La noticia es increíble, pero desgraciadamente es cierto: por miedo al coronavirus, el santuario de Lourdes ha cerrado por precaución y hasta nueva orden todas las piscinas. Lo ha comunicado el propio santuario este primero de marzo.
Las piscinas de Lourdes son tinas o bañeras individuales en que los peregrinos son sumergidos durante pocos segundos a fin de obtener beneficios físicos y espirituales. El lugar del que fluyen esas aguas le fue revelado a Santa Bernardita en febrero de 1858 por la propia Virgen. El agua manifestó propiedades milagrosas, y no ha dejado de brotar desde entonces. Cada año llegan a Lourdes millones de peregrinos y unos ochenta mil se bañan en las piscinas. Tienen lugar millares y millares de curaciones. Tras un riguroso examen, la Iglesia ha reconocido unas ochenta: cuarenta y nueve personas que se han sanado por el contacto con el agua de Lourdes y treinta y nueve en las piscinas.
Ahora bien, el verdadero milagro de Lourdes no son esas curaciones milagrosas, sino los efectos taumatúrgicos tanto espirituales como físicos de un agua en la que se sumergen cada año centenares de enfermos afectados de las más variadas dolencias, entre ellas, llagas y lesiones cutáneas, sin que jamás se haya producido contagio alguno. El agua, que antes se cambiaba dos veces por semana y ahora parece que diariamente, está llena de microbios, pero repito que jamás se ha contagiado ningún enfermo durante el baño.
Pues bien, mientras se propaga por Europa una epidemia, si hay un lugar al que sería preciso acudir, un lugar infaliblemente protegido, es el santuario de Lourdes. Santuario que es, por antonomasia, lugar de curación del alma y del cuerpo. Quien se bañase en Lourdes en la misma piscina en que se hubiera bañado alguien aquejado de coronavirus, desde luego no se contagiaría, porque las piscinas de Lourdes no son un lugar de pecado, sino de fe. Y es la fe, no la medicina, la que permite que se obren milagros. El milagro es una intervención divina, superior a todas las fuerzas humanas. Quien niega la posibilidad del milagro niega la existencia misma de Dios. Quien niega el carácter milagroso del agua de Lourdes, quien teme que las piscinas de Lourdes puedan ser causa de contagio, niega el poder de Dios, niega las promesas de la Virgen, niega el significado de Lourdes. Si se cierran las piscinas, sería lo mismo que cerrar el santuario de Lourdes.
Fue precisamente el 11 de febrero de 2013, festividad de la Virgen de Lourdes, cuando Benedicto XVI renunció al pontificado. Y hoy, el obispo de Lourdes, el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, el presidente de los obispos europeos, el Secretario de Estado vaticano y el propio Papa, ¿se niegan a creer en el milagro de Lourdes? ¿También ellos están convencidos de que en las piscinas de Lourdes se pueda propagar el contagio en vez de la sanación de los cuerpos y las almas, mucho más importante que la física? De ser así, es una vergüenza, un escándalo, un pecado de incredulidad que en vez de curaciones acarreará nuevos males físicos y espirituales para la Iglesia y para nuestras naciones.
Nosotros, por el contrario, queremos saciar nuestra sed con el agua de Lourdes, confiando en las palabras de Nuestro Señor:
«Quien beba el agua que Yo le daré no tendrá sed nunca, sino que el agua que Yo le daré se hará en él fuente de agua surgente para vida eterna» (Jn.4,14)
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
Fuente - Texto tomado de ADELANTELAFE.COM:
https://adelantelafe.com/cierran-las-piscinas-de-lourdes-una-verguenza/