Presbítero. Nació en Florencia (Italia) en 1515 y murió en 1595. Fue llamado el Apóstol de Roma porque su obra consistió en reevangelizar la ciudad y lo realizó con gran éxito. Por toda Roma derrama sus caridades, sus fervores, su alegría contagiosa, la certeza de que hay más alegría en la virtud que en el pecado. Es proverbial su don de lágrimas, y de hacer milagros.
Se le atribuye haber resucitado al príncipe Paolo Massimo, para que confesase un pecado.
Resurrección del Príncipe Paolo Massimo
Se le atribuye haber resucitado al príncipe Paolo Massimo, para que confesase un pecado.
Paolo, era el hijo mayor del príncipe Fabrizio Massimo. San Felipe Neri levantó a la vida a Paolo el 16 de marzo de 1583. Paolo, un muchacho de 14 años, fue uno de los favoritos de San Felipe y su penitente. Cayó enfermo en enero, y el 16 de marzo se encontró que iba a morir. La niñera de la infancia corrió para convocar a San Felipe, pero él estaba diciendo misa y tenía que esperar. Al enterarse de su misión, partió inmediatamente para el palacio de los Massimo. Pero llegó demasiado tarde, media hora antes, Paolo había exhalado su último aliento, en presencia del sacerdote que le había dado la extremaunción, y que había dejado la casa. San Felipe se arrodilló por unos minutos junto al cadáver, temblando por la palpitación de su corazón, como era costumbre debido a la oración ferviente. Luego, levantándose, roció el cadáver con agua bendita, y gritó a gran voz:
"¡Paolo, Paolo!"
Con estas palabras, el niño abrió los ojos, como si despertara de un sueño, y respondió:
"Padre".
Y añadió tras una pausa:
"Me había olvidado un pecado, y quiero confesarlo".
San Felipe colocó un crucifijo en la mano del niño, escuchó su confesión y le dio la absolución. Cuando la familia regresó San Felipe estaba hablando con Paolo, y la conversación duró cerca de media hora. Por fin San Felipe le preguntó:
"¿Si estás dispuesto a morir?"
"Sí", contestó el chico. "La mayoría quiere, porque yo quiero ver a mi madre y su hermana en el cielo".
Entonces San Felipe le dio su bendición, diciendo:
"Id, pues, Dios los bendiga y ore por mí".
Y al instante, sin el menor movimiento, pero con una mirada tranquila y alegre, Paolo, una vez más expiró en brazos de San Felipe.
Estos hechos fueron testimonio bajo juramento por Fabrizio Massimo, padre de Paolo, Violante de Santa Croce, su segunda esposa, y Francesca, la sirvienta, que fueron testigos de este hecho.
Sus comienzos fueron muy modestos, ya que iba por la calle o al mercado y empezaba a conversar con las gentes, particularmente con los empleados de los bancos y las tiendas del barrio de Sant'Angelo. Como era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores.
"¡Paolo, Paolo!"
Con estas palabras, el niño abrió los ojos, como si despertara de un sueño, y respondió:
"Padre".
Y añadió tras una pausa:
"Me había olvidado un pecado, y quiero confesarlo".
San Felipe colocó un crucifijo en la mano del niño, escuchó su confesión y le dio la absolución. Cuando la familia regresó San Felipe estaba hablando con Paolo, y la conversación duró cerca de media hora. Por fin San Felipe le preguntó:
"¿Si estás dispuesto a morir?"
"Sí", contestó el chico. "La mayoría quiere, porque yo quiero ver a mi madre y su hermana en el cielo".
Entonces San Felipe le dio su bendición, diciendo:
"Id, pues, Dios los bendiga y ore por mí".
Y al instante, sin el menor movimiento, pero con una mirada tranquila y alegre, Paolo, una vez más expiró en brazos de San Felipe.
Estos hechos fueron testimonio bajo juramento por Fabrizio Massimo, padre de Paolo, Violante de Santa Croce, su segunda esposa, y Francesca, la sirvienta, que fueron testigos de este hecho.
Forma de Evangelizar y lograr la Conversión de feligreses
Sus comienzos fueron muy modestos, ya que iba por la calle o al mercado y empezaba a conversar con las gentes, particularmente con los empleados de los bancos y las tiendas del barrio de Sant'Angelo. Como era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores.
Así fue logrando, poco a poco, que numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras:
"Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?"
Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de sus devociones favoritas.
Víspera de Pentecostés de 1544
San Felipe Neri se hallaba en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, como derribado y exclamó con acento de dolor:
"¡Basta, Señor, basta. No puedo soportarlo más!"
Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que su pecho estaba hinchado, teniendo un bulto del tamaño de un puño; pero jamás le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. Tan fuertes eran las palpitaciones de su corazón que otros podían oírlas y sentir sus palpitaciones, especialmente años más tarde, cuando como sacerdote, celebraba la Santa Misa, confesaba o predicaba. Había también un resplandor celestial que desde su corazón emanaba calor. Tras su muerte, la autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón.
Aparición de la Virgen y curación
Fue siempre de salud delicada. En cierta ocasión, la Santísima Virgen se le apareció y le curó de una enfermedad de la vesícula. El suceso aconteció así:
El santo había casi perdido el conocimiento, cuando súbitamente se incorporó, abrió los brazos y exclamó:
"¡Mi hermosa Señora! ¡Mi santa Señora!"
El médico que le asistía le tomó por el brazo, pero San Felipe le dijo:
"Dejadme abrazar a mi Madre que ha venido a visitarme".
Después, cayó en la cuenta de que había varios testigos y escondió el rostro entre las sábanas, como un niño, pues no le gustaba que le tomasen por santo.
Dones extraordinarios
San Felipe tenía el don de curación, devolviéndole la salud a muchos enfermos. También, en diversas ocasiones, predijo el porvenir. Vivía en estrecho contacto con lo sobrenatural y experimentaba frecuentes éxtasis. Quienes lo vieron en éxtasis dieron testimonio de que su rostro brillaba con una luz celestial.
Dichos de San Felipe
"Quien quiera algo que no sea Cristo,
no sabe lo que quiere;
quien pida algo que no sea Cristo,
no sabe lo que pide;
quien no trabaje por Cristo,
no sabe lo que hace".
"¿Cómo es posible que alguien que cree en Dios
pueda amar algo fuera de Él?"
"¿Oh Señor que eres tan adorable
y me has mandado a amarte,
por qué me diste tan sólo un corazón
y éste tan pequeño?"
Fuente - Textos tomados de:
http://www.corazones.org/liturgia/santos/felipe_neri.htm#DICHOS%20DE%20SAN%20FELIPE