseñor afirmaba que no se arrepentía de haber depositado en él toda su confianza, porque en todas las responsabilidades que se le encomendaban se esmeraba por desempeñarlas lo mejor posible.
Dicen los que lo conocieron que Santo Tomás Becket era delgado de cuerpo, semblante pálido, cabello oscuro, nariz larga y facciones muy varoniles. Su carácter alegre lo hacía atractivo y agradable en su conversación. Sumamente franco, trataba de decir siempre la verdad y de no andar fingiendo lo que no sentía, pero siempre con el mayor respeto. Sabía expresar sus ideas de manera tan clara, que a la gente le gustaba oírle explicar los asuntos de religión, porque se le entendía todo fácilmente y bien. Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y éste en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Tomás puso todas sus cualidades al servicio de tan alto cargo, y llegó a ser el hombre de confianza del rey. Éste no hacía nada importante sin consultarle. Su presencia en el gobierno contribuyó a que dictaran leyes muy favorables para el pueblo. Acompañaba a Enrique II en todas sus correrías por el país y por el exterior (pues Inglaterra tenía amplias posesiones en Francia), y procuraba que en todas partes quedara muy en alto el nombre de su gobierno. Y no tenía miedo en corregir también al monarca cuando veía que se estaba extralimitando en sus funciones. Pero siempre de la manera más amigable posible.
Nació en Londres (Inglaterra) en 1118 y murió en Canterbury en 1170; canonizado en 1173 |
En el 1161 murió el Arzobispo Teobaldo, y entonces al rey le pareció que el mejor candidato para ser Arzobispo de Inglaterra era Tomás Becket. Éste le advirtió que no era digno de tan sublime cargo. Que su genio era violento y fuerte, y que tomaba demasiado en serio sus responsabilidades y que por eso podía tener muchos problemas con el gobierno civil, si lo nombraban jefe del gobierno eclesiástico. Pero su confesor decía:
"En su vida privada es intachable, y sabe mantener una gran dignidad aún en ocasiones peligrosas y en tentaciones de toda especie"
Y un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó. Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo así:
"Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo"
Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sí sucedió. Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Les decía:
"Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de Arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten"
Desde que fue nombrado Arzobispo (por el Papa Alejandro III) la vida de Tomás cambió por completo. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde la consagración episcopal se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina. Se levantaba muy al amanecer. Luego dedicaba una hora a la oración y a la lectura de la S. Biblia. Después del desayuno estudiaba otra hora con un doctor en teología, para estar al día en conocimientos religiosos. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía hasta el punto que a veces lloraba, le salían lágrimas durante la Misa. Cada día repartía él personalmente las limosnas a muchísimos pobres que llegaban al Palacio Arzobispal. Muy pronto ya los pobres que allí recibían ayuda, eran el doble de los que antes iban a pedir limosna. Cada día tenía algunos invitados a su mesa, pero durante las comidas, en vez de música escuchaba la lectura de algún libro religioso. Casi todos los días visitaba algunos enfermos del hospital. Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación o no habían hecho los estudios correspondientes, no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey. Tomás había dicho al rey cuando éste le propuso el Arzobispado:
"Ya verá que los envidiosos tratarán de poner enemistades entre nosotros dos. Además el poder civil tratará de imponer leyes que vayan contra la Iglesia Católica y no podré aceptar eso. Y hasta el mismo rey me pedirá que yo le apruebe ciertos comportamientos suyos, y me será imposible hacerlo"
Ésto se fue cumpliendo todo exactamente. El rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia Católica. El Arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces el cariño de Enrique hacia su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo. Luego pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El Arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior eclesiástico y no el poder civil. La rabia del mandatario se encendió furiosamente. Enrique redactó una ley en la cual la Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El Arzobispo exclamó:
"No permita Dios que yo vaya jamás a aprobar o a firmar semejante ley"
Y no la aceptó. ¡Nueva rabia del rey! Enseguida éste se propuso que en adelante sería el gobierno civil quien nombrara para ciertos cargos eclesiásticos.
Tomás se le opuso terminantemente. Resultado: tuvo que salir del país. Tomás se fue a Francia a entrevistarse con el Papa Alejandro III y pedirle que lo reemplazara por otro en este cargo tan difícil.
"Santo Padre le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un convento"
Y se fue a estarse 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos. Pero el Pontífice intervino y obtuvo que entre Enrique y Tomás hicieran las paces. Y así volvió a Inglaterra. Sin embargo, el problema peor estaba por llegar. Después de seis años de destierro y cuando ya le habían sido confiscados por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el Arzobispo Tomás regresó a Inglaterra el 1 de diciembre con el título de "Delegado del Sumo Pontífice". El trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo largo de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes de diciembre (la del martirio). Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a llevar cuentos y cuentos al rey contra el Arzobispo. Y dicen que un día en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó:
"No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?"
Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el Santo Arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos.
Los sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta:
"Una Iglesia no debe convertirse en un castillo" les dijo
"¿Por qué se portan así, qué temen?" les preguntó.
"No pueden hacer sino lo que Dios permite"
En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron:
"¿Dónde está el traidor, dónde está el arzobispo?"
"Aquí estoy", dijo Tomás.
"No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?"
Uno de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces juntos y le asesinaron en los peldaños de su santuario. Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo:
"En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu"
Era el 29 de diciembre de 1170. Lo atacaron a cuchilladas. No opuso resistencia. Murió diciendo:
"Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica"
Tenía apenas 52 años. Se llama apoteosis la glorificación y gran cantidad de honores que se rinden a una persona. La noticia del asesinato de un Arzobispo recorrió velozmente Europa, causando horror y espanto en todas partes. El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset. El Papa Alejandro III lanzó excomunión contra el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido duró dos años haciendo penitencia, y en el año 1172 fue reconciliado otra vez con su religión y desde entonces se entendió muy bien con las autoridades eclesiásticas.
Muchos milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se archivaron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo por Alejandro III dos años después de su muerte, a causa de su martirio y por los muchos milagros que se obraban en su sepulcro. El traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió en 1220 (Julio 7) con la concurrencia de gente de toda Europa. 400 años después de Santo Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia, por lo que rompió la unidad y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533. Santo Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).
Dos personajes con nombres de Tomás, ocuparon el cargo de Canciller en Inglaterra, junto con dos reyes de nombre Enrique. Y ambos fueron martirizados por defender a la Santa Iglesia Católica, Santo Tomás Becket, martirizado por deseos de Enrique II y Santo Tomás Moro, martirizado por orden del impío rey Enrique VIII.
Fuente - Texto tomado de EWTN:
Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG: