sábado, 13 de abril de 2024

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Creyentes no afiliados: la ideología LGBT hace abandonar la fe


Por Redaccioninfovaticana | 13 de Abril de 2024


(Tommaso Scandroglio en la Nuova Bussola Quotidiana) - Interesante encuesta la realizada por el Public Religion Research Institute (PRRI), titulada Religious Change in America.

Los resultados de esta encuesta realizada a 5.600 adultos nos informa de que «una cuarta parte de los estadounidenses (26%) se identifican como religiosamente no afiliados [es decir, que no pertenecen a una religión organizada] en 2023, un aumento de 5 puntos porcentuales desde el 21% en 2013. Casi uno de cada cinco estadounidenses (18%) ha abandonado una tradición religiosa para convertirse en no afiliado religioso». Las mayores deserciones se dan entre los católicos (35%) y los protestantes tradicionales/no evangélicos (35%). El informe añade que «el número tanto de ateos como de agnósticos se ha duplicado desde 2013 (del 2% al 4% y del 2% al 5%, respectivamente)».

Además, como se puede intuir, salen más fieles de los que entran, hasta el punto de llegar a la conclusión de que «la única categoría religiosa importante que experimenta un crecimiento generalizado es la de los no afiliados religiosamente», aunque «aproximadamente tres de cada cuatro estadounidenses siguen identificándose con una tradición religiosa específica. […] La mayoría de los estadounidenses siguen identificándose como cristianos (67%)». En resumen, el paciente sufre una grave hemorragia, pero aún no ha muerto.

Entremos en las razones de este fenómeno que podríamos bautizar como fedexit: «La razón aducida por el mayor porcentaje de estadounidenses sin afiliación religiosa para abandonar su tradición de fe es que simplemente dejaron de creer en las enseñanzas de su religión (67%)». En concreto, el 47% «citó las enseñanzas o el trato negativo hacia gays y lesbianas como un factor importante en su decisión de abandonar» su religión (era el 29% en 2016). La segunda razón para dejar la práctica religiosa está relacionada con la educación en la familia (41%). Y luego encontramos: la religión es un factor perjudicial para la salud mental (32%) y el abuso sexual del clero (31%). Por supuesto, se podrían dar más respuestas.

Detengámonos en el 47% que ha abandonado la práctica religiosa a causa de las enseñanzas de su iglesia sobre cuestiones LGBT o sobre cómo se trataría a las personas homosexuales y transexuales en los círculos religiosos. La mayoría de ellos votan a los demócratas, son hispanos (aunque la mayoría de los que han abandonado, por la razón que sea, tienen origen caucásico) y tienen menos de 30 años.

También son muchos los que abandonan la Iglesia católica por sus posturas críticas con las cuestiones LGBT y por cómo trata a las personas homo y trans. Un par de reflexiones al respecto.
 
La primera es que la ideología LGBT es tan poderosa y omnipresente que socava la fe de los creyentes, sobre todo porque consigue presentar a la Iglesia católica como enemiga de las personas homosexuales y trans. Esta capacidad de envenenar la fe también se manifiesta cuando dicha ideología se reviste con los ornamentos sagrados. Por una aparente paradoja, la llamada pastoral LGBT -que incluye ante todo la posibilidad de bendecir a las parejas homosexuales- es una solución peor que mala porque no acerca a las personas a la Iglesia, sino que las aleja, ya que les inculca o refuerza una orientación pro-LGBT y, por tanto, contraria a la doctrina de la Iglesia. Consolidar la condición homosexual o trans en una persona la lleva a chocar con las enseñanzas de la Iglesia y puede animarla a abandonarla. Fomenta la exclusión, no la inclusión.

Segunda reflexión: los creyentes abandonan la Iglesia católica por motivos relacionados con las cuestiones LGBT, porque la Iglesia, por un lado, ya no es capaz de explicar por qué la homosexualidad y la transexualidad no son buenas para la humanidad y, por tanto, contrarias a la voluntad de Dios. Más concretamente, los católicos no solo ya no son capaces de hacer apologética sobre estas cuestiones, sino que no quieren hacerla. Al contrario, van en la dirección contraria, declarando, por ejemplo, que la homosexualidad es algo bueno (véase Fiducia supplicans).

En otro orden de cosas -y aquí llegamos a la razón más importante por la que las cuestiones LGBT son tan discriminatorias con respecto al abandono religioso-, la clarísima enseñanza del Magisterio sobre la homosexualidad y la transexualidad ya no es cultura. Fue cultura una vez, hoy ya no lo es. Así que su enseñanza sigue siendo estéril, letra muerta, confinada a los libros y, por tanto, percibida como falsa, ya no relevante para los valores compartidos de la sociedad.

Y, de hecho, es bastante interesante esta respuesta, siempre vinculada a las razones por las que uno abandona su religión: solo el 16% de los que la abandona declara: «Me siento vinculado a una religión como parte de mi origen étnico o de mi herencia cultural», lo que significa que la religión no se ha convertido en cultura, vida, existencia, es decir, en un criterio de juicio para las elecciones cotidianas, de las menos a las más relevantes. Por tanto, cuando ese 67% antes mencionado nos dice que ha abandonado su religión porque ya no comparte sus ideas, significa que esas ideas no se han convertido en costumbres, prácticas, hábitos, estructuras sociales, sensibilidades compartidas, conciencia colectiva, orientaciones culturales generalizadas. En resumen, la gente abandona la Iglesia porque ya no tiene que ver con su vida.

Como prueba de que la verdadera razón del abandono, porque la más profunda, es cultural, reportamos estos datos: «Una escasa mayoría de estadounidenses (53%) dice que la religión es lo más importante (15%) o una de las muchas cosas importantes en sus vidas (38%) en 2023, lo que es significativamente menor que en 2013, cuando el 72% de los estadounidenses informó que la religión era lo más importante en sus vidas (27%) o una de muchas cosas importantes (45%). Por el contrario, una pluralidad de estadounidenses (45%) afirma que la religión no es tan importante como otras cosas (19%) o que la religión no es importante en absoluto en sus vidas (26%) […] casi el doble que hace una década».

Por lo tanto, la religión, incluida la católica, no se ha convertido en cultura. De ello se deduce que incluso sus enseñanzas sobre la orientación sexual y la identidad sexual psicológica permanecen en la percepción colectiva como principios abstractos, desencarnados de la realidad. En cambio, los grupos de presión LGBT han convertido sus proclamas en cultura, en una forma generalizada de pensar y de vivir. El juego se ha vuelto, pues, desigual. Ahora es innegable que uno de los temas que más constantemente está en el orden del día es el mundo arco iris. Y así, como el movimiento LGBT ha conseguido convertirse en algo culturalmente importante y de interés primordial -un auténtico fenómeno social que es objeto de debate diario-, es inevitable que sus reivindicaciones se hayan convertido también en uno de los primeros motivos de salida de las religiones críticas con esta orientación.

Pero al fin y al cabo, nada nuevo bajo el sol:
 
 
«Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». (…) Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él» (Juan 6,60;66).


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM: