miércoles, 20 de octubre de 2021

San Hilarión - Monje Año 371 - Fiesta Octubre 21

Hilarión significa "El muy alegre"


Es el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo. Nació en Palestina pero no era judío. Sus padres eran paganos. Fue a estudiar a Alejandría (en Egipto), donde había una escuela muy afamada de los cristianos, y allá se convirtió al cristianismo y se hizo bautizar. Oyó hablar del famoso monje San Antonio Abad y se fue a visitarlo al desierto. Estuvo en su compañía durante dos meses y se quedó admirado de la gran santidad de este monje y de su bondad exquisita, como también de los ayunos y mortificaciones que hacía. Se propuso imitarlo en cuanto más le fuera posible. Pero viendo que allá en Egipto era mucha la gente que iba a visitar a San Antonio para consultarle, se volvió a su patria a vivir en perfecta soledad en un desierto.

Vendió las posesiones que le habían dejado sus padres y repartió el dinero entre los pobres y se marchó a un desierto de Palestina a orar y meditar. San Antonio le había regalado una túnica hecha de material muy rudo y tosco, y con esa túnica pasó mucho tiempo, sin estrenar jamás un vestido, como penitencia de sus pecados. Siendo de constitución muy débil y sumamente sensible al frío y al calor, sin embargo durante los espantosos calores del desierto durante el día no tomaba ni una gota de líquido. Y en los fríos intensísimos de la noche no se abrigaba con nada más que con su tosca túnica. Se propuso no comer nada ningún día antes de que se ocultara el sol, y lo cumplió toda la vida (¡qué comparación con nuestra flojedad, que no nos permite ni siquiera pasar medio día sin comer o beber!).




Los primeros años únicamente se alimentaba con unos dátiles que comía cada anochecer. Pero luego se dio cuenta de que ésto le estaba perjudicando en su salud, y empezó a comer de vez en cuando algunas verduras y un poco de pan y aceite. Cuando las tentaciones impuras lo atacaban con más fuerza, reducía su alimentación a la mitad de lo que comía de ordinario, y decía:


"Estoy debilitando un poco a este asno salvaje que es mi cuerpo, para que no le lance tantas coces a mi alma"


Se construyó una celda tan corta y angosta que apenas cabía acostado o de rodillas. Dos metros de larga, metro y medio de ancha, y metro y medio de alta. Y rara vez salía de allí. San Jerónimo que conoció tal rancho, se quedó aterrado ante tanta mortificación. Pero así conseguía convertir pecadores y pagar sus propios pecados. Sentía gran deseo de ir a visitar los santos lugares donde nació, vivió y murió Jesús, y estando en ese mismo país le quedaba fácil hacerlo. Pero no lo hizo sino una sola vez en su vida, y esta vez con grandes sentimientos de piedad y veneración. Después hizo el sacrificio de no volver más por allí. Hasta en esos deseos tan santos sabía mortificarse.

En varios sitios donde estuvo viviendo, su modo de ganarse la vida era recorrer terrenos solitarios, y recoger leña y mandar a algunos de sus discípulos a venderla, y con eso comprar el alimento para él y para otros. Cuando ya llevaba 20 años haciendo penitencia en el desierto, unos esposos acudieron a él a pedirle que rezara para que en su hogar hubiera hijos, pues eran estériles. San Hilarión oró por ellos y Dios les concedió unos hijitos muy hermosos. Esto hizo que se volviera sumamente popular en los alrededores, y empezaron a llegar montones de gente a visitarlo y a pedirle consejos y oraciones. Varios hombres quisieron imitar a San Hilarión y se fueron a vivir también en cabañas en esas soledades. Él los dirigía y les enseñaba el arte de orar, de meditar y de saber dominar el cuerpo por medio de mortificaciones costosas. Hilarión sufría mucho de sequedades espirituales, pero ésto mismo le servía para poder comprender a los que pasaban por horas de tristeza, de crisis y angustias.




Cuando ya tenía unos 65 años se dio cuenta de que no le era posible vivir en soledad. Un gran número de monjes le pedían dirección espiritual y una continua peregrinación de gentes llegaba a suplicarle oraciones y a pedirle consejos. Entonces decidió irse a un sitio más alejado y solitario, y empezó una vida errante, la cual es uno de los casos más típicos y raros en la historia de la Iglesia. Se fue hacia los desiertos de Egipto, donde hacía muy poco tiempo había muerto el gran San Antonio. Allí los discípulos del santo le hicieron recorrer metro por metro, los terrenos donde había vivido el famoso monje. Le decían:


"Allí pasaba las noches rezando. En aquella roca se subía cuando quería que nadie fuera a molestarlo mientras meditaba..."


Hilarión suspiraba por llegar a ser como su modelo: el gran Antonio.

Pero sucedió que en aquella región hacía muchos meses que no llovía y la gente estaba sufriendo a causa del largo verano. El pueblo acudió a implorar las oraciones de San Hilarión, a quien consideraban como el sucesor de San Antonio Abad. El santo rezó con mucha fe y llegaron lluvias muy abundantes. Ésto le consiguió una gran popularidad. Luego empezaron a llegar campesinos mordidos por serpientes venenosas, y al ser ungidos con aceite bendecido por San Hilarión quedaban curados. El santo viendo que no lograba vivir oculto, y que cada día llegaban más y más personas a buscarlo, dispuso huir una vez más.

Para sus largos viajes no aceptaba sino a los religiosos que fueran capaces de andar con él durante todo el día, sin beber ni una gota de agua ni comer, desde el amanecer hasta el anochecer. Ahora se fue a la Isla de Sicilia, y se estableció con varios de sus discípulos en un sitio muy deshabitado. Pero otro discípulo suyo que lo amaba mucho, San Hesiquio, se puso a buscarlo por todas partes. Al fin, un comerciante le dijo que en Sicilia había un famoso monje que hacía muchos milagros. Hacia allá se fue San Hesiquio, y logró encontrar a su maestro. Y se dio cuenta de que la gente lo estimaba muchísimo por su santidad, por sus milagros y porque jamás recibía ningún dinero ni regalo alguno.

San Hilarión dijo que quería huir a un sitio donde nadie lo conociera. Y se fueron a la Isla de Chipre. Pero allá un maremoto amenazaba con ahogar a las gentes de la costa, y destruir todas sus habitaciones. El santo echó una bendición a las olas y éstas se calmaron. Con esto su fama se extendió por toda la isla. Al fin obtuvo que lo dejaran irse a vivir a una altísima roca, donde nadie lo distrajera en su oración y en sus meditaciones, y allí murió muy santamente a la edad de 80 años.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Oración a Santa Laura Montoya Upegui - Primera Colombiana Canonizada el 12 de mayo de 2013




Oración
para alcanzar gracias
por la intercesión de 



Dios misericordioso,
que prodigaste
Tu Amor y Tus Dones a
Santa Laura Montoya,
haciéndola fiel discípula
de Tu Hijo y misionero
de los más pobres;
concédenos, por su intercesión,
que, movidos por la fuerza
de Tu Espíritu, anunciemos
a todos el Evangelio,
alcancemos el don de la paz
y si es Tu Voluntad,
encontremos ayuda en
nuestra necesidad.
Amén.


Primera Santa Colombiana
Canonizada el 12 de mayo de 2013

Con aprobación eclesiástica
Imprimatur
+Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín
Colombia

Santa Úrsula y compañeras - Vírgenes y Mártires (Siglo III) - Patrona de las doncellas - Fiesta Octubre 21

 



Fue una joven doncella martirizada en el siglo V que protagoniza una leyenda medieval que gira en torno a Atila el Huno.


Martirologio Romano


En la ciudad de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a Santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo (c. s. IV).




Según una leyenda muy extendida en la Edad Media, una joven llamada Úrsula u Orsola ("pequeña osa", en latín), hija de un rey Cristiano de la Gran Bretaña, se convirtió al cristianismo prometiendo guardar su virginidad. Como fue pretendida en matrimonio por el hijo de un gran rey pagano (el príncipe bretón de nombre Ereo). Deseando conservarse virgen decidió realizar una peregrinación a Roma y así lograr la consagración de sus votos. Obtuvo una demora de tres años. A su solicitud se le dieron diez mujeres jóvenes de noble cuna, y ella y cada una de las diez fueron acompañadas por mil vírgenes, y todo este grupo, embarcó en once barcos navegando por tres años. En Roma, fue recibida por el Papa Ciriaco que la bendijo y consagró sus votos de virginidad perpetua para dedicarse a la predicación del evangelio de Cristo.

Cuando el plazo se venció, y el prometido de Úrsula estaba a punto de reclamarla, una ráfaga de viento llevó a las once mil lejos de las costas de Inglaterra, llegando primero por el agua a Colonia y de ahí a Basilea, y después por tierra de Basilea a Roma.

Al regresar a Germania, fue sorprendida en Colonia por el ataque de los Hunos, en 451. Atila, el terrible, rey de este pueblo, duro, fuerte, de mal carácter y muy pasional, se enamoró de ella, quiso casarse con la bella joven Úrsula, pero la joven se resistió. Las otras se las entregaría a sus soldados para que las violaran o hicieran lo que quisieran con ellas.




Pero el fanfarrón no esperaba la respuesta de estas chicas. Cuando se les acercó y les hizo sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono con la negativa más rotunda que se puede imaginar. Enfurecido Atila, las mandó matar de la manera más dura posible. Por eso, ella junto a otras doncellas que se negaron a entregarse a los apetitos sexuales de los bárbaros, fueron martirizadas y asesinadas por los Hunos por su odio a la Fe.




En el siglo IX se descubrió en Colonia, Alemania, en una iglesia del siglo VI, un epígrafe enrollado que comienza así: 


"Martirio de Úrsula y 11.000 vírgenes". Es un documento que engloba el martirio de estas vírgenes en el lugar sobre el que se construyó una preciosa iglesia.


A mediados del siglo XII, los ciudadanos de Colonia, al cavar unos cimientos cerca del cementerio de la antigua Colonia romana Agripinensis, encontraron huesos que fueron declarados reliquias de las vírgenes. Úrsula se convirtió en la santa patrona de las doncellas. En el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de rango senatorial que vivía en Colonia, erigió una basílica dedicada a las "once mil vírgenes", entre ellas Úrsula. En la inscripción de dedicación de este edificio se nombra a las otras doncellas (Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda, Cunera, Pinnosa, Saturnina, Paladia y Odialia de Britannia), de las cuales la última es llamada undecimilla ("la pequeña undécima", en latín). 


Arqueta-relicario con los restos de Santa Úrsula,
decorada por Hans Memling,

hoy en el Memlingmuseum,
localizado en el Sint-Janshospitaal, en Bélgica


El Instituto de Angela de Mérici, ursulinas, la tomó como patrona de sus obras de apostolado.

Gracias a un cementerio descubierto en Colonia, se pudieron ver los restos de estas valientes chicas que prefirieron la muerte antes que ofender al Señor. Sus reliquias abundan en muchos templos.


Visión de Santa Ángela de Mérici
con Úrsula y demás vírgenes


De pronto, las nubes se separan, rodéala una luz resplandeciente y surge una escalera de luz semejante a la de Jacob, que llega hasta el cielo. Muchedumbre innumerable de vírgenes suben y bajan por ella, vestidas con túnicas resplandecientes y llevan diadema real. Van de dos en dos dándose la mano, y un cortejo celestial de ángeles músicos las acompañan con arrebatadoras melodías, que tocaban con arpas doradas. Todas llevaban coronas decoradas con piedras preciosas. Después de un tiempo, la música paró y el Salvador en persona la llamó por su nombre para crear una sociedad de mujeres.

Separándose del grupo, una de las vírgenes -en la que Ángela reconoce a la amiga que acaba de perder- se acerca a Santa Ángela y le dice:


"Ángela, has de saber que Dios te ha enviado esta visión para indicarte que, antes de morir, fundarás en Brescia una Sociedad de vírgenes muy semejantes a éstas"




En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. 

El culto a santa Úrsula y a sus compañeras se extendió muy pronto, y se levantaron muchas iglesias en su honor. En el siglo XIII la Sorbona la adoptó como patrona y lo mismo ocurrió en las universidades de Coimbra y de Viena.

La festividad de Santa Úrsula se celebra el 21 de octubre. 


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de BIOGRAFIASYVIDAS.COM:

Fuente - Texto tomado de EC.ACIPRENSA.COM:

Fuente - Texto tomado de ES.WIKIPEDIA.ORG:

Santa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya Upegui - Religiosa Fundadora - Fiesta Octubre 21

 



Fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada
y Santa Catalina de Siena
(Misioneras de María)


Martirologio Romano


En el lugar de Belencito, cerca de Medellín, en Colombia, Santa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya Upeguí, virgen, que, con notable suceso, se dedicó a anunciar el Evangelio entre los pueblos indígenas que aún desconocían la fe en Cristo y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de María.

Etimología: Laura = Aquella que triunfa, viene de la lengua latina.

Fecha de beatificación: 25 de abril de 2004, por San Juan Pablo II.

Fecha de canonización: 12 de mayo de 2013, por el Papa Francisco.


Biografía
Página Oficial del Vaticano




La Madre Laura Montoya Upegui, estando aquí, en la Basílica de San Pedro en el mes de noviembre del año 1930, después de una viva oración eucarística escribe:


"Tuve fuerte deseo de tener tres largas vidas: La una para dedicarla a la adoración, la otra para pasarla en las humillaciones y la tercera para las misiones; pero al ofrecerle al Señor estos imposibles deseos, me pareció demasiado poco una vida para las misiones y le ofrecí el deseo de tener un millón de vidas para sacrificarlas en las misiones entre infieles. Mas, ¡he quedado muy triste! y le he repetido mucho al Señor de mi alma esta saetilla: ¡Ay! Que yo me muero al ver que nada soy y que te quiero"


Esta gran mujer que así escribe, la Madre Laura Montoya, maestra de misión en América Latina, servidora de la verdad y de la luz del Evangelio, nació en Jericó, Antioquia, pequeña población colombiana, el 26 de mayo de 1874, en el hogar de Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui, una familia profundamente cristiana. Recibió las aguas regeneradoras del Bautismo cuatro horas después de su nacimiento. El sacerdote le dio el nombre de María Laura de Jesús. Dos años tenía Laura cuando su padre fue asesinado, en cruenta guerra fratricida por defender la religión y la patria. Dejó a su esposa y sus tres hijos en orfandad y dura pobreza, a causa de la confiscación de los bienes por parte de sus enemigos. De labios de su madre, Laura aprendió a perdonar y a fortalecer su carácter con cristianos sentimientos.

Desde sus primeros años, su vida fue de incomprensiones y dolores. Supo lo que es sufrir como pobre huérfana, mendigando cariño entre sus mismos familiares. Aceptando con amor el sacrificio, fue dominando las dificultades del camino. La acción del Espíritu de Dios y la lectura espiritual, especialmente de la Sagrada Escritura, la llevaron por los caminos de la oración contemplativa, penitencia y el deseo de hacerse religiosa en el claustro carmelitano. Tenía sed de Dios y quería ir a Él "como bala de cañón".

Esta mujer admirable crece sin estudios, por las dificultades de pobreza e itinerancia a causa de su orfandad, hasta la edad de 16 años cuando ingresa en la Normal de Institutoras de Medellín, para ser maestra elemental y de esta manera ganarse el sustento diario. Sin embargo, llega a ser una erudita en su tiempo, una pedagoga connotada, formadora de cristianas generaciones, escritora castiza de alto vuelo y sabroso estilo, mística profunda por su experiencia de oración contemplativa. En 1914, apoyada por monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia, funda una familia religiosa: Las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, obra religiosa que rompe moldes y estructuras insuficientes para llevar a cabo su ideal misionero, según lo expresa en su Autobiografía:


"Necesitaba mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios"


Maestra catequista de los indios




Su profesión de maestra la llevó por varias poblaciones de Antioquia y luego al Colegio de la Inmaculada en Medellín. En su magisterio no se contenta con el saber humano, sino que expone magistralmente la doctrina del Evangelio. Forma con la palabra y el ejemplo el corazón de sus discípulas, en el amor a la Eucaristía y en los valores cristianos. En un momento de su trayectoria como maestra, se siente llamada a realizar lo que ella llamaba: "La obra de los indios". En 1907 estando en la población de Marinilla, escribe:


"Me vi en Dios y como que me arropaba con su paternidad haciéndome madre, del modo más intenso, de los infieles. Me dolían como verdaderos hijos"


Este fuego de amor la impulsa a un trabajo heroico al servicio de los indígenas de las selvas de América.


Busca recursos humanos, fomenta el celo misionero entre sus discípulas, escoge cinco compañeras a quienes prende el fuego apostólico de su propia alma. Aceptando de antemano los sacrificios, humillaciones, pruebas y contradicciones que se ven venir, acompañadas por su madre Doloritas Upegui, el grupo de "Misioneras catequistas de los indios" sale de Medellín hacia Dabeiba el 5 de mayo de 1914. Parten hacia lo desconocido, para abrirse paso en la tupida selva. Van, no con la fuerza de las armas, sino con la debilidad femenina apoyada en el Crucifijo y sostenida por un gran amor a María, la Madre y  Maestra de esta Obra misionera. "Ella, la Señora Inmaculada me atrajo de tal modo, que ya me es imposible pensar siquiera en que no sea Ella como el centro de mi vida". La celda carmelitana, objeto de sus ansias en el tiempo de su juventud, le pareció demasiado fría ante aquellas selvas pobladas de seres humanos sumidos en la infidelidad, pero amados tiernamente por Dios. "Siento la suprema impotencia de mi nada y el supremo dolor de verte desconocido, como un peso que me agobia".

Comprende la dignidad humana y la vocación divina del indígena. Quiere insertarse en su cultura, vivir como ellos en pobreza, sencillez y humildad y de esta manera derribar el muro de discriminación racial que mantenían algunos líderes civiles y religiosos de su tiempo. La solidez de su virtud fue probada y purificada por la incomprensión y el desprecio de los que la rodeaban, por los prejuicios y las acusaciones de algunos prelados de la iglesia que no comprendieron en su momento, aquel estilo de ser "religiosas cabras", según su expresión, llevadas por el anhelo de extender la fe y el conocimiento de Dios hasta los más remotos e inaccesibles lugares, brindando una catequesis vivencial del Evangelio. Su Obra Misionera rompió esquemas, para lanzar a la mujer como misionera en la vanguardia de la evangelización en América Latina. El quemante "SITIO" -Tengo sed- de Cristo en la Cruz, la impulsa a saciar esta sed del crucificado:


"¡Cuánta sed tengo!  ¡Sed de saciar la vuestra Señor! Al comulgar nos hemos juntado dos sedientos: Vos de la gloria de vuestro Padre y yo de la de vuestro Corazón Eucarístico! Vos de venir a mí, y yo de ir a Vos"


Mujer de avanzada, elige como celda la selva enmarañada y como sagrario la naturaleza andina, los bosques y cañadas, la exuberante vegetación en donde encuentra a Dios. Escribe a las Hermanas:


"No tienen sagrario pero tienen naturaleza; aunque la presencia de Dios es distinta, en las dos partes está y el amor debe saber buscarlo y hallarlo en donde quiera que se encuentre"


Redacta para ellas las "Voces Místicas", inspirada en la contemplación de la naturaleza, y otros libros como el "Directorio o guía de perfección", que ayudan a las Hermanas a vivir en armonía entre la vida apostólica y la contemplativa. Su Autobiografía es su obra cumbre, libro de confidencias íntimas, experiencia de sus angustias, desolaciones e ideales, vibraciones de su alma al contacto con la divinidad, vivencias de su lucha titánica por llevar a cabo su vocación misionera. Allí muestra su "pedagogia del amor", pedagogia acomodada a la mente del indígena, que le permite adentrarse en la cultura y el corazón del indio y del negro de nuestro continente.




La Madre Laura centra su Eclesiología en el amor y la obediencia a la Iglesia. Vive para la Iglesia a quien ama entrañablemente, y para extender sus fronteras no mide dificultades, sacrificios, humillaciones y calumnias. Esta infatigable misionera, pasó nueve años en silla de ruedas sin dejar su apostolado de la palabra y de la pluma. Después de una larga y penosa agonía, murió en Medellín el 21 de octubre de 1949. A su muerte dejó extendida su Congregación de Misioneras en 90 casas distribuidas en tres países, con un número de 467 religiosas. En la actualidad las Misioneras trabajan en 19 países distribuidas en América, África y Europa. Por todo lo que vivió, hizo y significó la Madre Laura en su época, y por todo lo que seguirá significando para la sociedad, la Congregación y la Iglesia, hoy la Congregación por ella fundada se llena de alegría al ver concretizado y culminado su proceso de Beatificación, abierto el 4 de julio de 1963, en la capilla de la Curia Arquidiocesana de Medellín, en el cual se nombró el tribunal eclesiástico, para buscar diligentemente los escritos de la Sierva de Dios Laura Montoya Upegui, instruir el proceso informativo sobre su fama de santidad, virtudes en general y posibles milagros realizados por la Sierva de Dios. Hoy, este proceso que duró 40 años ha llegado a su culminación, cuando en Roma el pasado 7 de julio, en la Sala Clementina, S.S. Juan Pablo II, en presencia de los miembros de la Congregación para las Causas de los Santos y de los Postuladores de las respectivas causas, promulgó el decreto de beatificación de la Madre Laura Montoya Upegui.

Fue beatificada por Juan Pablo II, el 25 de abril de 2004.


Canonización


S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconocía un milagro gracias a la intercesión de la entonces Beata Laura de Santa Catalina de Siena, lo cual permitió la canonización de quien pasó así a ser la primera colombiana en llegar a la gloria de los altares de la Iglesia Católica.

El milagro realizado por intercesión de la hasta entonces beata fue la curación del Dr. Carlos Eduardo Restrepo quien se encontraba convaleciente y que, aquejado por una especie de lupus, daño renal y una atrofia muscular, se encomendó una noche a ella y amaneció completamente curado.

Esa noche, el Dr. Restrepo recuerda que:


"Le dije: madre Laura, si me saca de estas, yo me encargo de contarle al mundo su milagro para que la eleven a los altares"

"Tengo una laguna. No sé si tuve una experiencia extracorpórea o si lo imaginé, o si fue el subconsciente, pero cuando me encomendé a la beata sentí una paz maravillosa", dijo


El médico sanado por la intercesión de la santa colombiana expresó:


"Si esto no es un milagro, entonces qué es... Cuando sabes que no tienes ninguna posibilidad y quedas intacto, entonces es un milagro", señaló


Oración
para alcanzar gracias
por la intercesión de 
Santa Laura Montoya Upegui




Dios misericordioso,
que prodigaste
Tu Amor y Tus Dones a
Santa Laura Montoya,
haciéndola fiel discípula
de Tu Hijo y misionero
de los más pobres;
concédenos, por su intercesión,
que, movidos por la fuerza
de Tu Espíritu, anunciemos
a todos el Evangelio,
alcancemos el don de la paz
y si es Tu Voluntad,
encontremos ayuda en
nuestra necesidad.
Amén.


Primera Santa Colombiana
Canonizada el 12 de mayo de 2013

Con aprobación eclesiástica
Imprimatur
+Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín
Colombia





Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:

Cardenal Müller: «Los verdaderos obispos católicos no se someten a la opinión pública»



SON REPRESENTANTES DE CRISTO,
NO DELEGADOS DEL PAPA


Cardenal Müller:


«Los verdaderos obispos católicos no se someten a la opinión pública»


«Los verdaderos obispos católicos no se someten a la opinión pública, sino que dan testimonio de la 'sana enseñanza' del Evangelio de Cristo, fortalecida por el poder del Espíritu Santo»


Así lo ha señalado el Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, en una entrevista.


20/10/21 - 6:59 AM


(Kath.net/InfoCatólica) El cardenal hizo unas declaraciones con motivo de la concesión del «León de Oro de Venecia por la Paz».


Hay que saber los nombres de los obispos «que son capaces de dialogar con la gente de hoy que posee un alto nivel intelectual, pero no los nombres de los cortesanos que adulan al príncipe».


Además, el purpurado, recordando lo indicado en la Escritura


-«Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre» (Hch 20,28)-


Señaló que los obispos no son empleados de la Santa Sede sino que «tienen una responsabilidad como representantes de Cristo y no como delegados del Papa».


En la entrevista, el que fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe explica:


«El Papa Benedicto me pidió que publicara su 'Opera omnia' en 16 grandes volúmenes. Tiene la calidad teológica de un padre de la iglesia de la edad moderna»


A su vez opinó que:


«El carisma del Papa Francisco es su compromiso con los pobres, también amplía nuestros horizontes a los pueblos de la 'periferia' en África, Asia, América del Sur y no solo en América del Norte y Europa»


Cuando se le preguntó sobre el papel del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmó:


«Los prefectos de las congregaciones de la Curia Romana asesoran y apoyan al Papa en su misión, en su enseñanza y en la dirección de la Iglesia universal. Dado que la Iglesia es una comunión de fe revelada, la Congregación para la Doctrina de la Fe es fundamental para el ministerio petrino»


Y por último, dijo:




«La iglesia no es ni puede ser una ONG, ni convertirse en una organización religioso-social en el camino hacia un paraíso terrenal que va a fallar, sino que es un organismo vivo, el cuerpo de Cristo, que es su cabeza universal y su Salvador. La gente no puede reformar o reconstruir la Iglesia a su conveniencia, sino que es Dios quien nos reforma, nos renueva para que seamos buenos cristianos, miembros vivos de su cuerpo (eclesial a través de los sacramentos); Cristo es la Cabeza. Los obispos. y también el Obispo de Roma, son sólo sus siervos (1 Co 4: 1). (1 Corintios 3:11). Esta palabra divina debe ser la máxima del próximo sínodo».


Fuente - Texto tomado de INFOCATOLICA.COM: