
León XIV y su devoción mariana: desde la Loggia a Genazzano, por Cristina Siccardi
Por INFOVATICANA | 14 de Mayo de 2025
Desde sus primeros pasos como Sumo Pontífice, el agustino papa León XIV ha demostrado su profundo apego a la Santísima Virgen María. La tarde del jueves 8 de mayo, solemnidad de la Virgen de Pompeya, desde la Loggia de las bendiciones, confió su mandato como sucesor de san Pedro, la Iglesia y el mundo entero a la Madre de Dios:
«Hoy es el día de la súplica a la Virgen de Pompeya. Nuestra madre María siempre quiere caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor. Quiero rezar con vosotros. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo, y pidamos esta gracia especial a María, nuestra madre».
Concluyó su discurso recitando el Ave María, entregando así su pontificado a la Virgen.
El número 8 se repite con fuerza en la jornada de su elección: la fumata blanca se produjo a las 18:08 del día 8 del mes mariano. Precisamente el 8 de mayo se conmemora la aparición, en el año 490, del arcángel San Miguel al obispo san Lorenzo Maiorano, en la gruta del Gargano. Desde allí, la devoción miguelina se difundió por toda Europa. El santuario de San Miguel Arcángel, también llamado “Basílica Celeste”, sigue siendo destino de peregrinos ininterrumpidamente desde la Edad Media.
La Virgen del Santo Rosario (relacionada con la Virgen de Pompeya y también con Nuestra Señora de Fátima, cuya fiesta fue el 13 de mayo) y el arcángel San Miguel son, pues, auspicios providenciales para este nuevo pontificado.
El 13 de octubre de 1884, el papa León XIII tuvo una visión en la que Satanás amenazaba a la Iglesia. A raíz de ello, compuso la oración a San Miguel Arcángel que mandó recitar al final de cada Misa. Aunque fue suprimida tras el Concilio Vaticano II (Inter oecumenici, 1964), en el Vetus Ordo sigue presente hasta hoy.
El viernes 9 de mayo, en su primera Misa como Papa, León XIV volvió a encomendar su mandato a la Virgen y declaró su deseo de desaparecer para dejar solo a Cristo en el centro, evocando a San Ignacio de Antioquía:
«Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mundo no vea ya mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1).
«Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tiernísima intercesión de María, Madre de la Iglesia».
Como «hijo de san Agustín», el papa Prevost profesa una especial devoción a la Virgen María, patrona de la Orden agustiniana, invocada tradicionalmente como Nuestra Señora de Gracia, de la Consolación, del Buen Consejo y del Perpetuo Socorro.
El sábado 10 de mayo, para sorpresa general, el Papa visitó el santuario de la Virgen del Buen Consejo en Genazzano, conocido como “el Loreto del Lacio”, regido por los agustinos. Este lugar se hizo célebre en el siglo XV cuando, según la tradición, una imagen de la Virgen con el Niño se desprendió milagrosamente de una pared en Albania, durante el asedio otomano, y fue a posarse en Genazzano. León XIII lo elevó a basílica menor en 1903.
El 14 de mayo de 2023, cuando aún era Prefecto del Dicasterio para los Obispos, el cardenal Prevost presidió la Misa en la catedral de San Pedro de Bolonia por la tradicional visita de la Virgen de San Lucas, cuya imagen desciende anualmente desde su santuario en el Colle della Guardia atravesando la ciudad bajo un pórtico de más de 600 arcos, el más largo del mundo.
El 9 de diciembre de 2023, Prevost participó en la celebración de la Traslación de la Santa Casa en Loreto, entrando como peregrino en la Santa Casa y asistiendo a la tradicional bendición del fuego. En esta ocasión se invitó a todos los fieles a encender una vela en sus casas y rezar el Ave María, uniéndose a los fuegos lauretanos que desde el siglo XVII recuerdan el milagroso traslado nocturno de la casa de María desde Nazaret al monte de Loreto.
Durante la novena por el Colegio Cardenalicio que precedió al Cónclave, el cardenal Raymond Leo Burke invitó a todos a rezar a Nuestra Señora de Guadalupe:
«Intercede por el Sacro Colegio de Cardenales reunido en Roma para elegir al Sucesor de San Pedro… Que obedezcan humildemente las sugerencias del Espíritu Santo y elijan al hombre más digno de ser el Vicario de Cristo en la tierra».
En la plaza de San Pedro, durante las fumatas, ondeaban banderas con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. En el norte del Perú, donde el padre Prevost fue obispo misionero, existe una fuerte devoción a una imagen mariana también llamada Virgen de Guadalupe, diferente de la mexicana. Esta devoción, traída por los agustinos, tiene su santuario en el distrito de Guadalupe, fundado en 1550. En 1954, Pío XII coronó canónicamente esta imagen y la proclamó patrona de los pueblos del norte y reina del Perú.
El domingo 11 de mayo, durante el rezo del Regina Coeli ante 150.000 personas, el Papa encomendó a la Virgen las vocaciones y la paz:
«Ella fue toda una respuesta a la llamada del Señor. Que nos acompañe siempre en el seguimiento de Jesús. Que obtenga para nosotros el milagro de la paz».
Finalmente, el escudo pontificio de León XIV —el mismo que usaba como obispo— confirma esta centralidad de Cristo y de María. Está dividido diagonalmente: en el lado superior izquierdo, sobre fondo azul, un lirio blanco símbolo de la pureza mariana; en el lado inferior derecho, el emblema agustiniano: un corazón atravesado por una flecha sobre un libro, imagen de la conversión de San Agustín. El lema, tomado del Comentario al Salmo 127 de san Agustín, reza: In Illo Uno unum (“En Aquel que es Uno, somos uno”).
Publicado originalmente en Corrispondenza Romana
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