MAYO 13 – FIESTA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA
APARICIONES Y MENSAJE DE LA VIRGEN
APARICIONES Y MENSAJE DE LA VIRGEN
PRIMERA APARICIÓN: 13 DE MAYO DE 1917
Según las descripciones de la Hermana Lucía, era “una Señora vestida toda de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente. Su Semblante era de una belleza indescriptible, ni triste ni alegre, sino seria, tal vez con una suave expresión de ligera censura”. ¿Cómo describir con detalle sus trazos? ¿De qué color eran sus ojos y los cabellos de esa figura celestial? ¡Lucía nunca lo supo con certeza!
La Hermana Lucía continúa diciendo: “El vestido más blanco que la propia nieve, parecía tejido de luz. Tenía las mangas relativamente estrechas y el cuello cerrado, llegando hasta los pies que envueltos por una tenue nube, apenas se veían rozando la copa de la encina. La túnica era blanca, y un manto también blanco, con bordes de oro, del mismo largo que el vestido, le cubría casi todo el cuerpo. Tenía las manos puestas en actitud de oración, apoyadas en el pecho, y de la derecha pendía un lindo rosario de cuentas brillantes como perlas, con una pequeña cruz de vivísima luz plateada. Como único adorno, un fino collar de oro reluciente, colgando sobre el pecho y rematado casi a la altura de la cintura, por una pequeña esfera del mismo metal”.
“Estábamos tan cerca, que quedábamos dentro de la luz que la cercaba, o que irradiaba. Tal vez a un metro y medio de distancia, más o menos. Entonces, Nuestra Señora nos dijo:
- No tengáis miedo, no os haré mal.
- ¿De dónde es Vuestra Merced? Le pregunté.
- Soy del Cielo.
- ¿Y qué quiere de mí Vuestra Merced?
- Vengo a pediros que volváis aquí durante seis meses seguidos, los días 13 y a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Y volveré aquí aún una séptima vez.
- ¿Y yo también voy a ir al Cielo?
- Sí, vas.
- ¿Y Jacinta?
- También.
- ¿Y Francisco?
- También, pero tiene que rezar muchos Rosarios.
Me acordé entonces de preguntar por dos niñas que habían muerto hacía poco. Eran amigas mías y frecuentaban mi casa para aprender a tejer con mi hermana mayor.
- ¿María de las Nieves ya está en el Cielo?
- Sí, está.
- ¿Y Amalia?
- Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo. ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que os quiera enviar, en reparación por los pecados con que Él es ofendido, y en súplica por la conversión de los pecadores?
- Sí, queremos.
- Váis pues, a tener mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo.
Fue al pronunciar estas últimas palabras (“la gracia de Dios”, etc.), cuando abrió las manos por primera vez, comunicándonos una luz tan intensa, como el reflejo que de ellas procedía, que, penetrándonos en el pecho y en lo más íntimo del alma, hacía vernos a nosotros mismos en Dios, que era esa luz, más claramente que como nosotros vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior, también comunicado, caímos de rodillas y repetimos interiormente: Oh, Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento.
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió:
- Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra.
Enseguida comenzó a elevarse serenamente, subiendo en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la distancia. La luz que la circundaba iba abriendo un camino en la oscuridad de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que vimos abrirse el Cielo”.
SEGUNDA APARICIÓN: 13 DE JUNIO DE 1917
La Hermana Lucía describe así lo sucedido en aquella segunda aparición:
“Después de rezar el Rosario con Jacinta y Francisco, y las demás personas que estaban presentes, vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba (lo que llamábamos relámpago); y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina, igual (que en la aparición) de mayo.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? Pregunté.
- Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el Rosario todos los días, y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero.
Lucía pide la curación de un enfermo.
- Si se convierte, se curará en el transcurso del año.
- Quería pedirle que nos llevara al Cielo.
- Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve. Pero tú te quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace, le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono.
- ¿Y me quedo aquí sola?
- No, hija. ¿Y tú sufres mucho con eso? No te desanimes. Nunca te dejaré. Mi inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.
Al decir estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de aquella luz tan intensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Francisco y Jacinta parecían estar en la parte que se elevaba hacia el Cielo y yo en la que se esparcía por la tierra. Delante de la mano derecha de la Santísima Virgen había un Corazón rodeado de espinas que parecían clavárseles por todas partes. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de los hombres, que pedía reparación”.
TERCERA APARICIÓN: 13 DE JULIO DE 1917
Es la Hermana Lucía quien nos narra de esta manera lo que sucedió en esta tercera aparición:
“Vimos el reflejo de la luz como de costumbre y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la pequeña encina.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? Pregunté.
- Quiero que vengáis el 13 del mes que viene, y que continuéis rezando el Rosario todos los días en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella los podrá socorrer.
- Quería pedirle que nos dijera quién es y que hiciera un milagro con el que todos crean que Vuestra Merced se nos aparece.
- Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy y lo que quiero, y haré un milagro que todos han de ver, para que crean.
Entonces hice algunos pedidos (de parte de varias personas). Nuestra Señora dijo que era necesario que rezasen el Rosario para alcanzar las gracias durante el año. Y continuó diciendo:
- Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, sobre todo cuando hagáis algún sacrificio: ¡Oh! Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.
PRIMERA PARTE DEL SECRETO
“Al decir estas últimas palabras –narra la Hermana Lucía- abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo (de los rayos de luz) pareció penetrar la tierra, y vimos como un mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevados por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados –semejante al caer de las chispas en los grandes incendios- sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor (debe haber sido ante esta visión que solté aquel “ay”, que dicen haberme oído exclamar). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa”.
SEGUNDA PARTE DEL SECRETO
“Asustados y como pidiendo socorro, levantamos los ojos hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
- Visteis el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a terminar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc.
Se siguió un instante de silencio, y pregunté:
- ¿Vuestra Merced no quiere nada más de mí?
- No, hoy no quiero nada más de ti.
Y como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este, desapareciendo en la inmensa lejanía del firmamento”.
- Visteis el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a terminar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc.
Se siguió un instante de silencio, y pregunté:
- ¿Vuestra Merced no quiere nada más de mí?
- No, hoy no quiero nada más de ti.
Y como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este, desapareciendo en la inmensa lejanía del firmamento”.
TERCERA PARTE DEL SECRETO
He aquí el texto, redactado en 1.944 por la Hermana Lucía:
“Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centellando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él, el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!
Y vimos en una inmensa luz que es Dios: “algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él” a un Obispo vestido de Blanco “hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre”.
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza: el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones.
Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
La Santísima Virgen retomó la palabra:
“Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco si podéis decírselo. Cuando rezareis el Rosario, decid después de cada misterio: ¡Oh Jesús Mío! Perdonadnos, libradnos del fuego del Infierno, llevad todas las almas para el Cielo, principalmente aquellas que más lo necesitan”.
Habiendo declarado que nada más necesitaba de Lucía, Nuestra Señora se elevó en dirección del naciente hasta desaparecer.
Habían sido secuestrados y mantenidos tres días bajo vigilancia por el Administrador de Ourém, que a toda costa –y en vano- deseaba arrancarles el secreto confiado por la Virgen, los tres niños no pudieron comparecer a la Cova de Iría el día 13 de agosto, cuando se daría la cuarta aparición de la Santísima Virgen.
El relato de la Hermana Lucía sobre la cuarta aparición de la Madre de Dios, el día 15 de agosto:
“Andando con las ovejas, en compañía de Francisco y de su hermano Juan, en un lugar llamado Valinhos, y sintiendo que algo de sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando que la Santísima Virgen nos fuese a aparecer, y teniendo pena de que Jacinta quedase sin verla, pedimos a su hermano Juan que la fuese a llamar.
Mientras tanto, vi con Francisco el reflejo de la luz, a la que llamábamos relámpagos y, llegada Jacinta un instante después, vimos a Nuestra Señora sobre una encina.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?“Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centellando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él, el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!
Y vimos en una inmensa luz que es Dios: “algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él” a un Obispo vestido de Blanco “hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre”.
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza: el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones.
Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
La Santísima Virgen retomó la palabra:
“Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco si podéis decírselo. Cuando rezareis el Rosario, decid después de cada misterio: ¡Oh Jesús Mío! Perdonadnos, libradnos del fuego del Infierno, llevad todas las almas para el Cielo, principalmente aquellas que más lo necesitan”.
Habiendo declarado que nada más necesitaba de Lucía, Nuestra Señora se elevó en dirección del naciente hasta desaparecer.
CUARTA APARICIÓN: 15 DE AGOSTO DE 1917
Habían sido secuestrados y mantenidos tres días bajo vigilancia por el Administrador de Ourém, que a toda costa –y en vano- deseaba arrancarles el secreto confiado por la Virgen, los tres niños no pudieron comparecer a la Cova de Iría el día 13 de agosto, cuando se daría la cuarta aparición de la Santísima Virgen.
El relato de la Hermana Lucía sobre la cuarta aparición de la Madre de Dios, el día 15 de agosto:
“Andando con las ovejas, en compañía de Francisco y de su hermano Juan, en un lugar llamado Valinhos, y sintiendo que algo de sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando que la Santísima Virgen nos fuese a aparecer, y teniendo pena de que Jacinta quedase sin verla, pedimos a su hermano Juan que la fuese a llamar.
Mientras tanto, vi con Francisco el reflejo de la luz, a la que llamábamos relámpagos y, llegada Jacinta un instante después, vimos a Nuestra Señora sobre una encina.
- Quiero que continuéis yendo a Cova de Iría el día 13 y que continuéis rezando el Rosario todos los días. En el último mes haré el milagro para que todos crean.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced que se haga con el dinero que la gente deja en Cova de Iría?
- Haced dos andas; una llévala tú con Jacinta y dos niñas más vestidas de blanco; la otra, que la lleve Francisco con tres niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Lo que sobre es para ayudar a una capilla que debéis mandar construir.
- Quería pedirle la curación de algunos enfermos.
- Sí, curaré a algunos en el transcurso de este año.
Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo la práctica de la mortificación, diciendo al final:
- Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al Infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas”.
Tras pronunciar estas palabras, la Virgen María se retiró, como en las veces anteriores, en dirección hacia levante.
Así narra la Hermana Lucía la quinta aparición:
“Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entren numerosas personas que nos hacían caminar con dificultad. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos querían vernos y hablar con nosotros, pidiendo que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. (…)
Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con la gente. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a la Santísima Virgen sobre la encina. Nos dijo:
- Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrán también Nuestro Señor; Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, y San José con el Niño Jesús, para bendecir al mundo. (Aquí Nuestra Señora hace alusión a que vendrá bajo otras advocaciones con que también es venerada la misma y única Virgen María). Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda, usadla sólo durante el día.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced que se haga con el dinero que la gente deja en Cova de Iría?
- Haced dos andas; una llévala tú con Jacinta y dos niñas más vestidas de blanco; la otra, que la lleve Francisco con tres niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Lo que sobre es para ayudar a una capilla que debéis mandar construir.
- Quería pedirle la curación de algunos enfermos.
- Sí, curaré a algunos en el transcurso de este año.
Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo la práctica de la mortificación, diciendo al final:
- Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al Infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas”.
Tras pronunciar estas palabras, la Virgen María se retiró, como en las veces anteriores, en dirección hacia levante.
QUINTA APARICIÓN: 13 DE SEPTIEMBRE DE 1917
Así narra la Hermana Lucía la quinta aparición:
“Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entren numerosas personas que nos hacían caminar con dificultad. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos querían vernos y hablar con nosotros, pidiendo que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. (…)
Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con la gente. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a la Santísima Virgen sobre la encina. Nos dijo:
- Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrán también Nuestro Señor; Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, y San José con el Niño Jesús, para bendecir al mundo. (Aquí Nuestra Señora hace alusión a que vendrá bajo otras advocaciones con que también es venerada la misma y única Virgen María). Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda, usadla sólo durante el día.
- Me han encargado que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo.
- Sí, a algunos curaré, a otros no. En octubre haré un milagro para que todos crean.
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre”.
Llegó, por fin, el día tan esperado de la sexta y última aparición de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos. Por lo avanzado del otoño, la mañana estaba fría. Una lluvia persistente y abundante había transformado la Cova de Iría en un inmenso lodazal, y el frío calaba hasta los huesos a la multitud de 50 a 70 mil peregrinos que habían acudido de todos los rincones de Portugal.
Cerca de las once y media, aquel mar de gente abrió paso a los tres videntes que se aproximaban, vestidos con sus trajes de domingo.
Es la Hermana Lucía quien nos relata lo que sucedió:
“Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina.
- Sí, a algunos curaré, a otros no. En octubre haré un milagro para que todos crean.
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre”.
SEXTA Y ÚLTIMA APARICIÓN: 15 DE OCTUBRE DE 1917
Llegó, por fin, el día tan esperado de la sexta y última aparición de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos. Por lo avanzado del otoño, la mañana estaba fría. Una lluvia persistente y abundante había transformado la Cova de Iría en un inmenso lodazal, y el frío calaba hasta los huesos a la multitud de 50 a 70 mil peregrinos que habían acudido de todos los rincones de Portugal.
Cerca de las once y media, aquel mar de gente abrió paso a los tres videntes que se aproximaban, vestidos con sus trajes de domingo.
Es la Hermana Lucía quien nos relata lo que sucedió:
“Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina.
- ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?
- Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor; que soy la Señora del Rosario, que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán en breve a sus casas.
- Quería pedirle muchas cosas. Si curaba unos enfermos y convertía unos pecadores…
- A algunos sí, a otros no. Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste, (Nuestra Señora agregó): No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.
Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo reflejar en el sol y, mientras se elevaba, su propia luz continuaba reflejándose en el sol.
Habiendo la Santísima Virgen desaparecido en esa luz que Ella misma irradiaba, se sucedieron en el cielo tres nuevas visiones, como cuadros que simbolizaban los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario.
Junto al sol apareció la Sagrada Familia: San José, con el Niño Jesús en los brazos, y Nuestra Señora del Rosario. La Virgen vestía una túnica blanca y un manto azul, San José estaba también de blanco y el Niño Jesús de rojo. San José bendijo al pueblo trazando tres veces en el aire una cruz, y el Niño Jesús hizo lo mismo.
Las dos escenas siguientes fueron vistas sólo por Lucía. Primero, vio a Nuestro Señor, transido de dolor en el camino del Calvario, y a la Virgen de los Dolores, sin la espada en el pecho. El Divino Redentor también bendijo al pueblo.
Por fin apareció, gloriosa, Nuestra Señora bajo la advocación del Carmen coronada Reina del Cielo y del Universo, con el Niño Jesús en brazos.
Mientras los tres pastorcitos contemplaban los personajes celestiales, se operó ante los ojos de la multitud el milagro anunciado.
Había llovido durante toda la aparición. Lucía, al terminar su coloquio con la Santísima Virgen, había gritado al pueblo: “¡Miren el sol!”. Se entreabrieron las nubes, y el sol apareció como un inmenso disco de plata. A pesar de su brillo intenso, podía ser mirado directamente sin herir la vista.
La multitud lo contemplaba absorta cuando, súbitamente, el astro se puso a “bailar”. Giró rápidamente como una gigantesca rueda de fuego. Se detuvo de repente y, poco después, comenzó nuevamente a girar sobre sí mismo a una velocidad sorprendente. Finalmente, un torbellino vertiginoso, sus bordes adquirieron un color escarlata, esparciendo llamas rojas en todas direcciones. Éstas se reflejaban en el suelo, en los árboles, en los rostros vueltos hacia el cielo, reluciendo con todos los colores del arco iris. El disco de fuego giró locamente tres veces, con colores cada vez más intensos, tembló espantosamente y, describiendo un zig-zag descomunal, se precipitó sobre la multitud aterrorizada. Un único e inmenso grito escapó de todas las gargantas. Todos cayeron de rodillas en el lodo, pensando que serían consumidos por el fuego. Muchos rezaban en voz alta el acto de contrición. Poco a poco, el sol comenzó a elevarse trazando el mismo zig-zag, hasta el punto del horizonte desde donde había descendido. Se hizo entonces imposible fijar la vista en él. Era de nuevo el sol normal de todos los días.
El ciclo de las visiones de Fátima había terminado.
Texto tomado del Libro: FÁTIMA – Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará – Caballeros de la Virgen