lunes, 20 de mayo de 2024

Novena a María Auxiliadora - Día Séptimo - Mayo 21 de 2024

 

 



Novena a María Auxiliadora
Séptimo día
Para pedir la devoción
a Jesús Sacramentado


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración preparatoria


¡Oh María Auxiliadora, vengo a postrarme humildemente a tus plantas, para tributarte mi homenaje de amor y gratitud! Indigno soy de recibir nuevos favores de tu mano amorosísima, pues no he correspondido a las innumerables gracias que me has dispensado a cada paso. Olvidando mi ingratitud y no pensando más que en tu amor y benignidad, vengo a implorar nuevamente tus auxilios. Concédeme la gracia que deseo..., si no es contraria a la Voluntad de Dios. No me desampares, Madre mía, robustece mi voluntad para que no me aparte del verdadero camino de la virtud; ilumina mi entendimiento para que comprenda cuánto me amas, y santifícame para que logre, mediante tu valiosísimo socorro, alabarte por toda la eternidad. Así sea.


Oración para pedir la devoción
a Jesús Sacramentado




¡Oh tiernísima Madre y Auxiliadora mía!, concededme la gracia que te pido... A pesar de que me veo lleno de pecados y miserias, al pensar en Jesús Sacramentado, siento en el alma un fuerte deseo del bien para agradarle; pero yo quisiera que este sentimiento no fuera homenaje de un instante solamente. Tú pues, Madre clementísima, que después de la Ascensión de Jesús encontraste en la Sagrada Eucaristía tu única delicia sobre la tierra, dame una fe viva, y enciéndeme en ardentísimo amor hacia este Divino Tesoro, para que lo tenga siempre en la mente y en el corazón, hasta el día que lo vea manifiesto en el Cielo. Amén.


Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


Oración final


¡Dios te salve Reina, Madre de misericordia y auxilio de los cristianos! Pobre hijo de Eva, a quién me dirigiré en este valle de llanto sino a Ti que eres vida, dulzura y esperanza nuestra! A Ti se eleva mi grito: A TI CLAMAMOS!, a tus pies deposito el peso de mis afanes: A TI SUSPIRAMOS!... Ea, pues, Señora, manifiéstate como lo fuiste siempre, poderosa Abogada: inclina tus ojos maternales sobre mí que te amo tanto, ¡Oh Madre!, hoy más que nunca necesito de tu misericordia y de tu santo auxilio...! ¡Ah! vuelve hacia mí esos ojos tan misericordiosos y quedaré contento... Es verdad, yo soy culpable, pero Tú eres Santa: ¡Oh CLEMENTE! Yo soy ingrato, pero Tú eres buena! ¡OH PIADOSA! Yo soy rebelde, pero Tú eres dulce! ¡Oh DULCE VIRGEN MARIA! No mires mis culpas y pecados y acuérdate sólo de tu bondad: ¡MUESTRATE QUE ERES MADRE! Yo me abandono y entrego a Ti como un niño se abandona confiado en los brazos de su madre.


María, Auxilio de los Cristianos
Ruega por nosotros


En el nombre del Padre, ...




Novena a María Auxiliadora
propagada por San Juan Bosco




 Rezar, durante nueve días seguidos, tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias con la siguiente jaculatoria:


"Sea alabado y reverenciado en todo momento el Santísimo y Divinísimo Sacramento"


Y luego tres Salves con la jaculatoria:


"María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros"


 Recibir los Santos Sacramentos de Confesión y Comunión.

 Hacer o prometer una limosna en favor de las obras de apostolado de la Iglesia o de las obras salesianas.

San Juan Bosco decía:


"Tened mucha fe en Jesús Sacramentado y en María Auxiliadora y estad persuadidos de que la Virgen no dejará de cumplir plenamente vuestros deseos, si han de ser para la gloria de Dios y bien de vuestras almas. De lo contrario, os concederá otras gracias iguales o mayores"


Novena de la Confianza




Madre mía de mi vida,
auxilio de los cristianos,
la pena que me atormenta,
pongo en tus benditas manos.
(Ave María)

Tú que sabes mis secretos,
pues todos te los confío,
da la paz a los turbados
y alivio al corazón mío.
(Ave María)

Y aunque tu amor no merezco,
nadie recurre a Ti en vano,
pues eres Madre de Dios
y Auxilio de los cristianos.
(Ave María)


Finalmente, se reza:


Oración de San Bernardo




Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.


Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:

El cardenal Müller clausura la exitosa peregrinación a Chartres: «La descristianización de Europa es el programa actual de quienes quieren robarle el alma»


Por Redaccioninfovaticana | 20 de Mayo de 2024


Nuevo éxito de convocatoria de Notre-Dame de Chrétienté, organizadores de la peregrinación de París a Chartres.

La peregrinación de corte tradicionalista ha vuelto a evidenciar que en Francia hay una juventud católica comprometida con la fe sin miedos ni tapujos y que está en auge.

Año tras año, la afluencia de gente se va superando hasta alcanzar en esta edición del 2024 los casi 20.000 peregrinos. Familias enteras, y especialmente muchos jóvenes, han recorrido andando durante el fin de semana los 100 kilómetros que separan París de Chartres. Como es habitual, los organizadores agradecieron el apoyo paternal de Matthieu Rougé, obispo de la diócesis de Nanterre.

Este año, el punto y final lo ha puesto como invitado especial el cardenal Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ha sido el encargado de celebrar la Misa final de la peregrinación en la catedral de Chartres.

Les ofrecemos la homilía completa pronunciada por el cardenal en español:
 

¡Queridos hermanos y hermanas en la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios!
 
Para ver a Dios, debemos seguir a Cristo a lo largo del camino de nuestras vidas, hasta nuestro destino en el hogar eterno. Jesús no es un profeta cualquiera, un creador de sentido o un productor de valores, sino la Palabra de Dios hecha carne. Sólo Él podía decir a sus discípulos: «El que me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,9).

La maravillosa consecuencia de la encarnación del Verbo de Dios en la naturaleza humana y en la historia de la vida de Jesús es que podemos reconocer la gloria de Dios en el rostro humano de Jesús. El Logos, o Verbo y Razón de Dios, es la luz que ilumina a toda persona. Jesucristo nos conduce con seguridad al sentido y la finalidad de nuestra vida, cuando veremos a Dios cara a cara.

Y la procesión litúrgica de tantos miles de jóvenes (y no tan jóvenes) cristianos desde París hasta esta magnífica catedral de Chartres representa simbólicamente la peregrinación de la Iglesia a la Jerusalén celestial.

En la Sagrada Eucaristía, que ahora celebramos juntos, la Iglesia anticipa sacramentalmente el banquete nupcial celestial de todos los redimidos con el Cordero de Dios, que se ofreció históricamente y
«de una vez por todas» (Hb 9, 12) en el altar de la cruz por nuestra salvación.

Las dificultades físicas superadas durante nuestra peregrinación, y las tentaciones del alma y las dudas del corazón vencidas, profundizan y fortalecen la esperanza de los creyentes de que están en el camino correcto hacia el Reino de Dios, en el que su justicia, bondad y amor constituyen la base del nuevo orden del mundo. Los Padres del Concilio Vaticano II, refiriéndose a la gran teología de la historia de San Agustín en su obra La Ciudad de Dios, describen así la peregrinación de la Iglesia hacia el Dios Trino:

«La Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que Él venga. La virtud del Resucitado es su fuerza, que le permite superar con paciencia y caridad las aflicciones y dificultades que le vienen tanto de fuera como de dentro, y revelar fielmente en medio del mundo el misterio del Señor, todavía envuelto en sombras, hasta el día en que, por fin, estalle a plena luz». (Lumen Gentium 8).

Así, por un lado de nuestra peregrinación terrestre, están las persecuciones de las que ha sido víctima la Iglesia, como ante su mismo jefe y maestro. Desde los comienzos del cristianismo en la Galia romana, muchos cristianos de Lyon y de Vienne fueron sometidos a todo el arsenal de la hostilidad a la fe católica, desde la calumnia pública hasta la ejecución más cruel, a manos de las masas enardecidas del pueblo y de las autoridades del Estado. El mero hecho de confesar a Cristo les exponía a la muerte.

Aún hoy, los cristianos son la comunidad religiosa más perseguida de la historia de la humanidad. La descristianización de Europa es el programa actual de quienes quieren robarle el alma y convertirla en víctima de su ateísmo posthumanista.

Pero según la interpretación cristiana, la historia no es un campo de batalla de luchas por el poder, la riqueza y el disfrute egoísta de la vida. Eusebio de Cesarea, en el Libro V de su Historia de la Iglesia, donde habla del martirio de los cristianos en Lyon en tiempos del emperador Marco Aurelio, dice por el contrario que ve la historia de la Ciudad de Dios como una lucha pacífica por la paz del alma y la salvación de todos. Los héroes del cristianismo no son, como en la historia secular, emperadores y generales, sino luchadores por la verdad y la fe. Los cristianos no luchan contra otras personas, sino contra el mal en sus propios corazones y en el mundo. Luchan por la paz mundial y la justicia social.

Un brillante ejemplo de ello es el sacerdote Franz Stock, cuyos restos descansan aquí en Chartres, en la iglesia de Saint-Jean-Baptiste, y que fue un gran pacificador, en particular entre Alemania y Francia tras las dos devastadoras guerras mundiales. Reunió a seminaristas alemanes entre los prisioneros de guerra para estudiar teología. Y fue rector del famoso «Séminaire des barbelés de Chartres», del que salieron 600 sacerdotes y obispos.

En resumen: el principio de toda ética es la dignidad de todo ser humano como persona creada por Dios y destinada a la vida eterna.
 
Y luego, al otro lado de nuestra peregrinación hacia Dios, están los consuelos de Dios. Con su ayuda, avanzamos con valentía y miramos hacia arriba con esperanza, a pesar de todos los desafíos externos y de la tentación de la resignación y del exilio interior del alma.

«No temáis, yo he vencido al mundo». (Juan 16, 33). El Señor crucificado y resucitado lo repite cada día a sus discípulos, que salen a su encuentro en el camino de su vida personal, en comunión con toda la Iglesia peregrina. Quienes viven convencidos de que Dios los eligió desde toda la eternidad, los redimió en Jesucristo y los destinó a la felicidad y la paz eternas, son inmunes a la propaganda y al opio de las religiones políticas sustitutivas. La autodestrucción mediante el suicidio y la eutanasia, las drogas y el alcohol, o el rechazo de nuestra sexualidad masculina o femenina, no son opciones para los cristianos. Y defendemos sin miedo el derecho a la vida de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, su dignidad inviolable y la libertad civil, ética y religiosa de toda persona.

El bienestar temporal y la salvación eterna proceden de Dios, que con su gracia nos ha salvado del poder destructor del mal. Dios nos ha llamado en el Espíritu Santo y nos ha capacitado para cooperar en la construcción del reino de justicia, amor y paz.

El verdadero consuelo, el que nos sostiene en la vida y en la muerte, es el conocimiento de la verdad de la relación entre Dios y el hombre: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». (Jn 3,16).

A menudo se considera a la Iglesia de Cristo como un pequeño rebaño, una minoría perseguida y no reconocida. Pero en realidad, en Jesucristo, es la sal de la tierra, la luz del mundo, la vanguardia de toda la humanidad en camino hacia su meta.

La única y verdadera meta de la historia es
«un cielo nuevo y una tierra nueva: la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo, preparada como una esposa ataviada para su marido». (Ap 21:2)

«El trono de Dios y del Cordero será erigido en la ciudad, y los siervos de Dios lo adorarán; verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Ya no habrá noche; no necesitarán lámpara ni sol que los alumbre, porque el Señor Dios derramará su luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. Amén. (Ap 22,2).

¡Christus vincit! ¡Christus regnat! ¡Christus imperat in saecula!



Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:
https://infovaticana.com/2024/05/20/el-cardenal-muller-clausura-la-exitosa-peregrinacion-a-chartres-la-descristianizacion-de-europa-es-el-programa-actual-de-quienes-quieren-robarle-el-alma/

Memoria de la bienaventurada Virgen María - Madre de la Iglesia - Lunes después de Pentecostés - Mayo 20 de 2024



Memoria de la bienaventurada Virgen María, madre de la Iglesia, a quien Cristo encomendó sus discípulos para que, perseverando en la oración al Espíritu Santo, cooperaran en el anuncio del Evangelio.


Fuente - Texto tomado de DOMINICOS.ORG:






MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA




María es madre de la Iglesia y de cada uno de sus miembros por designio divino. Jesús, desde la cruz, nos dio a María como Madre:

"Jesús, habiendo visto a su Madre, le dice: Mujer, he ahí a tu hijo!. Luego dice al discípulo: He ahí a tu Madre!". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Jn 19, 26-27)

Juan representa a todos los que, como él, desean ser el "discípulo amado" de Jesús. Como él, llevamos a María a nuestra casa.

María Santísima es verdaderamente madre nuestra. Ella nos engendra continuamente a la vida sobrenatural. Ella como madre intercede continuamente por nosotros ante su Hijo. Ella siempre nos indica el camino a Cristo y nos concede las gracias necesarias para andar.

La Virgen María fue solemnemente proclamada como "Madre de la Iglesia" en el Concilio Vaticano II el 21 de noviembre de 1964.

La Iglesia celebraba la festividad de la Presentación de la Santísima Virgen María. Era el día de la clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, y en esa ocasión se iban a promulgar tres Documentos Conciliares: el decreto sobre las Iglesias Orientales Católica; el decreto sobre el Ecumenismo; y sobre todo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia "Lumen Gentium". El estudio y la reflexión que el CVII hizo sobre el misterio de María en el plan de salvación, no fue promulgado en un documento propio y particular, sino que providencialmente, bajo la inspiración del Espíritu Santo, fue integrado como el último capítulo de la Constitución sobre la Iglesia.

Este capitulo VIII, cuyo título es:

"La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia" fue llamado por Pablo VI "vértice y corona" de esa Constitución. Fue la primera vez que un concilio Ecuménico presentó una "extensa síntesis de la doctrina católica sobre el puesto que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia" (Pablo VI).

El propósito del Concilio fue manifestar el rostro de la Santa Iglesia, a la que María esta íntimamente unida, y de la cual ella es "la parte mayor, la parte mejor, la parte principal y más selecta" (S. Ruperto).

Pablo VI, a nombre de toda la Iglesia, expresó una profunda satisfacción al decir: "podemos afirmar que esta sesión se clausura como himno incomparable de alabanza en honor de María".


Texto de proclamación:


"En verdad la realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en su liturgia, en sus sacramentos, ni en sus ordenanzas jurídicas. Su esencia íntima, la principal fuente de su eficacia santificadora, ha de buscarse en su mística unión con Cristo; unión que no podemos pensarla separada de Aquella, que es la Madre del Verbo Encarnado, y que Cristo mismo quiso tan íntimamente unida a si para nuestra salvación. Así ha de encuadrarse en la visión de la Iglesia la contemplación amorosa de las maravillas que Dios ha obrado en su Santa Madre. Y el conocimiento de la doctrina verdadera católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia. La reflexión sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual Constitución Conciliar (LG), nos permite creer que es este el momento mas solemne y mas apropiado para dar satisfacción a un voto que han dado todos los padres conciliares, pidiendo insistentemente una declaración explícita durante este Concilio de la función maternal que la Virgen ejerce sobre el pueblo cristiano. Así pues, para GLORIA DE LA VIRGEN Y CONSUELO NUESTRO, PROCLAMAMOS A MARÍA SANTÍSIMA "MADRE DE LA IGLESIA", es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este GRATÍSIMO TITULO.
La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que, desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal, se constituyó en cabeza de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como MADRE DE CRISTO, ES TAMBIÉN, MADRE DE LA IGLESIA. Juan XXIII: al iniciar el Concilio dijo: "hagamos todo con María, la madre de Jesús. Pablo VI, concluye el concilio proclamando: La maternidad espiritual de María, sobre la Iglesia entera. -María es la "raíz" del misterio de Cristo: pues es la Madre de Cristo. -María la "coronación del misterio de la Iglesia: es Madre de la Iglesia.

Notemos que el Sumo Pontífice hizo gran énfasis en su proclamación al referirse tres veces: "tanto de los fieles, como de los pastores". Recordemos que toda piedad y culto a la Virgen Santísima se desarrollan en subordinación armónica al culto de Cristo, gira alrededor de él y es su punto de referencia.

