lunes, 28 de abril de 2025

URGENTE JORNADA DE ORACIÓN A DIOS: Llamamiento a una cruzada mundial de oración por el próximo Cónclave





Por Monseñor Athanasius Schneider

Por redaccioninfovaticana | 28 de Abril de 2025


LLAMAMIENTO A UNA CRUZADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR EL PRÓXIMO CÓNCLAVE


Que el Señor, en su infinita misericordia, mire las oraciones, lágrimas y sacrificios de todos los verdaderos católicos que aman a nuestra Madre Iglesia, quienes en estos días imploran con humildad y confianza la infinita Misericordia de Dios para que nos conceda un nuevo Papa que, ardiendo en el celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, «confirme a los hermanos en la fe» (Lc 22,32), siendo inquebrantablemente fiel a su nombre y deber como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra.

Que por medio de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, el Señor defienda al rebaño de Cristo de los lobos intrusos de los eclesiásticos incrédulos y mundanos que descaradamente queman incienso ante los ídolos de las ideologías de la época, envenenando espiritualmente con ello la vida de la Iglesia, que se asemeja a un barco azotado por la tormenta, en el que «el agua de sentina de los vicios aumentó, y los tablones podridos ya suenan a naufragio», como describió el Papa San Gregorio Magno al asumir el cargo papal el estado de la Iglesia Romana en su tiempo.

Que a través de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, el Señor venga en auxilio de la Sede Apostólica, que en nuestros días se encuentra espiritualmente encadenada, semejante a las cadenas materiales con las que fue sometido el apóstol Pedro al inicio de la vida de la Iglesia, liberándola de las cadenas de su alineamiento con la agenda globalista materialista, moralmente depravada y anticristiana de este mundo.

Que el Señor nos conceda un nuevo Papa que, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, esté dispuesto a defender la integridad de la fe católica, de la liturgia católica y de la disciplina eclesial, si es necesario, a costa del supremo testimonio de su vida por amor a Jesucristo y a las almas inmortales.

Que todos los verdaderos hijos e hijas de la Iglesia imploren la gracia de la elección de un nuevo Papa, plenamente católico, plenamente apostólico y plenamente romano. Esto lo pueden hacer mediante la oración, especialmente con las Horas Santas de Adoración Eucarística, el Santo Rosario, los sacerdotes y obispos ofreciendo el sacrificio de la Misa con esta intención, y también mediante sacrificios personales, que pueden consistir en soportar con paciencia las cruces de la vida, los dolores corporales y espirituales, las mortificaciones corporales, el ayuno y, especialmente, actos de amor sobrenatural a Dios y al prójimo.

Creemos que el Señor acudirá en ayuda de su Iglesia, que en nuestros días se asemeja a un barco en la noche «en medio del mar, remando con dificultad, pues el viento le es contrario». Que el Señor vuelva «a eso de la cuarta vigilia de la noche, caminando sobre el mar, y diciendo: «¡Ánimo, soy yo, no temáis!». (Mc. 6, 47-50).


26 de Abril de 2025, Fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo

Athanasius Schneider



Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:





Mi nota personal


Acompañemos esta hermosa plegaria, con el rezo del Santo Rosario:




Dios bendiga la Santa Iglesia Católica de Dios, la Única y Verdadera Iglesia.

¡ATENCIÓN! Cardenal Gerhard Ludwig Müller - 100% Papable para el próximo Cónclave en la Iglesia Católica



Previo al Cónclave el Cardenal Müller marca distancia y exige ortodoxia para el futuro de la Iglesia


Abril 28 de 2025


La muerte del Papa Francisco ha abierto un momento de reflexión profunda en el seno de la Iglesia católica. El cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, reconocido por su firme posición tradicionalista, ha sido una de las voces más contundentes en evaluar el legado del pontífice argentino y señalar los desafíos que enfrenta el Vaticano en esta nueva etapa.

En diálogo con el diario italiano La Repubblica, Müller manifestó que “se ha acabado un capítulo en la historia de la Iglesia”. Aunque aclaró que el juicio último corresponde a Dios, destacó que sobre el pontificado de Francisco existen “opiniones distintas” que no pueden ignorarse.

En una entrevista paralela con The Times, Müller fue aún más crítico. Señaló que el Papa “debe ser ortodoxo, ni liberal ni conservador”, advirtiendo que la verdadera división en la Iglesia no es ideológica sino teológica: entre la ortodoxia y la herejía. “Rezo para que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales”, afirmó, alertando sobre el riesgo de un líder que cambie su mensaje al ritmo de los medios de comunicación.


Cuestionamientos a las decisiones de Francisco


El cardenal alemán, quien fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no ahorró críticas a algunas decisiones de Francisco. Cuestionó duramente el acuerdo firmado con China en 2018, que permite el nombramiento consensuado de obispos entre Roma y Pekín, recordando que “no se puede hacer pactos con dictaduras ateas” ni “traicionar los principios de la fe católica”.

También mostró su desacuerdo con la medida de permitir, de forma informal, la bendición de parejas homosexuales, considerando que esta disposición “era contraria a la doctrina de la Iglesia” y que deberá ser revisada y aclarada por el próximo pontífice. Según Müller, la pastoral no debe relativizar la enseñanza tradicional sobre el matrimonio.

Otro de los puntos de fricción fue la inclusión de laicos y mujeres con derecho a voto en las reuniones del Sínodo de Obispos. Para Müller, esto “confunde la naturaleza jerárquica de la Iglesia” y transforma el sínodo en un “simposio político”, desvirtuando su función teológica y pastoral.


Mirada crítica hacia el futuro de la Iglesia


Respecto al diálogo interreligioso, Müller reiteró la necesidad de evitar todo relativismo, especialmente en el trato con el islam. Aunque valoró la posibilidad de tender puentes, advirtió que se deben mantener firmes los principios cristianos y preguntarse cómo puede justificarse la violencia en nombre de Dios.

De cara al próximo cónclave, donde Müller será uno de los cardenales electores, el purpurado insistió en que la Iglesia “no es una organización humanitaria”, rechazando las visiones que buscan secularizar su misión. “El Papa no puede ser simplemente el símbolo de una religión adaptada al gusto de las élites globalizadas”, sentenció.

Las declaraciones del cardenal Müller marcan claramente la postura de un sector conservador que, tras la muerte de Francisco, buscará reforzar la identidad doctrinal tradicional frente a los nuevos desafíos del catolicismo contemporáneo.


Fuente - Texto tomado de IFMNOTICIAS.COM:




El papable Müller advierte:
hay cardenales de escasa ortodoxia que pueden provocar una ruptura


C.L.


25.04.2025 | 09:16


Actualizado: 25.04.2025 | 10:20


Unas recientes declaraciones a The Times ejemplifican por qué el cardenal alemán Gerhard Müller es el candidato natural del sector más alejado del pontificado de Francisco.


El Papa debe ser "ortodoxo", no conservador ni progresista


El próximo Papa "debe ser ortodoxo, no 'progresista' ni 'conservador'", dijo, rechazando las etiquetas simplificadoras con las que se clasifica a los cardenales: "La cuestión no es entre conservadores y progresistas, sino entre la ortodoxia y la herejía. Rezo para que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales, porque un Papa hereje que cambia cada día según lo que digan los medios de comunicación sería catastrófico".

En su opinión, el próximo Papa no debe "buscar el aplauso del mundo secular, que considera a la Iglesia como una organización humanitaria que hace una labor social".

Aunque Müller califica a Francisco como "un hombre bueno", es evidente que está pensando en su pontificado cuando señala directrices que serían negativas para la época de la Iglesia que arrancará en breve: "El Papa Francisco está bien visto por los medios y existe el riesgo de decir 'Sigamos así'... [Los cardenales] tienen la responsabilidad de elegir a un hombre capaz de unificar la Iglesia en torno a la Verdad revelada. Confío en que los cardenales no se vean influidos por lo que leen en los titulares".

También advirtió del riesgo de que la Iglesia se parta en dos si resulta elegido un cardenal heterodoxo, porque "ningún católico está obligado a obedecer una doctrina errónea: el catolicismo no consiste en obedecer ciegamente al Papa sin respetar las Sagradas Escrituras, la Tradición y la doctrina de la Iglesia".


Cambio de actitud


El cardenal Müller forma parte del escaso número de cardenales que se manifestaron contra determinadas decisiones de Francisco. No al principio. No estuvo entre los cuatro cardenales firmantes de los famosos Dubia sobre Amoris Laetitia y la comunión de los divorciados vueltos a casar (Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner), porque en aquel momento era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Incluso criticó a esos cuatro purpurados por hacer públicas sus discrepancias con un texto que él defendió.

Pocos meses después, el Papa le convocó a su despacho para decirle, sin más explicación, que ya no contaba con él. Y no solo en el cargo que desempeñaba desde 2012 por nombramiento de Benedicto XVI, sino en ningún otro, porque desde entonces no lo ha tenido.

A partir de ese momento, la oposición de Müller al pontificado de Francisco sí salió de los muros del Palacio Apostólico, y con una claridad y determinación que no le impidió mantener una relación cordial con el Papa, superando el inicial asombro que le causó su destitución, que no se preocupó de ocultar.


El "papable" (casi) perfecto


Si no fuera por su enfrentamiento público con Francisco (desde la propia concepción del 'sínodo de la sinodalidad' a Fiducia supplicans [bendiciones a parejas homosexuales] pasando por la reforma de la Curia o las críticas a Traditionis custodes [limitaciones a la misa tradicional]), Müller sería un candidato casi perfecto, y de hecho figura entre los papables.

En efecto, desafiando las etiquetas que él mismo censuraba en su entrevista a The Times, tiene unas credenciales que le podrían merecer la de 'progresista': en 1977 hizo su tesis doctoral sobre el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer bajo la dirección del luego cardenal Karl Lehmann, cuya ortodoxia también ha sido cuestionada. Y Müller fue siempre muy amigo de Gustavo Gutiérrez, teólogo de la liberación, y comprensivo con las corrientes menos radicales de esa línea.

Está bien relacionado y es respetado, por tanto, en ambos lados 'etiquetables' del espectro eclesial, porque no actúa con doblez ni disimula.

Müller aúna experiencia pastoral como obispo (lo fue diez años en Ratisbona/Regensburg), experiencia académica como profesor visitante en una decena de Universidades y autor de numerosas obras teológicas, y experiencia en el Vaticano con sus cinco años como prefecto de la Fe, a los que sumar diez años anteriores en los que formó parte de la congregación al ser nombrado consultor por Juan Pablo II.

Habla perfectamente español, inglés y francés, además, obviamente, del italiano y el alemán, conocimiento de idiomas imprescindible para las relaciones internacionales de un Papa, y tiene presencia, credibilidad y autoridad. Ha demostrado determinación y coraje para decir lo que piensa, algo también muy necesario para enfrentarse a retos como la relación con las oligarquías globalistas o la redirección de la Iglesia alemana.

Nunca ha estado bajo la lupa de ninguna acusación, goza de buena salud -que se sepa- y su edad (77 años) no es excesiva para las exigencias inmediatas del próximo pontificado.

¿Cuál es el hándicap de Müller como 'papable'? Sobre todo, que es muy difícil que alguien que se ha manifestado tan expresamente contrario a las principales directrices del pontificado de Francisco consiga dos tercios de los votos en un cónclave cuyos miembros han sido designados en un 80% por él.

Basta con que un tercio actúe como minoría de bloqueo. Y es muy fácil que 45 ó 46 cardenales (dependiendo de la participación de los cardenales Angelo Becciu como eventual 'alta' y Antonio Cañizares y Vinko Puljic como eventuales 'bajas') cancelen de forma absoluta el nombre de Müller, cuya elección supondría una rectificación en toda regla a los doce años anteriores.


"Pope-maker"


Müller es consciente de esto, y la misma entrevista en The Times parece ser signo de que quema sus naves. Ningún otro cardenal en estos días se ha pronunciado con esa rotundidad. Lo cual no quiere decir que no esté siendo ya uno de los miembros más activos del colegio cardenalicio en la sutil preparación de candidatos.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

Santa Catalina de Siena - Virgen y Doctora de la Iglesia - Fiesta 29 de abril

 



Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa "Pura"), era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa. Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.


Confianza y amor
a la Virgen María


Desde niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía rezar el Ave María bajando las escaleras de su casa. Un día cuando tenía 6 años de edad y mientras caminaba por las calles de Siena con su hermano, elevó su mirada y de repente vio sobre el techo de la Iglesia de Santo Domingo, al Rey de Reyes sobre un espléndido trono, vestido como el Papa con su corona Papal; y con Él estaban San Pedro, San Pablo y San Juan. Jesús mirando con ternura a Catalina, despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres veces la señal de la Cruz sobre ella con su mano derecha, como lo hace un obispo. Desde ese momento Catalina dejó de ser una niña, se enamoró profundamente de su amado Salvador:


"Esa visión y esa bendición fueron tan poderosas que después ella no pudo pensar en nada más que en los ermitaños, y en cómo imitarlos".


Al año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al Señor que la había bendecido. En este momento tan crucial oró a la Virgen:


"¡Santísima Virgen, no mires mi debilidad, sino dame la gracia de tener como esposo a Aquel  a quién yo amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo! Le prometo a Él y a Ti, que nunca tendré otro esposo"


Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios más humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.


Modelo de virtud antes de
sus 15 años de edad


Con su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los conquistó y entonces le permitieron ser miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo y tener un cuarto privado. Allí comenzó a hacer actos de mortificación heroicos. Se alimentaba principalmente de hierbas y vestía con telas muy crudas. Asistía con gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba a los presos. Su sometimiento de la propia voluntad al Señor, aún en sus penitencias, daba verdadero valor a lo que hacía. Pero sus experiencias místicas no le quitaban las pruebas. Sufría por su temperamento al que dominaba con gran paciencia y por los baños calientes que le ordenaron los médicos. En medio de sus dolencias oraba sin cesar para expiar sus ofensas y purificar su corazón.

Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía 16 años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos, a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de "la gran mortandad", pereció más de la tercera parte de la población de Siena.


Recibe el hábito
de la Tercera Orden Dominica


En la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por una severa prueba en la cual el demonio se le apareció como un caballero muy guapo y elegante, y le ofreció un traje de seda con joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el crucifijo y gritó:


"¡Mi único, mi amado esposo. Tú sabes que jamás he deseado a nadie más que a Ti. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!"


De pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus manos un traje de oro, y con su voz suave y tierna, la Virgen le dijo:


"Este vestido, hija mía, lo he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de su costado como en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias manos"


Entonces con ferviente amor y humildad, Catalina inclinó la cabeza, mientras la Virgen le imponía este vestido celestial.

Por fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20 años), recibió el hábito de la Tercera Orden Dominica. Durante tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió, en la santa soledad de su pequeño cuarto y en su capilla favorita. Allí pasó un entrenamiento estricto basado en la auto-negación y desarrollo espiritual bajo la dirección personal de Cristo y de su Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y su confesor.


El Niño Jesús




Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la Tercera Orden en la Iglesia de Santo Domingo, se le concedió una visión muy impresionante. La Virgen María de rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al Niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomó el Niño y se lo entregó a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo besó y le susurró en el oído los nombres de todos sus seres queridos.


Severos ataques del demonio


La serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su virtud. Llenaba su imaginación con las más sucias representaciones y asaltaba su corazón con las más bajas y humillantes tentaciones. Después su alma quedaba en una nube de oscuridad, la más severa prueba imaginable. Se veía a sí misma cientos de veces al borde del precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible.



Sus armas eran:

  • La oración ferviente.
  • La humildad.
  • Resignación.
  • Confianza en Dios.


Así venció las pruebas que sirvieron mucho para purificar su corazón. Nuestro Señor la visitó después y ella le dijo:


"¿Dónde estabas, mi divino Esposo, mientras yo yacía en tan temible condición de abandono?"


Jesús le contestó:


"Estaba contigo"

"¿Cómo? -replicó ella-, ¡¿entre las sucias abominaciones en que infectaban mi alma?!"


Él le dice:


"Eran desagradables y sumamente dolorosas para ti. Este conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y la victoria sobre ellas, fue debido a mi presencia"


El enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia ni estrategia alguna para seducirla a sus vicios. Pero la humildad era su defensa. Dios la recompensó con su caridad para los pobres y muchos milagros.


Nupcias con Jesús


Un día jueves después de que Catalina había orado todo el día con extraordinaria fe, Nuestro Señor se le apareció y le dijo:




"Ya que por amor a Mi has renunciado a todos los gozos terrenales y deseas gozarte sólo en Mi, he resuelto solemnemente celebrar Mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe"


Mientras el Señor hablaba, aparecieron muchos Ángeles, su Santísima Madre, San Juan, San Pablo y Santo Domingo (ella era de su orden). Y mientras el Rey David tocaba una dulce música en su arpa, nuestra amorosa Madre tomó la mano de Catalina y la puso en la mano de su Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro en el dedo de Catalina, y dijo:


"Yo, tu Creador y Salvador, te acepto como esposa y te concedo una fe firme que nunca fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe y prevalecerás sobre todos tus enemigos"


La corona de espinas




En una visión, el Señor le presentó dos coronas, una de oro y la otra de espinas, invitándola a escoger la que más le gustara. Ella respondió:


"Yo deseo, oh Señor, vivir aquí siempre conformada a tu pasión y a tu dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento mi respuesta y deleite"


Entonces, con decisión tomó la corona de espinas y la presionó con fuerza sobre su cabeza.


Experiencias místicas
con la Virgen


Dos veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó milagrosamente. Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan sobrecogida por la emoción, que cuando se puso de pie para ir a recibir la comunión estuvo a punto de caer. La Virgen, con sus manos tiernas y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo hasta que se recuperó.

Un día de la Asunción, que tradicionalmente era la fiesta más grande del año en Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy enferma en cama, y deseaba intensamente por lo menos poder ver la catedral. De pronto se encontró en el atrio de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente y participar en la Misa solemne dedicada a la Virgen.


Virgen, esposa mística de Cristo,
Segunda mujer proclamada
Doctora de la Iglesia,
Dominica Terciaria,
Consejera de Papas,
Autora del "Diálogo"


A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los 25 años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el Papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñón para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.




Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado "Diálogo de la Divina Providencia", donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus 375 cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua italiana.

Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Santísima Virgen y a los pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas:


  • El desposorio con Cristo
  • Profecías
  • Estigmas
  • Ayunos de largos períodos (en los cuales se alimentaba solamente de la Eucaristía)


Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de 33 años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El Papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María Sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado.




El Papa Pablo VI, en 1970, la proclamó Doctora de la Iglesia. Ella, Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita de Lissieux, son las tres únicas mujeres que ostentan este título.


Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG:

Fuente - Texto tomado de EWTN:

HISTORIA REAL - Raymond Diocrès - El condenado al infierno: “Por el justo juicio de Dios, he sido condenado”

  


Imagen - De Vicente Carducho http://www.gabitos.com/museodelpradomadrid/template.php?nm=1329328103 2010-06-25 16:52:27,
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=37195307



Raymond Diocrès fue un profesor de la Universidad de París,
fallecido en 1084


El episodio más famoso de Diocrès, recreado en distintas obras artísticas, fue su funeral, en el que resucitó brevemente para asegurar que Dios le había juzgado y condenado. Uno de sus alumnos, Bruno de Colonia, asistió a tal milagro y decidió abandonar la vida civil e ingresar como monje.​

Las clases de Diocrès y su funeral figuran entre las escenas iluminadas de Las muy ricas horas del Duque de Berry. Pintores como Vicente Carducho, Gregorio Bausá o Eustache Le Sueur también recrearon escenas de su vida, especialmente las relacionadas con la vocación de san Bruno.


Texto tomado de ES.WIKIPEDIA.ORG:


“Por el justo juicio de Dios,
he sido condenado”


San Bruno, el fundador de la Cartuja fue testigo de uno de los prodigios que mayor revuelo causaron en su tiempo, no solo por lo extraordinario del suceso, sino por la gran cantidad de testigos cualificados que asistieron a él.

La Universidad de París lloraba la muerte de uno de sus más insignes profesores, Raymond Diocrès, en el Año de Nuestro Señor de 1082. Si la Sorbona era ya una potencia en la Cristiandad, llamada a mediar en incontables disputas entre el Papado y los reyes y escuchada siempre con reverencia, Diocrès era entonces su luminaria más admirada, consultado por estudiosos, príncipes y prelados, y dejando a su muerte fama no solo de sabiduría y erudición, sino de práctica de las virtudes en su máximo grado. Se decía entonces en París que, si un hombre había vivido una larga vida sin cometer un solo pecado mortal, ese era el maestro Raymond Diocrès.

Naturalmente, si en vida había sido universalmente celebrado, su muerte conmocionó a la Cristiandad culta y sus exequias convocaron en la luego llamada ‘Capilla Negra’ junto a Notre Dame a lo más granado de la sociedad parisina junto a buena parte de sus alumnos. Y entre estos alumnos estaba el futuro San Bruno, con cuatro de sus hermanos de religión.

Como era costumbre, el cuerpo se depositó en el centro sobre una tarima, cubierto solo por una sábana blanca, alrededor de la cual se apiñaban los deudos. Empieza el Oficio de Difuntos y, conforme al ritual, el sacerdote oficiante se dirige al difunto con esta pregunta:


“Respóndeme: ¿Cuán grandes y numerosas son tus iniquidades?”


La invocación es, por supuesto, retórica, y no se espera que el muerto responda. Pero eso es exactamente lo que sucedió. Clara y audible para todos los presentes salió de debajo del velo la voz de Diocrès:


“Iusto Dei iudicio accusatus sum”, “por el justo juicio de Dios he sido acusado”


Pasado el primer susto, corren los más cercanos a levantar el velo y examinar al muerto, pensando en una muerte aparente. Pero no: el cadáver seguía frío y sin latido.

La conmoción entre los presentes es fácilmente imaginable, y el revuelo obligó a suspender por aquel día la ceremonia, mientras los prelados estudiaban qué camino seguir. ¿Qué significaba aquel prodigio? ¿Podría seguirse adelante con unas exequias, visto que el propio difunto parecía sugerir que estaba en el infierno? Los más doctos, sin embargo, no veían problema en seguir adelante. Todos, argumentaban, seremos algún día acusados de nuestras faltas, de las que ningún mortal carece, en el Juicio Personal tras la muerte. Había que seguir.

Así que se reanudó el oficio con el muerto de cuerpo presente. Pero la noticia del prodigio había corrido como la pólvora por la ciudad, y ahora era una multitud la que se agolpaba en la capilla para asistir a las exequias interrumpidas.

Con voz temblorosa, el oficiante repite la pregunta fatídica:


“¿Cuán grandes y numerosas son tus iniquidades?”


Esta vez, el muerto se yergue y pronuncia con voz clara y fuerte:


“Iusto Dei iudicio iudicatus sum”, “por el justo juicio de Dios he sido juzgado”


Y vuelve a su postura yacente.

Varios médicos, alertados, acuden rápidamente a examinar el cuerpo mientras el revuelo crece más aún que antes. Certifican que Diocrès está definitivamente muerto, y los prelados vuelven a conferenciar. Pero la conclusión es la misma: Todos habremos de ser juzgados en el último día. Hay que continuar con el rito.

Esta vez la ciudad entera está pendiente del rito. Con apenas un hilo de voz, vuelve a preguntar el sacerdote:


“¿Cuán grandes y numerosas son tus iniquidades?”


Por última vez, el gran doctor Diocrès se incorpora y con voz estremecedora exclama:


“Iusto Dei iudicio condamnatus sum!”, “por el justo juicio de Dios he sido condenado”


Y cae ya definitivamente inmóvil.

Por orden del Obispo y del Capítulo, previa sesión, se despojó al cadáver de las insignias de sus dignidades, y fue arrojado al muladar de Montfaucon. La experiencia convenció a Bruno, que frisaba entonces los 45 años, para abandonar el mundo definitivamente y marchar con sus compañeros a buscar en la soledad de la Gran Cartuja, cerca de Grenoble.


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:




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