
Por INFOVATICANA | 07 de Octubre de 2025
El 7 de octubre de 1571, las fuerzas cristianas reunidas en la Liga Santa, bajo el mando de Don Juan de Austria, derrotaron a la flota otomana en la Batalla de Lepanto, frente a las costas de Grecia. Fue una victoria decisiva para la Europa cristiana, amenazada entonces por el avance musulmán en el Mediterráneo, y que la Iglesia atribuyó desde el primer momento a la intercesión de la Santísima Virgen del Rosario.
El contexto: la amenaza otomana
En el siglo XVI, el Imperio otomano representaba una amenaza constante para Europa. Tras conquistar Constantinopla en 1453 y dominar gran parte del Mediterráneo oriental, su expansión ponía en peligro las costas italianas y españolas. El Papa San Pío V, consciente del peligro, promovió la creación de una gran coalición cristiana que uniera a las potencias católicas. Así nació la Liga Santa, formada por España, Venecia, los Estados Pontificios y otras fuerzas aliadas.
Una victoria atribuida a la Virgen
La batalla tuvo lugar en el golfo de Patras, el 7 de octubre de 1571. Pese a que la flota otomana era numéricamente superior, la Liga Santa obtuvo una victoria aplastante. Ese mismo día, en Roma, el Papa San Pío V convocaba al pueblo a rezar el Rosario por el éxito de la cristiandad. Cuando recibió la noticia del triunfo, proclamó que la victoria se debía a la intercesión de la Virgen María. En memoria de aquel hecho instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, que poco después sería conocida como la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, celebrada hasta hoy cada 7 de octubre.
Lepanto y la identidad de Europa
La batalla no solo frenó el avance turco en el Mediterráneo, sino que también marcó un hito en la conciencia de Europa: la fe, unida a la valentía de los soldados cristianos, había defendido la civilización occidental frente a la amenaza islámica. Miguel de Cervantes, que participó en la contienda y perdió el uso de su mano izquierda, describió Lepanto como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.
Una lección para el presente
Hoy, más de 450 años después, Lepanto sigue siendo recordada no solo como una victoria militar, sino como un acontecimiento espiritual: la Cristiandad salvada por la oración del Rosario. En tiempos en que la fe católica se ve acosada por la secularización y por nuevas formas de hostilidad cultural y política, la lección de Lepanto sigue vigente: la unidad de los cristianos y la confianza en la Virgen María son las armas verdaderas frente a toda amenaza.
De Juan Pablo II a Benedicto XVI: Lepanto y el Rosario en el magisterio reciente
San Juan Pablo II, en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (2002), recordó expresamente la victoria de Lepanto como signo del poder del Rosario, invitando a los fieles a redescubrir esta oración como arma espiritual frente a los desafíos de la modernidad. El Papa polaco no dudó en afirmar que el Rosario es un medio eficaz “para obtener la paz en los corazones, en las familias, en las naciones y en el mundo”.
Por su parte, Benedicto XVI, al celebrar en 2011 los 440 años de Lepanto, señaló que la devoción al Rosario sigue siendo una escuela de fe, donde el cristiano aprende a contemplar el rostro de Cristo con los ojos de María. Para Ratzinger la memoria de Lepanto no era un mero episodio bélico, sino la prueba de cómo la oración común puede cambiar la historia y sostener la identidad cristiana de Europa.
El Rosario, auxilio de los cristianos
Como recordó San Pío V, al instituir la fiesta de Nuestra Señora del Rosario en acción de gracias por Lepanto, María se muestra siempre como “auxilio de los cristianos”. Con el rezo del Rosario, decía el Pontífice, la Iglesia recibe de la Madre de Dios el sostén necesario en los combates espirituales y temporales. A más de cuatro siglos de aquella victoria, la exhortación de Pío V sigue viva: volver al Rosario es volver a la certeza de que la Virgen acompaña y protege a su pueblo frente a toda amenaza.
Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM: