domingo, 5 de enero de 2025

Arzobispo Viganò: El clero corrupto usa el engaño satánico para anular la Palabra de Dios



Permanecer fieles a la Palabra de Dios significa permanecer fieles al Evangelio, a la doctrina, a la Tradición y a la Misa de todos los tiempos, en la que las palabras, pronunciadas en la lengua sagrada de la Iglesia, mantienen intacto su significado, como la luz brilla en las tinieblas.


Viernes 3 de enero de 2025 - 10:54 am EST


( LifeSiteNews ) — El siguiente es un sermón del arzobispo Carlo Maria Viganò para la Octava de la Santísima Navidad.


EN NOMBRE EJUS


Homilía en la Octava de la Santísima Navidad


El primer día de enero coincide con la Octava de Navidad, en la que la Liturgia se centra en la Circuncisión del Señor y en la Maternidad Divina de María Santísima, proclamada por el Concilio de Éfeso en el año 431 como Deipara –en griego Theotokos– o Madre de Dios. En la antigüedad, en este día se celebraban dos Misas, una de la Octava y otra en honor de la Virgen Madre. Posteriormente, el recuerdo de la celebración mariana quedó en la postcommunio y en la iglesia de la estación de Santa María en Trastevere.

En la Encarnación, el Verbo de Dios se hizo carne, haciendo fecunda la virginidad inmaculada de la Santa Madre del Redentor. El Verbo toma forma – Verbum caro factum est – generando al Emmanuel en el seno de la Virgen, por obra del Espíritu Santo. Y será llamado, como dice la Escritura en la profecía de Isaías, consejero admirable, Dios fuerte, Príncipe de la paz, Padre del siglo venidero, Ángel del gran consejo (Is 9,6). Incluso el Arcángel Gabriel, al llevar el anuncio a María, le dice: Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lc 1,31-33). Con la Circuncisión, se le impone su Nombre: Jesús, Dios salva.

Poner nombre a alguien o a algo significa definir a la persona o a la cosa en su esencia. Y ésta es prerrogativa de la Santísima Trinidad, del Dios Trino que se manifiesta revelando su Nombre. En el acto creador, el nombre designa a la creación misma: Hágase la luz. Y la luz se hizo (Gn 1,3). Y llamó a la luz día y a las tinieblas noche (Gn 1,5); al firmamento llamó cielos; a lo seco llamó tierra y a la masa de las aguas mar (Gn 1,10). Habiendo decretado que el hombre fuera a su imagen y semejanza (Gn 1,26) y que gobernara la tierra, permite a Adán participar de algún modo en el acto creador permitiéndole dar nombre a los animales: Entonces el Señor Dios formó de la tierra toda clase de animales salvajes y todas las aves del cielo, y los trajo al hombre para que viera cómo los llamaría. El nombre que el hombre pusiera a cada uno de los seres vivientes, ése sería su nombre (Gn 2,19). El nombre expresa la realidad y la define: por eso la Palabra es santa, y por eso el nombre de Dios es santo y terrible (Sal 111,10) –como dice el Salmo– porque es Palabra de Verdad. Por eso los sacramentos tienen materia, intención y forma, es decir, la palabra sacramental: “Yo te bautizo”, “Yo te absuelvo”, “Yo te confirmo”, son todas palabras que realizan lo que dicen y significan.

Dentro de unos días celebraremos la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús: para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua proclame –también aquí, la palabra proclamada, dicha– que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2,10-11). En el Nombre de Jesús el demonio es expulsado: porque el Nombre hace presente a quien lo lleva, y la Verdad manifiesta la mentira como la Luz disipa las tinieblas. Creador y criatura están de algún modo unidos por la palabra: Ecce, venio, dice la Sabiduría en la eternidad de los tiempos. Fiat mihi secundum verbum tuum, responde la Sede de la Sabiduría, María Santísima. Y ese cuerpo bendito que por obediencia asume la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en la unión hipostática inicia su camino hacia la Pasión desde la cuna, afrontando los rigores del invierno en una gruta; y poco después, siempre por obediencia, el Santo Niño derramará las primeras gotas de Su Preciosa Sangre en el rito de la Circuncisión, en el que se prefigura la Pasión.

En este nuevo año civil, que desde hace dos mil veinticinco años se cuenta desde el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, quisiera que reflexionáramos sobre la importancia de la palabra: la Palabra de Dios, en la que se conserva el sentido de nuestra vida eterna; y la palabra con la que nos comunicamos y nos expresamos, que conserva el sentido de nuestra vida diaria.

La Revolución, la matriz satánica de este mundo rebelde y hostil al Verbo Encarnado, sabe bien que cambiar las palabras también cambia su significado. Por eso la mentira de la antigua Serpiente utiliza un lenguaje falso y engañoso. Por eso los sirvientes del Maligno esconden sus engaños detrás de palabras que solo en apariencia son inofensivas. Es la neolengua orwelliana la que rebautiza el horrendo crimen del aborto como salud reproductiva, la mutilación como transición de género, el vicio y la transgresión como libertad, la destrucción de la Creación como pacto verde, el exterminio de la humanidad como cero neto y el reemplazo étnico como inclusión.

Y si hasta hace algunas décadas la Santa Madre Iglesia supo oponerse a esta subversión repitiendo inalterada la Palabra eterna y verdadera de Dios y utilizando el lenguaje propio de la Fe y de la Moral, hoy una Jerarquía corrupta muestra su traición del mismo modo, manipulando el lenguaje, anulando así la palabra de Dios (Mc 7,12). Rebautiza la destrucción de la constitución divina de la Iglesia y la manipulación del Papado como sinodalidad, la renuncia a la necesidad de evangelización y de conversión como diálogo ecuménico, redefine a los pobres como presencia real y la legitimación del pecado como aceptación.

La Palabra de Dios es Palabra de Verdad. No se limita a resonar en la eternidad, sino que se hace carne y alimento, se inmola en la Cruz para que la Palabra proclame la gloria del Padre, nos redima de la mentira de Satanás y nos preserve en este camino terreno de la falsedad y del engaño del mundo, de la carne y del diablo.

Permanecer fieles a la Palabra de Dios significa permanecer fieles al Evangelio, a la doctrina, a la Tradición y a la Misa de todos los tiempos, en la que las palabras, pronunciadas en la lengua sagrada de la Iglesia, conservan intacto su significado y lo comunican de manera unívoca, como la luz brilla en las tinieblas. Permanecer fieles a la Palabra de Dios, es decir, a Dios mismo, significa saber responder a la palabra con la palabra, como hizo María Santísima cuando acogió el saludo del Arcángel Gabriel.

Llamemos, pues, a las cosas por su nombre: a la virtud, virtud; al vicio, vicio, teniendo presente la advertencia de la Sagrada Escritura:


«¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que transforman las tinieblas en luz y la luz en tinieblas, que transforman lo amargo en dulce y lo dulce en amargo!» (Is 5,20). Sea, pues, vuestro hablar: «Sí, sí, no, no: todo lo demás viene del Maligno» (Mt 5,37). Y así sea.


+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo


Fuente - Texto tomado de LIFESITENEWS.COM:

Santa Misa - II Domingo después de Navidad - Enero 5 de 2025








Igualmente, ofrezcamos el rezo del Santo Rosario La Coronilla de la Divina Misericordia y el Santo VíaCrucis a Dios, por intercesión de la Virgen María, por el fin de los fenómenos naturales y terribles acontecimientos a nivel mundial. También por las intenciones de todos y cada uno de ustedes:
















Unámonos todos como Iglesia Militante y Peregrina, y asistamos virtualmente a la Santa Misa, junto a Jesús en su Calvario, con profunda fe y recogimiento.


Elevemos a Dios nuestras oraciones y peticiones personales, también por las de nuestros familiares, amigos y el mundo entero.


Igualmente, pidamos perdón por nuestros pecados, procuremos la conversión de nuestras vidas, y cuando la Iglesia Católica lo permita y abra nuevamente las puertas de los templos, busquemos a Dios a través del Sacramento de la Reconciliación "Penitencia o Confesión", y recibamos la gracia de su perdón y su amoroso abrazo de Padre, que recibe a sus hijos pródigos que regresan a Él, ÚNICO PADRE que sí nos ama verdaderamente.


Recordemos lo más sublime: recibir en estado de gracia al Señor Dios en su Presencia Real, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía (Hostia Consagrada), en la totalidad de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el santísimo sacrificio incongruento, como memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.






Dios nos colme de abundantes bendiciones a todos, la Santísima Virgen María interceda por nosotros, y San José, protector de la Iglesia Católica Universal, defienda a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas del demonio y de todos sus enemigos, además de toda adversidad.


Muchas gracias a todos ustedes por su gentil atención.

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 1, 1-18

 



1. En el principio era ya el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.

2. Él estaba en el principio en Dios.

3. Por Él fueron hechas todas las cosas; y sin Él no se ha hecho cosa alguna de cuantas han sido hechas.




4. En Él estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres.




5. Y esta Luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la han recibido.

6. Hubo un hombre enviado de Dios que se llamaba Juan.




7. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la Luz, a fin de que por medio de él todos creyesen.




8. No era él la Luz, sino enviado para dar testimonio de Aquel que era la Luz.

9. El Verbo era la Luz verdadera, que cuanto es de sí alumbra a todo hombre que viene a este mundo.




10. En el mundo estaba, y el mundo fue por Él hecho, y con todo el mundo no le conoció.

11. Vino a su propia casa, y los suyos no le recibieron.




12. Pero a todos los que le recibieron, que son los que creen en su Nombre, dióles poder de llegar a ser hijos de Dios.

13. Los cuales no nacen de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de querer de hombre, sino que nacen de Dios por la gracia.




14. Y para eso el Verbo se hizo carne; y habitó en medio de nosotros; y nosotros hemos visto su gloria, gloria cual el Unigénito debía recibir del Padre, lleno de gracia y de verdad.

15. De Él da testimonio Juan, y clama diciendo:




"He aquí Aquel de quien yo os decía: El que ha de venir después de mí, ha sido preferido a mí; por cuanto era antes que yo.

 

16. De la plenitud de Éste hemos participado todos nosotros, y recibido una gracia por otra gracia.




17. Porque la ley fue dada por Moisés; mas la gracia y la verdad fue traída por JESUCRISTO.




18. A Dios nadie le ha visto jamás: El Hijo Unigénito, existente ab eterno en el seno del Padre, Él mismo en persona es quien le ha hecho conocer a los hombres".


Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús