A finales del siglo XIX y principio del siglo XX, el 1 de mayo se convirtió en una fecha reivindicativa y revolucionaria a favor de la clase obrera. El Papa Pío XII, en 1955, quiso darle una dimensión cristiana, e instituyó la fiesta de San José Obrero, que no sólo fue trabajador artesano humilde, sino el modelo de todo trabajador cristiano, que se afanó durante años, como servidor de la Sagrada Familia, sumergido en una gran intimidad con Dios. De esta manera el Papa proyectaba una luz nueva sobre la dignidad del trabajo, que ofrece el medio de perfeccionar la creación, sirviendo a Dios y a los hombres, imitando a Dios Creador y al Hijo de Dios también artesano como su padre José, y uniendo los sufrimientos y contrariedades del propio trabajo a la cruz de Cristo.
Hoy celebramos su oficio de carpintero de Nazaret: el sencillo trabajador que tiene que trabajar cada día, para sostener a su familia, con el sudor de su frente en un trabajo bien humilde, y en una vida oculta y laboriosa.
El evangelio no recoge ni una sola palabra suya. San José, más que con sus palabras, habla con sus actitudes y gestos, con su silencio, su obediencia, su trabajo. Fue un obrero auténtico que trabajaba de sol a sol en su modesto taller de carpintería. Él es un trabajador que cumple el mandato de Dios:
"Tomó Dios al hombre y lo puso en el jardín del Edén, para que lo cultivara y guardara" (Gn. 2,15).
Para que trabajara, a imagen de Dios trabajador, "Creador del cielo y de la tierra". "Mi Padre trabaja siempre".
El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el amor en la obra que Cristo ha venido a realizar (Jn. 17,4). Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz. Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra verdadero discípulo de Jesús llevando a su vez la cruz de cada día, en la actividad que ha sido llamado a realizar.
"El que no quiera trabajar que no coma", dice San Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El trabajo será tu baluarte, será tu defensa, contra el mundo porque te humilla, cuando la materia o el pensamiento se resisten a ser dominados y sientes que no avanzas. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amortigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pecados del mundo con Cristo trabajador, creando gracia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud.
Así es como el trabajo cristiano, se convierte en fuente de gracia y manantial de santidad. Pero si el hombre debe continuar creando con Dios, su trabajo debe ser entregado a la Iglesia y a la comunidad humana, llamada toda al Reino. El que trabaja, cumple un deber social. Ahora bien, si el trabajo es un deber, si el hombre debe trabajar, el hombre tiene el derecho ineludible de poder trabajar, de tener la posibilidad de ejercer el deber que le viene impuesto por la propia naturaleza, por el mismo Dios Creador, Trabajador, Redentor y Santificador. El derecho social al trabajo es consecuencia del deber del trabajo. Pío XII en la Sponsa Christi recuerda incluso a las monjas de clausura, el deber de trabajar con eficacia. Pero la realidad es que, así como hay en el mundo una injusticia social en el reparto de la riqueza, la hay también en el reparto del trabajo. Mientras haya parados, no puede haber hombres pluriempleados; por dos razones:
Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM:
http://encuentra.com/sin-categoria/la_fiesta_de_san_jose_obrero16315/
"El que no quiera trabajar que no coma", dice San Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El trabajo será tu baluarte, será tu defensa, contra el mundo porque te humilla, cuando la materia o el pensamiento se resisten a ser dominados y sientes que no avanzas. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amortigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pecados del mundo con Cristo trabajador, creando gracia con Él y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud.
Así es como el trabajo cristiano, se convierte en fuente de gracia y manantial de santidad. Pero si el hombre debe continuar creando con Dios, su trabajo debe ser entregado a la Iglesia y a la comunidad humana, llamada toda al Reino. El que trabaja, cumple un deber social. Ahora bien, si el trabajo es un deber, si el hombre debe trabajar, el hombre tiene el derecho ineludible de poder trabajar, de tener la posibilidad de ejercer el deber que le viene impuesto por la propia naturaleza, por el mismo Dios Creador, Trabajador, Redentor y Santificador. El derecho social al trabajo es consecuencia del deber del trabajo. Pío XII en la Sponsa Christi recuerda incluso a las monjas de clausura, el deber de trabajar con eficacia. Pero la realidad es que, así como hay en el mundo una injusticia social en el reparto de la riqueza, la hay también en el reparto del trabajo. Mientras haya parados, no puede haber hombres pluriempleados; por dos razones:
- Porque sus varios empleos quitan, roban puestos de trabajo a los que de él carecen.
- Porque los que tienen varios empleos, difícilmente los cumplirán bien y a tope.
La sociedad no puede desperdiciar energías, pero la Iglesia tiene que aprovechar todas las piedras vivas, para edificar el Cuerpo de Cristo.
"Dios todopoderoso, Creador del universo, que has impuesto la ley del trabajo a todos los hombres; concédenos que siguiendo los ejemplos de San José, y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y consigamos los premios que nos prometes"
"Todo lo que de palabra o de obra realicéis, hacedlo con toda el alma, sabiendo bien que recibiréis del Señor en recompensa la herencia" (Colosenses 3,14)
Oración a San José Obrero
Nos dirigimos a tí, Oh bendito San José,
nuestro protector en la tierra,
como quien conoce el valor del trabajo
y la respuesta a nuestro llamado.
A través de tu Santa Esposa,
la Inmaculada Virgen Madre de Dios,
y sabiendo el amor paternal
que tuviste a Nuestro Señor Jesús,
te pedimos nos asistas
en nuestras necesidades
y fortalezcas en nuestros trabajos.
Por la promesa de realizar dignamente
nuestras tareas diarias,
líbranos de caer en el pecado,
de la avaricia, de un corazón corrupto.
Sé tú el solícito guardián
de nuestro trabajo,
nuestro defensor y fortaleza
contra la injusticia y el error.
Seguimos tu ejemplo
y buscamos tu auxilio.
Socórrenos en todos nuestros esfuerzos,
para así poder obtener contigo
el descanso eterno en el Cielo.
Amén.
http://encuentra.com/sin-categoria/la_fiesta_de_san_jose_obrero16315/
Fuente - Texto tomado del Libro "San José - Custodio del Redentor - Caballeros de la Virgen - Julio de 2007"
Link - Amor Eterno:
http://diosysantidad.blogspot.com/2012/05/san-jose-obrero-fiesta-mayo-1.html