viernes, 15 de agosto de 2014

San Roque - Enfermero Año 1378 - Fiesta Agosto 16


Roque significa "Fuerte como Roca"
Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria, cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas.

San Roque nació en Montpellier (Francia, aproximadamente en 1295), de una familia sumamente rica. A sus 20 años quedó huérfano de padre y madre. Encontrándose dueño de una fortuna considerable, se acordó del consejo de Jesucristo:
"Si quieres ser perfecto, da tus bienes a los pobres y sígueme"
Y he aquí que al momento lo puso en práctica. Como no tenía hermanos, cedió una parte de la herencia a un tío paterno, juntamente con todos los derechos que le pudiesen pertenecer desde entonces en adelante. Y hecho ésto, vendió secretamente el resto de su hacienda y distribuyó su precio entre los necesitados. Descargado totalmente de los bienes de la tierra, se vistió de peregrino y emprendió viaje hacia Roma.

Pidiendo limosna y sintiéndose feliz cuando se la negaban groseramente o cuando le asaltaban los perros de los cortijos, llegó a Aquapendente, ciudad italiana donde la peste estaba haciendo grandes estragos. Deseando prestar ayuda al prójimo, se presentó en el hospital, pidiendo que le admitiesen como enfermero. El administrador no quería acceder a ésto, pues le inspiraba lástima verle, tan joven y delicado, exponiéndose a la muerte. Pero tanto y tanto insistió Roque en su petición y en decir que tenía segura confianza en Dios, que, al fin, fue aceptado.



Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. Y comenzando su tarea, visitó uno por uno todos los lechos, haciendo la señal de la Cruz sobre la frente de cada uno de los apestados. Todos ellos se sintieron curados al instante. A muchísimos ayudó al bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. La gente decía al verlo:
"Ahí va el santo"
¡Ya podéis figuraros el pasmo de todo el hospital ante semejante maravilla! Inmediatamente salió Roque a la ciudad y curó, de la misma manera, a todos los enfermos que había en las casas. Comenzó a correr la voz de que era un Ángel enviado del Cielo, para librarlos de la epidemia. Querían hacerle una gran demostración de homenaje. Pero él, para evitar toda suerte de honor, huyó escondidamente.

En Plasencia tuvo un sueño en el que oyó la Voz de Dios que le decía:
"Siervo fiel, ya que has tenido bastante ánimo para dedicarte al cuidado de los enfermos por Mi Amor, tenlo para sufrir la prueba que te voy a enviar"
Al despertar se sintió atacado de una fiebre abrasadora y de unos dolores acerbadísimos. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Levantó el corazón al Cielo, no para quejarse, sino para dar gracias a Dios bondadoso, pues le daba una ocasión de sufrir por amor suyo. Lo colocaron en el hospital entre los demás enfermos víctimas de la epidemia. Sus dolores se agravaron más todavía, de manera que no podía evitar dar grandes gritos. Cuando se dio cuenta que molestaba a los demás enfermos, se levantó de la cama y se dispuso a salir fuera de la ciudad hacia alguna cueva o refugio, en que no molestase a nadie. Burlando la vigilancia del hospital, aunque con mucha dificultad para caminar, llegó a un bosque vecino en donde encontró una pequeña cabaña abandonada, que le sirvió de asilo. Sintiéndose devorado por la sed, alzó los ojos al Señor, diciendo:
"¡Oh Dios de misericordia!, os doy gracias porque me permitís sufrir por Vos; pero, ¡oh Señor!, no me abandonéis en mi tribulación"
Al instante vio salir de una roca inmediata una fuente de agua cristalina y abundante. Apagando su sed con aquella agua milagrosa y lavándose frecuentemente en ella, se fue curando poco a poco. No lejos de la cabaña había unos grandes cortijos. El señor de uno de ellos, llamado Gotardo, se dio cuenta que uno de sus perros arrebataba cada día de la mesa un panecillo y lo llevaba más allá de los campos. Lo siguió y vio con sorpresa cómo el animal ponía el pan en las manos de Roque. El señor pensó:
"Éste debe ser un Santo, pues Dios le sustenta de una manera tan maravillosa"
Se acercó y le preguntó quién era. Roque le respondió:
"Apartaos de mí, que puedo contagiaros de peste"
Pero Gotardo, reflexionando, se convenció de que se hallaba delante de un gran siervo de Dios. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades. Y comenzó a hablar con él sin temor, y enseguida se hicieron grandes amigos, de tal manera que quiso imitarlo en su vida de pobreza y penitencia -como lo hizo efectivamente-. Renunció Gotardo a toda su hacienda y determinó vivir en una cueva del bosque, completamente olvidado del mundo y entregado a la contemplación de las verdades divinas. Roque lo ejercitó en alguna prueba durísima, como la de hacerle salir a mendigar por aquellos cortijos conocidos, cuyos moradores le tomaron por loco y lo llenaron de mofas e improperios. Al mismo tiempo lo fue instruyendo en el camino de la perfección y no lo dejó hasta que le vio entrenado en su nueva y santa vida. Mientras tanto, Roque había oído la Voz de Dios que le ordenó:
"Roque, fiel siervo mío; ya que estás curado de tu mal, vuelve a tu patria, y allí harás obras de penitencia; y prepárate para merecer un lugar entre los bienaventurados del Paraíso"
En efecto, se sintió completamente curado y decidió obedecer el mandato del Cielo. La ciudad de Montpellier estaba en guerra, y el Santo estaba muy cambiado, nadie lo reconoció y él no quiso decir quién era. Se presentó como un pobre peregrino; nadie le creyó, los militares lo confundieron con un espía. Le apresaron y después de hacerlo ir de tribunal en tribunal, lo metieron en un calabozo infecto y oscurísimo en donde vivió cinco años, ejercitándose en el ayuno y la oración, en la que pasaba todo el día y la mayor parte de la noche. Y así estuvo cinco años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.



Finalmente, una luz misteriosa iluminó el calabozo, y Roque oyó que Jesucristo le decía:
"Ha llegado tu hora, y quiero llevarte a mi gloria. Si tienes alguna gracia que pedirme, hazlo ahora mismo"
El santo prisionero le pidió nuevamente el perdón de sus culpas y que fuesen preservados o libres de la peste aquellos que acudiesen a su intercesión. Poco después murió dulcemente un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima. Del calabozo salían unos rayos de luz brillantísima. El cuerpo del Santo resplandecía y a su lado se encontró una tablilla con esta inscripción:
"Todos los que imploraren la intercesión de Roque, se verán libres del terrible azote de la peste"
La nueva de estas maravillas se extendió rápidamente por la ciudad. La gente quería ver al Santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd, descubrieron en su pecho una señal de la cruz, que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Su tío reconoció el cadáver, y dispuso que se le hiciesen exequias triunfales, en las que tomó parte todo el pueblo.



El cuerpo fue sepultado primeramente en la iglesia principal, y más tarde en una capilla edificada expresamente en honor de San Roque. Desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos. Hoy es una iglesia magnífica, donde acuden devotas muchedumbres para pedir su protección contra las enfermedades contagiosas.

Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.

Fuente - Texto tomado de EWTN: