Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo:
"¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?"
Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico:
"Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro"
La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier. Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades. El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros.
Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas. Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba:
San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier |
"Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor"
Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones. La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que ésto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión. Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad, a uno de sus compañeros le escribía:
"Hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"
Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto. Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos, que nunca habían oído hablar de ella. Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía:
"En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión"
Podría repetir la frase de San Pablo:
"Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones"
Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 km. de Hong-Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el 3 de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro).
El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los Misioneros, porque fue sin duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así:
"Señor, tú has querido
que varias naciones
que varias naciones
llegaran al conocimiento de la
verdadera religión por medio de la
predicación de San Francisco Javier"
"Si no consigo barco, iré nadando"
Fue un verdadero héroe misional.
Francisco Javier:
maravilloso misionero,
pídele a Dios que conceda
un espíritu como el tuyo
a todos los misioneros del mundo.
Piensa en el final de tu vida y
evitarás muchos pecados
(S. Biblia Ecl. 7, 36)
Fuente - Texto tomado de EWTN: