jueves, 25 de septiembre de 2025

Santos Cosme y Damián - Mártires Siglo III - Fiesta Septiembre 26

 



Cosme significa "adornado, bien presentado"
Damián significa "domador"

Patronos de: Cirujanos, Farmacéuticos,
Médicos, Peluqueros, Dentistas,
trabajadores de los balnearios


Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia en el siglo tercero; estudiaron medicina en Siria y llegaron a distinguirse como muy afamados médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. A los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".

Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. 

Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar atados a pesadas piedras, pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla.

Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Ser crucificados pero cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.

Así mismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martirologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.




Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio, y lugar donde se erigió así mismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.

A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de estos dos famosos mártires. La basílica que el Papa Félix (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.

Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosas curaciones. Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Quien con sus ministros fue personalmente a la ciudad de Cirrhus, a visitar la tumba de los dos santos a darles las gracias y especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.

Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos. En oriente los llaman "los no cobradores", porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.


Tres pares de santos
llevan los mismos nombres


Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián:

  1. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre).
  2. Los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino.
  3. Y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.


Pidamos al Señor por intercesión
de los Santos Cosme y Damián
por los médicos, para que cumplan
santamente con su profesión


"Lo que habéis recibido gratis,
dadlo también gratuitamente"
(Jesucristo Mt. 10, 8)




Quiera Dios enviarnos
muchos médicos generosos que,
a imitación de Cosme y Damián,
se dediquen a recetar
gratuitamente a los pobres,
y a aprovechar su ascendiente
para propagar la santa religión
de Jesucristo. Qué hermoso fuera 
que hubiera muchos médicos así.


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de EWTN:

ACTUALIDAD: ¿Dogma + Doctrina vs Mundo Diabólico + Pagano? La enseñanza de la Iglesia puede evolucionar, pero eso no significa que pueda cambiar



El contenido del dogma y la esencia de la doctrina son inmutables.
Dios no engaña y la verdad
no es relativa


Timothy J. A. O'Donnell

Jueves 25 de septiembre de 2025 - 11:48 am EDT


( Corpus Christi por la Unidad y la Paz ) — En las últimas semanas, ha surgido una controversia en el debate católico tras unas declaraciones atribuidas al Papa León XIV en una entrevista con Crux Now (también publicada por LifeSiteNews). Según estos informes, el Papa León XIV dijo:

La gente quiere que la doctrina de la Iglesia cambie, quiere que las actitudes cambien. Creo que debemos cambiar las actitudes antes de cambiar la doctrina.

También añadió que le parece “muy improbable, ciertamente en el futuro cercano, que la doctrina de la Iglesia en términos de lo que la Iglesia enseña sobre la sexualidad, lo que la Iglesia enseña sobre el matrimonio… cambie”.

Algunos observadores interpretan estas observaciones como una sugerencia de que, una vez que las actitudes culturales o populares cambian, la doctrina podría seguirlas. Otros insisten en que el Papa enfatizaba la sensibilidad pastoral: que las actitudes de los fieles deben evolucionar (en comprensión, caridad y disciplina), pero que la doctrina, en esencia, permanece inmutable.

Este debate pone de relieve una pregunta recurrente en la vida católica:


¿Qué es la doctrina?

¿Cuándo y cómo puede desarrollarse legítimamente?

¿Es siempre cambiante, o solo su expresión y aplicación?


Introducción: Una era de confusión


Nuestro momento está marcado por un incesante llamado al cambio en todos los ámbitos, incluida la religión. Muchas voces contemporáneas, incluso dentro de la Iglesia, hablan como si las verdades inmutables de la fe pudieran revisarse para satisfacer las nuevas expectativas sociales. Sin embargo, la Iglesia Católica, a quien Cristo mismo confió el depósito de la fe, insiste con serena claridad: el dogma y la doctrina no pueden cambiar en su esencia. Este artículo se basa en la enseñanza perenne de la Iglesia, articulada en el Concilio de Trento, reafirmada en el Sílabo de Errores (1864), aclarada por la teoría del desarrollo de la doctrina de san John Henry Newman y defendida contra la herejía del modernismo en Pascendi Dominici Gregis (1907). Juntas, dan testimonio de la misma verdad: las definiciones doctrinales de la Iglesia pueden evolucionar en expresión y profundidad, pero no pueden mutar en esencia.


I. Términos definitorios: dogma y doctrina


La tradición teológica católica distingue el dogma de la doctrina, aunque ambos están íntimamente relacionados.

El dogma es una verdad divinamente revelada, solemnemente definida por el Magisterio de la Iglesia como vinculante para todos los fieles. Ejemplos de ello son los dogmas de la Trinidad, la Encarnación y la Inmaculada Concepción. Los dogmas requieren el asentimiento de la fe (fides divina et catholica).

La doctrina, en términos más generales, es cualquier enseñanza autorizada de la Iglesia sobre la fe y la moral. Algunas doctrinas son reveladas (y, por lo tanto, dogmáticas); otras son aplicaciones autorizadas de la verdad revelada, que, sin embargo, exigen la sumisión religiosa del intelecto y la voluntad (obsequium religiosum).

Tanto el dogma como la doctrina participan en el depósito de la fe de la Iglesia, la «fe una vez dada a los santos» (Judas 1:3). Difieren no en su origen, sino en su grado de definición formal y el tipo de asentimiento requerido. Ninguno puede ser revocado sin traicionar a Cristo mismo, quien es la Verdad (Juan 14:6).


II. El Concilio de Trento: definiendo la fe inmutable


El Concilio de Trento (1545-1563) se reunió durante la Revolución Protestante para aclarar y defender la doctrina católica. Trento declaró con inequívoca firmeza que la Revelación Divina está contenida tanto en la Sagrada Escritura como en la Sagrada Tradición, y que solo la Iglesia es la auténtica intérprete de dicha Revelación.

En su Decreto sobre la Justificación y otros cánones, Trento anatematizó solemnemente a cualquiera que rechazara o distorsionara estas verdades. El Concilio declaró:


“Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el progreso del conocimiento, se dé a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido diverso del que la Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema”.


Este canon anticipa debates posteriores sobre el desarrollo doctrinal y rechaza firmemente cualquier idea de cambio esencial. Las definiciones autorizadas de Trento siguen siendo vinculantes, pues expresan verdades reveladas por Dios y confiadas al Magisterio.


III. El Sílabo de los Errores: La advertencia profética de Pío IX


Tres siglos después, el Beato Pío IX se enfrentó a las crecientes corrientes del racionalismo, el liberalismo y el indiferentismo. Su Sílabo de Errores (1864) enumeró y condenó las proposiciones que socavaban la verdad católica, incluyendo la afirmación de que «la Revelación Divina es imperfecta y, por lo tanto, está sujeta a un progreso continuo e indefinido».


Este documento profético insiste en que el dogma no evoluciona hacia algo esencialmente diferente. Si bien la comprensión de la Iglesia puede crecer en claridad y aplicación, no puede modificarse para adaptarse al espíritu de la época. El Syllabus refuerza así el carácter inmutable de la enseñanza católica frente a las presiones que persisten hasta nuestros días.


IV. John Henry Newman y el desarrollo auténtico


¿Cómo, entonces, debemos entender la creciente articulación de la doctrina en la Iglesia? El influyente Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana de San John Henry Newman ofrece la respuesta católica clásica. Newman distingue el desarrollo auténtico de la corrupción.


El auténtico desarrollo ocurre cuando la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, extrae verdades implícitas o aplica principios perennes a nuevas circunstancias. Ejemplos de ello son las definiciones explícitas de la Trinidad en Nicea o el dogma de la Inmaculada Concepción. Estas no son nuevas revelaciones, sino crecimiento orgánico, como una bellota que se transforma en roble.


En cambio, la corrupción ocurre cuando se contradice o se abandona el significado original. Newman advierte que alterar la doctrina para que ya no transmita la fe apostólica no es desarrollo, sino decadencia. Su perspectiva armoniza con Trento y el Syllabus: la Iglesia puede profundizar su comprensión, pero no puede redefinir la verdad.


V. Pío X y la condena del modernismo


A pesar de la cuidadosa distinción de Newman, a finales del siglo XIX y principios del XX surgió el modernismo, un movimiento que afirmaba que todo dogma debía adaptarse a la evolución de la experiencia humana. El papa San Pío X, en su encíclica de 1907, Pascendi Dominici Gregis, denunció el modernismo como «la síntesis de todas las herejías».

Los modernistas argumentaban que los dogmas son meros símbolos del sentimiento religioso, que inevitablemente cambian con la evolución cultural. Pío X rechazó esto rotundamente:


“El dogma no sólo puede, sino que debe evolucionar y cambiar”, afirman, proposición que declaramos absolutamente falsa y totalmente opuesta a la fe.


En el mismo documento, Pío X impuso el Juramento contra el Modernismo, exigiendo al clero y al magisterio afirmar que el significado de los dogmas permanece «perpetuamente igual». Lejos de frenar el crecimiento, esto protegió el desarrollo genuino, tal como lo imaginó Newman, al tiempo que rechazaba cualquier mutación sustancial.


VI. Verdad inmutable y tradición viva


La tradición católica es viva, no estática. Pero «viva» no significa «mutable». Es, más bien, la vida del Espíritu Santo, quien «os guiará a toda la verdad» (Jn 16,13). El Magisterio, como servidor de la Palabra de Dios, garantiza que la fe se transmita «íntegra e íntegra» (cf. Dei Verbum 10).


Esto significa que, si bien las explicaciones y los enfoques pastorales pueden adaptarse, y de hecho lo hacen, el contenido del dogma y la esencia de la doctrina son inmutables. Afirmar lo contrario implica que Dios engaña o que la verdad misma es relativa; ambas proposiciones blasfemas.


Conclusión: Fidelidad en medio de la tempestad


La Iglesia Católica se erige como un baluarte contra las arenas movedizas del relativismo. Desde Trento hasta Pío IX y Pío X, desde las profundas reflexiones de Newman hasta el Magisterio moderno, la enseñanza constante es clara: la esencia del dogma y la doctrina católica no puede cambiar. Lo que se desarrolla es nuestra comprensión del misterio, nuestro vocabulario y nuestra aplicación pastoral, no la verdad revelada por Dios.


En una época de confusión doctrinal, los católicos estamos llamados a un estudio más profundo, a una fidelidad devota y a un testimonio valiente. Como exhortó San Pablo: «Guarda el buen depósito que se te ha confiado» (2 Timoteo 1:14). Solo aferrándonos a la fe inmutable podemos transmitir a las generaciones futuras el tesoro que una vez fue entregado a los santos.


Reimpreso con permiso de Corpus Christi para la Unidad y la Paz .


Fuente - Texto tomado de ASSETS.LIFESITENEWS.COM: