Nombre: Jean-Baptist-Marie Vianney.
Apodo: Santo Cura de Ars.
Nacimiento: Mayo 8 de 1786 (Dardilly, Francia).
Fallecimiento: Agosto 4 de 1859 (Ars-sur-Formans, Francia).
Sus restos mortales se conservan incorruptos en el gran santuario dedicado a él en Ars, el pequeño lugar al que dedicó su vida como sacerdote y donde falleció. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos.
Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianney. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuántas almas le quitaba este cura tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación. Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó:
"Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo"
Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jóvenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianney. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padre. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio, ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él tomaba con toda calma y con humor y decía:
Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.
Mensaje del Santo Cura de Ars
El mensaje del Santo Cura de Ars para hoy, se resume en algunos puntos:
Hombre de oración
Largos momentos delante del tabernáculo, una verdadera intimidad con Dios, un abandono total a su voluntad, un rostro transfigurado... son otros tantos elementos que tocaban a aquéllos que lo encontraba y dejaban percibir la profundidad de su vida de oración y de su unión con Dios. Fueron su gran alegría y el ambiente de una verdadera amistad con Dios:
"Os amo, Dios mío, y mi solo deseo es de amaros hasta el último suspiro de mi vida"
Una amistad que supone una reciprocidad, como dos pedazos de cera, precisaba el P. Vianney, que una vez fundidos no pueden ya separarse; así es nuestra alma con Dios cuando rezamos...
La Eucaristía celebrada
y adorada, corazón de todo...
"Está ahí"
Exclamaba el Santo Cura mirando al tabernáculo. Hombre de la Eucaristía, celebrada y adorada:
"No hay nada más grande que la Eucaristía"
Decía. Lo que quizás más lo tocaba era constatar que su Dios estaba presente en el tabernáculo, para nosotros:
"¡Nos espera!"
La conciencia de la presencia real de Dios en el Santísimo Sacramento fue quizás una de sus más grandes gracias y una de sus más grandes alegrías. Ofrecer Dios a los hombres y los hombres a Dios, el sacrificio eucarístico se convirtió muy pronto para él en el corazón de su jornada y de su pastoral.
Preocupado
por la salvación de los hombres
por la salvación de los hombres
Es quizás lo que mejor resume lo que fue la presencia del Santo Cura durante sus 41 años de permanencia en Ars. Preocupado por su propia salvación y la de los demás, y muy especialmente la de aquéllos que venían a él o que tenía a su cargo. En cuanto párroco, "Dios me pedirá cuentas", decía. Que cada uno pueda gustar la alegría de conocer a Dios y de amarlo, y de saber que Él lo ama... en eso trabaja sin descanso el P. Vianney.
Mártir del confesionario
A partir de 1830 miles de personas vendrán a Ars para confesarse con él, más de 100.000 el último año de su vida... hasta 17 horas por día permanecía clavado a su confesionario para reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos, el Cura de Ars es un verdadero mártir del confesionario, subrayaba Juan Pablo II. Subyugado por el amor de Dios, maravillado ante la vocación del hombre, consideraba una locura el querer ser separado de Dios. Quería que cada uno fuera libre para poder gustar del amor de Dios.
En el corazón de su parroquia,
un hombre social
un hombre social
"No se sabe cuánto ha hecho el Santo Cura como obra social", dice uno de sus biógrafos. Viendo en cada uno de sus hermanos presente al Señor, no se dará tregua para socorrerlos, ayudarlos, aliviar los sufrimientos o las heridas, permitir que cada uno fuera libre y feliz. Orfanato, escuelas, atención a los más pobres y a los enfermos, infatigable constructor... nada se le escapa. Acompaña a las familias y trata de protegerlas de todo lo que puede destruirlas (alcohol, violencia, egoísmo...). En el corazón de su pueblo, tiene en cuenta al hombre en todas sus dimensiones (humana, espiritual, social).
Patrón de todos
los párrocos del mundo
los párrocos del mundo
Beatificado en 1905, será declarado el mismo año, el 12 de abril, patrono de los sacerdotes de Francia por San Pío X. En 1929, cuatro años después de su canonización, el Papa Pío XI lo declarará:
"Patrono de todos los párrocos del mundo"
"El Cura de Ars sigue siendo para todos los países un modelo sin igual, a la vez del cumplimiento del ministerio y de la santidad del ministro"
"¡Oh que el sacerdote es algo grande!"
Exclamaba Juan María Vianney, pues puede ofrecer Dios a los hombres y los hombres a Dios; es el testigo de la ternura del Padre hacia cada uno y el artesano de su salvación. El Cura de Ars es nuestro hermano mayor en el sacerdocio, al lado de quien cada sacerdote del mundo puede venir a confiar su ministerio o su vida sacerdotal.
Una llamada universal
a la santidad
a la santidad
"Te enseñaré el camino del Cielo"
Había contestado al pastorcillo que le mostró el camino de Ars, es decir:
"Te ayudaré a convertirte en un santo. Allí donde los santos pasan, Dios pasa con ellos"
Precisará él más tarde. Por último, invita a cada uno a dejarse santificar en este mundo por Dios, a tomar los medios para esta unión con Dios aquí en la tierra, y por la eternidad.
Atacado
por las fuerzas del demonio
por las fuerzas del demonio
Era de esperarse que un triunfo tan grande de la religión, así como la santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia del infierno. Por un período de 35 años el Santo Cura de Ars fue asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el demonio. La ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es la tentación. El demonio también puede asechar las almas de diversas maneras.
- Asedio: Acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.
- La Obsesión: Va más allá. Puede ser externa, cuando el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo, o interna, cuando influencia la imaginación o la memoria.
- Posesión: Cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbiterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al principio, el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de medianoche se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana, pero no vio nada, sólo la luz de la luna. Decía:
"Por 15 minutos la casa retembló y mis piernas también"
Nunca más quiso quedarse en la casa. Ésto ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no estaba en el pueblo. Una mañana el demonio incendió su cama. El santo se disponía a revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de "fuego, fuego". Él sólo le dio las llaves del cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio quería parar la Santa Misa y no se lo permitió. Lo único que dijo fue:
"El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula"
Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego. El demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o ruidos de caballo, y hasta gritaba debajo de la ventana del santo:
"Vianney, Vianney, come papas"
El propósito de todo ésto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde le arrancaba muchas almas de sus garras. Pero para 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor, con un poder extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las personas poseídas. El santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua batalla con el pecado, a través de su trabajo en el confesionario. El gran milagro de Ars era el confesionario. Miles de personas acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con él.
La oración según
el Santo Cura de Ars
"Hermosa obligación del hombre: orar y amar.
Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.
El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable.
En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno sólo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión con Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.
Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con Él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.
Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.
Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y Santa Coleta veían a Nuestro Señor y hablaban con Él del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de Ti..." Muchas veces pienso que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro".
Autor: San Juan María Vianney
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente
amoroso Dios, y prefiero morir
amándote que vivir
un instante sin Ti.
amoroso Dios, y prefiero morir
amándote que vivir
un instante sin Ti.
Te amo, Oh mi Dios,
y mi único temor es ir al infierno,
y mi único temor es ir al infierno,
porque ahí nunca tendría
la dulce consolación de tu amor,
la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita
cada vez que respiro.
que mi corazón lo repita
cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia
de sufrir mientras que te amo.
de sufrir mientras que te amo.
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera,
no sólo amarte
pero sentir que te amo.
pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca
estés de mi hora final
estés de mi hora final
aumentes y perfecciones
mi amor por Ti.
mi amor por Ti.
Amén.
Fuente - Texto tomado de WIKIPEDIA.ORG:
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
Fuente - Texto tomado de SANTUARIO DE ARS:
Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
Fuente - Texto tomado de DEVOCIONES.ORG:
http://www.devociones.org/oraciondeamoradios.htm