martes, 10 de junio de 2025

San Bernabé - Apóstol Siglo I - Fiesta Junio 11

 

  



La historia de San Bernabé está escrita en el libro de Los Hechos de los Apóstoles, en la Sagrada Biblia. Antes se llamaba José, pero los apóstoles le cambiaron su nombre por el de Bernabé, que significa "el esforzado", "el que anima y entusiasma".

Era judío, de la tribu de Leví, pero nació en la isla de Chipre. Se hizo muy popular en la primitiva Iglesia, porque vendió las fincas que tenía y luego llevó el dinero que obtuvo y se lo dio a los apóstoles para que lo repartieran a los pobres. Un mérito formidable de San Bernabé es el haber descubierto el gran valor que había en aquel recién convertido que se llamaba Saulo, y que más tarde se llamaría San Pablo. Cuando después de su conversión Saulo llegó a Jerusalén, los cristianos sospechaban de él y se le alejaban, pero entonces Bernabé lo tomó de la mano y lo presentó a los apóstoles y se los recomendó. Y él será el que lo encaminará después a emprender sus primeras grandes labores apostólicas. La Sagrada Biblia, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hace de Bernabé unos elogios que es difícil encontrarlos respecto de otros personajes. Dice así:




"Bernabé era un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 11, 24)


Cuando Saulo o San Pablo tuvo que salir huyendo de Jerusalén porque los judíos trataban de asesinarlo, se fue a su ciudad de Tarso, y allá se quedó un tiempo. Mientras tanto en la ciudad de Antioquía había sucedido algo muy especial. Al principio los discípulos de Jesús solamente predicaban el Evangelio a los israelitas, pero de pronto algunos empezaron a enseñar las doctrinas cristianas a los paganos en Antioquía, y resultó que aquellas gentes respondieron de una manera admirable y se convirtieron por centenares. Al saber esta noticia, los apóstoles lo enviaron desde Jerusalén a que se informara de lo que allí estaba sucediendo y les llevara noticias. Bernabé se quedó encantado del fervor de aquellos paganos convertidos y estuvo con ellos por un buen tiempo animándolos y acabando de instruirlos. En aquella ciudad fue donde por primera vez se llamó "cristianos" a los seguidores de Cristo.

Entonces se le ocurrió a Bernabé la feliz idea de dirigirse a Tarso a invitar a Saulo, a que se le uniera en el apostolado en Antioquía y éste aceptó con gusto. Desde entonces Bernabé y Saulo trabajaban asociados ayudándose en todo el uno al otro, y obteniendo resonantes triunfos. Por todo un año predicaron en Antioquía, ciudad que se convirtió en el gran centro de evangelización, del cual fueron saliendo misioneros a evangelizar a diversos lugares.




Por aquel tiempo hubo una gran hambre en Jerusalén y sus alrededores, y los cristianos de Antioquía hicieron una colecta y la enviaron a los apóstoles por medio de Bernabé y Saulo. Ellos al volver a Jerusalén se trajeron a Marcos (el futuro San Marcos evangelista), que era familiar de Bernabé. Venía a ayudarles en la evangelización. Un día, mientras los cristianos de Antioquía estaban en oración, el Espíritu Santo habló por medio de algunos de ellos que eran profetas y dijo:


"Separen a Bernabé y Saulo, que los tengo destinados a una misión especial"


Los cristianos rezaron por ellos, les impusieron las manos, y los dos, acompañados de Marcos, después de orar y ayunar, partieron para su primer viaje misionero. En Chipre, la isla donde había nacido San Bernabé, encontraron muy buena aceptación a su predicación, y lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo gobernador, que se llamaba Sergio Pablo. En honor a esta notable conversión, Saulo se cambió su nombre por el de Pablo. Y Bernabé tuvo la gran alegría de que su tierra natal aceptara la religión de Jesucristo. Luego emprendieron su primer viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor.

En la otra ciudad de Antioquía (de Pisidia) al ver que los judíos no querían atender su predicación, Bernabé y Pablo declararon que de ahora en adelante les predicarían a los paganos, a los no israelitas, con lo cual los paganos sintieron una inmensa alegría al saber que la nueva religión no los despreciaba a ellos, sino que más bien los prefería. Allí en Iconio estuvieron a punto de ser apedreados por una revolución tramada por los judíos y tuvieron que salir huyendo. Pero dejaron una buena cantidad de convertidos y confirmaron sus enseñanzas con formidables señales y prodigios que Dios obraba por medio de estos dos santos apóstoles.

En la ciudad de Listra, al llegar curaron milagrosamente a un paralítico y entonces la gente creyó que ellos eran dos dioses. A Bernabé por ser alto y majestuoso le decían que era el dios Zeus, y a Pablo por la facilidad con la que hablaba lo llamaban el dios Mercurio. Y ya les iban a ofrecer un toro en sacrificio, cuando ellos les declararon que no eran tales dioses, sino unos simples mortales. Luego llegaron unos judíos de Iconio y promovieron un tumulto y apedrearon a Pablo y cuando lo creyeron muerto se fueron, pero él se levantó luego y curado instantáneamente entró otra vez en la ciudad.

Después de todo ésto Bernabé y Pablo se devolvieron ciudad por ciudad donde habían estado evangelizando, y se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y les recordaban que:




"Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hechos 14, 22)


Al llegar a Antioquía se encontraron con que los cristianos estaban divididos en dos partidos:


  1. Unos (dirigidos por los antiguos judíos), decían que para salvarse había que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de Moisés.
  2. Otros decían que no, que basta cumplir las leyes principales.


Bernabé y Pablo se pusieron del lado de los que decían que no había que circuncidarse, y como la discusión se ponía acalorada, los de Antioquía enviaron a Jerusalén una embajada para que consultara con los apóstoles. La embajada estaba presidida por Bernabé y Pablo. Los apóstoles reunieron un concilio y le dieron la razón a Bernabé y Pablo, y luego pasaron horas muy emocionantes oyéndoles contar las formidables aventuras de sus viajes misioneros. Volvieron a Antioquía y dispusieron organizar un segundo viaje misionero. Pero Bernabé quería llevar como ayudante a su primo Marcos, y Pablo se oponía, porque Marcos les había abandonado en la mitad del viaje anterior (por miedo a tantas dificultades). Y así fue que se separaron y Bernabé se fue a acabar de evangelizar en su isla de Chipre y San Pablo se fue a su segundo viaje. Más tarde se encontraron otra vez como amigos misionando en Corinto (1 Cor. 9, 6).

Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.


¿Qué me enseñará
la vida de San Bernabé?
¿A compartir
mis bienes con los pobres?
¿A tratar de descubrir
las aptitudes que otros
tienen para el apostolado
y a ayudarles a emplearlas bien?
¿A dedicar mi vida a propagar
nuestra santa religión?
El Espíritu Santo me ilumine.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

El magisterio de León XIII, más que «Rerum Novarum»: fue «el mayor filósofo cristiano del siglo XIX»



León XIII gobernó la Iglesia
durante 25 años y creó un completo 'corpus' doctrinal para exponer
y defender la posición católica
ante el mundo moderno


Helena Faccia


Junio 10 de 2025 | 07:06

Actualizado: 10.06.2025 | 07:06


El magisterio de León XIII (1878-1903) fue vasto y orgánico. Hoy se le recuerda sobre todo por Rerum novarum, sobre la cuestión social, y León XIV se ha remitido a ella como inspiración y razón de su nombre pontificio. Sin embargo, el Papa Joaquín Pecci escribió un completo corpus doctrinal que sigue siendo válido para la Iglesia en su confrontación con los retos culturales del mundo moderno. Y en ese sentido cae de lleno en lo 'políticamente incorrecto', porque sitúa, por ejemplo, el tomismo como pilar o incluye el severo y fundamentado rechazo de la masonería

Lo ha explicado el historiador Roberto de Mattei (n. 1948) en el número de junio del mensual católico italiano de apologética Il Timone:


León XIII, el predecesor


La decisión de tomar el nombre de León XIV por parte del nuevo Pontífice Robert Francis Prevost es una elección densa de significado, que no puede limitarse a la referencia a la Rerum novarum, el documento más conocido de León XIII, sino que debe entenderse como un homenaje a un pontificado que presenta un magisterio vasto y orgánico, compuesto por no menos de 86 encíclicas en el espacio de 25 años, entre 1878 y 1903.

La encíclica Rerum novarum, del 15 de mayo de 1891, sobre la cuestión social, se caracteriza, como observó Augusto Del Noce (1910-1989, Pensamiento de la Iglesia y filosofía contemporánea, 2005), por el rigor con que desarrolla tres temas esenciales:


  • La vuelta a los principios,
  • La crítica de la mentalidad utópica y
  • La afirmación de la primacía del hombre sobre el Estado.


Para León XIII, de hecho, la doctrina social de la Iglesia se basa en la ley natural y en la metafísica que esta implica. Bajo este aspecto, la Rerum novarum debe leerse a la luz de otra encíclica, Aeterni Patris, del 4 de agosto de 1879, con la que el Papa Joaquín Pecci determinó la regla filosófica que debía seguirse en las escuelas católicas, proponiendo a Santo Tomás como único Maestro oficialmente reconocido por la Iglesia. El Pontífice estaba convencido, de hecho, de que la restauración del pensamiento a través de la filosofía de Santo Tomás debía preceder y fundar la de la sociedad.


Elogio de Étienne Gilson


Según Augusto Del Noce, las encíclicas posteriores de León XIII, Immortale Dei, Libertas y Rerum novarum deben leerse a la luz de Aeterni Patris.

Otro gran filósofo católico, Étienne Gilson (1885-1978), sugirió leer las principales encíclicas de León XIII no en orden cronológico, sino en el orden racional que el propio Papa definió poco antes de su muerte.

Tras la Aeterni Patris de 1879,




Gilson, destacando el tomismo de León XIII, afirma que "ocupa su lugar en la historia de la Iglesia como el mayor filósofo cristiano del siglo XIX" (El filósofo y la teología).

Hay que señalar, sin embargo, que junto a la deuda intelectual que León XIII tiene con el Doctor Angélico, también la que tiene con el pensamiento de San Agustín.

Del Doctor de Hipona, León XIII toma prestada sobre todo la teología de la historia. En la apertura de su encíclica Humanum genus, del 20 de abril de 1884, contra la masonería, en la estela de la agustiniana Ciudad de Dios, el Papa enseña que la humanidad está dividida en dos campos que luchan entre sí sin tregua: el reino de Dios, constituido por la Iglesia de Cristo, y el reino de Satanás, compuesto por los seguidores del demonio.


Vuelve a proponer a Agustín


Esta lucha no es un episodio de la historia, sino que se remonta al primer momento de la creación del universo, y durará hasta el fin de los tiempos.

Poco antes de su muerte, el 19 de marzo de 1902, en el 25º aniversario de su pontificado, León XIII reiteró su visión agustiniana de la historia en su carta apostólica Annum ingressi, también conocida como Pervenuti all'anno vigesimo quinto. Se trata de un documento fundamental, en el que León XIII resume la historia de las luchas y triunfos de la Iglesia con la intención de "considerar en su génesis, en sus causas, en sus diversas formas, la guerra que arde contra la Iglesia y señalar sus desastrosas consecuencias, así como indicar sus remedios".

El gobierno de León XIII se caracterizó por el ambicioso proyecto de reafirmar la primacía de la Sede Apostólica mediante una redefinición de sus relaciones con los Estados europeos y la reconciliación de la Iglesia con el mundo moderno.

La política del ralliement, es decir, el acercamiento a la Tercera República Francesa, masónica y laicista, fue su piedra angular. La Tercera República emprendió una violenta campaña de descristianización, especialmente en el ámbito educativo. Para desarmar a los republicanos, según León XIII, era necesario convencerles de que la Iglesia no se oponía a la República, sino sólo al laicismo. Y para convencerlos, creía que no había otro medio que apoyar a las instituciones republicanas. De ahí su política de ralliement, o "acercamiento", expresada en la encíclica de 1891 Au milieu des sollicitudes.


Su grandeza


El intento de resolver los problemas planteados por la modernidad mediante las armas de la negociación diplomática, como he demostrado en mi libro El 'ralliement' de León XIII. El fracaso de un proyecto pastoral, no tuvo éxito. La grandeza de León XIII no reside en su acción política, sino en su coherente corpus doctrinal, que todavía hoy ofrece a la Iglesia católica una valiosa ayuda para afrontar los retos culturales del mundo moderno.

León XIII amaba la cultura, las artes y las ciencias. Dominaba con igual maestría el italiano y el latín y tenía un amplio conocimiento de la literatura.

A un prelado que le regaló una rara edición de la Divina Comedia, respondió sonriendo que era capaz de recitar de memoria la obra maestra de Dante del primer al último verso.

El pensamiento laico del siglo XIX había intentado recuperar a Dante, sobre todo desde una perspectiva anticlerical. León XIII devolvió a Dante al redil del cristianismo y de la sabiduría cristiana, como demostró monseñor Giacomo Poletto (1840-1914), a quien el Papa confió la cátedra de Teología de Dante, la primera de los estudios dantescos que se creó en Italia. Fue el propio monseñor Poletto quien reconstruyó la relación entre el dantismo de León XIII y la Rerum novarum, en el volumen La riforma sociale di Leone XIII e la dottrina di Dante Alighieri (Siena 1898).

Dante, por tanto, junto a Santo Tomás y San Agustín, es una figura de pleno derecho en el horizonte cultural de León XIII, en el que hoy se inspira León XIV.


Traducido por Isabel Matarazzo y Helena Faccia.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM: