domingo, 19 de marzo de 2017

San Daniel - Profeta (Año 585 a.c.) - Fiesta Marzo 20




Daniel significa: "Dios es mi juez". Los datos acerca de este santo los sabemos por el libro de Daniel, en la S. Biblia. Pertenecía a una familia importante de Jerusalén. Era muy inteligente y estudioso y de agradable presencia. Cuando el rey Nabucodonosor invadió a Jerusalén se lo llevó prisionero a Babilonia junto con otros jóvenes. Al darse cuenta de las cualidades de este adolescente, Nabucodonosor lo hace instruir en todas las ciencias políticas y sociales de su país.

Siendo este profeta aún muy joven, unos jueces quisieron hacer pecar a una mujer casada y como ella no aceptó las infames pretensiones de ellos, la calumniaron inventando que la habían visto pecar con un joven. La gente creyó la calumnia y la llevaban para matarla a pedradas, cuando apareció Daniel. Llamó a los dos jueces y los interrogó uno por uno, por separado, y les preguntó:
"¿Dónde estaba Susana cuando ella cometió la falta?"
Uno respondió:
"Debajo de una acacia"
Y el otro dijo:
"Debajo de una encina"
Entonces Daniel les dijo:
"Ustedes estaban acostumbrados a hacer pecar a mujeres sin fe y sin valor, pero ahora se encontraron a una mujer que cree y es valiente. Su hermosura los sedujo y creyeron poder hacer que ella ofendiera a Dios, pero no lo lograron. Ahora tendrán el pago de su delito"
Y el pueblo condenó a muerte a estos dos impuros calumniadores y alabó a Dios por la sabiduría que le había concedido a Daniel. Los enemigos de la religión acusaron a Daniel porque tres veces cada día se arrodillaba en la azotea de su casa a adorar y rezar a Dios. En castigo fue echado al foso donde había leones sin comer. Pero Dios hizo el milagro de que los leones no lo atacaran, y esto hizo que el rey creyera en el verdadero Dios.

El joven se abstenía de tomar bebidas alcohólicas y de consumir alimentos prohibidos por la Ley de Moisés, y Dios en cambio le concedió una inmensa sabiduría, con la cual logró escalar los más altos puestos de gobierno hasta llegar a ser primer ministro bajo los gobiernos de Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro. A su gran sabiduría, a su habilidad para gobernar y a su santidad debe él que a pesar de los cambios de gobierno lograra conservar su cargo, durante el reinado de cuatro reyes.

Daniel recibió de Dios la gracia de revelar sueños y visiones.


Soñó Nabucodonosor que estaba viendo una estatua inmensa con cabeza de oro, pecho de plata, piernas de hierro y pies de barro, y que una piedrecita se desprendía del monte e iba creciendo hasta llegar y chocar con la estatua y volverla polvo. Y Daniel le explicó que este sueño significaba que vendrían varios reinos en el mundo, uno muy rico, como de oro, otro menos rico, como de plata, y un tercero muy fuerte como de hierro y otro más débil como de barro, y que la verdadera religión, que al principio sería muy pequeña, iría creciendo hasta lograr dominar todos los reinos. Esto se ha cumplido con la religión de Cristo, que empezó siendo tan pequeñita y ahora está extendida por todo el mundo y es más poderosa que cualquier reino de la tierra.



Dios anunció que al rey Nabucodonosor por haber cometido maldades y ser orgulloso, lo iba a volver loco. Nabucodonosor le pidió a Daniel que le rogara a Dios que le cambiara el castigo por alguna obra buena, y el Señor le dijo que para librarse de los castigos tenía que dar limosnas a los pobres.


El rey Baltasar cometió el pecado de emplear los cálices sagrados del altar de Dios para tomar licor en una fiesta, y estando en ésto apareció una Mano misteriosa que escribía tres palabras en la pared:

"Mene, Tequel, Uparsin"

El rey se asustó mucho y el profeta Daniel le explicó:

  • "Mene significa pesado. Es que Dios ha pesado sus obras y han resultado faltas de peso para recibir premios.
  • Tequel significa medido. Dios midió sus obras y no dan la medida para recibir gloria.
  • Uparsin significa dividido. Es que su reino será dividido y pasado a otros".
Y esa misma noche llegaron los enemigos del reino y mataron a Baltasar y dividieron su reino y lo pasaron a los persas. Daniel fue un profeta tan estimado que pudo corregir a los mismos jefes de gobierno de su tiempo y sus correcciones fueron recibidas con buena voluntad. Ante el pueblo apareció siempre como un hombre iluminado por Dios y de una conducta ejemplar y como un creyente de una profunda piedad y devoción.

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 4, 5-42



5. Llegó, pues, a la ciudad de Samaria, llamada Sicar, o Siquem, vecina a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

6. Aquí estaba el pozo llamado la fuente de Jacob. Jesús, pues, cansado del camino, sentóse a descansar así sobre el brocal de este pozo. Era ya cerca de la hora de sexta.

7. Vino entonces una mujer samaritana a sacar agua. Díjole Jesús:
"Dame de beber"
8. (Es de advertir que sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer).

9. Pero la mujer samaritana le respondió:
"¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?"
Porque los judíos no se avienen o comunican con los samaritanos.
10. Díjole Jesús en respuesta:


"Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, puede ser que tú le hubieras pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva"
11. Dícele la mujer:
"Señor, Tú no tienes con qué sacarla, y el pozo es profundo: ¿Dónde tienes, pues, esa agua viva?
12. ¿Eres Tú por ventura mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?"
13. Respondióle Jesús:
"Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que Yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed.
14. Antes el agua que Yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna"
15. La mujer le dijo:
"Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo más sed, ni haya de venir aquí a sacarla".
16. Pero Jesús le dijo:
"Anda, llama a tu marido, y vuelve con él acá"
17. Respondió la mujer:
"Yo no tengo marido".
Dícele Jesús:
"Tienes razón en decir que no tienes marido.
18. Porque cinco maridos has tenido; y el que ahora tienes, no es marido tuyo; en eso verdad has dicho".
19. Díjole la mujer:
"Señor, yo veo que Tú eres un profeta.
20. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros los judíos decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar".
21. Respóndele Jesús:
"Mujer, créeme a Mí, ya llega el tiempo en que ni precisamente en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre, sino en cualquiera lugar.
22. Vosotros adoráis lo que no conocéis, pues sabéis poco de Dios; pero nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud o el Salvador procede de los judíos.
23. Pero ya llega tiempo, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca.
24. Dios es espíritu, y la misma verdad; y por lo mismo los que le adoran en espíritu y verdad deben adorarle".
25. Dícele la mujer:
"Se que está para venir el Mesías (esto es, el Cristo); cuando venga, pues, Él nos lo declarará todo".
26. Y Jesús le responde:
"Ése Soy Yo, que hablo contigo"

27. En esto llegaron sus discípulos; y extrañaban que hablase con aquella mujer. No obstante nadie le dijo: ¿Qué le preguntas, o por qué hablas con ella?

28. Entretanto la mujer, dejando allí su cántaro, se fue a la ciudad, y dijo a las gentes:
29. "Venid y veréis a un hombre que me ha dicho todo cuanto yo he hecho. ¿Será quizá Éste el Cristo?"
30. Con eso salieron de la ciudad, y vinieron a encontrarle.

31. Entretanto instábanle los discípulos diciendo:
"Maestro, come".
32. Díceles Él:
"Yo tengo para alimentarme un manjar que vosotros no sabéis".
33. Decíanse, pues, los discípulos unos a otros:
"¿Si le habrá traído alguno de comer?"
34. Pero Jesús les dijo:
"Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra.
35. ¿No decís vosotros: ¡Ea!, dentro de cuatro meses estaremos ya en la siega? Pues ahora os digo Yo:
Alzad vuestros ojos, tended la vista por los campos, y ved ya las mieses blancas y a punto de segarse.
36. En esta cosecha evangélica, aquel que siega recibe su jornal, y recoge frutos para la vida eterna, a fin de que igualmente se gocen así el que siembra como el que siega.
37. Y en esta ocasión se verifica aquel refrán: Uno es el que siembra, y otro el que siega.
38. Yo os he enviado a vosotros a segar lo que no labrasteis; otros hicieron la labranza, y vosotros habéis entrado en sus labores".
39. El hecho fue que muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él, por las palabras de la mujer, que aseguraba:
"Me ha dicho todo cuanto yo hice".
40. Y venidos a Él los samaritanos, le rogaron que se quedase allí. En efecto, se detuvo dos días en aquella ciudad.

41. Con lo que fueron muchos más los que creyeron en Él por haber oído sus discursos.

42. Y decían a la mujer:


"Ya no creemos por lo que tú has dicho; pues nosotros mismos le hemos oído, y hemos conocido que Éste es verdaderamente el Salvador del mundo".
Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

3a. Semana de Cuaresma - Marzo 19 al 25 de 2017



Domingo de Moisés
y de la samaritana

"Tengo los ojos puestos en el Señor porque Él saca mis pies de la red. Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido".

Reflexión

Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado agua viva» (Juan 4:10).

Las personas de Israel han pecado; han renegado y probado a Dios con su falta de fe y desconfianza. A su ingratitud y dureza de corazón, Dios responde con el regalo del agua que fluye. Esta agua es más que una señal de la Divina Providencia que está presente en Moisés y en el agua; predice esa otra agua, la vida nueva, que ofrece en Cristo.

Jesús le pide de beber a la mujer Samaritana y entonces, en diálogo con ella, le ofrece agua viva y se revela como el Mesías (Cristo.) La mujer deja su cántaro de agua, su vida pasada, y corre a contar a todas las personas lo que pasó. Jesús, en nuestro bautismo también nos invita a beber ésta agua viva y, como la Samaritana, nos da la oportunidad de reconocer nuestros errores, cambiar nuestra vida y dar testimonio de lo que creemos...

Oración

Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas. Por nuestro Señor, Jesucristo. Amén.

MARZO 20 - MARZO 25

Lunes, Marzo 20

"Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y carne retozan por el Dios vivo" (Antífona de Entrada, Sal 83, 3).

Oración

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua, y pues sin ti no puede mantener su firmeza, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Martes, Marzo 21

"Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme" (Antífona de Entrada, Sal 16, 6.8).

Oración

Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Miércoles, Marzo 22

"Asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine".

Oración

Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Jueves, Marzo 23

"Yo soy la salvación del pueblo -dice el Señor-. Cuando me llamen desde el peligro, yo les escucharé y seré para siempre su Señor" (Antífona de Entrada, Salmo 37 (36), 39s.28).

Oración

Te pedimos humildemente, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Viernes, Marzo 24

"No tienes igual entre los dioses, Señor: Grande eres Tú y haces maravillas, Tú eres el único Dios" (Antífona de Entrada, Sal 85, 8.10).

Oración

Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Sábado, Marzo 25

"Bendice alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas" (Antífona de Entrada, Sal 102, 2-3).

Oración

Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor vivir los sacramentos pascuales, y sentir en nosotros el gozo de su eficacia. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
http://www.ewtn.com/espanol/cuaresma/2017/week3.asp

Fiesta de San José - Padre adoptivo de Jesús y Esposo de la Santísima Virgen María - Marzo 19


La fiesta de San José se celebra el 19 de marzo desde el pontificado de Sixto IV (1471 - 1484). En 1870 el Bienaventurado Papa Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia Universal, y San Pío X aprobó en 1909 la Letanía en alabanza del santo.

San José
Patrono de la Iglesia
Defensor de la Sagrada Familia

Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. De estas fuentes ha manado su dignidad, su santidad, su gloria.


Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la Santísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad -al que de por sí va unida la comunión de bienes- se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. Él se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propios padres.

De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Y durante el curso entero de su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas responsabilidades. Él se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para la alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era amenazado por los celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las miserias del viaje y en la amargura del exilio fue siempre la compañía, la ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús.


Ahora bien, el divino hogar que José dirigía con la autoridad de un padre, contenía dentro de sí a la apenas naciente Iglesia. Por el mismo hecho de que la Santísima Virgen es la Madre de Jesucristo, ella es la Madre de todos los cristianos a quienes dio a luz en el Monte Calvario, en medio de los supremos dolores de la Redención; Jesucristo es, de alguna manera, el primogénito de los cristianos, quienes por la adopción y la Redención son sus hermanos. Y por estas razones el Santo Patriarca contempla a la multitud de cristianos que conformamos la Iglesia, como confiados especialmente a su cuidado, a esta ilimitada familia, extendida por toda la tierra, sobre la cual, puesto que es el esposo de María y el padre de Jesucristo, conserva cierta paternal autoridad. Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo.

(SS. León XIII, Encíclica "Quamquam pluries" 1889)


Consagración a San José
ante las tribulaciones


¡Oid, querido San José,
una palabra mía!... 
Yo me veo abrumada de aflicciones y cruces, y a menudo lloro...
Despedazada bajo el peso de estas cruces, me siento desfallecer, ni tengo fuerzas para levantarme y deseo que mi Bien me llame pronto. En la tranquilidad, empero, entiendo que no es cosa difícil el morir... pero sí el bien vivir.

¿A quién, pues, acudiré sino a Vos, que sois tan bueno y querido, para recibir luz... consuelo... y ayuda?

A Vos, pues, consagro toda mi vida, y en vuestras manos pongo las congojas, las cruces, los intereses de mi alma... de mi familia... de los pecadores... para que, después de una vida tan trabajosa, podamos ir a gozar para siempre con Vos de la bienaventuranza del Paraíso.
Amén.

Jaculatoria:
San José,
Protector de atribulados y de los moribundos,
rogad por nosotros


José significa "Dios me ayuda"

De San José únicamente sabemos los datos históricos que San Mateo y San Lucas nos narran en el Evangelio. Su más grande honor es que Dios le confió sus dos más preciosos tesoros: JESÚS Y MARÍA. San Mateo nos dice que era descendiente de la familia de David.

Una muy antigua tradición dice que el 19 de marzo sucedió la muerte de nuestro Santo y el paso de su alma de la tierra al cielo.

Los santos que más han propagado la devoción a San José han sido:
  • San Vicente Ferrer
  • Santa Brígida
  • San Bernardino de Siena (que escribió en su honor muy hermosos sermones)
  • San Francisco de Sales (que predicó muchas veces recomendando la devoción al Santo Patriarca)
  • Santa Teresa (que fue curada por él de una terrible enfermedad que la tenía casi paralizada, enfermedad que ya era considerada incurable). Le rezó con fe a San José y obtuvo de manera maravillosa su curación. En adelante esta santa ya no dejó nunca de recomendar a las gentes que se encomendaran a él. Y repetía: "Otros santos parece que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo". Hacia el final de su vida, la mística fundadora decía: "Durante 40 años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran Santo, y verán que grandes frutos van a conseguir". Y es de anotar que a todos los conventos que fundó Santa Teresa les puso por patrono a San José.
San Mateo narra que San José se había comprometido en ceremonia pública a casarse con la Virgen María. Pero que luego al darse cuenta de que Ella estaba esperando un hijo sin haber vivido juntos los dos, y no entendiendo aquel misterio, en vez de denunciarla como infiel, dispuso abandonarla en secreto e irse a otro pueblo a vivir. Y dice el Evangelio que su determinación de no denunciarla, se debió a que "José era un hombre justo", un verdadero santo. Este es un enorme elogio que le hace la Sagrada Escritura. En la Biblia, "Ser Justo" es lo mejor que un hombre puede ser.

Nuestro Santo tuvo unos sueños muy impresionantes, en los cuales recibió importantísimos mensajes del cielo.



  1. Sueño (en Nazareth). Un ángel le contó que el Hijo que iba a tener María era obra del Espíritu Santo y que podía casarse tranquilamente con Ella, que era totalmente fiel. Tranquilizado con ese mensaje, José celebró sus bodas. La leyenda cuenta que 12 jóvenes pretendían casarse con María, y que cada uno llevaba en su mano un bastón de madera muy seca. Y que en el momento en que María debía escoger entre los 12, he aquí que el bastón que José llevaba, milagrosamente floreció. Por eso pintan a este Santo con un bastón florecido en su mano.
  2. Sueño (en Belén). Un ángel le comunicó que Herodes buscaba al Niño Jesús para matarlo, y que debía salir huyendo a Egipto. José se levantó a medianoche y con María y el Niño se fue hacia Egipto.
  3. Sueño (en Egipto). El ángel le comunicó que ya había muerto Herodes y que podían volver a Israel. Entonces José, su Esposa y el Niño volvieron a Nazareth.
La Iglesia Católica venera mucho los cinco grandes dolores o penas que tuvo este Santo, pero a cada dolor o sufrimiento le corresponde una inmensa alegría que Nuestro Señor le envió.


1. Dolor: Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y no lograr conseguir ni siquiera una casita pobre para el nacimiento. A este dolor correspondió la alegría de ver y oír a los ángeles y pastores llegar a adorar al Divino Niño, y luego recibir la visita de los Magos de Oriente con oro, incienso y mirra.



2. Dolor: El día de la Presentación del Niño en el Templo, al oír al profeta Simeón anunciar que Jesús sería causa de división y que muchos irían en su contra y que por esa causa, un puñal de dolor atravesaría el Corazón de María. A este sufrimiento correspondió la alegría de oír al Profeta anunciar que Jesús sería la luz que iluminaría a todas las naciones, y la gloria del pueblo de Israel.


3. Dolor: La huida a Egipto. Tener que huir por entre esos desiertos a 40 grados de temperatura, y sin sombras ni agua, y con el Niño recién nacido. A este sufrimiento le correspondió la alegría de ser muy bien recibido por sus paisanos en Egipto y el gozo de ver crecer tan Santo y Hermoso al Divino Niño.


4. Dolor: La pérdida del Niño Jesús en el Templo y la angustia de estar buscándolo por tres días. A este sufrimiento le siguió la alegría de encontrarlo sano y salvo y de tenerlo en su casa hasta los 30 años y verlo crecer en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.


5. Dolor: La separación de Jesús y de María al llegarle la hora de morir. Pero a este sufrimiento le siguió la alegría, la paz y el consuelo de morir acompañado de los dos seres más Santos de la tierra. Por eso invocamos a San José como Patrono de la Buena Muerte, porque tuvo la muerte más dichosa que un ser humano pueda desear: acompañado y consolado por Jesús y María.
    Para conocer más de la vida de San José, debemos remitirnos a los primeros capítulos de los Evangelios de San Mateo y San Lucas: su genealogía y su descendencia de la casa de David (Mt 1, 1-5 y Lc 3, 23-38), y el hecho de ser esposo de María Santísima, la Virgen Madre del Mesías (Mt 1, 18 y Lc 1, 27).



    Hay una antigua tradición que cuenta el bellísimo episodio de su desposorio con la Virgen María. Consta que María estaba en el Templo, ya en edad de casarse. También Ella pertenecía a la estirpe de David. Entre sus pretendientes fueron seleccionados algunos, de las mejores familias, de los más virtuosos de Israel. Cada uno llevaba en su mano un bastón de madera seca. Al momento de la elección, el bastón de José floreció milagrosamente, naciendo bellos lirios en su punta, símbolo de la pureza que él había prometido guardar siempre. Este hecho le dio seguridad a María, que también había hecho promesa de virginidad. El guardián de la Sagrada Familia quedó maravillado con la decisión de su esposa, una vez él mismo había tomado igual decisión.

    El Santo del Silencio


    San José es llamado el "Santo del Silencio", puesto que no conocemos palabras proferidas por él mismo, sino tan sólo sus obras y actos de fe, amor y protección hacia su amadísima esposa, la Virgen María, y el Niño Jesús.

    Fue un escogido de Dios y desde el comienzo recibió la gracia de ir discerniendo los designios divinos sobre sí, por estar llamado a guardar los más preciosos tesoros del Padre Celestial: Jesús y María.




    San José también es considerado Patrono de la Vida Interior, por ser un ejemplo de espíritu de oración, sufrimiento y admiración. Siendo jefe de familia, admiraba a su esposa virgen, concebida sin mancha del pecado de Adán, y al fruto de sus entrañas, Dios hecho Hombre, mucho mayores que él mismo.



    No se sabe exactamente cuándo murió San José, pero la Iglesia considera que fue antes de iniciarse la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo, pues en las Bodas de Caná Él estaba únicamente en compañía de su Madre María.

    La muerte de San José se dio en medio de la alegría y el consuelo de estar al lado de Jesús y María, convirtiéndose así en Patrono de la Buena Muerte.


    Una criatura
    dando consejos al Creador



    ¿Cuántas veces tuvo en brazos San José al Divino Infante? El día entero viviendo con el Niño Jesús, observándolo rezar, hablar, hacer todos los actos de su vida común... En esa contemplación continua, para la que tenía un alma maravillosamente apta, recibía gracias extraordinarias y se dejaba moldear. A veces, el Niño Jesús se detenía frente a él para decirle:
    "Te pido un consejo: ¿cómo debo hacer tal cosa?"
    San José se conmovía, considerando que quien estaba pidiéndole un consejo ¡era el propio Hijo de Dios!



    Era el hombre al que la Providencia había dado los labios suficientemente puros y una humildad lo bastante grande para algo tan formidable como responder a Dios. ¡La criatura plasmada por las manos del Creador le daba consejos! Era el predestinado a ejercer una verdadera autoridad sobre la Santísima Virgen y el Niño Jesús, el privilegiado que alcanzó una altísima intimidad con Jesús y María, el bienaventurado a quien se otorgó la gracia de expirar entre los brazos de Dios, su Hijo, y de la Madre de Dios, su Esposa.


    Oración a San José
    por el Papa León XIII



    A ti, bienaventurado San José,
    acudimos en nuestra tribulación;
    y después de invocar el auxilio
    de tu Santísima Esposa
    solicitamos también confiados tu patrocinio.
    Por aquella caridad que con la
    Inmaculada Virgen María, Madre de Dios,
    te tuvo unido, y por el paterno amor
    con que abrazaste al Niño Jesús,
    humildemente te suplicamos
    vuelvas benigno los ojos a la herencia
    que con su Sangre adquirió Jesucristo,
    y con tu poder y auxilio
    socorras nuestras necesidades.

    Protege, Providentísimo Custodio
    de la Sagrada Familia
    la escogida descendencia de Jesucristo;
    aparta de nosotros toda mancha
    de error y corrupción; asístenos propicio,
    desde el cielo, fortísimo libertador nuestro,
    en esta lucha con el poder de las tinieblas:
    y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús
    del inminente peligro de la vida, así ahora,
    defiende a la Iglesia Santa de Dios
    de las asechanzas de sus enemigos
    y de toda adversidad, y a cada uno
    de nosotros protégenos
    con el perpetuo patrocinio, para que,
    a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio,
    podamos santamente vivir
    y piadosamente morir y alcanzar
    en el cielo la eterna felicidad.
    Amén.



    Fuente - Texto tomado del Libro San José Custodio del Redentor
    Caballeros de la Virgen - Heraldos del Evangelio - Julio del 2007

    Fuente - Texto tomado de EWTN:
    http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Jos%C3%A9.htm


    Fuente - Oración tomada de Aciprensa:
    http://www.aciprensa.com/sanjose/oracion6.htm