sábado, 4 de agosto de 2012

San Juan María Vianney - Santo Cura de Ars - Fiesta Agosto 4


Nació cerca de Lyon (Francia) el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Murió el año 1859.

Atacado por las fuerzas del demonio

Era de esperarse que un triunfo tan grande de la religión, así como la santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia del infierno. Por un período de 35 años el Santo Cura de Ars fue asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el demonio. La ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es la tentación. El demonio también puede asechar las almas de diversas maneras.
  • Asedio: Acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.
  • La Obsesión: Va más allá. Puede ser externa, cuando el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo, o interna, cuando influencia la imaginación o la memoria.
  • Posesión: Cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbiterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al principio, el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de medianoche se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana, pero no vio nada, sólo la luz de la luna. Decía:

"Por 15 minutos la casa retembló y mis piernas también"

Nunca más quiso quedarse en la casa. Ésto ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no estaba en el pueblo. Una mañana el demonio incendió su cama. El santo se disponía a revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de "fuego, fuego". Él sólo le dio las llaves del cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio quería parar la Santa Misa y no se lo permitió. Lo único que dijo fue:

"El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula"

Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego. El demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o ruidos de caballo, y hasta gritaba debajo de la ventana del santo:

"Vianney, Vianney, come papas"

El propósito de todo ésto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde le arrancaba muchas almas de sus garras. Pero para 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor, con un poder extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las personas poseídas. El santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua batalla con el pecado, a través de su trabajo en el confesionario. El gran milagro de Ars era el confesionario. Miles de personas acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con él.

Oración "Te amo, Oh mi Dios"
Autor: San Juan María Vianney

Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, Oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno,
porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero que mi corazón
lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo.
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera,
no sólo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora final
aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG: