De repente, un porcentaje significativo de nuestras élites sociales e intelectuales han sucumbido al engaño de que una niña puede ser un niño, y un niño una niña, o cualquier él, ella, ne, ze, zi o cualquier otra cosa que deseen.
Wanda Skowronska – Julio 01 de 2018 - 1:17 pm
La palabra «disidente» asociada, normalmente, con aquellos valientes opositores al régimen soviético durante la ‘Guerra fría’, puede muy bien ser aplicado hoy, a los psicólogos y psiquiatras opuestos a diagnósticos extraños. Los disidentes, por lo general, defienden verdades antipáticas y son silenciados a base de denuncias, ostracismo o prisión. Aunque no parece muy probable que los psicólogos sean enviados hoy a un ‘gulag’ físico, en su lugar, son enviados a uno social, donde esta ideología infiltra toda la profesión. Lo importante es que hay psicólogos disidentes que están dispuestos a arriesgarse al ‘gulag social o profesional’.
Recientemente, algunos psicólogos y psiquiatras manifiestan públicamente su desacuerdo con el fuerte activismo de los ‘lobbies’ para normalizar el «Trastorno de la identidad de género» (GID, por sus siglas en inglés), suprimiéndolo de la categoría de ‘trastorno’.
La edición más reciente del «Manual de trastorno mental, diagnóstico y estadística», volumen 5 (DSM5, utilizado en todo el mundo) dice que las personas que desean cambiar de género no padecen desorden o trastorno alguno, más bien padecen ‘Disforia de género’, es decir: «manifiestan una marcada incongruencia entre su género experimentado/expresado y su género biológico». Esto es un cambio enorme. Significa que las personas ‘transgénero’ no se sienten bien en su identidad natural como hombre o mujer, tal como cualquiera no se encuentra bien por sufrir un dolor de cabeza, pero ellos no tienen un trastorno o desorden. Pero muchos psicólogos saben que esto no es verdad, justamente. Las personas con GID existen y merecen un tratamiento compasivo como todo problema de salud mental.
Es muy importante darse cuenta que nuestra comprensión de los trastornos cambia con el tiempo. En el siglo XIX, muchos eran diagnosticados de ‘histeria’, pero los psicólogos desarrollaron un mejor pensamiento sobre el tema; más tarde, algunos pusieron su confianza en que la lobotomía (1) ayudaría a los pacientes, pero sabemos que fue un error y se suprimió; y ahora, algunos piensan que hay muchos tipos de géneros y que esto es perfectamente normal. Pero esto está cambiando algo que habíamos considerado correcto desde el principio. Desde luego, nadie tiene que jurar lealtad imperecedera al DSM5, pero debe confiarse en que los psicólogos y los psiquiatras aceptan la mayoría de lo que en él se dice, de manera que exista un acuerdo general sobre lo que es un trastorno psíquico y lo que no lo es. Este principio funciona razonablemente bien con los trastornos más importantes, tales como el trastorno bipolar o la esquizofrenia, pero con el intento por razones políticas de suprimir el GID del manual de diagnóstico se ha producido una división de alto nivel, totalmente inusual, entre los psiquiatras y los psicólogos.
Uno de los más importantes ‘disidentes’ es Paul McHugh, estadounidense, y católico, lleno de razón en su poderosa crítica. Antes, Jefe de Psiquiatría en el hospital Johns Hopkins, había trabajado en el proyecto original de cambio de sexo que se implantó allí en los 60, antes de tener segundas ideas al respecto. Sí, aquí hay un psiquiatra que ha admitido que se equivocó. Se dio cuenta de las terribles consecuencias para los que se entusiasmaron con la agenda del ‘transgenderismo’, diciendo que el foco del género variable «ha tomado características de culto», «tiene su propia jerga, su propio lenguaje», y «los chats de Internet que dan respuestas resbaladizas» a nuevos reclutas, y los clubs para un más fácil acceso a vestidos y estilos que apoyan el cambio de sexo».
McHugh, incluso llamó la atención de algunos miembros de la clase dirigente por algún tiempo, dándoles a conocer los resultados de su amplio análisis de lo que ocurría en la dirección de Internet ‘consecuencia del cambio de sexo’:
Lo más llamativo, su mortalidad (de los transgénero) por suicidio aumentó veinte veces más que los de la población normal. Este resultado estremecedor no tenía explicación hasta entonces, pero seguramente reflejaba la creciente sensación de soledad de que ya habían informado las personas según se hacían mayores, después de la cirugía. El alto índice de suicidios desafiaba, ciertamente, la política de prescripción de cirugía para el cambio de sexo.
En 1979, McHugh cerró completamente la clínica de identidad de género del hospital Johns Hopkins, explicando que un estudio demostró que la mayoría de las personas que se habían sometido a la cirugía de cambio de sexo «continuaban con los mismos problemas en sus relaciones, en el trabajo, en sus emociones, como antes de la operación. La esperanza que tenían de salir de aquellas dificultades emocionales y florecer psicológicamente no se habían cumplido». El tratamiento quirúrgico para la juventud ‘transgénero’, añadió, es como aplicar la liposucción a una persona anoréxica.
Describió, asimismo, a las ‘mujeres transgénero’ como ‘caricaturas de mujer’, porque la cirugía ‘falló’ por no poder cambiar muchos de sus rasgos, de sus características masculinas». Creía que los cambiados de sexo sufren un trastorno de propia aceptación y reafirmó, después de examinar las dolorosas evidencias, que:
«Con estos hechos en la mano afirmo que el Hopkins estaba cooperando fundamentalmente con el desarrollo de la enfermedad mental. Nosotros, los psiquiatras, pienso que lo haríamos mejor si nos concentráramos en tratar de arreglar sus mentes y no sus genitales».
Otro psiquiatra estadounidense, el Dr. Richard Fitzgibbons, llegó a parecidas conclusiones, estableciendo que la reasignación quirúrgica es un «error categórico», por ofrecer soluciones quirúrgicas a problemas psicológicos, y lo más importante, que estas soluciones quirúrgicas ponen en peligro la vida de las personas afectadas.
Indicó, además, que el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre la situación de las personas que se han sometido a una reasignación quirúrgica de sexo (SRS, por sus siglas en inglés), fue un análisis sobre más de 300 personas que se habían sometido a estos tratamientos en Suecia durante los pasados treinta años. Este estudio de 2011 demostró que las personas sometidas a SRS tenían una diferencia considerablemente mayor de un alto riesgo de mortalidad, de conductas suicidas, y morbosidad psiquiátrica que la población en general.
En su muy completo estudio de todo lo escrito sobre este asunto, Fitzgibbons insiste en que, dentro de ciertos subgrupos, los jóvenes adquieren un mejor status si se someten al SRS en vez de permanecer homosexuales y se ha encontrado una conexión entre el autismo y el pensamiento trans-sexual.
Otro psicólogo, William Kilpatrick, declara que según su punto de vista:
«El pensamiento del engaño (el genderismo) ha llegado a ser una característica de la mente moderna» y lo que es trágico es que no solo la juventud está enredada en ello, sino que también ha sido adoptado por los profesionales que debían conocerlo mejor».
En un reciente artículo titulado «La normalización del pensamiento engañoso», manifiesta:
De repente, un porcentaje significativo de nuestras élites sociales e intelectuales han sucumbido al engaño de que una niña puede ser un niño, y un niño una niña, o cualquier él, ella, ne, ze, zi o cualquier otra cosa que deseen. Esto no es solo una rebelión contra las convenciones sociales, naturales, es una rebelión contra la realidad.
Si esta rebelión fuera personal o localizada, podría ser contenida. Pero como Kilpatrick (en conexión con el psicólogo canadiense Jordan Peterson) señala, hay una más siniestra motivación: existe la evidencia de un progresivo totalitarismo cogiendo en una trampa a las instituciones y disciplinas académicas occidentales.
Hay autoridades en las sociedades occidentales que quieren castigar a aquellos que decidan no honrar el engaño, incluso autoridades de la profesión psiquiátrica. El castigo se aplica en forma de denuncias públicas, expulsión del colegio profesional, incluso cargos legales en algunos casos. Aquí, la Psiquiatría y la Psicología, como en la Rusia soviética, están siendo coaccionadas para que acepten la nueva ortodoxia política y las denuncias en marea creciente en los medios siempre ayuda a minar la resistencia. Sin embargo, los disidentes arriba mencionados y muchos otros (entre ellos los psicólogos australianos), se mantienen firmes y rehúsan aceptar el engaño.
El joven, de 14 años, Patrick Mitchell, presente en el programa de televisión australiano, «60Minutos», se convirtió en un poderoso testigo al recuperarse de su proceso transgénero. Patrick, realmente, tenía un problema de identidad y habló de su confusión, «Yo no sabía quién era la persona que me miraba fijamente a la espalda». Después de ser diagnosticado de ‘Disforia de género’ y después de estar tomando hormonas para alterar su cuerpo durante un año, él dijo que un día se despertó y se dio cuenta de que no necesitaba cambiar de género, diciendo «Me di cuenta que podía ser feliz sin cambiar mi yo por completo». Comentando la situación de Patrick, el Profesor John Whitehall de la Universidad de Sidney Occidental, dijo que:
«El pedir la cirugía trans-sexual fue en realidad una llamada de socorro para corregir la enfermedad psicológica subyacente, pero los ideólogos del ‘género’ ponen las cosas peor al hacer que eso, la enfermedad, sea considerada una situación normal, llamando a esa solución, salud».
Sus palabras parecen el eco de las de la Dra. Michelle Cretella, presidente del Colegio Americano (Estadounidense) de Pediatras, quien cree que aprobando ésta equivocada clasificación del ‘género’ de los pacientes de ‘Disforia de género’, se está abusando psicológicamente de esos pacientes.
Los así llamados «profesionales» pueden no estar de acuerdo, pero el ejemplo del joven Patrick nos hizo un favor a todos; él estableció la verdad de que aunque tú puedas sentir ser de otro género, eso no significa que lo seas realmente. Si aquellos, los «profesionales», tomasen en serio la salud y el sentirse bien de los pacientes diagnosticados de ‘Disforia de género’, los activistas del ‘género’ harían bien en escuchar a Patrick. Y los psicólogos disidentes pueden mostrar su ejemplo a otros jóvenes, ofreciéndoles así esperanza que hay remedios cuando los conflictos de identidad les asaltan, sin necesidad de alterar su cuerpo con cirugía.
La verdad, al final, tiene un camino para triunfar sobre los ruidosos intentos de negarla. Con la ayuda de los disidentes, otros, como Patrick, llegarán a aprender esto también.
Fuente - Texto tomado de INFOCATÓLICA.COM: