lunes, 23 de mayo de 2016

Virgen María Auxiliadora - Historia de la Devoción - Fiesta Mayo 24



Historia - Devoción - Iglesia Antigua

El primero que llamó a la Virgen María con el título de "Auxiliadora" fue San Juan Crisóstomo, en Constantinopla en el año 345, él dice:
"Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios"
San Sabas en el año 532 narra que en Oriente había una imagen de la Virgen que era llamada "Auxiliadora de los enfermos", porque junto a ella se obraban muchas curaciones.

San Juan Damasceno en el año 749 fue el primero en propagar la jaculatoria:
"María Auxiliadora, rogad por nosotros"
Y repite que la Virgen es:
"Auxiliadora para evitar males y peligros y auxiliadora para conseguir la salvación"
En Ucrania (Rusia) se celebra la fiesta de María Auxiliadora el 1 de octubre desde el año 1030, en ese año libró a la ciudad de la invasión de una terrible tribu de bárbaros paganos.

Se tiene constancia de que hacia el año 1558 ya figuraba en las letanías que se acostumbraban recitar en el Santuario de Loreto (Italia).

En el año 1572, el Papa San Pío V ordenó que en todo el mundo católico se rezara en las letanías la oración:
"María Auxiliadora, rogad por nosotros"
Porque en ese año Nuestra Señora libró prodigiosamente en la batalla de Lepanto a toda la cristiandad, que venía a ser destruida por un ejército mahometano de 282 barcos y 88.000 soldados.

En el año 1600 los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen de honrarla con el título de Auxiliadora, si los libraba de la invasión de los protestantes y hacía que se terminara la guerra de los 30 años. La Madre de Dios les concedió ambos favores y pronto había ya más de 70 capillas con el título de María Auxiliadora de los cristianos.

En 1683 los católicos al obtener inmensa victoria en Viena contra los enemigos de la religión, fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hoy en más de 60 países.


Los cristianos de la Iglesia de la antiguedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Éfeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo.

Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son:

Madre de Dios y Auxiliadora
(Teotocos y Boetéia)


Otros títulos:

  • Año 476 - Proclo, el gran orador decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto".
  • Año 532 - San Sabas de Cesarea llama a la Virgen: "Auxiliadora de los que sufren", y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora, recuperó la salud y aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos", se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
  • Año 518 - Romano Melone, gran poeta griego llama a María: "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles", e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan".
  • Año 560 - San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo".
  • Año 749 - San Juan Damasceno, famoso predicador, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".
  • Año 733 - San Germán, Arzobispo de Constantinopla, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".


La Batalla de Lepanto


En el Siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88.000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios.


Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela, o sea movidos por el viento. Pero luego -de manera admirable- el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas.

Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante, cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración:

MARÍA
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS,
RUEGA POR NOSOTROS



Las guerras religiosas del siglo XVI

El centro de expansión, de este título, radicó en Alemania meridional, que, a pesar del triunfo protestante, se propusieron mantenerse fieles al catolicismo. En 1618 estallan las guerras de religión conocidas como "guerras de los 30 años". Los príncipes católicos y el pueblo comenzaron a invocar a la Virgen Santísima con el título de "María Auxiliadora" y acudieron en peregrinación a una capilla que, con esta denominación se había levantado a la Virgen en la ciudad de Passau (Alemania). En medio de las mil vicisitudes de la guerra, de la peste y del enfrentamiento religioso, los católicos de Baviera y del Tirol se sintieron protegidos por la Santísima Virgen y experimentaron una renovación espiritual. Este movimiento mariano estuvo alentado y guiado por los Padres Capuchinos y por la Cofradía de María Auxiliadora, promotora de la nueva devoción mariana. En ella muchos creyeron encontrar un medio seguro para salvar su Fe católica y la libertad de sus tierras.


Los turcos atacan Viena (1683)

Junto a las convulsiones religiosas y sociales provocadas en el centro de Europa por la crisis protestante, surgió el ímpetu del Islam. En 1683 los turcos, capitaneados por el visir Kará Mustafá, ponen sitio a Viena, capital del imperio. El Papa Inocencio XI vio entonces en serio peligro la existencia de una Europa cristiana; los creyentes acudieron a la protección de la Virgen María. "La invocación 'María, ayuda' (María hilf), afirma un historiador, recorrió todas las regiones de Alemania y Austria". La victoria fue para las fuerzas cristianas, aunque las islámicas eran tres veces superiores, Viena quedó liberada. Una vez más los pueblos experimentaron la ayuda de la Virgen María Auxiliadora.


El Papa y Napoleón

El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces esta promesa:

"Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica"

Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho:

"Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados"
Vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora, en acción de gracias a la Madre de Dios.


San Juan Bosco y María Auxiliadora


El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios, su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres.

Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora. Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir:


"Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen"
Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía:


"Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros"
Y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración:

"María Auxiliadora, rogad por nosotros"

Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.


Oración de Súplica



Santísima Virgen, Madre de Dios,
yo aunque indigno pecador
postrado a vuestros pies
en presencia de Dios omnipotente,
os ofrezco éste mi corazón
con todos sus afectos.

A vos lo consagro
y quiero que sea siempre vuestro
y de vuestro Hijo Jesús.
Aceptad esta humilde oferta
Vos que siempre habéis sido
la Auxiliadora del pueblo cristiano.

Oh María,
refugio de los atribulados,
consuelo de los afligidos,
ten compasión de la pena
que tanto me aflige,
del apuro extremo 
en que me encuentro.

Reina de los Cielos,
en vuestras manos pongo mi causa.
Sé bien que en los casos desesperados
se muestra más potente
vuestra misericordia
y nada puede resistir
a vuestro poder.

Alcanzadme Madre mía
la gracia que os pido
si es del agrado
de mi Dios y Señor.

Amén


Oración a María Auxiliadora


¡Oh Señora y Madre Mía!
Con filial cariño vengo a ofrecerte este día,
cuanto soy y cuanto tengo:
mis ojos para mirarte,
mi corazón para amarte,
mi vida para servirte.

Yo te entrego mi pasado,
mi presente y mi porvenir,
mis penas, mis alegrías,
serán todas para ti,
y al entregarte mi vida,
te pido tan sólo un don:
Que me des Madre querida
el tesoro de tu amor.

¡Oh María!
Te entregamos nuestro hogar
y todo cuanto en él nos pertenece,
queremos que nuestro hogar
sea una casita de Nazareth,
donde reine el amor y la paz,
bendícenos a todos
y guárdanos para siempre
en tu corazón inmaculado:
santifica nuestros trabajos y alegrías,
enjuga nuestras lágrimas
y a la hora de nuestra muerte,
recíbenos en tus brazos
y llévanos al cielo
para cantar contigo las alabanzas
para toda la eternidad.
Amén

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:


Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Fuente - Texto tomado de MARIOLOGÍA.ORG: