domingo, 19 de febrero de 2012

Beata Jacinta de Jesús Marto - Vidente Virgen de Fátima - Fiesta Febrero 20


Nació en (Aljustrel - Fátima - Portugal - 11 de marzo de 1910) y murió en (Lisboa - Portugal - 20 de febrero de 1920), fue una pastorcilla portuguesa. Junto a su hermano Francisco Marto y a Lucía Dos Santos, fueron los tres niños videntes de las apariciones de la Virgen de Fátima.

El Padre José Galamba de Oliveira (Canon), quien era el Presidente Diocesano de la Comisión para la causa de Jacinta y Francisco Marto, entrevistó a Sor Lucía sobre el carácter de Jacinta:

Sor Lucía contestó:
"Yo sólo puedo decirle lo que yo sentía cuando estaba en su compañía, y puedo describirle cualquier manifestación externa de los sentimientos de otras personas. Lo que yo sentía usualmente es lo que se sentiría en la presencia de una persona santa que se comunicaba con Dios en todo momento. Su comportamiento era siempre serio, modesto y amable. Ella parecía manifestar la presencia de Dios en todas sus acciones, como una persona de edad y virtud avanzada y no como una niña. Nunca observé en ella esa excesiva frivolidad o entusiasmo infantil por los juegos y las cosas bonitas común en los niños, esto es, después de las apariciones. Antes de las apariciones, sin embargo, era la personificación del entusiasmo y del capricho".
"Si algún niño o adulto decían o hacían algo en su presencia que no estaba totalmente correcto, ella les reprobaba diciéndoles que no hicieran eso que ofendía a Dios, quien estaba ya demasiado ofendido".

"Pensaba que Jacinta fue la que recibió de Nuestra Señora una mayor abundancia de gracia, y un mejor conocimiento de Dios y de la virtud".

"Primero que Dios quiso derramar en ella una gracia especial, a través del Inmaculado Corazón de María, y segundo, fue porque ella vio el infierno, y vio la ruina de las almas que caen en él".
De todo el mensaje de Fátima el elemento que más impresionó a Jacinta fue la visión de las consecuencias del pecado, en la ofensa a Dios y en los castigos de los condenados del infierno. A partir de esta visión del infierno, Jacinta se manifestó la más preocupada con la suerte de las almas condenadas al infierno, procurando hacer todos los sacrificios posibles para evitar que otras almas cayesen en el abismo de la condenación. Decía Sor Lucía:
"Jacinta tomó la misión de hacer sacrificios por la conversión de los pecadores tan seriamente en su corazón, que nunca permitió que se le escapara una sola oportunidad... la sed de Jacinta por hacer sacrificios parecía insaciable".
Acostumbraba retirarse, y permanecía mucho tiempo, de rodillas, rezando por aquellos que se encontrasen en mayor peligro de condenación. Llamaba a Lucía y a Francisco y les preguntaba:
"¿Estáis rezando conmigo?, y añadía es necesario rezar mucho para librar las almas del infierno... ¡qué pena tengo de los pecadores!  ¡si yo pudiese mostrarles el infierno!"
Y le decía a Lucía:
"Yo voy al cielo, pero tú que quedas aquí, si te permite Nuestra Señora, di a la gente cómo es el infierno para que no cometan más pecados y no vayan para allá".
Jacinta se mortificaba dejando de comer y dándole la comida a los pobres, ella decía:
"Ofrezco este sacrificio por los pecadores que comen demasiado".
También hacía el sacrificio de beber agua sucia y en el mes de agosto dejaba de tomar agua durante todo el mes. Como forma de penitencia ella y su hermano usaban una cuerda amarrada a la cintura. Por los pecadores aceptó la enfermedad, los alimentos y las medicinas que en esas circunstancias más le repugnaban. Ella ofreció el sacrificio de ser separada de sus familiares y compañeros e ir al hospital, lejos de su casa y finalmente el sacrificio de morir sola, como le había dicho la Santísima Virgen.

Mientras las fuerzas de su cuerpo iban decayendo por la enfermedad, su alma se fue embelleciendo según iban pasando los días, a través del resuelto, constante y gozoso ejercicio de la virtud Cristiana. Su abandono a la voluntad de Dios fue completo. Tres días antes de morir, la Santísima Virgen la visitó, y le prometió que iba a venir a buscarla y le quitó todos los dolores. El 20 de febrero de 1920, fue el día que le anunció la Virgen que ella moriría; sabiendo ésto pidió que viniera el sacerdote. Recibió el sacramento de la confesión pero, como el sacerdote no la veía tan mal le dijo que le daría el viático al día siguiente. Jacinta sabía que no llegaría al día siguiente y aceptó el no poder recibir a Jesús en la Eucaristía. Esa noche a las 10:30 p.m. la Santísima Virgen vino a buscar a su fiel discípula y amante de su Inmaculado Corazón y amiga de los pecadores. La enfermera Nadeja Silvestre al contemplar el cuerpo inmóvil de Jacinta:
"No parecía ser la misma niña; se transformó en radiante y preciosa".
Cuando la Madre Godinho hacía vigilia junto al féretro de Jacinta se fijó en la pequeña lámpara que brillaba a su lado. Quedó sorprendida al ver cómo la lámpara ardía tan brillantemente y no tenía nada de aceite. El cuerpo de Jacinta, que por su enfermedad y por las heridas de su cuerpo no despedía un olor agradable antes de morir, después que murió despedía un perfume suave. Cuando su cuerpo fue llevado a la Iglesia de Lisboa, las campanas comenzaron a tocar sin que nadie las estuviese moviendo y con la puerta cerrada. Una vez Jacinta dijo que había escuchado a los ángeles cantar, pero que ellos no cantaban como los hombres. Y es muy probable que hayan sido los ángeles los que hayan tocado las campanas de la Iglesia dándole la bienvenida a la que entregó toda su corta vida, cumpliendo los designios del Corazón de Jesús a través del Corazón de María.

El 12 de septiembre de 1932, el cuerpo de Jacinta fue exhumado por primera vez y se halló incorrupto. Su padre al ver el rostro de su hija dijo que el ver el cuerpo de su hija era:
"como estar viendo a una persona que había crecido, y que uno la conocía cuando estaba joven". 

En la segunda exhumación que ocurrió en 1951, un testigo ocular dijo:
"La expresión del rostro de Jacinta era de una santa paz, y todos los que la vieron no podían evitar tener el sentido de que habían sido privilegiados de haber tenido este gran favor".
Al despedirse de Lucía, Jacinta le dijo estas palabras que nos dice a todos hoy:
"Ya falta poco para irme al cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Dí a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro del pecho, que me está abrasando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María..."
Fuente - Texto tomado de ES.WIKIPEDIA.ORG:

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG: