lunes, 28 de diciembre de 2020

MILAGROS: Jesús Niño se apareció estigmatizado a Padre Pío




La Navidad de un santo


Devoto de la Santísima Virgen María y del rezo diario de varios rosarios, el santo de los estigmas, Padre Pío, tenía también un vínculo de amor con Jesús Niño, que cuidaba con celo… evitando incluso que se hicieran públicos algunos eventos extraordinarios que ocurrían mientras se le veía en compañía del Hijo de Dios.

La santidad del sacerdote capuchino -que sería oficialmente reconocida por la iglesia cuando el santo Papa Juan Pablo II lo canonizara oficialmente el 16 de junio del año 2002-, comenzó a manifestarse en su infancia, según narran historiadores y biógrafos.

Mientras sus padres trabajaban en el campo, modelaba con barro las pequeñas imágenes del nacimiento; las colocaba en una pequeña gruta excavada en la pared más grande de la casa, y preparaba luego las lucecitas, llenando con unas pocas gotas de aceite y un poco de estopa las conchas vacías de los caracoles, que hacía vaciar y limpiar a su amigo Luis Orlando, ya que “no tenía el coraje de llevar a cabo esta operación”.

Después, colocaba alrededor de la gruta grandes trozos de musgo que sacaba del tronco de los árboles con un cortaplumas. Permanecía entonces horas y horas delante del nacimiento, cantando nanas o rezando el Rosario.


La oración al Niño Jesús




Luego de mayor, contaba los días que faltaban para Navidad. Enviaba a todos sus augurios de paz, de serenidad, de alegría…


“El celeste Niño te conceda experimentar en tu corazón todas las santas emociones que me hizo gozar a mí en la bienaventurada noche, cuando fue colocado en el pobre portal”, dice el santo en una de sus cartas (Epist. I,981).


En los días que precedían a Navidad, el Padre Pío escribía también a sus hijas espirituales invitándoles a orar a Jesús Niño…


“Al comenzar la santa novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renacer a una vida nueva; el corazón se siente demasiado pequeño para contener los bienes del cielo; el alma se siente deshacerse completamente ante la presencia de nuestro Dios, que se ha hecho carne por nosotros.

¿Cómo resignarse a no amarlo cada día con nuevo entusiasmo?


Oh, acerquémonos al Niño Jesús con corazón limpio de culpa, que, de este modo, saborearemos lo dulce y suave que es amarlo” (Epist. II,273).

“Estad muy cerca de la cuna de este gracioso Niño… Si amas las riquezas, aquí encontrarás el oro que los reyes magos le dejaron; si amas el humo de los honores, aquí encontrarás el del incienso; y si amas la delicadeza de los sentidos, sentirás el olor de la mirra, que perfuma por entero la santa gruta.

Sé rica de amor hacia este celeste Niño, respetuosa en la actitud que tomes ante Él en la oración, y plenamente dichosa al sentir en ti las santas inspiraciones y los afectos de ser singularmente suya” (Epist. III,346s).


Apariciones


Fruto de esta misma devoción orante que practicaba desde pequeño, se conocen al menos tres eventos extraordinarios que vinculan al santo con Jesús Niño.


Primera aparición
(Noviembre de 1911)




Desde finales de octubre de 1911 hasta el 7 de diciembre del mismo año, el Padre Pío residió en el convento de Venafro (Isernia). Aquí en un éxtasis cuya fecha no precisa el padre Agostino de San Marco in Lemis, se apareció al Padre Pío el Niño Jesús. La particularidad es que el Niño Jesús apareció con los estigmas de la crucifixión en manos, pies y costado.




A sus cronistas no extraña aquél signo, pues para San Pío de Pietrelcina contemplar el misterio de la Navidad era ver al Niño Jesús a la luz del misterio Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.




Segunda aparición
(20 de Septiembre de 1919)




Esta aparición está documentada por el Padre Raffaele de Sant’Elia a Pianisi en el manuscrito, ‘Apuntes breves sobre la vida del Padre Pío y mi larga permanencia con él’. También en esta aparición hay una referencia a los estigmas y, en ello, al misterio de la Salvación que la Navidad contiene…

“Después de ocho años de vida militar, debía continuar los estudios de teología y prepararme para la ordenación sacerdotal. Yo dormía en una celda estrecha, casi enfrente a la número 5, que era del Padre Pío. La noche entre el 19 y 20 (de septiembre de 1919) no podía dormir. Hacia media noche me levanto, asustado. El pasillo estaba sumergido en la oscuridad, rota solo por la luz tenue de un candil de petróleo. Mientras estaba a la puerta para salir, veo pasar al Padre Pío, todo luminoso, con el Niño Jesús en brazos. Avanzaba lentamente murmurando oraciones. Pasa delante de mí, todo radiante de luz, y no advierte mi presencia. Sólo algunos años después he sabido que el 20 de septiembre era el primer aniversario de sus llagas”.

Tercera aparición
(24 de Diciembre de 1922)




Lucía Ladanza, hija espiritual del Padre Pío, es quien narra lo ocurrido el 24 de diciembre de 1922 cuando quiso pasar la vigilia de Navidad junto al Padre.

"Aquella noche hacía frío y los frailes habían llevado a la sacristía un brasero con fuego. Ella, y otras tres mujeres se quedaron junto al brasero esperando la media noche, para asistir a la Misa que debía celebrar el Padre Pío. Las otras tres mujeres comenzaron a adormecerse, mientras ella seguía rezando el rosario. En ese momento vio que por la escalera interior de la sacristía, bajaba el Padre Pío y se detuvo junto a la ventana. De improviso, dice, envuelto en un halo de luz apareció el Niño Jesús entre los brazos del Padre Pío… cuyo rostro se volvió todo radiante. Cuando desapareció la visión, el Padre advirtió que Lucía, estaba despierta y lo miraba fijamente, atónita. Se le acercó y le dijo:

“Lucía, ¿qué has visto?”

Ella respondió:


“Padre, he visto todo”


El Padre Pío, entonces, le advirtió con severidad:


“No digas nada a nadie”.


Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
https://es.aleteia.org/2015/12/28/jesus-nino-se-aparecio-estigmatizado-a-padre-pio/

Santo Tomás Becket - Obispo y Mártir Inglés - Fiesta Diciembre 29



Nació en Londres (Inglaterra en 1118) y murió en Canterbury (Inglaterra en 1170); fue canonizado en 1173. Tomás nació en una familia trabajadora. Era un hombre puro y le gustaban las cosas de Dios. Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. Después tuvo que trabajar como empleado de un comerciante, al cual acompañaba los días de descanso a hacer largas correrías dedicados a la cacería. Desde entonces, adquirió su gran afición por los viajes aunque fueran por caminos muy difíciles. Un día persiguiendo una presa de cacería, corrió con tan gran imprudencia que cayó a un canal que llevaba el agua para mover un molino. La corriente lo arrastró y ya iba a morir triturado por las ruedas, cuando, sin saber cómo ni por qué, el molino se detuvo instantáneamente. El joven consideró aquello como un aviso para tomar la vida más en serio.

A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury), el cual se dio cuenta de que este joven tenía cualidades excepcionales para el trabajo, y le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. En esta posición fue negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia, y así Tomás llegó a ser el personaje más importante, después del arzobispo, en aquella iglesia de Londres. Monseñor afirmaba que no se arrepentía de haber depositado en él toda su confianza, porque en todas las responsabilidades que se le encomendaban se esmeraba por desempeñarlas lo mejor posible.

Dicen los que lo conocieron que Santo Tomás Becket era delgado de cuerpo, semblante pálido, cabello oscuro, nariz larga y facciones muy varoniles. Su carácter alegre lo hacía atractivo y agradable en su conversación. Sumamente franco, trataba de decir siempre la verdad y de no andar fingiendo lo que no sentía, pero siempre con el mayor respeto. Sabía expresar sus ideas de manera tan clara, que a la gente le gustaba oírle explicar los asuntos de religión, porque se le entendía todo fácilmente y bien. Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y éste en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Tomás puso todas sus cualidades al servicio de tan alto cargo, y llegó a ser el hombre de confianza del rey. Éste no hacía nada importante sin consultarle. Su presencia en el gobierno contribuyó a que dictaran leyes muy favorables para el pueblo. Acompañaba a Enrique II en todas sus correrías por el país y por el exterior (pues Inglaterra tenía amplias posesiones en Francia), y procuraba que en todas partes quedara muy en alto el nombre de su gobierno. Y no tenía miedo en corregir también al monarca cuando veía que se estaba extralimitando en sus funciones. Pero siempre de la manera más amigable posible.


Nació en Londres (Inglaterra) en 1118
y murió en Canterbury en 1170;
canonizado en 1173


En el 1161 murió el Arzobispo Teobaldo, y entonces al rey le pareció que el mejor candidato para ser Arzobispo de Inglaterra era Tomás Becket. Éste le advirtió que no era digno de tan sublime cargo. Que su genio era violento y fuerte, y que tomaba demasiado en serio sus responsabilidades y que por eso podía tener muchos problemas con el gobierno civil, si lo nombraban jefe del gobierno eclesiástico. Pero su confesor decía:


"En su vida privada es intachable, y sabe mantener una gran dignidad aún en ocasiones peligrosas y en tentaciones de toda especie"


Y un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó. Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo así:


"Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo"


Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sí sucedió. Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Les decía:


"Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de Arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten"


Desde que fue nombrado Arzobispo (por el Papa Alejandro III) la vida de Tomás cambió por completo. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde la consagración episcopal se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina. Se levantaba muy al amanecer. Luego dedicaba una hora a la oración y a la lectura de la S. Biblia. Después del desayuno estudiaba otra hora con un doctor en teología, para estar al día en conocimientos religiosos. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía hasta el punto que a veces lloraba, le salían lágrimas durante la Misa. Cada día repartía él personalmente las limosnas a muchísimos pobres que llegaban al Palacio Arzobispal. Muy pronto ya los pobres que allí recibían ayuda, eran el doble de los que antes iban a pedir limosna. Cada día tenía algunos invitados a su mesa, pero durante las comidas, en vez de música escuchaba la lectura de algún libro religioso. Casi todos los días visitaba algunos enfermos del hospital. Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación o no habían hecho los estudios correspondientes, no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey. Tomás había dicho al rey cuando éste le propuso el Arzobispado:


"Ya verá que los envidiosos tratarán de poner enemistades entre nosotros dos. Además el poder civil tratará de imponer leyes que vayan contra la Iglesia Católica y no podré aceptar eso. Y hasta el mismo rey me pedirá que yo le apruebe ciertos comportamientos suyos, y me será imposible hacerlo"


Ésto se fue cumpliendo todo exactamente. El rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia Católica. El Arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces el cariño de Enrique hacia su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo. Luego pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El Arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior eclesiástico y no el poder civil. La rabia del mandatario se encendió furiosamente. Enrique redactó una ley en la cual la Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El Arzobispo exclamó:

"No permita Dios que yo vaya jamás a aprobar o a firmar semejante ley"


Y no la aceptó. ¡Nueva rabia del rey! Enseguida éste se propuso que en adelante sería el gobierno civil quien nombrara para ciertos cargos eclesiásticos.

Tomás se le opuso terminantemente. Resultado: tuvo que salir del país. Tomás se fue a Francia a entrevistarse con el Papa Alejandro III y pedirle que lo reemplazara por otro en este cargo tan difícil.


"Santo Padre le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un convento"




Y se fue a estarse 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos. Pero el Pontífice intervino y obtuvo que entre Enrique y Tomás hicieran las paces. Y así volvió a Inglaterra. Sin embargo, el problema peor estaba por llegar. Después de seis años de destierro y cuando ya le habían sido confiscados por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el Arzobispo Tomás regresó a Inglaterra el 1 de diciembre con el título de "Delegado del Sumo Pontífice". El trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo largo de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes de diciembre (la del martirio)Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a llevar cuentos y cuentos al rey contra el Arzobispo. Y dicen que un día en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó:

"No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?"


Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el Santo Arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos.

Los sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta:
"Una Iglesia no debe convertirse en un castillo" les dijo

 

"¿Por qué se portan así, qué temen?" les preguntó. 

 

"No pueden hacer sino lo que Dios permite"

En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron:

 

"¿Dónde está el traidor, dónde está el arzobispo?"
"Aquí estoy", dijo Tomás.
"No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?"




Uno de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces juntos y le asesinaron en los peldaños de su santuario. Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo:


"En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu"


Era el 29 de diciembre de 1170. Lo atacaron a cuchilladas. No opuso resistencia. Murió diciendo:


"Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica"


Tenía apenas 52 años. Se llama apoteosis la glorificación y gran cantidad de honores que se rinden a una persona. La noticia del asesinato de un Arzobispo recorrió velozmente Europa, causando horror y espanto en todas partes. El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset. El Papa Alejandro III lanzó excomunión contra el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido duró dos años haciendo penitencia, y en el año 1172 fue reconciliado otra vez con su religión y desde entonces se entendió muy bien con las autoridades eclesiásticas. 

Muchos milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se archivaron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo por Alejandro III dos años después de su muerte, a causa de su martirio y por los muchos milagros que se obraban en su sepulcro. El traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió en 1220 (Julio 7) con la concurrencia de gente de toda Europa. 400 años después de Santo Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia, por lo que rompió la unidad y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533. Santo Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).

Dos personajes con nombres de Tomás, ocuparon el cargo de Canciller en Inglaterra, junto con dos reyes de nombre Enrique. Y ambos fueron martirizados por defender a la Santa Iglesia Católica, Santo Tomás Becket, martirizado por deseos de Enrique II y Santo Tomás Moro, martirizado por orden del impío rey Enrique VIII.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG:

Oración de fin de año 2020 y principio de año nuevo 2021

 



Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.

Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.

Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.




Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón; perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.




También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte.

Por todos mis olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo Tú sabes si llegaré a vivirlos.




Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad, llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno; que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.




Cólmame de bondad y de alegría para que cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí, encuentren en mi vida un poquito de Ti.

Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Santos Mártires Inocentes - Triste Acontecimiento Diciembre 28


 
Hoy celebramos la fiesta de los Niños Inocentes a quienes mandó a matar el cruel Herodes.




Nos cuenta el evangelio de San Mateo que unos magos llegaron a Jerusalén preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían visto aparecer su estrella en el oriente, y recordaban la profecía del Antiguo Testamento que decía:


"Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" (Números 24, 17)


Y por eso se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido. Dice San Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia, y la ciudad de Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante del país, porque él había asesinado a dos de sus esposas y asesinó también a varios de sus hijos, porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo por otro. Llevaba muchos años gobernando de la manera más cruel y feroz, y estaba resuelto a mandar matar a todo el que pretendiera ser rey de Israel. Por eso la noticia de que acababa de nacer un niño que iba a ser rey poderoso, lo llenó de temor y dispuso tomar medidas para precaverse.

Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia (a los sumos sacerdotes y a los escribas), y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron:


"Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1)


Entonces Herodes se propuso averiguar bien exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo contrario, les dijo a los Magos:


"Vayan y se informan bien acerca de ese niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a adorarlo"


Los Magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.




Y sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo.

Entonces rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus soldados a que mataran a todos los niños menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. Ya podemos imaginar la terrible angustia para los papás de los niños al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a su hijo tan querido. Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser Hijo (Huios) que cerdo (Hus), porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los cerdos no, porque entre los judíos está prohibido comer carne de ese animal.

San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías:


"Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" (Jer. 31, 15)




Como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que un ángel vino la noche anterior y avisó a José para que saliera huyendo hacia Egipto, y así cuando llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban para matar.

Y aquellos 30 niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados que no somos nada inocentes, sino muy necesitados del perdón de Dios.


Los Santos Inocentes


A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como "mártires" en sustitución de Jesús. La devoción hizo el resto. En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas (alusión a su martirio).

En nuestro tiempo continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto, millones más mueren abandonados con hambre... ¿qué haces?




Te rogamos, Señor...

  • Te pedimos Padre, por todas las personas aquí presentes que de una u otra forma colaboran en esta lucha por la defensa de la vida, desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Dales la gracia, el valor y la fortaleza necesaria para vivir y trabajar diariamente según Tu Santa Voluntad.
  • Oremos por los obispos, los sacerdotes y diáconos y por todos aquellos que tienen una responsabilidad en la comunidad cristiana.
  • Te rogamos Señor que ayudes y protejas a todas aquellas familias que sufren conflictos graves, que ponen en peligro su estabilidad y el bienestar de sus miembros, en especial de los más pequeñitos. Que Tu sabiduría los ilumine para que puedan encontrar en el AMOR la solución a sus problemas, y logren obtener la paz y la tranquilidad necesarias para vivir según Tu voluntad.
  • Te pedimos Señor porque el actual desarrollo científico-biológico no atente contra la dignidad de la persona humana, sino que por el contrario lleve a la humanidad a Tu encuentro, para que asombrados por la maravilla de la creación, sepamos amarla y respetarla.
  • Te pedimos Padre, por todos los bebés que ahora corren peligro de ser abortados. Para que sus madres, iluminadas por la luz de Tu Santo Espíritu, reconozcan en ellos la maravilla de Tu creación y cobijadas bajo el manto amoroso y maternal de María, encuentren el mejor camino para salir adelante de sus dificultades.
  • Muy especialmente, te pedimos hoy Señor por todas aquellas personas que se dedican a practicar y promover el aborto. Que a través de Ti, logren conocer la verdad y comprendan que en cada pequeño ser que eliminan, está presente la maravilla de Tu creación y de Tu presencia. Ilumínalos para que comprendan el valor infinito de cada vida humana y, conscientes de su grandeza, aprendan a amarla y respetarla.
  • Inspíranos Padre, para que recordemos que sin Ti nada podemos y que todo nuestro esfuerzo, vaya siempre encaminado a ser testimonio vivo del gran Amor de Dios hacia los hombres. Danos la fuerza y el valor que necesitaremos para continuar siempre fieles a Tu palabra.

Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo
(de los sermones de San Quodvultdeus - Obispo)




Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en Él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas y, para que no escape El que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños. Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero Aquel, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina El que ha venido para reinar. He aquí que el libertador concede la libertad, y el salvador la salvación. Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia!  ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños?  Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.




Apenas llega Cristo a esta tierra, que era suya, cuando los hombres le quieren arrojar de ella. Sus primeros adoradores fueron los pastores; su primer perseguidor, un rey a quien la Historia ha llamado Herodes el Grande. Fue grande por sus infamias, por sus vicios, por su ambición, por su lujuria. Fue uno de los monstruos más grandes que han existido. Usurpador, desconfiado hasta la ridiculez, avaro hasta la miseria, adulador del César, repugnante y hediondo, este bárbaro del desierto de Edom traicionó a sus antiguos señores, mató a su mujer, a su madre, a sus hijos y a sus hermanos; se divertía en ver cómo chisporroteaban en las llamas los judíos más ilustres, y tales eran los suplicios con que atormentaba a sus víctimas, que, como decían a Augusto los embajadores de Jerusalén, los vivos envidiaban la suerte de los muertos. Aquel reino que había ganado con la sangre, sólo con la sangre se podía conservar. El carácter que Josefo nos pinta es el mismo del Evangelio.

Cuando Jesús nació, Herodes era ya viejo, y como todos los viejos malhechores y los príncipes nuevos, el temblor de una hoja le hacía estremecer. Supersticioso, como todos los orientales, crédulo en agüeros y presagios, se alarmó ante la noticia que le trajeron los tres misteriosos personajes guiados desde la Caldea lejana por el resplandor de una estrella. El más ridículo pretendiente le hacía temblar; y he aquí que en el corazón de su reino acababa de aparecer un nieto de David.




"No dejéis de traerme noticias más concretas" -dijo a los ilustres extranjeros.

Pero aguardó inútilmente, y al fin comprendió que había sido burlado. Al miedo de la suspicacia se juntaba ahora la rabia del despecho. Era preciso deshacerse de aquel Rey en pañales, y para mejor asegurar el golpe, salió un edicto bárbaro, pero no más terrible que otros del tirano:

La orden fue ejecutada con brutalidad. San Mateo nos presenta a las inocentes criaturas arrancadas del regazo materno, a las madres haciendo resonar su llanto en los valles y las montañas, y a la misma Raquel levantándose de su tumba, para juntar sus lamentos con los de las pobres mujeres desoladas:

"Una voz se ha oído en las alturas; un coro de llantos y gritos espantosos; Raquel llora a sus hijos, y no puede consolarse porque ya no existen"

Nadie supo cuántos serían los niños sacrificados al tirano. Autores antiguos cuentan que Herodes quiso empezar la matanza mandando sacrificar a un hijo suyo pequeño; y el hecho debió de llegar a oídos de Augusto, pues se dice que, al saberlo, exclamó el Emperador:

"Mejor es ser (un) puerco de Herodes que hijo suyo"

Fue una nueva crueldad del rey advenedizo, que había sido anunciada siglos antes como una señal de la aparición del Mesías; una crueldad aún más inútil que las otras.

"Entre tantos duelos -dice el poeta-, Cristo es el único que se salva"

Además, la vida se le escapaba, y con la vida, el reino. Los gusanos le roían los miembros, tenía los pies hinchados, faltábale el aliento, y un hedor insoportable salía de su boca. Era la enfermedad que el Cielo parecía destinar para los perseguidores; la de Antíoco, la de Diocleciano, la de Maximiano. Vivo aún, su cuerpo se corrompía sobre un lecho de dolores en su soberbio palacio de Jericó. En Jerusalén hablaban ya de su muerte y arrastran por el suelo el águila de oro, que él había mandado colocar sobre la puerta del templo. Más de 40 personas son quemadas vivas en una plaza de Jericó en castigo de aquella audacia. En el delirio de los últimos días, la sangre siguió corriendo. El tirano intenta suicidarse en la mesa con un cuchillo, y para tener quién le llore en sus funerales, ya moribundo, da orden de degollar a los jefes de las principales familias hebreas.

Entre tantas víctimas, los historiadores profanos olvidaron el centenar de niños sacrificados en Belén y sus cercanías. Pero la Iglesia ha recogido su memoria con amor maternal, y apenas acaba de saludar y adorar al recién nacido de la gruta, se acerca a las cunas enrojecidas de estos pequeñuelos, no para llorar sobre ellos, sino para colocar en su frente una diadema.




"Salte de gozo la tierra -clamaba San Agustín-, porque ha merecido ser madre fecunda de estos amables y valerosos soldados. Bien merecidas tienen estas santas alegrías con que hoy los recordamos, pues conocieron la dignidad de la vida perpetua antes de recibir la usura de la presente"


Y la santa liturgia, dirigiéndose a la pequeña cohorte, la saluda diciendo:


"Salve, flores graciosas del martirio, que el enemigo de Cristo tronchó en los umbrales de la luz, como el vendaval a las rosas de abril. Vosotros, víctimas primaverales de Cristo, tierna grey de inmolados, reís inocentes delante del altar, jugando con las palmas y coronas".

Por favor, recemos juntos esta
Oración por los Niños No Nacidos
Muchas gracias a todos:




Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de REFLEXIONES CATÓLICAS:

Fuente - Textos tomados de CATOLICO.ORG: