El demonio asecha y persigue insistentemente a la humanidad para que reniegue de Dios y de la Virgen María.
¡Jamás renegaré de mi Padre
ni de mi Madre!
Refieren el Belovacense y Cesáreo que un joven noble, por sus vicios, se vio reducido de rico como lo había dejado su padre, a tanta pobreza que necesitaba mendigar para comer.
Se fue a vivir lejos, donde no fuese conocido para no pasar tanta vergüenza. Por el camino se encontró con un viejo criado de su padre, quien al verlo tan afligido por la pobreza en que había caído le dijo que no perdiese el ánimo, porque él podía ponerlo en relación con un príncipe que lo proveería de todo.
El antiguo sirviente se había convertido en un impío hechicero. Un día tomó consigo al infeliz joven y lo llevó a través de un bosque a la orilla de un lago, donde comenzó a hablar con una persona invisible.
El joven le preguntó con quién hablaba. Le respondió que con el demonio; y al ver el espanto del joven trató de animarlo para que no tuviera miedo. Y continuó hablando con el demonio:
"Señor (le dijo), este joven está reducido a extrema miseria y quiere volver a su antigua posición"
"Cuando quiera obedecerme (respondió el enemigo) le haré más rico que antes, pero en primer lugar tiene que renegar de Dios"
Ante esta propuesta se horrorizó el joven, pero instigado por el maldito brujo lo hizo y renegó de Dios."Pero esto no basta (replicó el demonio), es necesario también que reniegue de María, porque Ella es la que nos causa más pérdidas. ¡A cuántos nos los arranca de las manos y los lleva a Dios para salvarlos!"
"¿Que yo reniegue de mi madre? ¡Eso sí que no! (gritó el joven)
"¡Ella es toda mi esperanza! ¡Prefiero andar mendigando toda mi vida!"
Y el joven se alejó apresuradamente de aquel lugar.
A la vuelta acertó a pasar por una iglesia de María. Entró el desconsolado joven y, postrándose ante su imagen, comenzó a llorar amargamente y a pedir a la Santísima Virgen que le obtuviera el perdón de sus pecados.
Y he aquí que María, desde su imagen, se puso a rogar a su Hijo a favor de aquel infeliz.
Jesús le dijo:
"Pero si es un ingrato, Madre mía; ha renegado de Mí"
Mas como María no dejaba de suplicarle, al fin le dijo:
"Madre mía, jamás te he negado nada; sea perdonado ya que Tú me lo pides"
Todo esto lo estaba observando providencialmente el señor que había comprado la hacienda del joven. Y viendo la piedad de María con aquel pecador, y como tenía una hija única se la dio por esposa, haciéndolo heredero de todos sus bienes.
Y así aquel joven recuperó, gracias a María, la gracia de Dios y hasta los bienes temporales.
Sería una lástima y una vergüenza que todos los católicos que cometemos pecados, pensemos que si ofendemos a Dios... ¿no pasa nada? ... lo mismo ocurre con su Madre, la Virgen María... la ofendemos y... ¿no pasa nada?
Al contrario, si ofendemos a Dios y a la Virgen María cuando cometemos pecados... podría suceder que no tengamos el TIEMPO suficiente para arrepentirnos, pedir perdón y ser absueltos por Dios... porque podría darse la situación de morir de repente y condenarnos (sin recibir el sacramento de la reconciliación ni la Santa Comunión).
Los católicos NUNCA blasfemamos contra Dios ni contra la Virgen María. Preferimos perder las cosas vanas y pasajeras del mundo entero, así desatemos la furia del demonio, con todas sus huestes infernales, con tal de ganar y salvar nuestras almas, para llegar al Reino del Cielo, y así disfrutar de la compañía en el Paraíso, con nuestro Padre Celestial Dios y todos sus ángeles y santos.
Fuente - Texto tomado del Libro Las Glorias de María - San Alfonso María de Ligorio