sábado, 7 de mayo de 2016

Solemnidad La Ascensión del Señor - Fiesta Mayo 8 de 2016



Después de su Pasión y Muerte, Jesús se presentó a los apóstoles que había elegido, dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Les prometió que serían bautizados en el Espíritu Santo:



"Recibiréis -les dijo- la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra"
Y entre las muchas instrucciones que les fue dando, San Mateo recuerda que les habló así:



"Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y he aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"
Por último, a los cuarenta días de su Resurrección, el Señor Jesús llevó a sus discípulos fuera de Jerusalén, a la cima del Monte de Los Olivos, cerca de Betania, y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos, fue elevado al cielo, una nube lo ocultó a sus ojos, y se sentó a la diestra de Dios.



Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras Jesús se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:
"Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo"
Entonces se volvieron con gran gozo a Jerusalén y perseveraban todos constantes en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María, la Madre de Jesús.

¡Qué diferencia entre
la escena del Calvario
y ésta de la Ascensión! 


Pero aquélla era necesaria para llegar a ésta, pasando por la Resurrección. Son pasos fuertes de la vida de Cristo, que deben serlo también de la nuestra, no tanto en su cronología cuanto en su dimensión de factores y perspectivas de nuestro caminar cotidiano: morir con Cristo día a día a nuestro hombre viejo, para que crezca en nosotros nuestra nueva condición de hijos de Dios, lanzados hacia la casa del Padre por el camino que Jesús nos abrió.

A los discípulos, el acontecimiento debió dejarles un sabor agridulce:
  • De gozo y alegría por el triunfo del Señor, que ahora volvía al seno de la Trinidad, pero como Verbo Encarnado, hombre como nosotros, para interceder por nosotros.
  • Y de pena y tristeza por lo que tenía de despedida y separación. Además, Jesús les había prometido el Espíritu, y ellos tenían que prepararse a recibirlo permaneciendo unidos y constantes en la oración.
El deseo y la esperanza de que esa promesa se cumpliera se volvían más vivos y ardientes en su ánimo al recordar la misión que Jesús les había encomendado:

"Como el Padre me envió, así os envío Yo... Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra... Id, evangelizad y bautizad a todas las gentes..."

¿Cómo ser fieles al Señor
y no defraudarle?

La respuesta no tiene otro punto de partida:

La perseverancia en la oración
y la gracia del Espíritu Santo


Ciertos acontecimientos de los hijos causan en sus madres sentimientos de satisfacción y pesadumbre a la vez, por lo que significan de logro y mejora, y de ausencia y distanciamiento. María, después de lo que sufrió al pie de la cruz, tuvo que gozar lo indecible al ver a su Hijo resucitado y al presenciar su gloriosa Ascensión a los cielos, para sentarse a la derecha del Padre, con el cuerpo que había recibido de su seno maternal; pero el triunfo del Hijo significaba también la separación y ausencia física, que no podían suplir ni los desvelos de ella hacia los discípulos ni las atenciones de éstos, y en particular de San Juan, hacia ella. Una vez más, la Virgen vivió la situación inmersa en un clima de plena confianza en Dios y de absoluto abandono a su voluntad, para secundar en todo sus designios.


A los 40 días después de la Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima misión de establecer el Reino de Dios en el mundo. Jesús iba a subir al cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo ocultó de sus miradas. Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.

Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones:



"Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap. 5, 12).
Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana. La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo:



"Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tú, Padre, dame junto a Ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo" (Juan 17, 4)
Por estar unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el Padre la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque en la tierra por debajo de todo se humilló. Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir eternamente el gozo de su victoria.



Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación, Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.

La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver a llevarnos con Él.

Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11


1. He hablado en mi primer libro, ¡oh Teófilo!, de todo lo más notable que hizo y enseñó Jesús, desde su principio.

2. Hasta el día en que fue recibido en el cielo, después de haber instruído por el Espíritu Santo a los apóstoles, que Él había escogido.

3. A los cuales se había manifestado también después de su pasión, dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles en el espacio de cuarenta días, y hablándoles de las cosas tocantes al reino de Dios.

4. Y por último, comiendo con ellos, les mandó que no partiesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, la cual, dijo:
"Oísteis de mi boca:
5. Y es, que Juan bautizó con el agua, mas vosotros habéis de ser bautizados, o bañados, en el Espíritu Santo dentro de pocos días.
6. Entonces los que se hallaban presentes, le hicieron esta pregunta:
"Señor, ¿sí será éste el tiempo en que has de restituir el reino a Israel?"
7. A lo cual respondió Jesús:
"No os corresponde a vosotros el saber los tiempos y momentos que tiene el Padre reservados a su poder soberano.

8. Recibiréis, sí, la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y me serviréis de testigos en Jerusalén, y en toda la Judea, y Samaria, y hasta el cabo del mundo"
9. Dicho ésto, se fue elevando a vista de ellos por los aires, hasta que una nube le encubrió a sus ojos.

10. Y estando atentos a mirar cómo iba subiéndose al cielo, he aquí que aparecieron cerca de ellos dos personajes con vestiduras blancas.

11. Los cuales les dijeron:
"Varones de Galilea, ¿por qué estáis ahí parados mirando al cielo?  Este Jesús, que separándose de vosotros se ha subido al cielo, vendrá de la misma suerte que le acabáis de ver subir allá".
Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 24, 46-53



46. Y les dijo:
"Así estaba ya escrito, y así era necesario que el Cristo padeciese, y que resucitase de entre los muertos al tercer día.

47. Y que en nombre suyo se predicase la penitencia y el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén.

48. Vosotros sois testigos de estas cosas.

49. Y Yo voy a enviaros el Espíritu divino que mi Padre os ha prometido por mi boca: entretanto permaneced en la ciudad, hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto.
50. Después los sacó afuera camino de Betania; y levantando las manos les echó su bendición.


51. Y mientras los bendecía, se fue separando de ellos, y elevándose al cielo.

52. Y habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran júbilo.

53. Y estaban de continuo en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.

Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

Novena en Honor del Espíritu Santo - Día Tercero - Mayo 8 de 2016

Tú, de todos los
consoladores el mejor,
visitando el corazón turbado,
da la gracia de la placentera paz

El don de Piedad


El don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.

Padrenuestro y Avemaría: 1 vez.
Gloria: 7 veces.
Acto de Consagración.
Oración por los 7 dones.


Acto de Consagración
al Espíritu Santo
(Se reza diariamente durante la novena)



De rodillas frente a la gran multitud de testigos celestiales me ofrezco, en alma y cuerpo, a Ti, Eterno Espíritu de Dios. Adoro la brillantez de tu Pureza, la inequívoca precisión de tu Justicia, y el poder de tu Amor. Tú eres la Fuerza y la Luz de mi alma. En Ti yo vivo, me muevo y soy. Deseo no contristarte nunca por la infidelidad a la gracia, y ruego con todo mi corazón apartarme del mínimo pecado contra Ti. Misericordiosamente cuida de mi íntimo pensamiento y concédeme que pueda siempre observar tu Luz, escuchar tu Voz, y seguir las inspiraciones de tu gracia. Yo me aferro a Ti y me entrego a Ti y te pido, por tu Compasión, que me cuides en mi debilidad. Sosteniendo los pies traspasados de Jesús y viendo sus Cinco Llagas, y confiando en su Preciosa Sangre y adorando su Costado y su Corazón Abierto, te imploro, Adorable Espíritu, Ayuda de mi enfermedad, mantenme en tu gracia, que nunca peque contra Ti. ¡Dame la gracia, Oh Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, de decirte siempre que sí en todo tiempo y lugar. "¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!"


Amén


Oración por los
Siete Dones del Espíritu Santo
(Se reza diariamente durante la novena)


Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas. El Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad. El Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo. El Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación. El Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos. El Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable. Y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu.


Amén

Oraciones
para empezar todos los días

¡Dios mío! Dios de amor y de verdad. Autor de la santificación de nuestras almas, postrado humildemente ante vuestra soberana Majestad, detesto en la amargura de mi corazón todos mis pecados, como ofensas hechas a Vos, digno de ser amado sobre todas las cosas.  ¡Oh bondad infinita! ¡Quién jamás os hubiera ofendido! Perdonadme, Señor, Dios de gracia y de misericordia, perdonadme mis continuas infidelidades; el no haber tenido valor para ejecutar cosa alguna buena, después que tantas veces vuestra misericordia y gracia me han solicitado, reprendido, amenazado e inspirado amorosamente. Me pesa, me arrepiento de la ingrata correspondencia e indigna ceguedad con que he resistido incesantemente a vuestros dulces y divinos llamamientos. Mas propongo firmemente con vuestro auxilio de no ser ya rebelde a Vos, de seguir en adelante vuestras tiernas inspiraciones con suma docilidad. A este fin, alumbrad, oh fuente de luz, mi entendimiento, fortaleced mi voluntad, purificad mi corazón, arreglad todos mis pensamientos, deseos y afectos, y hacedme digno de gustar los frutos bienaventurados que vuestros dones producen en las almas que os poseen. Concededme las gracias que os pido en esta Novena, si han de ser para mayor gloria vuestra, y para que yo os vea, ame y alabe sin fin en vuestra gloria.


Amén


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


Ven a nuestras almas
¡Oh Espíritu Santo!
y del cielo envía
de tu luz un rayo.

Ven, padre de pobres,
ven, de dones franco,
ven, de corazones
lúcido reparo.

Ven, consolador,
dulce y soberano,
huésped de las almas,
suave regalo.

En los contratiempos
descanso al trabajo,
templanza en lo ardiente
consuelo en el llanto.

Santísima luz de
todo cristiano,
lo íntimo del pecho,
llena de amor casto.

En el hombre nada
se halla sin tu amparo,
y nada haber puede
sin Ti, puro y santo.

Con tus aguas puras
lava lo manchado,
riega lo que es seco
pon lo enfermo sano.

Al corazón duro
doblegue tu mano,
y ablande las almas
que manchó el pecado.

Vuelve al buen camino
al extraviado,
y al helado enciende
en tu fuego santo.

Concede a tus fieles
en Ti confiados
de tus altos dones
sacro setenario.

Aumento en virtudes
haz que merezcamos,
del eterno gozo
el feliz descanso.

Amén

A continuación rezar
la oración del día que corresponda:


Oración

Ven, Oh bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio, y por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima autoridad.


Amén

ORACIONES FINALES
PARA TODOS LOS DÍAS
(Excepto el último día)


HIMNO AL ESPÍRITU SANTO


¡Ven, Oh Criador Espíritu!
nuestras almas visitad,
los pechos, que Vos criasteis,
llene gracia celestial.

Pues sois Paráclito Espíritu,
Don del Padre celestial,
fuente viva, sacro fuego,
unción santa, espiritual.

En tus dones setiformes,
tu promesa paternal,
dedo eterno de Dios Padre
nuestras lenguas inflamad.

Ilustrad nuestros sentidos,
el corazón inflamad,
nuestros cuerpos, que son flacos,
con vuestra virtud armad.

Apartad los enemigos,
danos la divina paz
y siendo Vos nuestra guía
huyamos toda maldad.

Por Vos al Padre y al Hijo,
en esta vida mortal
conozcamos, y creamos
siempre tu Divinidad.

A Dios PADRE sea gloria,
al HIJO gloria inmortal
y al Espíritu PARÁCLITO
por toda la Eternidad.

Amén

ORACIÓN

¡Oh Espíritu Santo! Divinísimo consolador de mi alma, fuego, luz y celestial ardor de los corazones humanos, si es para gloria de vuestra Majestad que yo consiga lo que deseo y pido en este día, dignáos concedérmelo benignamente; y sino dirigid mi petición, dándome las gracias que ha de ser para vuestra mayor gloria y bien de la salvación de mi alma.
Amén

Ahora cada uno se recogerá interiormente y pedirá la gracia que más necesite...
Hecha la petición, se concluirá todos los días con antífona, verso, respuesta y oración siguientes:


ANTÍFONA

No os dejaré huérfanos, aleluya; voy y vengo a vosotros, aleluya; y se alegrará vuestro corazón, aleluya, aleluya.

V. Enviad, Señor, vuestro Santo Espíritu, y serán creados.

R. Y renovaréis la faz de la tierra.


ORACIÓN

Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la ilustración del Espíritu Santo, dadnos el sentir rectamente con este mismo Espíritu, y gozar siempre de su consolación. Por Jesucristo Señor nuestro, tu Hijo, que vive contigo y reina en la unidad del mismo Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos.
Amén


Fuente - Apologética Siloé - Traducción de EWTN:
Fuente:  Devocionario Católico
http://www.devocionario.com/espiritu/novena_1.html

Novena a Nuestra Señora de Fátima - Día Quinto - Mayo 8 de 2016

María, salud de los enfermos




Comenzar con el ofrecimiento
y la oración preparatoria

Ofrecimiento para todos los días

¡Dios Mío!  Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

¡Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!, yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación por los ultrajes con que Él es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores.

Oración Preparatoria

Oh Santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz, confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos por las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea.



¡Oh Santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en receptáculo de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y todas las aflicciones y dolencias de nuestra vida. Lanzad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.

Meditar
y rezar la Oración Final

Oración Final

¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna!  Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del Santísimo Rosario de la Bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Texto tomado del Libro "Novena a Nuestra Señora de Fátima" - Caballeros de la Virgen

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya - Advocación Mariana - Fiesta Mayo 8



En el año 79 ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya (Sur de Italia). Allí la aristocracia Romana gustaba pasar tiempo de recreo y fue sorprendida por la súbita destrucción.

A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de ésas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no habían misas en la capilla y pocos seguían firmes en la fe. 

Salva a esta gente Bartolo.
Propaga el Rosario

Una noche Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás que le dijo :
"Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan"
Longo trajo de Nápoles muchos Rosarios para repartir. Bartolo también animó a varios vecinos para que le ayuden a reparar la capilla. La gente comenzó a venir a rezar allí el Rosario, cada vez en mayor número. 

En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Éste cambió la figura de Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, aún inconclusa, la Sagrada imagen comenzó a obrar milagros. 

El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.


Súplica a la Reina
del Santo Rosario de Pompeya


En el nombre del Padre
y del Hijo
y del Espíritu Santo.

Oh Augusta Reina de las Victorias,
oh Soberana del Cielo y de la Tierra,
ante cuyo nombre se alegran
los cielos y tiemblan los abismos,
oh Reina gloriosa del Rosario,
nosotros, tus hijos devotos,
reunidos en tu Templo de Pompeya,
(en este día solemne 1),
derramamos los afectos de nuestro corazón,
y con confianza de hijos,
te manifestamos nuestras miserias.

Del trono de clemencia,
donde te sientas como Reina,
vuelve, oh María, tu mirada piadosa
sobre nosotros, sobre nuestras familias,
sobre Italia, Europa, el mundo entero.

Ten compasión de nuestras penas
y trabajos que amargan nuestra vida.
Mira, oh María, cuántos peligros
en el alma y en el cuerpo,
cuántas calamidades
y aflicciones nos oprimen. 
Oh Madre, implora para nosotros
de tu divino Hijo, la misericordia
y vence con la clemencia
el corazón de los pecadores.
Son nuestros hermanos
e hijos tuyos que cuestan
la sangre al dulce Jesús
y entristecen tu sensibilísimo corazón.
Muéstrate a todos como eres,
Reina de paz y de perdón.

Dios te salve, María.

(1) Sólo el 8 de mayo y el 1er. domingo de octubre.

Es verdad que nosotros,
que somos tus hijos, somos los primeros,
con nuestros pecados, en volver
a crucificar a Jesús en nuestro corazón
y en traspasar nuevamente tu corazón.

Lo confesamos:
somos merecedores de los más duros castigos,
sin embargo, recuérdate que en el Gólgota
recogiste, con la Sangre divina,
el testamento del Redentor moribundo,
que te declaraba Madre nuestra,
Madre de los pecadores. 
Tú, por lo tanto, como Madre nuestra,
eres nuestra Abogada, nuestra Esperanza.
Y nosotros, gimiendo,
extendemos hacia ti
nuestras manos suplicantes,
gritando: ¡Misericordia! 

Oh Madre Buena,
ten piedad de nosotros, de nuestras almas,
de nuestras familias, de nuestros parientes,
de nuestros amigos, de nuestros difuntos,
sobre todo de nuestros enemigos
y de tantos que se dicen cristianos y ofenden,
no obstante, el Corazón amable de tu Hijo.

Hoy te imploramos piedad
por las naciones en lucha, por toda Europa,
por todo el mundo, para que arrepentido,
vuelva a tu corazón. 
¡Misericordia para todos,
oh Madre de Misericordia!

Dios te salve, María.

¡Dígnate, oh María,
de escucharnos con benevolencia!
Jesús ha puesto en tus manos
todos los tesoros de sus gracias
y de sus misericordias.
Tú estás, Reina coronada,
a la derecha de tu Hijo,
resplandeciente de gloria inmortal,
por encima de todos los coros de los Ángeles.
Tú extiendes tus dominios
por toda la extensión de los cielos
y a ti han sido sometidas la tierra
y todas sus criaturas.

Tú eres, por gracia, omnipotente.
Tú, por tanto, puedes ayudarnos.
Si tú no nos quisieras ayudar,
porque somos hijos ingratos
y no merecedores de tu protección,
no sabríamos a quién dirigirnos.
Tu corazón de Madre no permitirá
ver que nosotros,
que somos tus hijos, nos perdamos.
El niño que vemos en tus rodillas
y la mística corona que contemplamos en tu mano,
nos inspiran confianza en que seremos escuchados.
Y nosotros confiamos plenamente en ti,
nos abandonamos como hijos débiles
entre los brazos de la más tierna de las madres,
y, hoy mismo, esperamos de ti
las deseadas gracias.

Dios te salve, María. 

Pidamos la bendición a María


Una última gracia te pedimos,
oh Reina, que no puedes negarnos
(en este día solemnísimo 1):
concede a todos nosotros tu amor celestial
y en modo especial tu bendición materna.
No te dejaremos hasta que no nos hayas bendecido.

Bendice, oh María,
en este momento al Sumo Pontífice.
A los antiguos esplendores de tu Corona,
a los triunfos de tu Rosario,
por lo que te llamamos Reina de las Victorias,
agrega todavía este, oh Madre:
concede el triunfo a la Religión
y la paz a la sociedad humana.

Bendice a nuestros Obispos,
a los Sacerdotes y particularmente
a todos aquellos que celan
el honor de tu Santuario.

Bendice, finalmente,
a todos los asociados
al Templo de Pompeya
y a cuantos cultivan y promueven
la devoción del Santo Rosario.

Oh Rosario bendito de María,
dulce cadena que nos une a Dios,
vínculo de amor que nos une a los Ángeles,
torre de salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro en el naufragio común,
nosotros no te dejaremos jamás. 
Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía;
para ti, pues, el último beso
de la vida que se apaga. 
Y la última mención de nuestros labios
será tu dulce nombre,
oh Reina del Rosario de Pompeya,
oh Madre nuestra querida,
oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana, consoladora de los tristes. 
Te bendigan en todas partes,
hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.
Amén. 

Dios te salve, Reina y Madre... 

(1) Sólo el 8 de mayo y el 1er. domingo de octubre 

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de SANTUARIO.IT: