Cada año "celebran" contra Dios, y todos sus Mandamientos, Leyes y Preceptos, la nefasta y maquiavélica marcha del orgullo gay a nivel mundial... no es más que un pecado grave y mortal que ofende a Dios.
¿Acaso no creen que lo ofenden gravemente?
¿Quién fue el ángel que cayó por ser ORGULLOSO?
Satanás...
Y el ORGULLO GAY O LGBTIQ+ y otras letras más, inventadas por hombres y mujeres que, muchas veces, sufren de trastornos mentales que difícilmente son manejados por psiquiatras o psicólogos, quieren IMPONERNOS a toda la humanidad, sus irracionales pensamientos y comportamientos obscenos de sus tendencias esquizoides.
Es vergonzoso analizar cómo se ha perdido la humanidad... cómo se han dejado impregnar de la influencia de Satanás y sus huestes infernales... pero quienes AMAMOS A DIOS, NO PODEMOS APOYAR ESTOS RITUALES DEMONÍACOS.
El Evangelio que acabamos de proclamar nos muestra a Jesús que, en la Última Cena, ora por nosotros (cf. Jn 17,20). El Verbo de Dios hecho hombre, ya cercano al final de su vida terrena, piensa en nosotros, sus hermanos, y se convierte en bendición, súplica y alabanza al Padre, con la fuerza del Espíritu Santo. También nosotros, al entrar con asombro y confianza dentro de la oración de Jesús, nos vemos envueltos, por su amor, en un gran proyecto que abarca a toda la humanidad.
Cristo pide, en efecto, que todos seamos “una sola cosa”
(cf. v. 21). Este es el mayor bien que se puede desear, porque esta unión universal realiza entre las criaturas la comunión eterna de amor que es Dios mismo: el Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte.
El Señor quiere que, para unirnos, no nos agreguemos a una masa indistinta como un bloque anónimo, sino que seamos uno: «Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros» (v. 21). La unidad por la que Jesús ora es, por tanto, una comunión fundada en el mismo amor con que Dios ama, de donde provienen la vida y la salvación. Y como tal, es ante todo un don que Jesús trae consigo. Es, desde su corazón humano, que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste» (v. 23).
Escuchamos con conmoción estas palabras: Jesús nos está revelando que Dios nos ama como se ama a sí mismo. El Padre no nos ama menos que a su Hijo unigénito, o sea de manera infinita. Dios no ama menos, porque ama antes de nada, ¡ama antes que nadie! Así lo atestigua Cristo cuando dice al Padre: «Ya me amabas antes de la creación del mundo» (v. 24). Y es así: en su misericordia, Dios desde siempre quiere acoger a todos los hombres en su abrazo; y es su vida, la que se nos entrega por medio de Cristo, la que nos hace uno, la que nos une entre nosotros.
Queridos amigos, hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado. Como enseñaba el Papa Francisco: «Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer» (Ángelus, 1 enero 2025). Y no sólo eso. Apenas nacemos, necesitamos de los demás para vivir; solos no lo hubiéramos logrado. Se lo debemos a alguien más, que nos salvó, se hizo cargo de nosotros, de nuestro cuerpo y también de nuestro espíritu. Todos nosotros vivimos gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo.
Es cierto que, a veces, esta humanidad se ve traicionada. Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir. Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas. Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser “uno” tal y como el Señor quiere que seamos “uno”, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida.
Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es «el Alfa y la Omega», «el principio y el fin» (cf. Ap 22,13), seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos.
En las últimas décadas hemos recibido un signo que llena de gozo y, al mismo tiempo, invita a reflexionar: me refiero al hecho de que fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Pienso en Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y recuerdo también a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado. Y no olvidemos a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio. Decía que es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades.
Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo (cf. S. Pablo VI, Carta enc. Humanae vitae, 9). Este amor, al hacerlos “una sola carne”, los capacita para dar vida, a imagen de Dios.
Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo. Y ustedes, hijos, sean agradecidos con sus padres: decir “gracias” por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Por último, a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años.
En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien.
Y quisiera añadir una última cosa. La oración del Hijo de Dios, que nos infunde esperanza en el camino, también nos recuerda que un día seremos todos uno unum (cf. S. AGUSTÍN, Sermo super Ps. 127): una sola cosa en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios. No sólo nosotros, sino también los padres y las madres; los abuelos y abuelas; los hermanos, hermanas e hijos que ya nos han precedido en la luz de su Pascua eterna, y que hoy sentimos presentes, aquí, con nosotros, en este momento de fiesta.
Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. "El que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24,13).
Padrenuestro y Avemaría: 1 vez. Gloria: 7 veces. Acto de Consagración. Oración por los 7 dones.
Acto de Consagración al Espíritu Santo
(Se reza diariamente durante la novena)
De rodillas frente a la gran multitud de testigos celestiales me ofrezco, en alma y cuerpo, a Ti, Eterno Espíritu de Dios. Adoro la brillantez de tu Pureza, la inequívoca precisión de tu Justicia, y el poder de tu Amor. Tú eres la Fuerza y la Luz de mi alma. En Ti yo vivo, me muevo y soy. Deseo no contristarte nunca por la infidelidad a la gracia, y ruego con todo mi corazón apartarme del mínimo pecado contra Ti. Misericordiosamente cuida de mi íntimo pensamiento y concédeme que pueda siempre observar tu Luz, escuchar tu Voz, y seguir las inspiraciones de tu gracia. Yo me aferro a Ti y me entrego a Ti y te pido, por tu Compasión, que me cuides en mi debilidad. Sosteniendo los pies traspasados de Jesús y viendo sus Cinco Llagas, y confiando en su Preciosa Sangre y adorando su Costado y su Corazón Abierto, te imploro, Adorable Espíritu, Ayuda de mi enfermedad, mantenme en tu gracia, que nunca peque contra Ti. ¡Dame la gracia, Oh Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, de decirte siempre que sí en todo tiempo y lugar. "¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!"
Amén
Oración por los Siete Dones del Espíritu Santo
(Se reza diariamente durante la novena)
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas. El Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad. El Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo. El Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación. El Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos. El Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable. Y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu.
Amén
Oraciones para empezar todos los días
¡Dios mío! Dios de amor y de verdad. Autor de la santificación de nuestras almas, postrado humildemente ante vuestra soberana Majestad, detesto en la amargura de mi corazón todos mis pecados, como ofensas hechas a Vos, digno de ser amado sobre todas las cosas. ¡Oh bondad infinita! ¡Quién jamás os hubiera ofendido! Perdonadme, Señor, Dios de gracia y de misericordia, perdonadme mis continuas infidelidades; el no haber tenido valor para ejecutar cosa alguna buena, después que tantas veces vuestra misericordia y gracia me han solicitado, reprendido, amenazado e inspirado amorosamente. Me pesa, me arrepiento de la ingrata correspondencia e indigna ceguedad con que he resistido incesantemente a vuestros dulces y divinos llamamientos. Mas propongo firmemente con vuestro auxilio de no ser ya rebelde a Vos, de seguir en adelante vuestras tiernas inspiraciones con suma docilidad. A este fin, alumbrad, oh fuente de luz, mi entendimiento, fortaleced mi voluntad, purificad mi corazón, arreglad todos mis pensamientos, deseos y afectos, y hacedme digno de gustar los frutos bienaventurados que vuestros dones producen en las almas que os poseen. Concededme las gracias que os pido en esta Novena, si han de ser para mayor gloria vuestra, y para que yo os vea, ame y alabe sin fin en vuestra gloria.
Amén
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven a nuestras almas
¡Oh Espíritu Santo!
y del cielo envía
de tu luz un rayo.
Ven, padre de pobres,
ven, de dones franco,
ven, de corazones
lúcido reparo.
Ven, consolador,
dulce y soberano,
huésped de las almas,
suave regalo.
En los contratiempos
descanso al trabajo,
templanza en lo ardiente
consuelo en el llanto.
Santísima luz de
todo cristiano,
lo íntimo del pecho,
llena de amor casto.
En el hombre nada
se halla sin tu amparo,
y nada haber puede
sin Ti, puro y santo.
Con tus aguas puras
lava lo manchado,
riega lo que es seco
pon lo enfermo sano.
Al corazón duro
doblegue tu mano,
y ablande las almas
que manchó el pecado.
Vuelve al buen camino
al extraviado,
y al helado enciende
en tu fuego santo.
Concede a tus fieles
en Ti confiados
de tus altos dones
sacro setenario.
Aumento en virtudes
haz que merezcamos,
del eterno gozo
el feliz descanso.
Amén
A continuación rezar
la oración del día que corresponda:
Oración
Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido y me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien.
Amén
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS
(Excepto el último día)
HIMNO AL ESPÍRITU SANTO
¡Ven, Oh Criador Espíritu!
nuestras almas visitad,
los pechos, que Vos criasteis,
llene gracia celestial.
Pues sois Paráclito Espíritu,
Don del Padre celestial,
fuente viva, sacro fuego,
unción santa, espiritual.
En tus dones setiformes,
tu promesa paternal,
dedo eterno de Dios Padre
nuestras lenguas inflamad.
Ilustrad nuestros sentidos,
el corazón inflamad,
nuestros cuerpos, que son flacos,
con vuestra virtud armad.
Apartad los enemigos,
danos la divina paz
y siendo Vos nuestra guía
huyamos toda maldad.
Por Vos al Padre y al Hijo,
en esta vida mortal
conozcamos, y creamos
siempre tu Divinidad.
A Dios PADRE sea gloria,
al HIJO gloria inmortal
y al Espíritu PARÁCLITO
por toda la Eternidad.
Amén
ORACIÓN
¡Oh Espíritu Santo! Divinísimo consolador de mi alma, fuego, luz y celestial ardor de los corazones humanos, si es para gloria de vuestra Majestad que yo consiga lo que deseo y pido en este día, dignáos concedérmelo benignamente; y sino dirigid mi petición, dándome las gracias que ha de ser para vuestra mayor gloria y bien de la salvación de mi alma.
Amén
Ahora cada uno se recogerá interiormente y pedirá la gracia que más necesite... Hecha la petición, se concluirá todos los días con antífona, verso, respuesta y oración siguientes:
ANTÍFONA
No os dejaré huérfanos, aleluya; voy y vengo a vosotros, aleluya; y se alegrará vuestro corazón, aleluya, aleluya.
V. Enviad, Señor, vuestro Santo Espíritu, y serán creados.
R. Y renovaréis la faz de la tierra.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la ilustración del Espíritu Santo, dadnos el sentir rectamente con este mismo Espíritu, y gozar siempre de su consolación. Por Jesucristo Señor nuestro, tu Hijo, que vive contigo y reina en la unidad del mismo Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos.
Igualmente, ofrezcamos el rezo del Santo Rosario- La Coronilla de la Divina Misericordiayel Santo VíaCrucis a Dios, por intercesión de la Virgen María, por el fin de los fenómenos naturales y terribles acontecimientos a nivel mundial. También por las intenciones de todos y cada uno de ustedes:
Unámonos todos como Iglesia Militante y Peregrina, y asistamos virtualmente a la Santa Misa, junto a Jesús en su Calvario, con profunda fe y recogimiento.
Elevemos a Dios nuestras oraciones y peticiones personales, también por las de nuestros familiares, amigos y el mundo entero.
Igualmente, pidamos perdón por nuestros pecados, procuremos la conversión de nuestras vidas, busquemos a Dios a través del Sacramento de la Reconciliación "Penitencia o Confesión", y recibamos la gracia de su perdón y su amoroso abrazo de Padre, que recibe a sus hijos pródigos que regresan a Él, ÚNICO PADRE que sí nos ama verdaderamente.
Recordemos lo más sublime: recibir en estado de gracia al Señor Dios en su Presencia Real, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía (Hostia Consagrada), en la totalidad de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el santísimo sacrificio incongruento, como memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Dios nos colme de abundantes bendiciones a todos, la Santísima Virgen María interceda por nosotros, y San José, protector de la Iglesia Católica Universal, defienda a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas del demonio y de todos sus enemigos, además de toda adversidad.
Muchas gracias a todos ustedes por su gentil atención.