miércoles, 3 de agosto de 2011

Santo Cura de Ars - San Juan Bautista María Vianney - Fiesta Agosto 4


Nombre: Jean-Baptist-Marie Vianney.
Apodo: Santo Cura de Ars.
Nacimiento: Mayo 8 de 1786 (Dardilly, Francia).
Fallecimiento: Agosto 4 de 1859 (Ars-sur-Formans, Francia).
Sus restos mortales se conservan incorruptos en el gran santuario dedicado a él en Ars, el pequeño lugar al que dedicó su vida como sacerdote y donde falleció.

Pocos santos han tenido que entablar luchas tan tremendas contra el demonio como San Juan Vianney. El diablo no podía ocultar su canalla rabia al ver cuántas almas le quitaba este cura tan sencillo. Y lo atacaba sin compasión. Lo derribaba de la cama. Y hasta trató de prenderle fuego a su habitación. Lo despertaba con ruidos espantosos. Una vez le gritó:
"Faldinegro odiado. Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me lo habría llevado al abismo".
Un día en una misión en un pueblo, varios sacerdotes jóvenes dijeron que eso de las apariciones del demonio eran puros cuentos del Padre Vianney. El párroco los invitó a que fueran a dormir en el dormitorio donde iba a pasar la noche el famoso padre. Y cuando empezaron los tremendos ruidos y los espantos diabólicos, salieron todos huyendo en pijama hacia el patio y no se atrevieron a volver a entrar al dormitorio, ni a volver a burlarse del santo cura. Pero él tomaba con toda calma y con humor y decía:
"Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos compinches".
Pero no dejaba de quitarle almas y más almas al maldito Satanás.

Mensaje del Santo Cura de Ars

El mensaje del Santo Cura de Ars para hoy, se resume en algunos puntos:

Hombre de oración

Largos momentos delante del tabernáculo, una verdadera intimidad con Dios, un abandono total a su voluntad, un rostro transfigurado... son otros tantos elementos que tocaban a aquéllos que lo encontraba y dejaban percibir la profundidad de su vida de oración y de su unión con Dios. Fueron su gran alegría y el ambiente de una verdadera amistad con Dios: "Os amo, Dios mío, y mi solo deseo es de amaros  hasta el último suspiro de mi vida". Una amistad que supone una reciprocidad, como dos pedazos de cera, precisaba el P. Vianney, que una vez fundidos no pueden ya separarse; así es nuestra alma con Dios cuando rezamos...

La Eucaristía celebrada y adorada, corazón de todo...

"Está ahí", exclamaba el Santo Cura mirando al tabernáculo. Hombre de la Eucaristía, celebrada y adorada; "No hay nada más grande que la Eucaristía" decía. Lo que quizás más lo tocaba era constatar que su Dios estaba presente en el tabernáculo, para nosotros: "¡Nos espera!". La conciencia de la presencia real de Dios en el Santísimo Sacramento fue quizás una de sus más grandes gracias y una de sus más grandes alegrías. Ofrecer Dios a los hombres y los hombres a Dios, el sacrificio eucarístico se convirtió muy pronto para él en el corazón de su jornada y de su pastoral.

Preocupado por la salvación de los hombres

Es quizás lo que mejor resume lo que fue la presencia del Santo Cura durante sus 41 años de permanencia en Ars. Preocupado por su propia salvación y la de los demás, y muy especialmente la de aquéllos que venían a él o que tenía a su cargo. En cuanto párroco, "Dios me pedirá cuentas", decía. Que cada uno pueda gustar la alegría de conocer a Dios y de amarlo, y de saber que Él lo ama... en eso trabaja sin descanso el P. Vianney.

Mártir del confesionario

A partir de 1830 miles de personas vendrán a Ars para confesarse con él, más de 100.000 el último año de su vida... hasta 17 horas por día permanecía clavado a su confesionario para reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos, el Cura de Ars es un verdadero mártir del confesionario, subrayaba Juan Pablo II. Subyugado por el amor de Dios, maravillado ante la vocación del hombre, consideraba una locura el querer ser separado de Dios. Quería que cada uno fuera libre para poder gustar del amor de Dios.

En el corazón de su parroquia, un hombre social

"No se sabe cuánto ha hecho el Santo Cura como obra social", dice uno de sus biógrafos. Viendo en cada uno de sus hermanos presente al Señor, no se dará tregua para socorrerlos, ayudarlos, aliviar los sufrimientos o las heridas, permitir que cada uno fuera libre y feliz. Orfanato, escuelas, atención a los más pobres y a los enfermos, infatigable constructor... nada se le escapa. Acompaña a las familias y trata de protegerlas de todo lo que puede destruirlas (alcohol, violencia, egoísmo...). En el corazón de su pueblo, tiene en cuenta al hombre en todas sus dimensiones (humana, espiritual, social).

Patrón de todos los párrocos del mundo

Beatificado en 1905, será declarado el mismo año, el 12 de abril, patrono de los sacerdotes de Francia por San Pío X. En 1929, cuatro años después de su canonización, el Papa Pío XI lo declarará "patrono de todos los párrocos del mundo". El Papa Juan Pablo II no dirá otra cosa recordando por tres veces, que "el Cura de Ars sigue siendo para todos los países un modelo sin igual, a la vez del cumplimiento del ministerio y de la santidad del ministro". "¡Oh que el sacerdote es algo grande!", exclamaba Juan María Vianney, pues puede ofrecer Dios a los hombres y los hombres a Dios; es el testigo de la ternura del Padre hacia cada uno y el artesano de su salvación. El Cura de Ars es nuestro hermano mayor en el sacerdocio, al lado de quien cada sacerdote del mundo puede venir a confiar su ministerio o su vida sacerdotal.

Una llamada universal a la santidad

"Te enseñaré el camino del Cielo" había contestado al pastorcillo que le mostró el camino de Ars, es decir, te ayudaré a convertirte en un santo. "Allí donde los santos pasan, Dios pasa con ellos", precisará él más tarde. Por último, invita cada uno a dejarse santificar en este mundo por Dios, a tomar los medios para esta unión con Dios aquí en la tierra, y por la eternidad.



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