lunes, 26 de agosto de 2024

Santa Mónica - Viuda - Madre de San Agustín - Fiesta Agosto 27

   



Nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km. de la ciudad de Cartago en el año 331, de familia cristiana. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387.


Su esposo


Santa Mónica deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Éste era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira, ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones.

Mónica le perdonó muchas cosas a su esposo Patricio y lo soportó con la paciencia de un carácter fuerte y bien disciplinado. Por su parte, Patricio aunque criticaba la piedad de su esposa y su liberalidad para con los pobres, la respetó y, ni en sus peores explosiones de cólera, levantó la mano contra ella. Mónica explicó su sabiduría sobre la convivencia en el hogar:


"Es que cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues... no peleamos"


Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en casa. Mónica recomendaba a otras mujeres casadas, que se quejaban de la conducta de sus maridos, que cuidasen de dominar la lengua por ser ésta causante en gran parte de los problemas en la casa. Mónica, por su parte, con su ejemplo y oraciones, logró convertir al cristianismo, no sólo a su esposo, sino también a su suegra, mujer de carácter difícil, cuya presencia constante en el hogar de su hijo había dificultado aún más la vida de Mónica. Patricio murió santamente en 371, al año siguiente de su bautismo.

Tres de sus hijos habían sobrevivido, Agustín, Navigio, y una hija cuyo nombre ignoramos.


Viuda, y con un hijo rebelde


Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicara de su tiempo a estos buenos oficios y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año 370 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica, que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.


El muchacho difícil




Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron darle la mejor educación posible y lo enviaron a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, sólo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo, y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores, porque poseía un carácter caprichoso, egoísta e indolente, con lo cual había hecho sufrir mucho a su madre.


Una madre con carácter


Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor de la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo.

Cuando Agustín volvió de las vacaciones a Tagaste, Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, para no oír las blasfemias del joven, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios. 


La visión esperanzadora


Pero una consoladora visión que tuvo, la hizo tratar menos severamente a su hijo:




"Soñó, en efecto, que se hallaba en el bosque, llorando la caída de Agustín, cuando se le acercó un personaje resplandeciente y le preguntó la causa de su pena. Después de escucharla, le dijo que secase sus lágrimas y añadió: 'Tu hijo está contigo'. Mónica volvió los ojos hacia el sitio que le señalaba y vio a Agustín a su lado". Cuando Mónica contó a Agustín el sueño, el joven respondió con desenvoltura que Mónica no tenía más que renunciar al cristianismo para estar con él; pero la santa respondió al punto: 

"No me dijo que yo estaba contigo, sino que tú estabas conmigo"


Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió:


"En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre"


Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Ésto sucedió en el año 337. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.


La célebre respuesta de un Obispo


San Agustín


En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El Obispo le respondió:


"Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas"


Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.


El hijo se fuga,
y la madre va tras de él


A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero su hijo Agustín al llegar al puerto de embarque, por medio de un engaño se embarcó sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.


Un personaje influyente


En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios consejos. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.


La conversión tan esperada


En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Agustín ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba en esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada:


"¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano"


Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387. Agustín le cerró los ojos y contuvo sus lágrimas. Pero, en cuanto se halló solo y se puso a reflexionar sobre el cariño de su madre, lloró amargamente. Se cree que las reliquias de la santa se conservan en la Iglesia de S. Agostino. 

Mónica había querido que la enterrasen junto a su esposo. Por eso, un día en que hablaba con entusiasmo de la felicidad de acercarse a la muerte, alguien le preguntó si no le daba pena pensar que sería sepultada tan lejos de su patria. La santa replicó:


"No hay sitio que esté lejos de Dios, de suerte que no tengo por qué temer que Dios no encuentre mi cuerpo para resucitarlo"


A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.

En algunas pinturas, está vestida con traje de monja; ya que por costumbre así se vestían en aquel tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.


Oración de Súplica




Oh Dios, que observaste
las devotas lágrimas
y ruegos de Santa Mónica
y le concediste por escuchar
sus rezos la conversión
de su marido
y el regreso penitente
de su hijo Agustín,
concédenos la gracia
de implorarte también
con verdadero celo,
para que así podamos
obtener como ella,
la salvación de nuestra alma
y las almas de nuestros allegados.
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén.


Oraciones a Santa Mónica




Querida Santa Mónica,
esposa y madre preocupada,
muchas tristezas se clavaron
en tu corazón durante tu vida.
Sin embargo, nunca te desesperaste
o perdiste la fe. Con confianza,
persistencia y profunda fe
rezaste diariamente por la conversión
de tu amado esposo, Patricio,
y tu hijo amado, Agustín.
Concédeme la misma fortaleza,
paciencia y confianza en el Señor.
Intercede por mí,
querida Santa Mónica,
para que Dios pueda escuchar
favorablemente mi súplica
(mencione aquí su petición)
y me conceda la gracia de aceptar
su voluntad en todas las cosas,
por medio de Jesucristo,
Nuestro Señor,
en la unidad del Espíritu Santo,
un sólo Dios
por los siglos de los siglos.
Amén.




Gloriosa Santa Mónica,
modelo de madres.
Tu vida la admiramos
en los vaivenes de tu hogar
y sobre todo, siguiendo
a tu hijo Agustín.
Supiste atraer a tu esposo
hacia Dios e igualmente a aquel hijo
que había perdido la fe.
Le seguías llamándole,
orando, llorando... 
Consíguenos que comprendamos
el papel sagrado de las madres
y su influencia en el hogar.
Confiamos nuestra familia
a tu protección
Amén.


Excelente consejo de Santa Mónica para todos los momentos y circunstancias de nuestras vidas...




Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG:
http://www.catolico.org/santos/monica.htm

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:
http://www.devocionario.com/santos/monica_1.html

Fuente - Texto tomado de EWTN:

CARTA CONTUNDENTE - El obispo Strickland denuncia el silencio del Papa ante «los ataques a la doctrina que emanan de las oficinas del Vaticano»



Por redaccioninfovaticana | 24 de Agosto de 2024


El defenestrado obispo Joseph Strickland continúa con su cruzada personal de alertar a los católicos de todo el mundo sobre lo que está sucediendo dentro de la Iglesia en los escalafones más altos.

Fue este tipo de carta, como la que les ofrecemos a continuación, lo que provocó que Strickland fuera cesado de manera fulminante por el Papa Francisco el pasado mes de noviembre. La claridad de exposición de ideas del ahora obispo emérito de Tyler fue visto como un problema por altos jerarcas en Estados Unidos y en el Vaticano que finalmente decidieron purgarle.

Ahora, una vez liberado de sus responsabilidades como obispo diocesano, Joseph Strickland ya no solo se dirige a la grey que tenía encomendada en un pequeño territorio del Estado de Texas sino que ahora llega a miles de católicos de todo el orbe gracias a las nuevas tecnologías.

Por su interés, reproducimos íntegramente la última carta publicada esta semana por el obispo emérito de Tyler, Joseph Strickland:


Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Una vez más me siento obligado a escribiros y animaros a buscar la vida más profundamente enraizada en el Sagrado Corazón de Jesucristo. Cuando publique esto, habrá pasado un año desde que escribí mi primera carta, que fue enviada el 22 de agosto de 2023, día de la Reina María. Creo sinceramente que esa carta fue guiada por la divina providencia, y el punto central de esta carta, un año después, es instar, incluso rogar, que todos comencemos a ver la mano de Dios en todo lo que está sucediendo en la Iglesia y en el mundo.

La carta de hace un año se refería al Sínodo sobre la sinodalidad, que se estaba celebrando en octubre de 2023. A esta carta le siguieron siete cartas que ampliaban las preocupaciones que planteé en la carta original. Como muchos de ustedes saben, he seguido escribiendo estas cartas siguiendo las indicaciones del Espíritu Santo. Permítanme aclarar que no pretendo haber recibido ninguna revelación especial. Simplemente, mi profunda fe y mi amor por Jesucristo me han impulsado a abrir los ojos a lo que está sucediendo a nuestro alrededor.

Ese llamado a “abrir los ojos” está en el centro de la carta que estás leyendo ahora. He hecho todo lo posible para instar a todos los que han leído estas cartas a que vean la corrupción y las poderosas fuerzas del mal que nos están empujando lenta pero seguramente hacia una calamidad devastadora. No tengo ningún deseo de ser un “profeta de la fatalidad”, pero creo que debo hablar y señalar el mal que se apodera de nuestro mundo y de la Iglesia. En este punto, tengo que decir: ¡DEBEMOS abrir los ojos antes de que sea demasiado tarde!

Nuestro sistema político nacional, el Vaticano y demasiadas organizaciones influyentes en todo el mundo están involucrados en un programa que no es nada menos que una traición del siglo XXI a Jesucristo y a su Iglesia. Al igual que la traición de Judas Iscariote hace casi dos mil años, esta traición actual emana incluso de quienes están en el corazón mismo de la Iglesia y el Estado. Debemos abrir los ojos a estos ataques al cuerpo místico de Cristo para permanecer en Cristo, que es la Verdad Encarnada, y abrazar la salvación que Él ganó para nosotros en la cruz. También debemos esforzarnos por guiar a tantas otras almas como sea posible a la plenitud de la verdad que se encuentra solo en Nuestro Señor Jesucristo y que está salvaguardada por Su Esposa, la Iglesia Católica. Los intentos de explicar esta traición moderna a Cristo han perdido toda apariencia de credibilidad. Debemos reconocer que una mano maligna está moviendo todas estas fuerzas dispares, y que es nada menos que la mano de Satanás, el príncipe de las tinieblas.

Mientras escribo esto, poco después del 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, leemos noticias de la muerte de la hermana Agnes Sasagawa, la vidente de los mensajes de la Bienaventurada Virgen María aprobados por la Iglesia, en Akita, Japón, en 1973. Subrayo que no pretendo tener ningún conocimiento especial de sus mensajes, pero no creo que sea necesaria ninguna revelación especial para entender el contenido de estos mensajes. Si simplemente miramos los mensajes de Akita con los ojos de la fe, debemos concluir que lo que vemos en el mundo de hoy corresponde a lo que se predijo en estos mensajes.

Los mensajes de Akita nos dan una advertencia terrible de lo que vemos desarrollarse ante nuestros ojos. No sólo vemos a cardenal contra cardenal y a obispo contra obispo, sino que vemos a obispos contra sacerdotes y al Papa contra cardenales. Vemos blasfemias contra Nuestro Señor y la Santísima Madre, y ataques a la doctrina que emanan de las oficinas del Vaticano, mientras el Papa Francisco permanece en silencio o, por inacción, da su aprobación tácita.


El futuro Papa Pío XII, treinta y un años antes del inicio del Concilio Vaticano II, pronunció estas palabras: “Estoy preocupado por los mensajes de la Santísima Virgen a la pequeña Lucía de Fátima. Esta insistencia de María sobre los peligros que amenazan a la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio de alterar la fe, en su liturgia, su teología y su alma… Oigo a mi alrededor a innovadores que quieren desmantelar la Sagrada Capilla, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar sus ornamentos y hacerla sentir remordimiento por su pasado histórico… Llegará un día en que el mundo civilizado niegue a su Dios, en que la Iglesia dudará como dudó Pedro. Será tentada a creer que el hombre se ha convertido en Dios. En nuestras iglesias, los cristianos buscarán en vano la lámpara roja donde Dios los espera. Como María Magdalena, llorando ante el sepulcro vacío, preguntarán: “¿A dónde lo han llevado?”

De hecho, estas fueron palabras proféticas, ya que, desde el Vaticano II, hemos visto un intento de “actualizar la Fe” alejando a la Iglesia del Depósito de la Fe, que no puede cambiarse ni enmendarse. Es fácil entender por qué la revelación del Tercer Secreto de Fátima se produjo en 1960, y por qué fue suprimido por aquellos que tenían la intención de cambiar lo que no se podía cambiar. El cardenal Ratzinger, antes de convertirse en el Papa Benedicto XVI, afirmó que el Tercer Secreto se refería a “peligros que amenazaban la fe”, y trazó un paralelo entre el mensaje de Fátima y el mensaje de Akita. El cardenal Mario Luigi Ciappi, que había leído el Tercer Secreto, afirmó que la Virgen había dicho que la apostasía comenzaría desde arriba. El Padre Pío habló de una “falsa iglesia” y una “gran apostasía” que ocurrió después de 1960 con respecto al Tercer Secreto. Sin embargo, cuando el supuesto Tercer Secreto fue revelado en 2000, no dijo nada sobre estas cosas.

En 2019, el Papa Francisco, cuando se le preguntó por qué Dios “permite” tantas religiones en el mundo, respondió que “…hay muchas religiones. Algunas nacen de la cultura, pero siempre miran al cielo, miran a Dios”. Dijo que “lo que Dios quiere es la fraternidad entre nosotros” y dijo que “no debemos asustarnos por la diferencia. Dios lo ha permitido”. Sin embargo, si realmente no hubiera diferencia en las religiones del mundo, y si lo que Dios quería era solo “fraternidad entre nosotros”, entonces se podría concluir que la Iglesia Católica ya no es la única religión verdadera y que, de hecho, no es el arca de nuestra salvación. Sin embargo, sabemos que esto no es la verdad. Por lo tanto, debemos estar preocupados por las palabras reportadas de la Virgen sobre una apostasía que comenzaría desde arriba.

Para concluir, debo gritar que ignorar las peticiones y las advertencias de Nuestra Santísima Madre en Fátima y Akita ha puesto a la Iglesia y al mundo en una condición extremadamente peligrosa. No escribo estas fuertes palabras sobre Fátima y Akita para sacudir vuestra fe, sino con la ferviente esperanza de que despertéis a la necesidad de que nos arrepintamos, confesemos nuestros pecados y nos aferremos con fuerza a los dos pilares de la fe que San Juan Bosco vio tan clara y proféticamente en un sueño en 1862: los pilares de nuestro Señor Eucarístico y de Su Madre, la Santísima Virgen María. Rezo para que nuestra respuesta a toda la agitación y el mal de hoy sea que encontremos una fe y una esperanza más profundas en Nuestro Señor. Nunca debemos abandonar a la Esposa de Cristo, pero tampoco podemos permanecer en silencio mientras otros intentan cambiarla o convertirla en una caricatura del instrumento de salvación que se supone que debe ser.

Ninguno de nosotros tiene el poder de evitar una catástrofe, pero podemos y debemos estar espiritualmente preparados para lo que pueda venir. Es imperativo que nos aseguremos de permanecer siempre en estado de gracia y de abrazar todos los actos de reparación posibles antes de que sea demasiado tarde.

Tomemos como inspiración Josué 24:15: “Pero yo y mi casa serviremos al Señor”.

Que Dios Todopoderoso os bendiga y nuestra Reina y Madre la Santísima Virgen María interceda por vosotros y os conduzca siempre a su Hijo.

Obispo Joseph E. Strickland

Obispo emérito de la diócesis de Tyler


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:




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