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Cuando una persona muere nadie se imagina lo que pasa de verdad. No hablamos del cuerpo. Hablamos de lo que pasa con el alma.
Según las visiones de la mística polaca Fulla Horak, los primeros días después de la muerte son más intensos y reales que toda la vida entera. Lo que ocurre ahí es impresionante.
Ahí aparece la Verdad. Una Verdad tan fuerte que, te muestra en un instante todo lo que fuiste… y todo lo que podrías haber sido.
Aquí te quiero contar qué sucede con el alma en los primeros 3 días después de la muerte.
Y cuáles son los círculos de purificación por los pasa, antes de llegar al Cielo.
Cuando el cuerpo se apaga, el alma no entra en una nube, ni en un sueño, ni en un túnel de silencio.
El alma sabe que todo terminó. Incluso si la muerte fue súbita, un accidente, un paro fulminante o un sueño profundo, la conciencia lo entiende con una claridad absoluta. Así lo describió la mística polaca Fulla Horak, de acuerdo a las visiones que le dieron ángeles, santos y almas del purgatorio.
Es un despertar a un mundo real, no a una ilusión. Es como si el alma dijera: “Esto es la verdad. Esto es lo que siempre estuvo detrás de todo”.
El mundo visible se vuelve una sombra y el invisible se vuelve definitivo.
El alma siente que ya no pertenece al cuerpo. Ese cuerpo es ahora un objeto abandonado.
Pero la conciencia no desaparece: aumenta. Los sentidos espirituales se abren con una intensidad, para la cual no tenemos comparación humana.
Cuando el alma queda separada de su cuerpo, ve su vida como Dios la ve.
Todo lo que creíamos haber justificado se cae en un segundo.
No puede decir “no era tan grave”, “todos lo hacen”, “yo no sabía”.
El alma entiende con precisión quirúrgica cada acción, cada omisión, cada oportunidad que rechazó. Fulla Horak explica que, en vida, uno puede esquivar la verdad. Puede mirar para otro lado. Pero después de la muerte, no.
Y por primera vez la persona comprende lo que pudo haber hecho.
El Alma comprende lo que significó cada acto, para el corazón de Dios.
Comprende lo que habría creado si hubiera respondido a la gracia.
Y no ve sólo sus acciones: ve sus intenciones, sus motivaciones, los efectos que causó en otros, ve lo que inspiró o lo que destruyó. Y en ese instante de comprensión total, empieza el sufrimiento más fuerte: el alma ve cuánto se alejó del bien por decisiones pequeñas, silenciosas, cotidianas. Y no hay rebeldía. El alma acepta la verdad porque sabe que es así. Desde el momento de la muerte hasta el día del entierro, el alma no deja la tierra. Permanece cerca de los suyos. Puede verlos, oírlos y sentirlos. Y sufre porque nadie entiende lo que ella está viviendo. La familia llora, se desespera, acaricia un cuerpo que ya no siente. Pero casi nadie reza.
Y ese es el dolor más grande para el alma. Las lágrimas de los seres queridos no la ayudan. Solo la oración, las misas ofrecidas, los sacrificios y las obras de caridad, pueden ayudarla.
Y cuando el alma ve que sus seres queridos están sumergidos en el dolor, pero no elevan ni una sola plegaria, siente una angustia profunda: “No pueden oírme. No saben que los necesito”.
Por eso, si la familia no reza, el alma busca a alguien más. Puede ser un vecino, un desconocido, una persona que pasó, y dijo una oración espontánea. Esa oración se convierte en una tabla de salvación. Y el alma se aferra a quien rezó por ella, como un náufrago se aferra a un tronco.
Cuando llega el entierro, o cuando se cumplen los tres días tradicionales, el alma se separa de la tierra de un solo golpe. Es un corte espiritual total. Ya no puede volver atrás. Ya no puede oír a los suyos. Ya no puede recibir lo que no se le dio.
Todo contacto con la tierra se rompe en un instante. Y la sensación es tremenda. El alma experimenta un contraste entre lo que fue la vida terrenal —pequeña, superficial, limitada—, y la inmensidad del mundo espiritual, que ahora se vuelve completamente real. Fulla Horak lo describe como entrar en un continente inmenso, después de haber vivido siempre en un cuarto oscuro.
El alma ve que el mundo material era apenas una sombra. Y que lo verdadero empieza ahora. Lo que antes llamaba “lo invisible” ahora es la realidad absoluta.
Y desde ese punto, el alma avanza hacia el Juicio Particular, donde se definirá su destino inmediato. El juicio no es un tribunal con preguntas. No hay diálogo. No hay acto teatral. Es un acto de comprensión instantánea.
El alma ve toda su vida a la luz de la justicia divina.
Dios no acusa: muestra. Y el alma reconoce la verdad con una claridad que jamás tuvo. La misericordia pertenece a la vida. Y después de la muerte, el juicio es la justicia perfecta. Y esa justicia es aceptada sin rebelión, porque el alma entiende que es exacta. En ese momento, el alma reconoce dos cosas:
Si está en gracia, desea a Dios con un amor gigantesco.
Si no está totalmente purificada, ese mismo amor se convierte en un dolor insoportable, porque sabe que no puede verlo todavía. Comprende que debe purificarse.
Y acepta la purificación como un acto de amor de Dios.
El juicio no condena al alma al purgatorio.
El alma elige purificarse, al ver que no está lista para entrar en la luz.
Y entra en el purgatorio. Cuando Horak describe el purgatorio, deja en claro que no es un “tiempo de espera”. Ni es un lugar simbólico.
El purgatorio existe y está organizado en círculos, o niveles de purificación.
El tormento principal es el anhelo de Dios: una atracción tan intensa hacia Él, que se vuelve dolorosa, porque la propia alma sabe que todavía no puede acercarse.
Cada círculo corresponde a un tipo de desorden espiritual.
Y cada alma entra en los círculos que necesita, no en todos.
Y avanza en la medida que se purifica lo que ese círculo corrige.
Cada alma recorre el camino que le corresponde a su vida, sus pecados, sus omisiones y sus heridas interiores.
El Círculo del Deambular es el más terrible. Oscuridad, confusión, desorientación. El alma no sabe quién es ni hacia dónde va. Se siente perdida. Es el efecto de una vida vivida sin dirección espiritual, sin fe o con fe superficial.
En el Círculo de Tinieblas el alma ve sus pecados con una claridad dolorosa. No hay olvido. No hay excusas. Es una revisión interior minuciosa y constante.
Por el Círculo de los Idólatras pasan quienes pusieron por delante: dinero, éxito, pareja, ideologías, poder, o a sí mismos. Ven sus ídolos frente a ellos. Y esa imagen les bloquea la luz de Dios. Es el dolor de haber adorado lo equivocado.
Al Círculo de los Cómplices entran aquellos que pecaron juntos. Relaciones tóxicas, amores desordenados, alianzas malas. No pueden separarse. Y sufren al ver la verdad de lo que hicieron.
En el Círculo de las Consecuencias el alma ve el daño causado: a hijos, nietos, alumnos, parejas, comunidades, etc. Ve cómo sus decisiones marcaron generaciones. Y ese sufrimiento es de los más profundos.
Los últimos círculos son la fase final de purificación antes de la entrada al Cielo.
En el Círculo del Deseo van almas marcadas por pecados de impureza. Sienten una sed inmensa de limpieza y orden interior.
En el Círculo de las Decepciones, se purifican las almas que vivieron saltando de idea en idea, sin constancia, sin terminar nada.
En el Círculo de la Esperanza Engañosa se purifican las almas que prometieron mucho y cumplieron poco. Creen que el tormento termina, pero no termina. Y esa espera purifica.
El Círculo de la Justa Penitencia es el más amplio. Aquí el alma ve con total claridad cada decisión donde eligió mal. Pero ya no hay confusión, hay verdad, lucidez y deseo de reparación.
Y en el Círculo de la Indiferencia no hay sufrimiento, sólo espera. El alma sólo aguarda que las oraciones y las obras de misericordia, que hagan por ella, terminen de abrirle el camino al cielo. Y cuando ello se cumple, la puerta se abre. El alma entra en la Luz y comienza la Vida para la cual fue creada desde el principio.
Bueno, hasta aquí las visiones que Fulla Horak tuvo de ángeles, especialmente su Ángel de la Guarda, almas del purgatorio, y santos que la visitaban, como Santa Magdalena Sofía Barat, San Juan Bosco, Santa Teresa del Niño Jesús, San Juan María Vianney.
Y me gustaría preguntarte:
¿Has sentido alguna vez la presencia de un ser querido después de su muerte?
¿Sabes de alguien a quien le sucedió?
Y que Dios te bendiga, y te prepare para ese día que todos vamos a vivir...
Fuente - Video y textos tomados de YouTube:

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