Halloween significa "All hallow's eve", palabra que proviene del inglés antiguo, y que significa "Víspera de todos los santos", ya que se refiere a la noche del 31 de octubre, Víspera de la Fiesta de Todos los Santos. Sin embargo, la antigua costumbre anglosajona le ha robado su estricto sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas. Halloween marca un triste retorno al antiguo paganismo, tendencia que se ha propagado también entre los pueblos hispanos.
Festividad de todos los santos
Sin embargo, para los creyentes es la Fiesta de Todos los Santos, la que verdaderamente tiene relevancia y refleja la fe en el futuro, para quienes esperan y viven según el Evangelio predicado por Jesús. El respeto a los restos mortales de quienes murieron en la fe y su recuerdo, se inscribe en la veneración de quienes han sido "templos del Espíritu Santo".
Pensándolo desde la fe
Una propuesta de temas para considerar detenidamente nuestra fe católica y la actitud que debemos tomar ante el Halloween. Ante todos estos elementos que componen hoy el Halloween, vale la pena reflexionar y hacerse las siguientes preguntas:
¿Es que, con tal que se diviertan, podemos aceptar que los niños al visitar las casas de los vecinos, exijan dulces a cambio de no hacerles un daño (estropear muros, romper huevos en las puertas, etc.)? Respecto de la conducta de los demás, se puede leer el criterio de Nuestro Señor Jesucristo en Lc. 6,31: "Tratad a los hombres de la misma manera que quisierais que ellos os tratasen a vosotros".
¿Qué experiencia (moral o religiosa) queda en el niño que para "divertirse" ha usado disfraces de diablos, brujas, muertos, monstruos, vampiros y demás personajes relacionados principalmente con el mal y el ocultismo, sobre todo cuando la televisión y el cine identifican estos disfraces con personajes contrarios a la sana moral, a la fe y a los valores del Evangelio? Veamos qué dice Nuestro Señor Jesucristo del mal y lo malo en Mt. 7,17: "Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos". Mt. 6,13: "Y no nos dejes caer en la tentación; más líbranos del mal. Amén". La palabra de Dios nos habla de esto también en 1a. Pe. 3, 8-12: "Finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amantes de todos los hermanos, misericordiosos, modestos, humildes, no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, antes al contrario, bienes o bendiciones; porque a esto sois llamados, a fin de que poseáis la herencia de la bendición celestial. Así, pues, el que de veras ama la vida, y quiere vivir días dichosos, refrene su lengua del mal, y sus labios no se desplieguen a favor de la falsedad. Desvíese del mal, y obre el bien; busque con ardor la paz y vaya en pos de ella. Pues el Señor tiene fijos sus ojos sobre los justos, y escucha propicio las súplicas de ellos, al paso que mira con ceño a los que obran mal".
¿Cómo podemos justificar como padres de una familia cristiana que nuestros hijos, el día de Halloween hagan daño a las propiedades ajenas? ¿No seríamos totalmente incongruentes con la educación que hemos venido proponiendo, en la cual se debe respetar a los demás y que las travesuras o maldades no son buenas? ¿No sería ésto aceptar que, por lo menos, una vez al año se puede hacer el mal al prójimo? ¿Qué nos enseña Nuestro Señor Jesucristo sobre el prójimo? Leamos Mt. 22, 37-40: "Respondióle Jesús: Amarás al Señor Dios tuyo de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente; éste es el máximo y primer mandamiento; el segundo es semejante a éste, y es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos está cifrada toda la ley y los profetas".
Con los disfraces y la identificación que existe con los personajes del cine... ¿no estamos promoviendo en la conciencia de los pequeños que el mal y el demonio son sólo fantasías, un mundo irreal que nada tiene que ver con nuestras vidas, y que por lo tanto no nos afectan? La Palabra de Dios afirma la existencia del diablo, del enemigo de Dios en St. 4,7: "Estad, pues, sujetos a Dios, y resistid con su gracia al diablo, y huirá de vosotros". 1a. Pe. 5,8: "Sed sobrios, y estad en continua vela; porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa qué devorar". Ef. 6,11: "Revestíos de toda la armadura de Dios, para poder contrarrestar a las asechanzas del diablo". Lc. 4,2: "Donde estuvo cuarenta días, y allí era tentado del diablo. En cuyos días no comió nada, y al cabo de ellos tuvo hambre".
¿Qué experiencia religiosa o moral queda después de la fiesta del Halloween?
¿No es Halloween otra forma de relativismo religioso, con la cual vamos permitiendo que nuestra fe y nuestra vida cristianas se vean debilitadas?
Si aceptamos todas estas ideas y las tomamos a la ligera en "aras de la diversión de los niños" ¿Qué diremos a los jóvenes (a quienes durante su infancia les permitimos jugar al Halloween), cuando acudan a los brujos, hechiceros, médiums, y los que leen las cartas y todas esas actividades contrarias a lo que nos enseña la Biblia?
Es que nosotros, como cristianos, mensajeros de la paz, el amor, la justicia, portadores de la luz para el mundo, ¿podemos identificarnos con una actividad en donde todos sus elementos hablan de temor, injusticia, miedo y oscuridad? Sobre el tema de la paz podemos leer Fil. 4,9: "Lo que habéis aprendido, y recibido, y oído, y visto en mí, ésto habéis de practicar; y el Dios de la paz será con vosotros". Gal. 5,22: "Al contrario, los frutos del espíritu son caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad". Ver qué dice Jesús sobre ésto en Mt. 5,14: "Vosotros sois la luz del mundo. No se puede encubrir una ciudad edificada sobre un monte". Jn. 8,12: "Y volviendo Jesús a hablar al pueblo, dijo: Yo Soy la luz del mundo; el que Me sigue, no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida".
Si somos sinceros con nosotros mismos y buscamos ser fieles a los valores de la Iglesia Católica, llegaremos a la conclusión de que el Halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los Fieles Difuntos, y que todas sus connotaciones son nocivas y contrarias a los principios elementales de nuestra fe.
Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA: