viernes, 31 de julio de 2015

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) - Obispo y Doctor de la Iglesia - Fiesta Agosto 1



Nacimiento: Septiembre 27 de 1696 - Marianella, Nápoles, Italia.
Fallecimiento: Agosto 1 de 1787 - Nápoles, Italia.
Beatificación: Septiembre 15 de 1815, por Pío VII.
Canonización: Mayo 26 de 1839, por el Papa Gregorio XVI.
Atributos: Su principal atributo es el crucifijo, y es frecuente su representación con el rosario, libros, y la figura de la Virgen María. Su espalda deformada por la artrosis es otra característica que influyó en la iconografía popular.
Patronazgo: Abogados, moralistas y confesores. Es patrono de los enfermos de artrosis y copatrono de Nápoles.

A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios. Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones. Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba obteniendo triunfos sobresalientes. Pero todo ésto no lo dejaba satisfecho, por el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios. A sus compañeros les repetía:
"Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos"
Más tarde escribiría:
"Las vanidades del mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y amarga experiencia"
Su padre quería casarlo con alguna joven de familia muy distinguida para que formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar:
"Muy noble, muy culto, muy atento, pero... ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!"
Hubo un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el gran Duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía a Orsini. Su exposición fue maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo para su defendido. Pero apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe de la parte contraria, le alarga un papel y le dice:
"Todo lo que nos ha dicho con tanta elocuencia cae de su base ante este documento"
Alfonso lo lee, y exclama:
"Señores, me he equivocado"
Y sale de la sala diciendo en su interior:
"Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni un minuto más"
Se encierra en su cuarto y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar. Después se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice:
"Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a Mí"

Emocionado le responde:
"Señor, ¿qué queréis que yo haga?"
Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el Sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la Santísima Virgen. Pero tuvo que sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su familia.
"Fonso mío -le decía llorando- ¿cómo vas a dejar tu familia?"
Y él respondía:
"Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar almas"
Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde, al aire libre y les enseña catecismo. Su padre que gozaba oyendo sus discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado:
"Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios"
Y ésto lo repetirá después muchas veces. Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el Evangelio. Su lema era el de Jesús:
"Soy enviado para evangelizar a los pobres"
Durante 30 años, con su equipo de misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 ó 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha. Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras. Su obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos.

Para su libro más famoso, "Las Glorias de María", empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años. Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos. En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda. Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor. Pero el Papa no le aceptó la renuncia:
"Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados" -exclamó- y aceptó
Tenía 66 años. Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida. Vino el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo exclamó:
"Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros"
Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído:
"Soy medio sordo y medio ciego -decía- pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto"
Su delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al Sagrario, tocaba a la puertecilla y decía:


"¿Jesús, me oyes?"
Le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas. Preguntaba:
"¿Ya rezamos el Rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación. Traedme a Jesucristo" -decía, pidiendo la Comunión
San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787 (tenía 90 años). El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875. Para un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que "Las Glorias de María" de San Alfonso.


"No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar"


Extractos del Libro
"Las Glorias de María"

María tiene poder contra las tentaciones del demonio

María es nombre de victoria contra el mal

"¡Cómo tiemblan los demonios -afirma San Bernardo- con sólo oír el nombre de María!"  "Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no sólo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror".  "Así como los hombres -dice Tomás de Kempis- caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María". ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre!  Así lo venció San Antonio de Padua; así el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: "No tengo armas con qué asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María". Apenas dijo ésto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

"Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! -exclama San Buenaventura-. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma"Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. "Tú, Señora -dice San Germán-, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo".



María ayuda a superar toda tentación

¡Ah! Si las criaturas tuvieran cuidado de invocar el nombre de María con toda confianza, en las tentaciones, ciertamente, nunca caerían. Sí, porque como dice el beato Alano, al oír este sublime nombre huye el demonio y se estremece el infierno. "Satán huye y tiembla el infierno cuando digo: Ave María". También reveló la misma Reina a Santa Brígida que hasta de los pecadores más perdidos y más alejados de Dios y más poseídos del demonio huye enseguida el enemigo en cuanto sienten que ellos invocan en su ayuda con verdadera voluntad de enmendarse el poderosísimo nombre de ella. Pero añadió la Virgen que los demonios, si el alma no se enmienda y no arroja de sí el pecado con la contrición, pronto retornan y siguen poseyéndola.

Ejemplo

María asiste a un devoto suyo
en el tribunal de Cristo

En Reischersperg vivía Arnoldo, canónigo regular muy devoto de la Santísima Virgen. Estando para morir recibió los santos sacramentos y rogó a los religiosos que no le abandonasen en aquel trance. Apenas había dicho ésto, a la vista de todos comenzó a temblar, se turbó su mirada y se cubrió de frío sudor, comenzando a decir con voz entrecortada: "¿No veis esos demonios que me quieren arrastrar a los infiernos?". Y después gritó: "Hermanos, invocad para mí la ayuda de María; en ella confío que me dará la victoria". Al oír ésto empezaron a rezar las letanías de la Virgen, al decir: Santa María, ruega por él, dijo el moribundo: "Repetid, repetid el nombre de María, que siento como si estuviera ante el tribunal de Dios". Calló un breve tiempo y luego exclamó: "Es cierto que lo hice, pero luego también hice penitencia". Y volviéndose a la Virgen le suplicó: "Oh María, yo me salvaré si tú me ayudas".

Enseguida los demonios le dieron un nuevo asalto, pero él se defendía haciendo la señal de la cruz con un crucifijo e invocando a María. Así pasó toda aquella noche. Por fin, llegada la mañana, ya del todo sereno, Arnoldo exclamó: "María, mi Señora y mi refugio, me ha conseguido el perdón y la salvación". Y mirando a la Virgen que le invitaba a seguirla, le dijo: "Ya voy, Señora, ya voy". Y haciendo un esfuerzo para incorporarse, no pudiendo seguirla con el cuerpo, suspirando dulcemente la siguió con el alma, como esperamos a la gloria bienaventurada.



Distinta suerte de dos jóvenes libertinos

En el año 1604, en una ciudad de Flandes, vivían dos jóvenes estudiantes, que en vez de dedicarse a los estudios, se lo pasaban en borracheras y deshonestidades. Una de tantas noches, habiendo estado pecando en casa de una mujer de mala vida, uno de ellos llamado Ricardo, se fue a su casa, el otro se quedó más tiempo. Llegado a casa Ricardo, mientras se desvestía para acostarse, se acordó de que no había rezado aún el Ave María a la Virgen, como acostumbraba.

Se caía de sueño, por lo que le costó mucho rezar, pero haciendo un esfuerzo rezó, aunque sin devoción y medio dormido. Luego se acostó; y estando en el primer sueño, sintió llamar fuerte a la puerta, e inmediatamente después, sin que se abriera la puerta, vio ante sí a su compañero, desfigurado y horrible.
"¿Quién eres?", le dijo.
"¿No me reconoces?", le respondió la aparición.
"Pero, ¿cómo estás tan cambiado?  ¡Si pareces un demonio!"
"¡Desgraciado de mí!  ¡Estoy condenado!", gritó el infeliz.
"¿Cómo?"
"Al salir de aquella casa infame un demonio me ahogó. Mi cuerpo está en medio de la calle y mi alma en el infierno. Y has de saber que el mismo castigo estaba preparado para ti, pero la Virgen, por ese pequeño obsequio del Ave María, te ha librado.  ¡Feliz tú, si sabes aprovechar este aviso que por mi medio te manda la Madre de Dios!"
Y dicho ésto desapareció.
Ricardo, deshecho en llanto, se arrojó de la cama postrándose en el suelo para dar gracias a María su libertadora. Y estando meditando en cambiar de vida, oyó la campana de los franciscanos que tocaba a maitines. Se dijo:
"Ahí me llama Dios a hacer penitencia"
Marchó inmediatamente al convento a rogar a los padres que lo recibieran. Ellos no querían hacerle caso conociendo su vida tan desordenada; pero él, hecho un mar de lágrimas, les contó cuánto acababa de suceder. Marcharon los padres a aquella calle, y, en verdad, encontraron el cadáver del joven con muestras de haber sido ahogado y negro como un carbón. Entonces lo recibieron. Ricardo, de ahí en adelante se entregó a una vida ejemplar. Fue a las Indias a predicar el Evangelio; de allí pasó al Japón; y tuvo la gracia de morir mártir de Jesucristo, siendo quemado vivo.

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Alfonso_M_Ligorio.htm

Fuente - Texto tomado de Wikipedia:

Fuente - Texto tomado del Libro "Las Glorias de María" - San Alfonso M. de Ligorio - Caballeros de la Virgen - 1a. Edición (Abril de 2007)