Mi nota personal

Sólo Dios nos guía y ayuda...
¡Aférrate a Su Bendita Mano
y verás Milagros!
En los últimos tiempos, resulta difícil escapar de la barahúnda de frases motivacionales. Las redes sociales, las tazas, los cuadernos y hasta los bares o las etiquetas del té parecen haberse convertido en una especie de coaching emocional exprés. Son frases que suenan bien, transmiten buenas vibraciones e incluso tienen la intención de empoderarnos, pero muchas veces consiguen el efecto opuesto: generar sentimiento de culpa, autoexigencia y frustración.
En otras palabras, muchas de las frases más comunes que nos “venden” como manual de autoayuda emocional están tan desconectadas de la realidad y destilan un optimismo tan naïve que terminan siendo tóxicas al convertirse en una sofisticada forma de sobreexigencia condenada al fracaso de antemano.
Las 10 frases tóxicas más comunes que probablemente te has repetido
Son cortas y transmiten un mensaje claro, pero tomárnoslas al pie de la letra puede acabar haciendo añicos nuestra autoestima, conduciéndonos a un callejón sin salida al ignorar la complejidad humana y de la propia vida.
1. “Si quieres, puedes”
Suena inspirador y transformador… hasta que toca enfrentarse a la vida real. Esta frase idealiza la voluntad, equiparándola casi a un superpoder, mientras ignora la sociedad, la biología y las circunstancias. Básicamente, es como decirle a alguien con insomnio: “si de verdad quisieras dormir, ya estarías en los brazos de Morfeo”.
La fuerza de voluntad es importante. No se discute. Pero no todo depende de ella. Aunque no nos guste reconocerlo, estamos sujetos a límites físicos, emocionales y sociales que no se superan con tanta facilidad como sacudirse el polvo del camino. Querer no siempre equivale a poder. A veces, querer solo equivale a frustrarse aún más.
2. “Nadie puede dañarte sin tu consentimiento”
Esta frase es altamente tóxica porque niega nuestra vulnerabilidad. Básicamente, el mensaje encubierto que transmite es: si te sientes mal por algo que te han hecho, es culpa tuya. Así se libera de toda responsabilidad a la persona que nos dañó y nos revictimiza.
Cuando alguien significativo nos ridiculiza, menosprecia, ignora, traiciona o abandona, nos duele. No somos robots. Somos humanos. Y cada vez que entablamos una relación nos exponemos a que nos dañen. No es sensato pensar que podemos vivir en una burbuja a buen recaudo de las heridas que causan los desengaños y las desilusiones, sobre todo cuando amamos plenamente, nos comprometemos y entregamos.
3. “Lo que no te mata te hace más fuerte”
Ojalá fuera así. Pero no. A veces, lo que no nos mata nos deja en años de terapia, con ansiedad o con una visión del mundo un poco más cínica. El crecimiento postraumático es lo ideal, pero también debemos ser conscientes de que hay personas que no crecen en la adversidad.
No todo trauma transmuta en sabiduría: a veces solo deja cicatrices y una dosis extra de desconfianza o desesperanza. Hay experiencias que fortalecen y otras que simplemente duelen. Por tanto, esta frase romantiza el sufrimiento, como si todo dolor trajera la semilla de una revelación mística o vital.
4. “El pasado no importa, solo el presente cuenta”
Podría ser maravilloso borrar selectivamente todo lo incómodo del pasado, pero resulta que nuestro cerebro no tiene una función de “eliminar historial”. El pasado importa: moldea nuestra identidad, reacciones, forma de amar e incluso de defendernos. Negar su influjo es como intentar construir una casa sin comprobar el estado de los cimientos.
El pasado es fundamental para entendernos. Sin esas historias, nos faltarían piezas de nuestro rompecabezas vital. De hecho, no mirar atrás no nos hace libres, nos vuelve inconscientes, haciendo que tropecemos mil veces con la misma piedra. El pasado no es una sentencia, pero marca e influye.
5. “El tiempo lo cura todo”
El tiempo no cura las heridas, eres tú quien se cura a lo largo del tiempo. Y la diferencia es importante. El paso del reloj por sí solo no es garantía de sanación. Lo que nos sana y nos permite recomponer los pedazos rotos son las decisiones que vamos tomando a lo largo del tiempo.
Lo que cura es lo que hacemos mientras el tiempo pasa: hablar de lo que nos duele, intentar entender lo que nos pasó, llorar, perdonar y, finalmente, integrarlo en nuestra historia vital. Asumir una actitud pasiva, esperando que el tiempo se encargue de todo el “trabajo” es como pensar que una herida se cierra simplemente porque el reloj avanza. Si no la limpias bien, es probable que se infecte.
6. “No te tomes nada personal”
Es un consejo excelente. Excepto por el hecho de que no somos monjes zen ni vivimos aislados en la cima de una montaña. Y muchas de las cosas que nos ocurren son personales. Si alguien nos grita, humilla, ignora o nos falta al respeto, es personal. Y pretender que no nos afecta es irrealista. De hecho, albergar esa expectativa generará un doble disgusto porque además de sentirnos mal por lo ocurrido, también nos recriminaremos por habérnoslo tomado demasiado a pecho.
Así esta frase se vuelve tóxica porque fomenta la desconexión emocional, como si la clave de la paz interior fuera la indiferencia absoluta. Pero no hay madurez en anestesiarse. La madurez radica en sentir sin hundirse. Lo que no tiene sentido es quedarse atrapado en el rencor, la ira o convertir cada comentario en una tragedia.
7. “Sé feliz pase lo que pase”
Ser feliz se ha convertido en el undécimo mandamiento. Por supuesto, ser feliz es importante, pero no lo es todo. No se puede ser feliz siempre. Nuestro universo emocional es extremadamente rico y variado, por lo que también está compuesto por sentimientos como la tristeza, el enfado o el miedo.
Todas las emociones son válidas, por lo que pretender sentirse bien todo el tiempo solo añade una tensión adicional completamente innecesaria. De hecho, psicólogos de la Universidad de California constataron que la búsqueda obsesiva de la felicidad se asocia a un mayor riesgo de depresión. Por tanto, es mejor fluir con la vida que obsesionarse con buscar la felicidad a toda costa.
8. “Todo cambia si cambias tu actitud”
No todo. Sonreírle a un jefe insoportable o pensar positivo mientras te suben las cuotas de la hipoteca no solucionará el problema. Quizá te haga sentir mejor momentáneamente, pero la realidad tiene la mala costumbre de persistir, por lo que seguirá estando ahí cuando termines de sonreír.
Esta frase tiene un problema de base: confunde influencia con control. Es cierto que nuestra actitud influye en la manera en que afrontamos las cosas, pero eso no significa que cambie las cosas en sí. Podemos adoptar una actitud tranquila en medio de una tormenta, pero seguiremos mojándonos igualmente. A veces, lo que de verdad cambia las cosas no es la sonrisa interior, sino poner límites, pedir ayuda o exigir mejoras. El optimismo no sustituye a la acción, solo la acompaña.
9. “Tu vida es el reflejo de tus pensamientos”
Según esta lógica, si algo malo nos pasa, es porque teníamos pensamientos demasiado negativos. Además de ser pseudociencia, es una receta perfecta para la culpa porque convierte el dolor y el sufrimiento en un fallo mental. Y pasarlo mal ya es bastante duro de por sí, como para encima pensar que atrajimos la desgracia por no pensar suficientemente positivo.
Por supuesto, nuestros pensamientos influyen en nuestras emociones y conductas, pero no son los únicos ladrillos con los que construimos nuestra vida. La realidad a veces es muy tozuda y no cambia por muchos pensamientos positivos que alimentemos. Podemos intentar mirar el lado bueno de las cosas, pero también es importante que nos preocupemos por resolverlas porque pensar positivo no basta.
10. “El fracaso no existe”
El fracaso existe. Llega a nuestra vida en forma de errores, intentos fallidos, exámenes suspendidos, amores condenados… Y negarlo es como ponerle purpurina a una herida abierta. De hecho, incluso nos roba la oportunidad de aprender de esos fallos. A fin de cuentas, si todo “es una lección”, ¿cuándo reconocemos que algo simplemente salió mal y que necesitamos cambiar de enfoque?
A veces simplemente fracasamos, y no hay que tener miedo de reconocerlo. Forma parte de estar vivo y experimentar. Aceptar el fracaso no es rendirse: es tener los pies en la tierra. Y eso es lo que nos permite crecer sin autoengañarnos.
La trampa de convertir la vida en un eslogan
Todas estas frases tienen algo en común: simplifican la complejidad de la vida y del mundo. Reducen el comportamiento humano a una especie de fórmula motivacional, donde todo depende de la voluntad, de pensar positivo o de tener la actitud adecuada. Pero la Psicología no es un SPA adornada con frases bonitas, es un campo donde también se manifiestan la contradicción, el dolor y la imperfección.
Detrás de cada frase de “autoayuda rápida” hay una trampa invisible a la que debemos prestar atención: si no te sale bien, la culpa es tuya. No lo quisiste lo suficiente. No te esforzaste lo suficiente. O no tuviste la actitud adecuada. Y así, en lugar de aliviar el sufrimiento, estas frases tóxicas lo amplifican.
Una alternativa más humana consiste en entender que a veces lo que necesitamos no son más frases motivacionales, sino más comprensión, autoempatía y compasión. A veces no necesitamos empujarnos más, sino cuidarnos más. Y aceptarnos – con nuestras virtudes y defectos.
Referencia:
Ford, B. Q. et. Al. (2014) Desperately Seeking Happiness: Valuing Happiness is Associated With Symptoms and Diagnosis of Depression. J Soc Clin Psychol; 33(10): 890–905.
Fuente - Texto tomado de RINCONPSICOLOGIA.COM: