San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos. Esta orden imperial se ejecutó inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato. Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.
Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Ambrosio relata, cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, éste, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro.
Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al Papa Sixto II en su martirio. Según cuenta San León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre.
Su nombre significa "Coronado de Laurel". Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución, en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la Santa Misa en un cementerio de Roma, cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo. La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo:
"Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?"
Y San Sixto le respondió:
"Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás".
Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios. Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y viendo los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas. El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo:
"Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar".
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole:
"Ya tengo reunidos todos los tesoros de la Iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata, y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo:
"¿Por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la Iglesia de Cristo!"
El alcalde lleno de rabia le dijo:
"Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo, le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso. Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez:
"Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo".
El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó:
"La carne ya está lista, pueden comer".
Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma, porque la vista del valor y constancia de este gran hombre, convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatría empezó a disminuir en la ciudad. San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma, en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo. El Santo Padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: