domingo, 23 de julio de 2017

Santa Cristina de Toscana - Virgen y Mártir - Fiesta Julio 24



Los grandes nombres son irresistibles. Por eso ni los hombres han querido renunciar a los grandes nombres femeninos (el caso más singular es el de María, que forma parte de nombres masculinos compuestos), ni las mujeres se han resignado a prescindir de los grandes nombres masculinos. Uno de ellos es el de CRISTO. La forma femenina Cristina se ha convertido en un nombre con mucha fuerza.

Del griego criw (jrío), que significa ungir, se forma cristoV (jristós), que significa "el ungido". La unción era el rito de consagración de los reyes. Decir de alguien que era "el ungido", significaba que había llegado a lo más alto, y que contaba con la protección de Dios. Llamarse Cristina, "la ungida", es proclamar que se ha sido elegida y consagrada para grandes cosas. Ése es el significado del nombre. Un nombre cargado de promesas.

Tanto por su significado como por las grandes Cristinas que han hecho honor a su nombre, las afortunadas que lo llevan pueden estar satisfechas y seguras de que su virtud ejercerá sobre ellas una influencia positiva que irradiará en todos los que forman parte de su entorno. Es una suerte llamarse Cristina y como tal estar protegida de cualquier mal por el aceite sagrado. ¡Felicidades!

Santa Cristina de Toscana nació a mediados del siglo III en Tur, pueblo situado cerca del lago de Bolsena, desaparecido en una de las inundaciones del lago. Cristina era la hija de Urbano, gobernador pagano de la región y presentado por los libros antiguos como enemigo acérrimo de los cristianos. La niña se ha aficionado desde pequeña a aquello que cuentan de ese Cristo tan perseguido y maltratado; la curiosidad primera se cambia en pensamiento cuando descubre que son muchos los cristianos juzgados por su padre, y condenados porque son fieles dispuestos a dar la vida por su ideal. Crece más y más la simpatía y a escondidas busca datos de unas señoras cristianas; la instruyen y la forman; se bautiza en secreto y toma el nombre de Cristiana.

Entre juego y travesura formal ha hecho algo que saca de quicio a su padre, y será el motivo que la lleve al martirio; no se le ha ocurrido otra cosa que apañar las estatuillas de ídolos que su padre siempre ha conservado con esmero, casi como un patrimonio familiar, las ha tomado por suyas, las ha destrozado y ha dado el rico material de que estaban hechas a los pobres para remedio de su necesidad. El padre ha descubierto su condición y lleno de ira, al notar la rebeldía de la niña, la trata con peores modos que a los demás cristianos.
"No se ha de decir en el mundo que una niña me dio la ley, ni que estos hechiceros de cristianos triunfan de nuestros dioses en medio de mi propia familia. Yo veré si sus hechizos pueden más que mis tormentos y si la paciencia de una hija ha de hacer burla de la cólera de un padre".
El gobernador manda usar con ella azotes y garfios, admirándose de que Cristina persista en su actitud. Manda el desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente, para quemarla poco a poco; mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los verdugos y a los curiosos cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la lobreguez de la mazmorra, la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con luminosas apariciones de ángeles, que le curan sus heridas y le prometen protección. El padre, a los pocos días, manda atarle al cuello una pesada piedra y arrojarla al lago; sin embargo, un ángel la transporta a la orilla. Esa noche muere Urbano de un sofoco en su cama.


Mandan las autoridades un nuevo gobernador que se siente estimulado a proseguir el asunto Cristina, presumiendo que su padre, por padre, no pudo solventarlo. Se llama Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite hirviendo mezclado con pez, del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda llevar al templo de Apolo, para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el asombro de todos, el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo gobernador, que muere en el acto ¡claro que los verdugos y miles de testigos presenciales proclaman espantados, proclaman a gritos que es el de Cristina el único Dios!

El tercero de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien, preocupado por el caso pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a la conclusión de que se trata de artificios, encantamientos y magia que todos los cristianos profesan. Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer desistir a la niña Cristina de sus pertinaces rebeldías y conseguir que el poder romano y los dioses propicios terminen con la situación, que ha puesto al borde del caos a la región.

Mandó preparar un horno encendido donde mete a la niña para que el fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que le suceda daño alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes, víboras y escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo, cantando alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al extremo de decretar cortarle la lengua, pero ¡oh prodigio! ahora canta más fuerte y mejor.


Y acude, arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación evidente del triunfo que se comenta por todas partes, de la debilidad cristiana ante la fortaleza y brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la delicada niña, para que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida, suplicándole al buen Dios, rendirle su espíritu con el martirio. Murió Cristina en el año 300, durante el reinado de Diocleciano, que desató una de las mayores persecuciones de los cristianos. Dicen que sus restos se trasladaron de Toscana a Palermo de Sicilia donde es reverenciada.

¿Verosímil? Parece más bien como si la vida y la muerte martirial de Cristina hubiera servido de modelo para expresar la confrontación entre el bien y el mal, o lo que es lo mismo, entre fe cristiana y paganismo, entre la frágil niña Cristina y la personalidad experimentada y abrumadora de tres hombres de gobierno sucesivos -el primero su propio padre- con el mismo común empeño de demostrar que ellos pueden más.

Parece como si se tratara de exaltar en Cristina aquello que debe ser real en todo cristiano -la fe en su Cristo y la confianza sin límite en su ayuda constante-, mientras que los gobernadores representan la obstinación ciega, que rechaza el poder cada vez más evidente, como in crescendo, de Dios. Los verdugos y el pueblo serían los testigos que en la narración van a testificar con sus reacciones -esas que se intuyen llenas de emoción compasiva- dónde está la verdad y lo grande que es el poder de Dios.


Da la sensación de que la Passio que narra la muerte de Cristina, intenta también cargar motivos veterotestamentarios en donde parecen inspirarse algunos hechos que se narran. El hecho histórico del martirio sería la ocasión que motiva la amplia catequesis. De todos modos, estas consideraciones más parecen próximas a la labor pasada de los bolandistas; pero, en el caso de que hubieran sido los hechos tal como expresa la Passio, nos quedaría el regusto de disfrutar el aroma extraño que desprende la fidelidad del débil a las exigencias amorosas divinas, que no entienden de edades y que perduran más allá de la muerte.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=553

Fuente - Texto tomado de ELALMANAQUE.COM:
http://www.elalmanaque.com/santoral/julio/24-7-cristina.htm