MARZO 25 DE 2010
Estando ya Elisabet en su sexto mes, envío Dios al ángel Gabriel a Nazaret, ciudad de Galilea, a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José; y el nombre de la virgen era María.
Y habiendo entrado el ángel a donde ella estaba, le dijo: "Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres."
Al oír tales palabras la Virgen se turbó, y púsose a considerar qué significaría una tal salutación.
Mas el ángel le dijo: "¡Oh María!, no temas, porque has hallado gracia en los ojos de Dios. Sábete que has de concebir en tu seno, y parirás un hijo, a quien pondrás por nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin."
Pero María dijo al ángel: "¿Cómo ha de ser eso, pues yo no conozco ni jamás conoceré varón alguno?".
El ángel en respuesta le dijo: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, o fecundará: por esta causa el fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a tu parienta Elisabet, que en su vejez ha concebido también un hijo; y la que se llamaba estéril, hoy cuenta ya el sexto mes; porque para Dios nada es imposible."
Entonces dijo María: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Y en seguida el ángel desapareciendo se retiró de su presencia.