lunes, 9 de noviembre de 2020

Papa San León Magno - Doctor de la Iglesia - Fiesta Noviembre 10



Nació en Toscana (Italia) a fines del siglo IV. Recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín. Lo llaman "Magno" porque fue grande en obras y en santidad tanto por apacentar a su grey con una exquisita y prudente predicación, como por mantener la doctrina ortodoxa sobre la encarnación de Dios, valientemente afirmada por los legados del Concilio Ecuménico de Calcedonia, hasta que descansó en el Señor en RomaEs el pontífice más importante de su siglo. Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos:


Los externos que querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.


Desafortunadamente, no existen muchas noticias biográficas de él. Al Papa León no le gustaba hablar mucho de sí en sus escritos. Tenía una idea elevadísima de su función: sabía que encarnaba la dignidad, el poder y la solicitud de Pedro, jefe de los apóstoles. Pero su posición de autoridad y la fama de rigidez e hieratismo no le impedían comunicar el calor humano y el entusiasmo de un hombre de Dios, que se notan por los 96 sermones y por las 173 cartas que han llegado hasta nosotros. Sobre todas las homilías nos muestran al Papa, uno de los más grandes de la historia de la Iglesia, paternalmente dedicado al bien espiritual de sus hijos, a los que les habla en lenguaje sencillo, traduciendo su pensamiento en fórmulas sobrias y eficaces para la práctica de la vida cristiana.




Sus cartas, por el estilo culto, demuestran su rica personalidad. De espíritu comprensivo y previsor, se destacó también por su impulso doctrinal, participando activamente en la elaboración dogmática del grave problema teológico tratado en el concilio ecuménico de Calcedonia, pedido por el emperador de Oriente para condenar la herejía del monofisismo.

Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron:

"San Pedro ha hablado por boca de León"

Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino, y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia, a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales.


Más poderosa es la llave de oro






Hombre de doctrina, de escritos y de palabra elocuente, supo armonizar Occidente con Oriente, dándole a la Iglesia su carácter universal. Varón de inigualable personalidad, contribuyó a reforzar la primacía de la Sede de Roma, gracias al prestigio y a la autoridad de su persona. Pontífice compenetrado de su misión, defendió la verdadera fe, seguro de que las obras realizadas por él no procedían de su capacidad humana sino de la abundancia de la gracia de Cristo.

Así era San León I, apodado Magno debido a la santidad majestuosa con la cual se distinguió a lo largo de su vida, legando a los siglos futuros una profunda enseñanza:


"La carne no es nada ante el espíritu (cf. Jn. 6, 63). Por peores que sean las situaciones de aflicción o de prueba por las que tenga que pasar la Santa Iglesia, el poder espiritual, entregado por Jesús a Pedro, hace brillar la verdad e imponerse definitivamente. De las dos llaves que adornan la tiara pontificia -de plata y de oro, símbolos del poder temporal y del espiritual-, la más poderosa es la de oro: las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18)


La estabilidad de la Iglesia descansa sobre una piedra inamovible




Corría el año 440 cuando sobrevino el fallecimiento del Papa San Sixto III. El cónclave eligió como sucesor a León, arcediano de la Iglesia romana y consejero pontificio, que en aquel tiempo ya era muy estimado y admirado por "su sabiduría teológica, su elocuencia magnificente y su diplomacia habilísima". Sin embargo, el recién electo se encontraba en la Galia como delegado papal, por lo que tardó en llegar a Roma, al tener que atravesar los Alpes. Por eso sólo pudo ser investido el 29 de septiembre, en medio de manifestaciones de júbilo y bienquerencia del clero y del pueblo.

No obstante, nadie de los que le aclamaba podría tener una noción exacta de las ingentes luchas y dificultades por las que habría de pasar a lo largo de sus 21 años de pontificado. San León enfrentó la furia de las hordas invasoras que se lanzaban a la conquista de Europa y de Roma, así como la insidia de las herejías, no menos peligrosas para la Iglesia, sin perder nunca la certeza de que la estabilidad de la Iglesia descansa sobre una piedra inamovible, que no es la virtud natural de ningún Pontífice, sino la promesa que Cristo le hizo a Pedro cuando éste manifestó la fe en su divinidad y recibió de sus manos el Papado.


Un "león" ante la barbarie pagana




No acababa de derrotar a la perversidad de la herejía que intentaba desestabilizar a la Iglesia, cuando ya se perfilaba en el norte de Italia la barbarie pagana que avanzaba como un torbellino de fuego, sangre y devastación. En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba.

Atila, el terrible jefe de los hunos, el "azote de Dios", había cruzado los Alpes, tomado Milán y Pavía, y estaba acampando en Mantua, con vía libre para atacar Roma, donde se encontraba una población aterrorizada y abandonada por sus gobernantes, incapaces de defenderlos. La esperanza de la urbe y del resto de la península descansaba sobre los hombros del Vicario de Cristo. Ahora no tendría que empuñar la espada de la palabra, a fin de confundir a los herejes, sino arriesgar su propia vida para salvar a sus ovejas.

San León se puso en camino con decisión, seguido por algunos cardenales y los principales miembros del clero romano. Revestido de las insignias pontificias y cabalgando sobre un humilde animal, se presentó delante de Atila y le intimó a que cesara aquella guerra de saqueos y devastaciones. Contra todas las expectativas humanas, el bárbaro recibió con temeroso respeto a ese anciano que iba a su encuentro sin armas y sin soldados; le prometió vivir en paz con el Imperio, mediante el pago de un pequeño tributo anual, y se volvió por donde había venido. Interpelado después por sus guerreros, que no comprendían aquel cambio repentino, el "azote de Dios" respondió:




"Mientras me hablaba, veía a su lado, de pie, a un Pontífice de majestad sobrehumana. De sus ojos salían rayos y en la mano tenía una espada desenvainada; su mirada terrible y su gesto amenazante me ordenaban conceder todo lo que solicitaba el enviado de los romanos"

Cuáles fueron las palabras del santo Papa al jefe bárbaro, no se sabe. Según cuenta un cronista contemporáneo:


"Se abandonó al auxilio divino, que nunca falta a los esfuerzos de los justos, y que el éxito coronó su fe"


Desde lo alto del Cielo, San Pedro favoreció la misión de su sucesor, confirmándola con un milagro.


"Este importante acontecimiento pronto se hizo memorable y permanece como un signo emblemático de la acción de paz llevada a cabo por el Pontífice"


La victoria fue festejada con pompa y solemnidad en Roma y, para perpetua acción de gracias, San León mandó fundir la estatua de bronce de Júpiter Capitolino y hacer con ese metal una gran imagen del apóstol Pedro, que hasta hoy se venera en la Basílica Vaticana.




En el año 455 otro enemigo feroz, Genserico, rey de los vándalos, llegó a las puertas de la Ciudad Eterna (Roma) a saquearla, fue una vez más ese santo pastor quien la salvó, logrando que el invasor no la incendiase ni derramase sangre. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo. Su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros. 

Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así:




"Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino del cielo por salvar tu alma"

Murió el 10 de noviembre del año 461.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=556

Fuente - Texto tomado de Heraldos del Evangelio - ES.ARAUTOS.ORG:

MILAGRO - Conversión de María (la pecadora) en la hora de la muerte



Se cuenta en la vida de sor Catalina de San Agustín, que en el mismo lugar donde vivía esta sierva de Dios, habitaba una mujer llamada María, que en su juventud había sido una pecadora y aún de anciana continuaba obstinada en sus perversidades, de modo que, arrojada del pueblo, se vio obligada a vivir confinada en una cueva, donde murió abandonada de todos y sin los últimos sacramentos, por lo que la sepultaron en descampado.

Sor Catalina, que solía encomendar a Dios con gran devoción las almas de los que sabía que habían muerto, después de conocer la desdichada muerte de aquella pobre anciana, ni pensó en rezar por ella, teniéndola por condenada como la tenían todos.

Pasaron cuatro años, y un día se le apareció un alma en pena que le dijo:

"Sor Catalina, ¡qué desdicha la mía! tú encomiendas a Dios las almas de los que mueren y sólo de mi alma no te has compadecido"

"¿Quién eres tú?" (le dijo la sierva de Dios)

"Yo soy" (le respondió) "la pobre María que murió en la cueva"

"Pero, ¿te has salvado?" (replicó Sor Catalina)

"Sí, me he salvado por la misericordia de la Virgen María"

"Pero, ¿cómo?"

"Cuando me vi a las puertas de la muerte, viéndome tan llena de pecados y abandonada de todos, me volví hacia la Madre de Dios y le dije:

  

'Señora, tú eres el refugio de los abandonados; ahora yo me encuentro desamparada de todos; tú eres mi única esperanza, sólo tú me puedes ayudar, ten piedad de mí. La Santa Virgen me obtuvo un acto de contrición, morí y me salvé; y ahora mi reina me ha otorgado que mis penas se abreviaran haciéndome sufrir en intensidad lo que hubiera debido purgar por muchos años; sólo necesito algunas misas para librarme del purgatorio. Te ruego las mandes celebrar que yo te prometo rezar siempre, especialmente a Dios y a María, por ti".


Fuente - Texto tomado del Libro Las Glorias de María - San Alfonso María de Ligorio

NEUROCIENCIA: En la mente del fanático - Obsesión Descontrolada



Sentir pasión es positivo e incluso saludable, hasta que se convierte en una obsesión descontrolada. Así explica la neurociencia el fanatismo.


José Ángel Martos


¿Qué tienen en común un ultra futbolero capaz de emprenderla a golpes con los aficionados del equipo rival, un cruzado medieval que recorrió Europa y atravesó el Mediterráneo para recuperar Tierra Santa con espada en mano y, por último, una mujer musulmana que acepta convertirse en bomba humana para hacer explotar una escuela llena de niños?

Por muy diferentes que parezcan estas tres personalidades y sus motivaciones, todas tienen un aspecto en común: el fanatismo. Esto es, la adhesión incondicional a una causa, sin límites ni matices, hasta el extremo de realizar cualquier tipo de acción en su favor, incluso matar o morir por ella. Es un fenómeno tan viejo como la humanidad, pero no hace tanto que los científicos de diversas disciplinas se han dado cuenta de que hay mecanismos idénticos de asunción individual del fanatismo, más allá del contexto social, político o religioso en que actúa cada uno.

Por eso, existen varias especialidades que están investigando para saber más sobre un aspecto clave: cómo funciona el cerebro de un fanático. Algunas de las primeras hipótesis y conclusiones son sorprendentes. Un neurotransmisor químico llamado dopamina podría jugar un importante papel en los procesos cerebrales que conducen a los comportamientos fanáticos, independientemente de la forma en que se expresen. Las neuronas que manejan la dopamina están muy relacionadas con las emociones que experimentamos y se activan cuando el organismo obtiene placer con alguna acción. Pero, y esto es un descubrimiento clave, lo hacen en mucha mayor medida cuanto más inesperada sea dicha recompensa, como la llama la neurociencia. Solemos pensar en el placer como algo muy vinculado a contextos como las relaciones sexuales o la buena comida, pero hay muchas más motivaciones, y algunas de ellas son las que lindan con el fanatismo.

Los aficionados de un equipo de fútbol, por ejemplo, obtienen un gran placer cuando su equipo gana, pero esta sensación se multiplica si la victoria es inesperada, ya sea porque el contexto racional invitaba a desechar la posibilidad –el equipo colista que vence por sorpresa al líder– o porque el transcurso del acontecimiento deportivo también había conducido a desestimar la posibilidad de victoria –la remontada final tras tener el partido perdido–. En esos momentos excepcionales se libera mucha más dopamina y se experimenta una felicidad considerablemente más intensa.

Pero quizá lo más importante de todo sea que el cerebro se acostumbra enseguida a esperar estas neurorrecompensas. Una de las zonas del sistema nervioso en las que más dopamina se produce es la llamada sustancia negra, que está situada en el cerebro medio y tiene como una de sus principales funciones el aprendizaje. La repetición de las recompensas acaba por crear una señal permanente en los circuitos cerebrales, que invita a los individuos que viven tales satisfacciones a buscarlas de nuevo. Serían, por tanto, sus sesos los que les dictan, desde las profundidades de las neuronas, la necesidad de volver a alcanzar estos impredecibles momentos de éxtasis a los cuales el deporte, por el azar que le es inherente, resulta más propenso que otras actividades.


La religión y la política son una cantera para el fanatismo




Estas constataciones sobre el funcionamiento neuroquímico de nuestra materia gris podrían explicar en parte el comportamiento de los fans, término que vale la pena recordar que es el acortamiento de la palabra inglesa fanatic. Pero aunque quizá en las sociedades occidentales hoy se asocie a los fans con el deporte o la música, es evidente que otras actividades importantes para el ser humano como la religión y la política son una cantera para el fanatismo. 

“Mientras las personas no fanáticas tienen ideas, los fanáticos tienen creencias, que son funciones adaptativas para lograr certidumbre y seguridad”, dice Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, que ha estudiado los fenómenos del terrorismo y del suicidio en España. Echeburúa tipifica al terrorista suicida como “una variante del fanático político, sin duda la forma más extrema, y para llegar a ella hay que haber pasado por una situación muy intensa”.

La intensificación del terrorismo suicida yihadista, hoy máxima expresión del comportamiento fanático sin límites, está siendo analizada hasta la extenuación en clave política y religiosa. Pero los psicólogos y los expertos en el estudio de la violencia creen que hay también otros factores decisivos, que estarían más bien en el ámbito de la mente y que se manifiestan en fanáticos violentos de muy diversa índole. Echeburúa recuerda el caso de los religiosos vascos que en el pasado se convirtieron en terroristas de ETA para ejemplificar que “es más fácil pasar de ser fanático de una cosa a fanático de otra que pasar de fanático a tolerante”. Lo atribuye a que los fanáticos “ya han adquirido una estructura mental característica”. 

Esta configuración del pensamiento fanático suele mostrar unas peculiaridades conocidas como distorsiones cognitivas. Se trata de errores en el procesamiento de la información característicos de muchos trastornos mentales, como los de personalidad o la depresión. “Una distorsión cognitiva muy común entre los terroristas –y, en general, entre las personas que hacen uso de la violencia para conseguir sus fines– es pensar dicotómicamente, en términos de blanco o negro. Así tienden a dividir el mundo entre nosotros y ellos”, explica el experto en estudios de la violencia José Sanmartín Esplugues, catedrático de la Universidad de Valencia y autor del libro El terrorista. Cómo es. Cómo se hace.


Si no estás conmigo, estás contra mi




El pensamiento dicotómico suele ir acompañado de otra distorsión según la cual “los terroristas se perciben a sí mismos como víctimas”, explica Sanmartín, y por ello se ven obligados a luchar, ya sea por la presunta opresión que padece su pueblo, por el deterioro de su forma de vida a causa de los valores de la cultura occidental o por muchas otras razones que suelen aducir en cualquier parte del mundo. De esta forma, justifican ante los demás y ante sí mismos su apelación a la violencia como una autodefensa con base moral. La combinación de ambos factores los lleva a trasladar la responsabilidad de cuanto les afecta negativamente del nosotros –su etnia, su religión…– al ellos –los enemigos de la patria, los infieles, etc.–. El conjunto resulta un auténtico cóctel explosivo en la mente del terrorista, que acaba por desarrollar lo que se conoce como rigidez cognitiva.

Echeburúa añade a las distorsiones un rasgo mental común en los fanáticos: la sobrevaloración afectiva de sus creencias. Esta consiste en vivirlas con una intensidad muy alta. “Por eso se enfadan si los contradices, y esto puede llevar a actitudes violentas y a terrorismo, porque les hace ver a los discrepantes como enemigos”, explica Echeburúa. El tránsito del fanatismo hasta el terrorismo pasa entonces por la construcción del enemigo, que, como dice Echeburúa, “implica rebajarlo a la condición de cosa –cosificarlo–, y eso significa verlos como algo subhumano”. Ahí surge el menosprecio con el que clasifican a homosexuales, moros o infieles, por utilizar algunos de los adjetivos con los que despachan a sus enemigos.

La consecuencia principal de esta cosificación del enemigo es, según explica Sanmartín, que “les permite –y esto es algo terrible– tapiar con prejuicios y estereotipos sus reacciones naturales de compasión hacia las víctimas. Aprenden a despersonalizarlas y así pueden neutralizar sus reacciones ante el disparo a bocajarro en la cabeza de la víctima”. Y añade: “Al no ver personas, sino medios o instrumentos cuya destrucción los acerca algo más a la consecución de sus nobles objetivos, los terroristas no tienen, en definitiva, con quién empatizar, de quién compadecerse”. Echeburúa resume este concepto con una imagen: “La cosificación les ayuda a volver a casa y comerse una hamburguesa tranquilamente tras haber cometido una acción violenta o un asesinato”.


Es más habitual que el terrorismo suicida se dé cuando hay precedentes en la familia


Para curarles hay que reconfigurar su cerebro




En lo que coinciden ambos expertos es en que no estamos ante enfermos psiquiátricos que padecen un trastorno cerebral de origen biológico. “No suelen tener enfermedades mentales: ni esquizofrenia, ni psicopatías”, explica Echeburúa. Y pone el ejemplo de muchos terroristas que “dentro de su grupo son capaces de mostrar cariño, de divertirse… Un psicópata nunca se comportaría así con nadie”. Por su parte, Sanmartín añade que “si los terroristas fueran personas afectadas por graves trastornos mentales o de la personalidad de origen biológico, estaríamos quizá algo más tranquilos. Pero no. Su enfermedad es otra. Su trastorno ha sido culturalmente adquirido a través de un aprendizaje que, a menudo, se inicia en la propia cuna”.

Aquí volvemos a esas vivencias que van forjando la personalidad de los terroristas fanáticos. Por ejemplo, es más habitual que el terrorismo suicida se dé cuando hay precedentes en la familia, como ocurre con las viudas negras del Cáucaso, que se lanzan a inmolarse en acciones terroristas tras haber perdido a algún miembro varón de su familia a manos de las tropas rusas.

Con todo este trasfondo psicológico y de distorsiones cognitivas en el fenómeno del fanatismo y sus manifestaciones más graves, una de las potenciales soluciones que se plantean es si puede reprogramarse la mente de estas personas. Sanmartín opina que resulta difícil, porque “es preciso que dejen de ver el mundo al revés” y, para ello, hay que “reconfigurar su cerebro con un aprendizaje alternativo. Pero nuestro cerebro tiene una cierta dosis de plasticidad, y aprender tiene efectos que cada vez están concitando mayor atención”. La complicación es, aun así, mayor porque “el terrorista no solo tiene afectada la facultad intelectiva que le hace percibir el mundo como lo percibe. Además tiene profundamente afectada su esfera emocional. Es difícil hacerlo cambiar, muy difícil…, pero no imposible”.


Fuente - Texto tomado de MUYINTERESANTE.ES:
https://www.muyinteresante.es/cultura/articulo/en-la-mente-del-fanatico-201464599524