Esta proclamación sobre la doble misión de María se ha transformado en gozosa veneración a Ella y en adoración hacia el sabio designio de Dios, que ha colocado en su Familia -la Iglesia- como en todo hogar doméstico, la figura de una Mujer, que calladamente y en espíritu de servicio, vela por ella y protege benignamente su camino hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del Señor. Reflexión Teológica al declarar a María Madre de la Iglesia se esta afirmando una realidad, no es solamente un titulo. Corresponde a una real maternidad espiritual. María es Madre Espiritual perfecta de la Iglesia.

1- Porque es madre de Jesús y su más íntima compañera en la economía de la salvación. Participó con su Hijo del sacrificio de la Redención y por él fue proclamada madre no solo de su discípulo Juan sino de todo el género humano. "Ella continúa desde el Cielo cumpliendo su función maternal de cooperadora en el nacimiento y en el desarrollo de la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos"

2- Como toda madre humana, María, no se limita a dar vida sino a alimentar y educar. ¿De qué modo coopera María en el incremento de los miembros del cuerpo Místico en la vida de la gracia? -Mediante su incesante intercesión inspirada por una ardiente caridad. Ella aunque está inmersa en la visión de la Trinidad no olvida a sus hijos desterrados -como ella un día- en la peregrinación de la fe. Mas aún contemplándolos en Dios y viendo sus necesidades, en comunión con Jesús siempre vivo para interceder por nosotros, se hace nuestra Abogada, Auxiliadora, Intercesora, Mediadora. (Esto se sabe desde los primeros siglos: bajo tu amparo) -Su intervención obtiene de la mediación de Cristo la propia fuerza y es una prueba luminosa de la fuerza de Cristo. Su intercesión es en virtud de Cristo.

3- María, modelo y ejemplo de virtud. Además de la intercesión, ella ejerce sobre los hombres redimidos otro influjo: el ejemplo. Su influjo es real e importantísimo, pues ella ha vivido perfectamente las virtudes de Cristo. Ella no sólo nos llama sino que su ejemplo nos mueve y nos anima a vivir una vida de perfección. Así como el Poderoso hizo grandes cosas en ella, así las puede hacer en nosotros si le permitimos. Además, conviene tener presente que la eminente santidad de María, no fue sólo un don singular de la generosidad divina; fue también el fruto de la continua y generosa correspondencia de su libre voluntad a las mociones internas del Espíritu Santo. Por su perfecta armonía entre la gracia divina y la actividad de su naturaleza humana, la Virgen dio suma gloria a la Santísima Trinidad y se convirtió en insigne decoro de la Iglesia. La Santidad de María mueve los fieles a levantar los ojos hacia ella pues brilla como modelo de virtud ante la comunidad de los elegidos (LG 65)

4- Virtudes de María que la Iglesia debe imitar:

- La fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios

- La obediencia generosa

- La humildad sencilla

- La caridad solícita

- La sabiduría reflexiva

- La piedad hacia Dios pronta al cumplimiento de los deberes religiosos

- La gratitud por los bienes recibidos; ofrece en el templo, en la comunidad apostólica

- Fortaleza en el destierro y en el dolor

- La pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor

- El vigilante cuidado del hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz

- Delicadeza provisora

- Pureza virginal

- Fuerte y casto amor esponsal

Jesús al pie de la cruz, nos da a María, como Madre espiritual no sólo del creyente pero de toda la comunidad de creyentes que es la Iglesia. Cuando la Encarnación, María acepta ser la madre del Mesías, o sea del Salvador, y a la vez, necesariamente madre de los salvados. Ella es la madre de la Cabeza, y en el orden de la gracia, se convierte también en madre del cuerpo místico. No se puede concebir a una cabeza sin cuerpo. María da a luz virginalmente a Jesús en Belén, y María nos da a luz a nosotros la Iglesia al pie de la Cruz, cuando tiene su otra anunciación y acepta ser madre de los creyentes. Darnos a luz, conllevó mucho dolor, no se desgarraron sus entrañas, pero sí su corazón. -SCTJM


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG: