sábado, 8 de julio de 2023

Solemnidad de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá - (Patrona y Reina de Colombia) - Julio 9

 



Origen de la Sagrada Imagen
Milagro de la Renovación






En el año 1560, Antonio de Santana, (caballero venido de España), obtuvo la encomienda de Suta en el valle de Sequencipá (Boyacá), lo cual lo autorizó para organizar y regir el destino socio-político de la región.

1560-62. Antonio Santana, solicitó al fraile dominico Andrés Jadraque le consiga una imagen de la Virgen María, para colocarla en la capilla de Suta. Fray Andrés, fue a Tunja y convino con Alonso de Narváez, que le pintara una copia de la imagen de la Virgen María.

La pintura la hizo en un lienzo de algodón de 1,26 x 1,13 cms. tejido por los indios, utilizando mezcla de tierra de colores y zumo de yerbas y flores. Como en el lienzo sobraba espacio, Alonso pintó al lado derecho a San Antonio de Padua, fraile franciscano, por ser el nombre del encomendero; al lado izquierdo pintó a San Andrés, apóstol, por ser el nombre del fraile que lo agenciaba. El encomendero pagó por la pintura $20 pesos. La imagen fue colocada en la capilla pajiza de Suta, donde Fray Andrés catequizaba a los indios de la región.


La Imagen queda abandonada


En 1574, la misión que habían iniciado los dominicos pasa al clero secular y Fray Andrés Jadraque es enviado a otro convento. Al ausentarse Fray Andrés de aquel lugar, pronto decayó el culto y la Imagen quedó abandonada. Con el tiempo la capilla se deterioró, las goteras y el sol dañaron la imagen.

En 1576, el doctrinero Juan Alemán de Liguizamón, encontró el lienzo en tan mal estado que nada representaba, lo retiró del altar y lo entregó al encomendero en presencia de su mujer, Catalina de Irlos.

“El lienzo fue a dar a una despensa de campo, donde estuvo mucho tiempo de una parte a otra, según el servicio doméstico a que se le aplicaba, entre otros el de secar trigo al sol, con lo cual se le causaron varias roturas.

En 1577, muerto Antonio de Santana, su mujer Catalina se retiró a la aldea de Chiquinquirá con su familia y llevó el lienzo como un objeto de servicio doméstico. Por esta época, Chiquinquirá era una aldea despoblada, muy pantanosa, cubierta de niebla. Los indios de esta región tenían un famoso templo en la laguna de Fúquene, a donde acudían a ofrecer sus dones y sacrificios.


La española, María Ramos
recupera el Lienzo




En 1585, María Ramos, esposa de Pedro de Santana, hermano de Antonio, llegó a Tunja en busca de su marido a quien encontró viviendo con otra mujer. Decepcionada, se vino a vivir con su cuñada Catalina de Irlos a la aldea de Chiquinquirá, donde encontró el lienzo abandonado. Al saber que en él habían pintado una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual hacía su acostumbrada oración: “¿Hasta cuándo, rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de alegría mi alma?” Estas palabras las repetía María Ramos todos los días hasta que por fin fueron benignamente escuchadas.

Fue así como el día viernes 26 de diciembre de 1586 a las nueve de la mañana, después de haber estado la devota más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de la capilla. En aquel instante pasaba por allí una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel de unos cuatro o cinco años. Al pasar por frente a la puerta de la capilla dijo el niño a la mujer que lo llevaba: “¡Mire, mire! Miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie, y despedía de sí una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en altavoz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: “Mire, mire, Señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando”. Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio en que la piadosa María Ramos solía orar, con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla.

Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. Sin embargo quedaron en el lienzo, los agujeros que antes tenía. Después de una hora, con mucho temor y reverencia alzaron el cuadro y lo colocaron en el lugar que estaba antes. El rostro de la Madre Santísima duró encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla. La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares circunvecinos, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada.


Pedido de la coronación canónica
de la Imagen


En 1908, el Provincial, fray Vicente María Cornejo, y el prior del Santuario, fray José Ángel Lombana, con la recomendación de la Conferencia Episcopal, pidieron a la Santa Sede la coronación canónica de la Sagrada Imagen, petición que fue despachada favorablemente el 9 de enero de 1910 por el Capítulo de la Basílica Vaticana; San Pío X firmó el Decreto, el cual fue enviado al Ilustrísimo señor Maldonado Calvo, Obispo de la Diócesis de Tunja, quien dispuso la Coronación para el día 9 de julio de 1919, día consagrado por el clero colombiano para honrar a María, con la recitación de su Oficio.

Los dominicos emprendieron la obra de recorrer en triunfante peregrinación con una copia del cuadro de Nuestra Señora por Boyacá, Santander, Cundinamarca, Caldas, Huila, Tolima y Antioquia, como preparativos para dicha coronación.


Coronación Canónica




El acto se llevó a cabo en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá, el 9 de julio de 1919. En la ceremonia estuvieron presentes el Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico Don Enrico Gasparri, varios obispos y el señor Presidente de la República, Marco Fidel Suárez.

Acabada la Misa, el Provincial de los Dominicos, fray José Ángel Lombana y los presbíteros Jenaro Jiménez y Eduardo Díaz, presentaron el venerable lienzo al Señor Obispo de Tunja, Eduardo Maldonado, quien tomó las coronas y las puso en las cabezas del Niño y de la Virgen respectivamente, diciendo en voz brillante:


"Así como hoy os coronamos en la tierra, así merezcamos ser coronados en el Cielo".

"Yo... pido humilde y respetuosamente a los Arzobispos y Obispos aquí congregados, que así como la República fue consagrada al Sacratísimo Corazón de Jesús, de la misma manera, se consagra solemne y públicamente, por voto nacional, a la Santísima Virgen, Reina de Colombia". 


Practican exámenes
radiológicos a la Imagen


Abril 9 de 1986, por orden del Presidente de la República de Colombia, Belisario Betancur, un grupo de expertos le hizo un examen radiológico al lienzo, para constatar su autenticidad y antigüedad. La Imagen fue llevada a media noche al hospital donde le tomaron varias radiografías y fotografías especiales. Hecho el examen la Imagen vuelve a la basílica a las 4:30 a.m. escoltada por tropas del Batallón Sucre.


Resultados de los exámenes
hecho al Sagrado Lienzo


El 30 de mayo de 1986, la Dra. María Cecilia Álvarez White entregó el Resultado del Examen hecho a la Imagen, los que revelaron: “que la pintura corresponde a 1562; que la Imagen presenta señales claras de que por ella corrió agua de las goteras que se presentaron en la capilla de Suta; que la pintura nunca ha sido retocada; que ésta es de regular calidad y que para pintarla utilizaron materiales de la época; que el lienzo está muy deteriorado y que la Imagen de María está muy borrosa debido al agua que corrió por ésta; que el alumbrado eléctrico ha causado daños en la pintura, que la conservación del cuadro es realmente prodigiosa”.


Otros Milagros


En el Proceso Eclesiástico se relatan y prueban con abundancia de testimonios otros varios milagros o sucesos prodigiosos que no parecen tener una explicación natural, a saber:

1. Extraña e intensa iluminación de la capilla, acaecida en la noche del 30 de julio de 1588 entre las 8:00 y las 9:00 de la noche y la cual fue presenciada y testimoniada por varios testigos. (Ariza, 1950, pág. 60 y ss.).

2. La niebla luminosa que envolvió el cuadro de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en la mañana de víspera del Día de Reyes, del año de 1589, hecho que fue presenciado por varios testigos, cuyos testimonios aparecen en el Proceso Eclesiástico (Ariza, 1950, pág. 64).

3. Varios casos extraordinarios de curaciones de enfermedades incurables debidamente acreditados por el testimonio de los propios beneficiarios de las curaciones y de otros testigos, hecho registrado en varias partes del expediente. Veamos algunos: Entre los milagros físicos obtenidos por intercesión de Nuestra Señora en los primeros tres años están:

Curación milagrosa de Beatriz Sánchez, de Vélez, de enfermedad incurable de tres años, en 1587. (Ariza, 1950, pág. 24).

Curación milagrosa de Alonso Jurado, tullido de pies y manos. Milagro ocurrido en Chiquinquirá en 1587. (Op. cit., pág. 25).

Desde que llegó a Tunja en 1588, cesó la peste. Testimonio de Juan de Figueredo. (Op. cit., pág. 48).

Curación milagrosa del ciego Pedro Gómez, quien recobró la vista durante la misa el día 24 de enero de 1588, después de cinco años de ceguera. (Op. cit., pág. 51 y 52).

Curación milagrosa de Juan de la Peña, tullido y curado, según testimonios recibidos por el Arzobispo en 1588 (Op. cit., pág. 72).

Curación milagrosa de Benito Nureña, de llagas y comezón incurables de vieja data. Se curó untándose el aceite de la lámpara de Nuestra Señora. Existen varios testimonios. (Op. cit., pág. 77).

Ya hemos dicho que la Relación del Padre Pereira contiene los testimonios sobre 233 favores extraordinarios, ocurridos en los 65 años siguientes al primer milagro. Algunos de estos testimonios están firmados por los propios beneficiarios. (Ariza, 1969).


Conclusión


Después de estudiar críticamente las fuentes históricas principales de los sucesos de Chiquinquirá ocurridos entre diciembre 26 de 1586 y 1589, la conclusión que se puede sacar es que se puede afirmar que en torno a dicha imagen ocurrieron muchos sucesos extraordinarios como las tres iluminaciones inexplicables naturalmente (del 26 de diciembre de 1586, del 30 de julio de 1588 y del 5 de enero de 1589) y numerosas curaciones prodigiosas e instantáneas de enfermedades difícilmente curables, como la ceguera y la parálisis. Nuestro Santuario de Chiquinquirá tiene suficientes credenciales históricas que acreditan el hecho de haber sido escenario de sucesos extraordinarios y que explican por qué la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá tuvo y tiene tan amplia resonancia como para justificar su título de Patrona y Reina de Colombia.


Oración a
Nuestra Señora de Chiquinquirá




¡Oh incomparable
Señora del Rosario de Chiquinquirá!
Madre de Dios, Reina de los ángeles,
abogada de los pecadores,
refugio y consuelo de los afligidos
y atribulados. Virgen Santísima,
llena de poder y de bondad,
lanzad sobre nosotros
una mirada favorable
para que seamos socorridos
por Vos en todas las necesidades
en que nos encontremos.

Acordaos,
¡Oh clementísima Señora del Rosario!,
que nunca se oyó decir
que alguien que haya recurrido a Vos,
invocado vuestro Santísimo nombre,
e implorado vuestra singular protección,
fuese por Vos abandonado.

Animados con esta confianza,
a Vos recurrimos.
Os tomamos desde hoy y para siempre
por Madre nuestra, nuestra protectora,
consuelo y guía, esperanza y luz
en la hora de la muerte.
Líbranos de todo aquello
que pueda ofenderos
y a vuestro Santísimo Hijo, Jesús.
Presérvanos de todos los peligros
del alma y del cuerpo;
dirígenos en todos los negocios
espirituales y temporales;
líbranos de la tentación del demonio,
para que andando por el camino de la virtud, podamos un día veros y amaros
en la eterna gloria,
por todos los siglos de los siglos.
Amén.






Oración de Su Santidad
San Juan Pablo II
a la Virgen del Rosario
Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá (Colombia)
Jueves 3 de julio de 1986




1. ¡Dios te salve María!

Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!  ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.


2. Tú eres la ¡Llena de gracia!


Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.


3. ¡El Señor está contigo!


Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.


4. Bendita porque creíste
en la Palabra del Señor


Porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Caná,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.

Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu materna protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.


5. ¡Santa María, Madre de Dios!




Queremos consagrarnos a Ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a todos a Ti.
Porque has querido ser Madre de esta Iglesia de Colombia y has puesto aquí en Chiquinquirá tu santuario.
Nos consagramos a Ti todos los que hemos venido a visitarte en esta celebración solemne de los cuatrocientos años de la renovación de tu imagen.
Te consagro toda la Iglesia de Colombia, con sus Pastores y sus fieles:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos.
Te consagro toda esta nación de Colombia de la que eres, Virgen de Chiquinquirá, Patrona y Reina.
Que resplandezcan en sus instituciones los valores del Evangelio.


6. ¡Ruega por nosotros pecadores!


Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia de Latinoamérica se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.


7. "Ahora y en la hora
de nuestra muerte"


¡Virgen del Rosario, Reina de Colombia, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerrilla.
Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a Ti a quien invocamos como Reina de la Paz.


¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!


Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre y Patrona.
Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

¡Amén!




La Virgen del Rosario que ocupa el centro del cuadro mide aproximadamente un metro de alto; su mirada se vuelve hacia la izquierda, desviando la atención hacia el Niño casi desnudo que lleva en sus brazos. Es una imagen serena cuya delicada sonrisa irradia gran dulzura. El color de su rostro es pálido, lo mismo que el del Niño. Curiosamente, éste lleva en la mano derecha un pajarito de vivo plumaje que un cordel sujeta a su dedo pulgar y de la mano izquierda deja colgar un pequeño rosario.

Nuestra Madre apoya su cuerpo sobre una media luna, en una posición que sugiere que va de camino. Cubre su cabeza una toca blanca recogida sobre el pecho, y un manto azul celeste envuelve su vestido de color rosado. Con el dedo meñique de su mano izquierda sostiene un rosario que le cae en el medio del cuerpo y en la mano derecha porta un cetro de reina. El cuadro conserva las huellas del pasado deterioro y es cosa notable el que las figuras, que de cerca se ven imprecisas o borrosas, adquieren su relieve y profundidad cuando se observan a cierta distancia. Al lienzo se le han superpuesto dos coronas, un cetro, dos rosarios y 27 escudos de oro que dan un hermoso relieve al cuadro, cuyo marco, formado por semicircunferencias de plata, porta las insignias de la condecoración presidencial. Durante 300 años el cuadro de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se presentó a los fieles sin protección alguna, contándose por millares los objetos que anualmente tocaban la endeble tela de algodón.

Los devotos usaban largas varas o cañas para hacer llegar hasta el bendito lienzo diversos objetos de devoción. Es algo realmente admirable que la tela se conserve intacta, a pesar de que tanta manipulación, por fuerza debió haber destruido totalmente el frágil tejido de algodón. Desde 1897 un grueso cristal protege la pintura de las inclemencias del tiempo y del roce con los devotos peregrinos.




Pío VII la declaró Patrona de Colombia en 1829, concediéndole fiesta litúrgica propia. "La Chinita" como la llama su pueblo, fue coronada canónicamente en 1919 y su santuario declarado Basílica en 1927.




Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de Libreria Editrice Vaticana - Copyright 1986

Fuente (Bibliografía):
Ariza, Alberto E. O.P., Hagiografía de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Bogotá, Editorial Iqueima, 1950.

Tobar, Pedro de, O.P. verdadera Histórica Relación del Orden, Manifestación y Prodigiosa Renovación por sí misma y Milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María, Madre de Dios, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Madrid, Juan García Infanzón, 1964.

Ariza, Alberto E. O.P. Nuestra Señora del Rosario de Chiguinguirá. Bogotá, Coop. Nal. de Artes Gráficas. 1964.

Ariza, Alberto E. O.P. Apostillas a la Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Bogotá, Editorial Kelly, 1969.

Fuente: Libro de Oraciones – Caballeros de la Virgen