Lucía significa "la que lleva luz". Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice:
"N.N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes"
Es muy antigua la devoción a Santa Lucía tanto en el oriente como en el occidente. Su nombre figura en el canon de la misa romana, lo que probablemente se debe al Papa Gregorio Magno. De acuerdo con "las actas" de Santa Lucía, nació de padres nobles y ricos y fue educada en la fe cristiana. Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. Perdió a su padre durante la infancia. Dicen que cuando era muy niña, hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre, Eutiquia (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo:
"Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme"
Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.
El pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como cristiana ante el pro-cónsul Pascasio. La persecución de Diocleciano estaba entonces en todo su furor. El juez la presionó cuanto pudo para convencerla a que apostatara de la fe cristiana. Ella le respondió:
"Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo"
El juez le preguntó:
"Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?"
La jovencita respondió:
"Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor"
El juez entonces la amenazó con llevarla a una casa de prostitución, para someterla a la fuerza a la ignominia. Ella le respondió:
"Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal"
Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta de Santa Lucía. Corresponde con un profundo principio de moral:
No hay pecado si no se consiente al mal
El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de 10 hombres no lograron moverla ni un palmo. No pudieron llevar a cabo la sentencia, pues Dios impidió que los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron. Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "Amén".
Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos. Se le representa llevando en la mano derecha la palma de la victoria, símbolo del martirio y en la izquierda los ojos que le fueron arrancados por proclamar su fe en Jesucristo.
Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el "loculus" o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.
Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa), demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.
Oración a Santa Lucía
Patrona de la Vista
¡Oh bienaventurada y amable
Virgen Santa Lucía, universalmente
reconocida por el pueblo cristiano
como especial y poderosa abogada
de la vista, llenos de confianza
a ti acudimos; pidiéndote la gracia
de que la nuestra se mantenga sana
y le demos el uso para la salvación
de nuestra alma, sin turbar jamás
nuestra mente en espectáculos peligrosos.
Y que todo lo que ellos vean
se convierta en saludable
y valioso motivo de amar
cada día más a
a quien por tu intercesión,
oh protectora nuestra;
esperamos ver y amar
eternamente en la patria celestial.
Amén.
Santa Lucía Virgen y Mártir:
¡que ciegos estamos!
Intercede por nosotros
para que veamos el valor
de la entrega total sin contar
el sufrimiento. Que, como tú,
estemos siempre atentos
a las luces del Espíritu Santo.
Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: