sábado, 23 de abril de 2011

Semana Santa - Sábado Santo


En el Sábado Santo tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor, que la sostienen en medio de la prueba.
Un dolor que a Ella le viene al ver a su Hijo en todo lo que había padecido, un dolor que le viene al ver la ingratitud de los discípulos que habían abandonado a su Hijo, el dolor que tuvo que tener María al considerar la inocencia de su Hijo; y sobre todo, el dolor que tendría que provenirle a la Santísima Virgen de su amor tan tierno por su Hijo, herido por las humillaciones de los hombres.


Jesús está sepultado
Es un día de reflexión y silencio


Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

Es el día del silencio; la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Es día para profundizar. Para contemplar. Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad.

Este estado de Cristo muerto, es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba, manifiesta el gran reposo sabático de Dios, después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero.
Aciprensa: