martes, 13 de septiembre de 2016

Señor de los Milagros de Buga (Colombia) - Fiesta Septiembre 14

La leyenda del Cristo que creció





Apenas sí se vivía el albor del descubrimiento de América. La espada y la violencia habían hecho su entrada triunfal en estas tierras que olían a inocencia, a paz, a tranquilidad y a equilibrio ecológico y social. La india, con su vestido de saraza y el cabello al aire recordando una tribu que nunca se había doblegado, lavaba las ropas del rico a la orilla del río.

El río bajaba lleno de raudos, con fragores de rey poderoso, con agua transparente y con pureza de nacimiento. La india tenía el alma llena del Cristo que el misionero les había enseñado: tener su imagen, rezarle todos los días, implantarlo en su choza porque ya lo tenía muy hundido en el corazón, era su único anhelo. Escondidos en su regazo tenía los setenta reales que había recogido con ese trabajo humilde y con esos setenta reales compraría una imagen de Cristo crucificado.

De su meditación la sacó el pisar fuerte de los guardias y el pisar angustiado del hombre que llevaban a la cárcel, porque en su pobreza no había alcanzado a pagar los setenta reales que debía. El diálogo de la indígena con la autoridad fue corto porque la caridad no tiene distancias. Con los setenta reales hizo realidad su sueño: devolvió la libertad a ese otro Cristo pobre y detenido. El hombre volvió a su choza y a su trabajo, y la india siguió hundiendo las manos en las aguas cristalinas del Guadalajara.

Un día llega a sus manos un crucifijo: el corazón le late aún de la alegría de haber libertado aquel hombre, pero ahora se duplican los latidos porque por el río venía una diminuta imagen de Cristo. La miró, lloró, la guardó en su regazo donde había tenido los setenta reales, lo sintió pesado. Bailando y corriendo con paso ritual llegó a su choza y después sembró el Cristo de las Aguas en la mitad de su dormitorio, y luego durmió tranquila con sueños de cielo, con sonrisas de Dios y con satisfacción del niño que asegura que se ha manejado bien... Unos golpes la despiertan y escudriña la realidad a la luz de su choza:
El Cristo había crecido...
La noticia se riega con la presteza de la primera resurrección... Los vecinos vienen y el CRISTO DE LAS AGUAS, como comenzó a llamarse, hace el bien y el milagro. Se apodera de la casa de la india y de la comarca y de todos los corazones... todos lo quieren y lo negrean con besos y con lágrimas, y con las huellas de sus manos y con los relatos que le hacen de sus trabajos y dolores.

El sabio obispo de Popayán, que a distancia escuchó los relatos, se exacerbó en su celo y por un sabio temor a los cuentos de brujas y de duendes, mandó entonces que lo quemaran, que hicieran desaparecer esa imagen deteriorada.

Lo que el sabio obispo no supo fue que el amor perdura siempre, que al amor no lo destruye nada... Y el fuego no tocó la imagen, la puso sí a sudar copiosamente como suda y sufre quien es testigo de injusticias... Y la gente recogió el sudor en copos de algodón, y con eso sanaron sus males, y con eso restañaron las heridas de su corazón.


La esfinge de tamaño oscuro representaba a Cristo ya muerto con el cuerpo muy inclinado, la cabellera empapada de sangre y los labios entreabiertos. 

La historia nos dice... 




Así lo atestiguó bajo fe de juramento ante otro visitador, en 1665, doña Luisa de la Espada, hija de uno de los patriarcas de Buga. Ella aseguró que la imagen, arrojada al fuego, no se quemó, antes bien sudaba y la gente empapaba algodones en el sudor. Este testimonio se conserva. En esa misma ocasión otros testigos, igualmente bajo gravedad de juramento, hicieron declaraciones sobre hechos sorprendentes, especialmente curaciones realizadas por la devoción al Santo Cristo.

En septiembre y octubre de 1757, el obispo de Popayán, Diego del Corro, de visita en Buga, como testigo de los sucesos extraordinarios, mandó recoger cuantos documentos pudieron hallarse. Era su intención llevarlos a Lima, para presentarlos al tribunal. Desgraciadamente, se extraviaron cuando el prelado viajaba a tomar posesión del arzobispado limeño.

En 1783 el rector del seminario de Popayán, y al mismo tiempo capellán del santuario de Buga, envió a Roma una relación aprobada por su obispo, en la que se relataban testimonios de numerosas curaciones. El Papa Pío VI respondió con 22 "breves perpetuos", en los que se concedían abundantes indulgencias a los devotos peregrinos. Se conserva la copia del documento pontificio.

Y el Cristo se quedó con el pueblo fiel, primero en la casa de la humilde india, después en la Ermita que con cariño le construyeron, hasta que un terremoto la destruyó, y luego en la otra Ermita cuya torre convocó por tiempos largos a la gente con el sonar de las campanas fundidas de armas de las guerras, y que todavía hoy se levanta orgullosa al lado de la Basílica. Y desde 1907, el Cristo está en la hermosa Basílica que construyó un pueblo dirigido por Misioneros Redentoristas.




Oración de Homenaje
al Señor de los Milagros



Señor de los Milagros,
te presentamos el homenaje
de nuestra fe, nuestra esperanza
y nuestro amor.
Creemos en Ti, Hijo de Dios,
Hermano y Salvador nuestro.

Confiamos en tu bondad y poder.
Queremos amarte siempre
cumpliendo tus mandamientos
y sirviéndote en nuestros hermanos.

Te damos gracias porque nos amas,
nos atraes con tu Imagen,
nos acoges en tus brazos,
nos guías con tu palabra
y nos brindas tu perdón.

Señor de los Milagros,
te consagramos nuestras familias:
consérvalas en armonía;
nuestras casas: ilumínalas con tu presencia;
nuestras alegrías: santifícalas con tu amor;
nuestras preocupaciones: acógelas en tu bondad;
nuestras dolencias: remédialas con tu misericordia;
nuestro trabajo: fecúndalo con tu bendición.

Señor de los Milagros,
te imploramos el don de la paz,
te imploramos la firmeza en la fe,
la fidelidad a tu Iglesia y la gloria eterna.
Madre del Perpetuo Socorro,
recibe esta plegaria
y preséntala a tu divino Hijo.

Amén.

Propiedad: Misioneros Redentoristas de Buga

Bendición


PADRENUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...
DIOS TE SALVE, MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA...
GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU...

Que la gracia y la bendición
del Señor de los Milagros
esté con cada uno de nosotros.
La paz de su semblante nos tranquilice.
Los méritos de su cruz nos defiendan.
El amor de su corazón nos inflame.
Los sufrimientos de su Pasión nos consuelen.
El resplandor de sus llagas
iluminen cada una de
nuestras palabras y acciones.
Y sus brazos amorosos
nos acojan algún día
en la gloria eterna del cielo.
Y la bendición de Dios todopoderoso:
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre.
Amén.

Oración
al Señor de los Milagros de Buga


Ofrecimiento del Día

Que mis ojos vean que Tú eres
la Luz que alumbra mi camino.
Que mi alma sienta el gozo
de llevarte muy dentro.
Que mi corazón reciba
con humildad
el amor que Tú me das.

Que mis pensamientos
sean para glorificarte y bendecirte.
Que mis silencios
sean para hablar contigo y escucharte.
Que mis oraciones
clamen ante Ti el cambio que debo tener.

Señor de los Milagros:
Quiero vivir bajo tu mirada.
Caminar sin cansancio hasta encontrarte.
Y así sentir la paz y el gozo
que tu infinito amor me da.
Amén.

Fuente - Texto tomado del Señor de los Milagros de Buga:
Video tomado de YOUTUBE.COM:

Fuente - Oraciones tomadas del Sitio Web Señor de los Milagros de Buga:

Fuente - Texto tomado Arquidiócesis de Bogotá: