sábado, 21 de junio de 2014

Solemnidad del Corpus Christi - Fiesta Junio 22 de 2014

Solemnidad
Santísimo Cuerpo y Sangre
de Cristo

"Mi Carne es verdadera comida,
y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él"
(Jn. 6, 56-57)
Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Éste es el día de la Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio, a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.

Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.



La Hostia Santa se convierte en "trigo que nutre nuestras almas". Como Cristo al ser hecho Hijo recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su Eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario. Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque "el Pan mismo de los Ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos" (Concilio de Trento). Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.

La Presencia Real


THE BODY OF CHRIST (EUCHARIST)

Dios se hizo hombre para redimir al género humano. Antes de morir, quiso dejar a sus discípulos y a los hombres del mundo entero una muestra de su amor, dando a todas las almas su Cuerpo y Sangre, escondidos bajo las especies de pan y vino.

Jesucristo a nuestra espera

"Sabed que Yo estoy
con vosotros
hasta el fin del mundo"
(Mt. 28, 20)

Jesús está presente en cada Misa y en la Hostia consagrada, de modo milagroso en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad ininterrumpidamente, durante el día y también por la noche, cuando, a excepción de las instituciones de Adoración Perpetua, solamente los ángeles y santos del Cielo le dirigen fervorosas oraciones.

La Importancia de la Misa

"El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado" (1 Cor. 11, 23), instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos recuerdan las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está indeleblemente inscrita la pasión y muerte del Señor. No es sólo su evocación, sino la presencia sacramental. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa a través de los siglos.

Cuando oímos la recitación de la Pasión de Cristo, no es extraño pensar: "¡Si yo hubiese estado al pie de la Cruz, cerca de la Santísima Virgen, con qué amor no habría abrazado, como la Magdalena, los pies del Salvador. Ver a Jesús sacrificarse, morir y darse por nosotros, qué gracia inestimable!" Y no pensamos que podemos asistir todos los días a la renovación incruenta de lo que pasó en el Monte Calvario, en la celebración de la Santa Misa.



Consideremos esto y, en la medida de lo posible, dirijámonos a la iglesia más próxima de nuestra casa o de nuestro trabajo y recojamos, para el bien de nuestra alma, los frutos de la misa. San Gregorio, en el libro de los Diálogos, dice que quien asiste a la Misa se verá libre de peligros y males imprevistos. Y San Jerónimo dice: "Sin duda, el Señor nos concede todas las gracias que le pidamos durante la Misa con la condición de que nos sean convenientes. Y más aún: algunas veces nos concede incluso lo que no pedimos y, sin embargo, necesitamos".

En cada Misa, el sacerdote renueva el milagro que Nuestro Señor operó en la víspera de su muerte en el Cenáculo, al transustanciar en el momento de la consagración, el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo.

eucharist photo: Eucharist jesuseucaristia.gif


Es un milagro de su omnipotencia. Jesús está ahí. Del pan Él ha separado la sustancia de las especies. Ha hecho desaparecer esa sustancia, tan sólo permitiendo que se conservase lo que se puede apreciar con los sentidos. Y ha despojado de su propio Cuerpo las especies humanas, guardando de Él tan sólo la sustancia que puso en lugar de la sustancia del pan, bajo cuyas especies se nos presenta.

Por lo tanto, en el altar después de la Consagración existe sólo la sustancia del Cuerpo de Jesucristo privada de las especies humanas y revestidas de las del pan; y las especies del pan privadas de su propia sustancia, pero conteniendo la sustancia del Cuerpo de Jesús.

Todos los días, en las Misas, Jesucristo se ofrece en sacrificio a Dios Padre por los hombres y por nuestras intenciones.




Santo Tomás de Aquino
y los accidentes eucarísticos

Cuando Santo Tomás de Aquino vivía en París, surgió una cuestión en las escuelas a respecto de los accidentes eucarísticos:
¿Qué sucede con el pan y el vino después de la Consagración? ¿Continúan pan y vino?
Después de mucho discutir, los teólogos convinieron en consultar al gran maestro Tomás, que ya en otras cuestiones se había destacado por sus respuestas claras y seguras. El gran doctor y filósofo de la Iglesia buscó en la oración y el ayuno las luces de que carecía para responder. Hizo la distinción entre el ser natural del Cuerpo de Jesús y el ser sobrenatural del mismo, presente bajo las especies consagradas. Concluyó que la cantidad, forma, color y sabor del pan y del vino continúan los mismos, aunque toda sustancia del pan y del vino haya sido transformada en sustancia del Cuerpo y Sangre de Jesucristo. He aquí en qué consiste el Gran Milagro de la Transubstanciación, como lo llama y enseña la Iglesia.


Sin embargo, el Doctor Angélico no quiso proponer su doctrina como regla de enseñanza en la escuela, sin consultar primero a Aquél que es el propio objeto de la cuestión. Se aproximó al altar, puso allí su cuaderno, como un discípulo presenta su trabajo al maestro, levantó las manos ante el crucificado e hizo esta oración:
"Señor Jesús, que estás verdaderamente en este Sacramento admirable y eres autor de las maravillas que en Él se encierran, sólo de Vos espero el conocimiento de la verdad que a los otros debo enseñar. Por eso os suplico con mucha humildad, que, si mi sentir, contenido en estas hojas, es la expresión de la verdad, me concedáis la gracia de entenderlo así claramente. Si, por el contrario, escribo alguna cosa que esté en oposición con la fe y realidad de este adorable misterio, no me dejes avanzar e indicadme aquello que es perjudicial a la doctrina católica"
Mientras Santo Tomás rezaba así, su compañero y otros hermanos que le observaban, vieron, de repente, que Jesucristo se colocaba sobre las hojas escritas, delante del Santo Doctor, y le oyeron decir estas palabras:
"Sí, Tomás, has escrito bien a respecto del Sacramento de mi Cuerpo y de mi Sangre; has resuelto y tratado esta cuestión tanto como puede ser comprendida en esta vida, por una inteligencia humana"
La visión desapareció; pero el santo continuó en oración, entrando en un arrebatamiento, durante el cual fue elevado del suelo. Fueron corriendo a contárselo al Prior del convento y él junto con otros religiosos llegaron a ver con sus propios ojos el milagro y así pudieron dar testimonio de él. No dudó más de sus conclusiones. Tomás de Aquino las expuso en presencia de los maestros de la Universidad, que las acogieron con plena deferencia y entera satisfacción.

Corpus Christi...
Es vivir de la riqueza de Dios

Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una gruta, escuchó una voz misteriosa que desde adentro le decía:
"Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo importante. Pero recuerda algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, y no te olvides de lo principal..."
La mujer entró en la gruta y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso a su hijo en el suelo y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente:
"Tienes sólo ocho minutos"
Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia afuera de la cueva y la puerta se cerró... Recordó, entonces, que el niño quedó adentro y la puerta estaba cerrada para siempre. La riqueza duró poco y la desesperación... ¡para el resto de su vida! Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros. Tenemos unos años para vivir, y una voz siempre nos advierte:
"Y no te olvides de lo principal"
Y lo principal son los valores espirituales, la Eucaristía, el compromiso cristiano, la oración, la vigilancia, la familia, los amigos, la vida. Pero la ganancia, la riqueza, los placeres materiales nos fascinan tanto que lo principal (a veces) queda en un plano secundario. Así agotamos nuestro tiempo aquí, y dejamos a un lado lo esencial "los tesoros del alma".


También nosotros, en este día del CORPUS CHRISTI, estamos llamados a entrar en un lugar donde el pan y el vino dejan de serlo para convertirse en permanente presencia de Cristo en la Eucaristía. Insertarnos en Cristo comporta siempre salir enriquecidos, no de bienes materiales, y sí llenos de su Espíritu en el corazón y en el alma. Treinta minutos, escasos, no son suficientes ni dan cuenta del valor que encierra la Eucaristía. Pero, toda una vida cristiana, sería difícil de llevarla adelante sin el aprovisionamiento del pan único y partido.
Javier Leoz - Sacerdote


Jesús le dijo a Santa Matilde (religiosa benedictina alemana del siglo XIII):

"He aquí lo que haré por aquel que asiste a Misa con celo y devoción: Le enviaré en la hora de la muerte, para consolarle, defenderle y para hacer un cortejo de honra a su alma, tantos nobles personajes de mi corte celestial como Misas haya asistido en la tierra"
La agitación de la vida moderna, la búsqueda desenfrenada de placeres y la pérdida del sentido de jerarquía, llevan muchas veces a los hombres a poner en un mismo plano la ida a Misa con los otros quehaceres e, incluso, en un plano inferior.

¿Cuánta gente no cambia la Misa por un programa de televisión, por un partido de fútbol o por una visita a un pariente o amigo? Si el hombre contemporáneo comprendiese el valor infinito de la celebración de la Eucaristía, las iglesias volverían a llenarse.


El Sacramento del Amor


Sor Josefa Menéndez recibió revelaciones durante su corta vida sobre el amor misericordioso de Jesús. En su libro: "El Camino del Amor Divino" leemos el siguiente llamamiento a la devoción eucarística:

"Dile a los hombres que en la hora de la Santa Cena, no pudiendo contener el fuego que Me consume, inventé esa maravilla del Amor que es la Eucaristía. ¡Porque la Eucaristía es la invención del Amor!

Es por causa del amor a las almas que estoy Prisionero en la Eucaristía. Allí permanezco para que puedan venir con todas sus amarguras a consolarse con el más tierno y mejor de los padres y del Amigo que nunca las abandona. Y ese amor que nunca se agota y se consume por el bien de las almas, ¡no encuentra correspondencia...!

¡Ah, pobres pecadores, no os apartéis de Mí! Noche y día, os espero en el Sagrario... No os reprenderé por los crímenes que habéis cometido, no os los echaré en cara.

¡No os dejéis arrastrar por mil preocupaciones inútiles y reservad un momento para visitar y recibir al Prisionero de Amor!

Cuando vuestro cuerpo está débil o enfermo, ¿no encontráis tiempo para ir al médico que os ha de curar? ¡Venid, pues, en busca de Aquél que puede dar fuerza y salud a vuestra alma y dadle una limosna de amor a este Prisionero Divino que os espera, llama y desea! Habito entre los pecadores para serles Salvación y Vida; Médico y Medicina a la misma vez en todas las enfermedades generadas por la naturaleza corrompida. Como pago, ellos ¡se alejan, me ultrajan y me desprecian!

Y sin embargo, estoy en el Sagrario todo el día esperando. Deseo ardientemente que vengan a recibirme, que me pidan consejo y me soliciten las gracias que necesitan.

Oh, vosotras, almas queridas, ¿por qué sois tan frías e indiferentes a mi Amor? ¿No tendréis un momento, un instante para darme alguna prueba de amor y gratitud?

¡Tengo sed ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, y no encuentro a casi nadie que se esfuerce por satisfacer ese deseo y que retribuya ese amor!"

Jesús dirige constantemente estas palabras a cada uno de nosotros:
¿No tienes un minuto al día para venir a visitarme?

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Tiempos%20Lit%C3%BArgicos/Solemnidades/corpus_christi.htm

Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM:
http://encuentra.com/fiestas_y_celebraciones/corpus_christi_es_vivir_de_la_riqueza_de_dios16413/

Fuente - Texto tomado del Libro La Eucaristía - Jesucristo con nosotros en la Eucaristía - Caballeros de  la Virgen - Agosto del 2007

Video tomado de Youtube:

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 6, 51-58


51. "Yo Soy el pan vivo, que he descendido del cielo.
52. Quien comiere de este pan, vivirá eternamente; y el pan que Yo daré, es mi misma carne, la cual daré Yo para la vida o salvación del mundo".
53. Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros, diciendo:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
54. Jesús, empero, les dijo:
"En verdad, en verdad os digo, que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
55. Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y Yo le resucitaré en el último día.
56. Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre es verdaderamente bebida.
57. Quien come mi carne, y bebe mi sangre, en Mí mora, y Yo en él.
58. Así como el Padre que me ha enviado vive, y Yo vivo por el Padre; así quien me come, también él vivirá por Mí, y de mi propia vida".
Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro - Día Quinto - Junio 22 de 2014



Día Quinto

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro defiende a sus devotos en las tentaciones.

La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quién nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continuamente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por sí sola es más terrible que un ejército puesto en orden de batalla contra los enemigos del alma, la que es Torre de David, fortaleza inexpugnable de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes y al mismo tiempo Madre nuestra; como una madre tan tierna y amorosa, más desea Ella concedernos su socorro que nosotros alcanzarlo. 

Pedir la gracia
que se desea conseguir.
Rezar 3 Avemarías
y la oración correspondiente

Oración

¡Oh María! Si he tenido la desgracia de pecar; yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo:
¡Madre mía, socórreme!
Así saldré con la victoria.

Fuente - Texto tomado del Libro "Acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" - Heraldos del Evangelio (Caballeros de la Virgen)

Novena al Sagrado Corazón de Jesús - Día Quinto - Junio 22 de 2014



La Señal del Cristiano

Por la señal de la Santa Cruz, + de nuestros enemigos, + líbranos, Señor Dios nuestro. + En el nombre del Padre, + y del Hijo, + y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Preparatoria

¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.


Rezar a continuación la oración
del día que corresponda:

Día Quinto - Oración



Oración. ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús, órgano de la Trinidad venerada, por quien se perfeccionan todas nuestras obras! Yo os ofrezco las mías, aunque tan imperfectas, para que supliendo Vos mi negligencia, puedan aparecer muy perfectas y agradables ante el divino acatamiento. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Rezar Tres Padrenuestros
y tres Avemarías,
en reverencia de las

tres insignias de la Pasión
con que se mostró
el divino Corazón

a Santa Margarita de Alacoque
Rezar Oraciones Finales



Oraciones Finales

Al Padre eterno. ¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con Vos eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición
que se desea obtener
con esta novena

Oración. ¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.

Novena tomada del Devocionario Católico:

San Juan Fisher - Obispo y Mártir (Año 1535) - Fiesta Junio 22


Juan Fisher nació en Beverley, Yorkshire, Inglaterra en 1469. Hijo de un mercader de telas que murió siendo Juan joven. San Juan Fisher entregó su corazón por entero al servicio de su Iglesia. Fue también un distinguido escolástico en Humanidades. Fue educado en Michaelhouse en Cambridge (más tarde unido a Trinity). Desde sus 14 años en adelante estuvo relacionado a la universidad. Fisher fue ordenado sacerdote a los 22 años, bajo dispensa especial. Alcanzó el doctorado y fue vicecanciller de Michaelhouse. Fisher fue el primero en enseñar griego y hebreo en Cambridge. En 1504, durante el reinado de Enrique VII, con sólo 35 años, Fisher es elegido canciller de la universidad. El mismo año es nombrado Obispo de Rochester. Llevó al mismo tiempo los dos cargos con asombrosa diligencia.

Fisher fue un pastor a imitación de Cristo, cuidaba a sus ovejas con valentía, entrega y gran amor. Hacía visitas frecuentes, administraba la confirmación, disciplinaba al clero, visitaba personalmente a los pobres y distribuía limosna a los pobres. En su vida personal era estricto consigo mismo y austero. Tenía una buena mesa para todos, excepto para él mismo. Dormía y comía poco. Mantenía una carabela frente a su puesto en las comidas para recordarse de su mortalidad.

Durante este tiempo, Fisher continuó escribiendo y estudiando. Comenzó a estudiar griego a los 48 años y hebreo a los 51. Fisher comprendía muy bien la necesidad de reformar la Iglesia, incluso en las altas esferas de la jerarquía, pero se oponía al tipo de reforma de los protestantes, y escribió cuatro libros contra ellos. Sin embargo prefería la oración y el ejemplo a la controversia. Él comprendía que la verdadera reforma requiere santidad de vida, pues no es sino vivir con coherencia la enseñanza de la misma Iglesia. Con gran valentía el Obispo Fisher censuró al clero en un sínodo por su corrupción, vanidad, relajamiento y amor a las ganancias. Él sabía que la mayoría del clero en posiciones altas había llegado allí por su servicio al estado o por intereses privados. Como miembro de la Cámara de los Lords, Fisher luchó vigorosamente por reformas que separaran al clero de las influencias del estado. Desde allí lanzó también una severa protesta, cuando se propuso en la asamblea aceptar que Enrique VIII fuese la cabeza de la iglesia de Inglaterra.

El rey quería anular su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse de nuevo. Como el Papa no se lo concedía por no haber causa justa, el rey decidió hacerse con la autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra. El rey impuso la obligación de tomar el famoso "oath of supremacy" (Juramento de Supremacía), por el cual se le reconocía a él como cabeza de la iglesia de Inglaterra. El Obispo Fisher rehusó. Ni la amonestación de amigos y ni las amenazas de enemigos lograron hacerle ceder. El Obispo Fisher sabía, como San Pablo, en quién había puesto su confianza. Trataron de envenenarlo y en una ocasión le dispararon tratando de matarlo. Pero el Obispo se mantuvo fiel a su Señor.

Fisher fue llevado, a pesar de estar enfermo, a Lambeth para que jurase el "bill of succession". Él rehusó por ser éste en esencia un juramento a favor de la supremacía del rey sobre la Iglesia. En Rochester fue arrestado y de los alrededores vino la gente a despedirse. Tuvo la oportunidad de arreglar sus asuntos, de dar limosnas y de pasar por las calles bendiciendo al gentío. Al llegar a Londres fue confrontado por rehusar el juramento a lo que Fisher dijo:
"Mi respuesta es que, ya que mi propia conciencia no puede estar satisfecha, yo absolutamente rehuso el juramento. No condeno la conciencia de ningún otro. Sus conciencias podrán salvarles, y la mía debe salvarme"
En abril de 1534, el prelado de 66 años comenzó su prisión de 15 meses en la Torre de Londres. El rey envió un mensajero confidencial para ofrecerle libertad si asentía al juramento en secreto, "solo para los oídos del rey". Su negativa selló su martirio. Durante su prisión el Papa Pablo III nombró al Obispo Fisher Cardenal.


El rey enfurecido dijo:
"Pues ese capelo se lo colgará de los hombros, porque no tendrá cabeza para llevarlo"
Lo llevó a juicio acusado de traición por negar la autoridad del rey sobre la Iglesia. Lo declararon culpable. Algunos jueces lloraban cuando lo condenaron a muerte el 17 de junio de 1535. Pocos días después el cardenal fue despertado a las 5:00 a.m., con la noticia de que ese día le iban a ejecutar. Él pidió que le dejasen descansar un poco más y durmió otras dos horas. Tan enfermo estaba que apenas podía pararse, por lo que le llevaron al lugar del martirio en una silla. Fue cortés con los guardias agradeciéndoles sus atenciones. Pedía a la gente que rezaran por él para que fuese valiente. Llevaba un pequeño Nuevo Testamento del cual leyó a la puerta de la Torre estas palabras:
"Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame Tú, junto a Ti, con la gloria que tenía a Tu lado antes que el mundo fuese" (Juan 17,3-5)
Cerrando el libro dijo:
"Aquí hay instrucción suficiente para el resto de mi vida"
Junto al verdugo dice:
"Voy a morir por Jesucristo y por la Iglesia Católica. Con mi muerte quiero dar testimonio del Papa como jefe único de la Iglesia. Hasta el Cielo... hijos..."
Sus últimas palabras fueron del Salmo 31:
"En Tí Señor, he puesto mi confianza"
Otros dicen que murió con las palabras del Te Deum en sus labios. Con total dominio de sí mismo y con gran paz se dispuso al martirio. Fue decapitado con un hacha. Era el 22 de junio de 1535. Su amigo Santo Tomás Moro, que compartió con él prisión y también murió mártir, escribió de San Juan Fisher:
"No conozco a ningún hombre que compare con él en sabiduría, conocimiento y virtud probada"
San Juan Fisher fue enterrado junto a la iglesia de All Hallows en Barking. Su cabeza fue exhibida en el Puente de Londres por dos semanas y después echada al río Thames. En 1935, 400 años después de su martirio, Juan Fisher fue canonizado por el Papa Pío XI.

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Santo Tomás Moro - Mártir (Año 1535) - Patrono de los gobernantes y políticos - Fiesta Junio 22



Éste es uno de los dos grandes mártires de la Iglesia de Inglaterra, cuando un rey impuro quiso acabar con la Religión Católica y ellos se opusieron. El otro es San Juan Fisher. Tomás Moro nació en Cheapside, Inglaterra en 1478. A los 13 años se fue a trabajar de mensajero en la casa del Arzobispo de Canterbury, y éste al darse cuenta de la gran inteligencia del joven, lo envió a estudiar al Colegio de la Universidad de Oxford. Su padre que era juez, le enviaba únicamente el dinero indispensable para sus gastos más necesarios, y ésto le fue muy útil, pues como él mismo afirmaba después:
"Por no tener dinero para salir a divertirme, tenía que quedarme en casa y en la biblioteca estudiando"
Lo cual le fue de gran provecho para su futuro. A los 22 años ya es doctor en abogacía, y profesor brillante. Es un apasionado lector que todos los ratos libres los dedica a la lectura de buenos libros. Uno de sus compañeros de ese tiempo dió de él este testimonio:
"Es un intelectual muy brillante, y a sus grandes cualidades intelectuales añade una muy agradable simpatía"
Le llegaron dudas acerca de cuál era la vocación para la cual Dios lo tenía destinado. Al principio se fue a vivir con los cartujos (esos monjes que nunca hablan, ni comen carne, y rezan mucho de día y de noche), pero después de cuatro años se dio cuenta de que no había nacido para esa heroica vocación. También intentó irse de franciscano, pero resultó que tampoco era ése su camino. Entonces de dispuso optar por la vocación del matrimonio. Se casó, tuvo cuatro hijos y fue un excelente esposo y un cariñosísimo papá. Su vocación estaba un poco más allá: su vocación era actuar en el gobierno y escribir libros.


Para con sus hijos, para con los pobres y para cuantos deseaban tratar con él, Tomás fue siempre un excelente y simpático amigo. Acostumbraba ir personalmente a visitar los barrios de los pobres para conocer sus necesidades y poder ayudarles mejor. Con frecuencia invitaba a su mesa a gentes muy pobres, y casi nunca invitaba a almorzar a los ricos. A su casa llegaban muchas visitas de intelectuales que iban a charlar con él acerca de temas muy importantes para esos momentos, y a comentar los últimos libros que se iban publicando. Su esposa se admiraba al verlo siempre de buen humor, pasara lo que pasara. Era difícil encontrar otro de conversación más amena.




Tomás Moro escribió bastantes libros. Muchos de ellos contra los protestantes, pero el más famoso es el que se llama "Utopía". Esta es una palabra que significa "Lo que no existe" (U=No. Topos=Lugar. Lo que no tiene lugar). En ese libro describe una nación que en realidad no existe pero que debería existir. En su escrito ataca fuertemente las injusticias que cometen los ricos y los altos del gobierno con los pobres y los desprotegidos, y va describiendo cómo debería ser una nación ideal. Esta obra lo hizo muy conocido en toda Europa.



El joven abogado Tomás Moro fue aceptado como profesor de uno de los más prestigiosos colegios de Londres. Luego fue elegido como secretario del alcalde de la capital. En 1529 fue nombrado Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Pero este altísimo cargo no cambió en nada su sencillez. Siguió asistiendo a Misa cada día, confesándose con frecuencia y comulgando. Tratable y amable con todos. Alguien llegó a afirmar:

"Parece que lo hubieran elegido Canciller, solamente para poder favorecer más a los pobres y desamparados"
Otro añadía:
"El rey no pudo encontrar otro mejor consejero que éste"
Pero Tomás, que conocía bien cómo era Enrique VIII, declaraba con su fino humor:
"El rey es de tal manera que si le ofrecen una buena casa por mi cabeza, me la mandará cortar de inmediato"
Ya llevaba dos años como Canciller cuando sucedió en Inglaterra un hecho terrible contra la religión católica. El impúdico rey Enrique VIII se divorció de su legítima esposa y se fue a vivir con la concubina Ana Bolena. Y como el Sumo Pontífice no aceptó este divorcio, el rey se declaró Jefe Supremo de la religión de la nación, y declaró la persecución contra todo el que no aceptara su divorcio o no lo aceptara a él como reemplazo del Papa en Roma. Muchos católicos tendrían que morir por oponerse a todo ésto.

Tomás Moro no aceptó ninguno de los terribilísimos errores del malvado rey: ni el divorcio ni el que tratara de reemplazar al Sumo Pontífice. Entonces fue destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el rey lo mandó encerrar como prisionero de la espantosa Torre de Londres. Santo Tomás y San Juan Fisher fueron los dos principales de todos los altos funcionarios de la capital, que se negaron a aceptar tan grandes infamias del monarca. Y ambos fueron llevados a la torre fatídica. Allí estuvo Tomás encerrado durante quince meses.


Verdaderamente hermosas son las cartas que desde la cárcel escribió este gran sabio a su hija Margarita, que estaba muy desconsolada por la prisión de su padre. En ellas le dice:

"Con esta cárcel estoy pagando a Dios por los pecados que he cometido en mi vida. Los sufrimientos de esta prisión seguramente me van a disminuir las penas que me esperan en el purgatorio. Recuerda hija mía, que nada podrá pasar si Dios no permite que me suceda. Y todo lo permite Dios para bien de los que lo aman. Y lo que el buen Dios permite que nos suceda es lo mejor, aunque no lo entendamos, ni nos parezca así"
El día en que Margarita fue a visitar por última vez a su padre, vieron los dos salir hacia el sitio del martirio a cuatro monjes cartujos que no habían querido aceptar los errores de Enrique VIII. Tomás dijo a Margarita:
"Mire cómo van de contentos a ofrecer su vida por Jesucristo. Ojalá también a mí me conceda Dios el valor suficiente para ofrecer mi vida por su santa religión"
Tomás fue llamado a un último consejo de guerra. Le pidieron que aceptara lo que el rey le mandaba y él respondió:
"Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores del rey"

Se le dictó entonces sentencia de muerte. Él se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser encerrado en la Torre de Londres. En la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio de martirio, él se colocó su mejor vestido. De buen humor como siempre, dijo al salir del corredor frío:
"Por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir"
Al llegar al sitio donde lo iban a matar rezó despacio el Salmo 51:
"Misericordia Señor por tu bondad"
Luego prometió que rogaría por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Luego enseguida de un hachazo le cortaron la cabeza. Tomás Moro fue declarado santo por el Papa en 1935.


Un sabio decía:

"Este hombre, aunque no hubiera sido mártir, bien merecía que lo canonizaran, porque su vida fue un admirable ejemplo de lo que debe ser el comportamiento de un servidor público: un buen cristiano y un excelente ciudadano"
Oración de Santo Tomás Moro


Dios Glorioso,
dame gracia para enmendar
mi vida y tener presente mi fin
sin eludir la muerte,
pues para quienes
mueren en Ti, buen Señor,
la muerte es la puerta
a una vida de riqueza.

Y dame, buen Señor,
una mente humilde, modesta,
calma, pacífica, paciente,
caritativa, amable, tierna
y compasiva en todas mis obras,
en todas mis palabras
y en todos mis pensamientos,
para tener el sabor de tu santo
y bendito espíritu.

Dame buen Señor, una fe plena,
una esperanza firme
y una caridad ferviente,
un amor a Ti, muy por encima
de mi amor por mí.

Dame, buen Señor,
el deseo de estar contigo,
de no evitar las calamidades
de este mundo, no tanto
por alcanzar las alegrías
del cielo como simplemente
por amor a Ti.

Y dame, buen Señor,
Tu amor y Tu favor;
que mi amor a Ti,
por grande que pueda ser,
no podría merecerlo
si no fuera por tu gran bondad.
Buen Señor, dame Tu gracia
para trabajar
por estas cosas que te pido.

Fuente - Texto tomado de EWTN: